Europa

La batalla por los votos de la extrema derecha francesa

Por Luis Rivas* –
La extrema derecha francesa cuenta con dos candidatos capaces de pasar la primera vuelta de las presidenciales y disputar a Emmanuel Macron las llaves del Elíseo.

 La radicalidad del periodista y escritor, Eric Zemmour, le convierte en el nuevo demonio del sistema político-mediático y ayuda a «recentrar» a Marine Le Pen.

El nacionalpopulismo francés tiene por primera vez dos opciones serias ante las elecciones presidenciales. La entrada en escena de Eric Zemmour rompe el monopolio que disfrutaba Marine Le Pen en ese segmento de la derecha dura. Las diferencias entre los dos líderes son evidentes; entre sus votantes, mucho menos. Por eso, una guerra fratricida, una especie de primaria entre los aspirantes de la que peyorativamente muchos denominan extrema derecha tendrá lugar el 10 de abril, en la primera vuelta de los comicios.

Le Pen cambia de estrategia

La irrupción de Zemmour en el tablero político ha obligado a Marine Le Pen a cambiar de estrategia, eslogan y cartel electoral. En octubre, los sondeos situaban al autor del libro Francia no ha dicho su última palabra por encima de Le Pen y le calificaban para la gran final contra el presidente Macron de cara a regir los destinos del país hasta 2027.

El proceso de «desdiabolización» emprendido por la jefa del partido Agrupamiento Nacional (Rassemblement National – RN) desde su derrota ante Macron en 2017, abrió un espacio a su derecha por el que se introdujo el periodista que bate récords de audiencia en televisión y en la venta de libros.

Renunciar a la radicalidad para intentar romper el llamado techo de cristal electoral que impide a Marine Le Pen zafarse del «cordón sanitario» que forman izquierda, centroderecha y macronistas para cerrarle el paso a la Presidencia fue una decisión criticada por los veteranos del histórico Frente Nacional, y muy en especial, por el padre de la candidata, Jean Marie Le Pen. Marine Le Pen rectificó su discurso, pero no precisamente para endurecerlo, sino para insistir en los supuestos puntos débiles de Zemmour.

Inmigración, islam, inseguridad

El «polemista» –como le califican los periodistas que no quieren reconocerle su trayectoria periodística y de ensayista– mantiene hasta el momento una campaña sustentada en el tríptico inmigración, islam, inseguridad. Inmigración cero, eliminación del derecho de suelo para los nacidos de padres extranjeros, fin de la reunificación familiar, expulsión de los 700.000 clandestinos en el territorio e inmediata para delincuentes con doble nacionalidad. Control férreo de los mensajes religiosos en las mezquitas y exigencia a los musulmanes como Napoleón fijó con los franceses judíos: todos los derechos como individuos, pero adscripción total a los valores y la Constitución francesa.

El candidato aún no declarado oficialmente, resume en esos tres conceptos el grueso de su contenido programático. Interrogado sobre cuestiones económicas —primera preocupación de los franceses— Zemmour prefiere centrar cada asunto en torno a esos tres puntos.

Así, hablando del poder adquisitivo, responde que eliminará las ayudas sociales a los inmigrantes clandestinos y frenará el fraude social tasado por expertos en casi 100.000 millones de euros al año. Las medidas económicas dibujadas por Eric Zemmour, hasta el momento, incluyen una bajada de impuestos a las medianas y pequeñas empresas y un aumento de salarios sufragado con la reducción del gasto social público. Por supuesto, la reindustrialización de Francia es una prioridad en un candidato que es el principal enemigo de la globalización que ha llevado a Francia a un nivel de industrialización por debajo de Italia y España.

«Marine Le Pen es de izquierdas»

El programa de Marine Le Pen no difiere mucho, aunque está barnizado con un lenguaje menos duro. Le Pen critica el contenido monomaniaco de Zemmour y presume de contar con un proyecto «completo, trabajado y aplicable inmediatamente».

Para Marine Le Pen, los excesos verbales de Zemmour removilizan a la izquierda. Nosotros —dice la presidenta de RN— hemos abandonado el lenguaje brutal (refiriéndose a su padre) que lleva a la desperdigada izquierda a unirse.

Eric Zemmour considera que Marine Le Pen es una política de izquierdas que mantiene a su electorado en un gueto político. Según Zemmour, Le Pen no ha conseguido lo que para él es la clave para obtener la victoria electoral: unir a las clases populares con la burguesía nacionalista. Lo que, según él, obtuvo Donald Trump en Estados Unidos.

Si bien es verdad que Le Pen es la favorita de las clases más pobres, de los parados, de los más jóvenes, de los antiguos votantes del PCF y del mundo rural, Zemmour le aventaja en los sondeos entre los cuadros superiores, los más diplomados y los pensionistas.

La firmeza de Zemmour ante el islam es un punto que Le Pen quiere aprovechar presentándose como una candidata moderada en ese terreno. Por ello, Zemmour critica que ella haga la diferencia entre islam e islamismo y no está de acuerdo con el concepto de «gran sustitución», es decir, el hecho de que la población extranjera extraeuropea está reemplazando a la francesa. Algo que, por cierto, comparten seis de cada diez franceses.

Voto popular y voto conservador

Eric Zemmour no tiene miedo de aparecer como transgresor y radical; es en realidad su objetivo. Pero ello no significa que la estrategia tenga el éxito asegurado. Desde el momento que llegó a acercarse a Emmanuel Macron en los sondeos, el combate de todo el aparato político-mediático del Estado y se ha centrado sobre él.

El problema para esos mismos estamentos es que el electorado que duda entre Zemmour y Le Pen podrá unirse si cualquiera de ellos pasa a la segunda vuelta electoral el 24 de abril para disputarle la victoria a Emmanuel Macron.

Nadie puede asegurar hoy que una izquierda radicalizada y dividida vuelva a participar en el cordón sanitario frente a la llamada extrema derecha. La detestación de la izquierda al presidente Macron puede llevar a una abstención que favorezca el deseo de cambio radical que Eric Zemmour ha despertado entre el electorado de la derecha soberanista.

A cuatro meses de las elecciones, Eric Zemmour desciende en los sondeos, pero puede haber contribuido a ofrecer una imagen moderada de Marine Le Pen que, en todo caso, aprovechará la reserva de voto nacionalpopulista que permanecía oculto, además de obtener el apoyo de ciudadanos conservadores que mantenían reservas morales sobre ella.

Marine Le Pen ya no es el diablo; si acaso, una diablesa moderada y humanizada gracias al nuevo demonio de la política afrancesa. Un monstruo que zarandea un sistema político, periodístico y cultural francés anquilosado desde hace más de 30 años.

*Luis Rivas, periodista independiente.

Artículo publicado en Sputnik.

Foto de portada: © REUTERS / Tom Nicholson.

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