Polonia, el socio más importante de Ucrania en el seno europeo, ha demostrado esta semana que su lealtad a Kiev termina donde empiezan sus intereses nacionales. El primer ministro, Mateusz Morawiecki, ha causado un gran revuelo mediático y político tras asegurar que ya no enviaría armas al país vecino. Tras las críticas, el Estado se ha visto obligado a matizar sus palabras.
Pero la lección de Polonia enseña ya que, tras más de 500 días de guerra, los intereses nacionales mandan, la presión interna en los gobiernos crece y es progresivamente complicado mantener el ritmo de ayudas financieras y donaciones de material bélico al frente ucraniano.
«Ya no transferiremos más armas a Ucrania porque debemos armar a Polonia con material más moderno», afirmó por sorpresa Morawiecki en la cadena nacional Polsat.
El presidente polaco, Andrzej Duda, tuvo que salir poco después al paso de estas declaraciones matizando que las palabras de su primer ministro se habían «malinterpretado» y que se refería a que Varsovia no enviaría el nuevo armamento que estaban adquiriendo, pero sí cumpliría con los acuerdos rubricados hasta la fecha.
En cualquier caso, la tensión entre Varsovia y Kiev lleva meses aflorando en el marco de la crisis del grano. Y el motivo que colea de fondo no es otro que las elecciones cruciales que el país celebra el 15 de octubre. En ellas, el partido en el poder Ley y Justicia (PiS) -aliado de Vox en la Eurocámara- podría perder el poder por primera vez desde 2015.
Con una extrema derecha pisando el acelerador por reducir las ayudas a Ucrania, el partido que lidera Jaroslaw Kacyniski se ha volcado en defender el «Polonia primero». Por ello, veta desde hace meses la entrada de grano a su territorio.
Polonia es uno de los países europeos con más agricultores y ganaderos. Las elecciones se juegan en el mundo rural y el PiS se ha empleado con fuerza en erigirse como defensor de su sector primario, aunque ello suponga embarrar las relaciones con su vecino. Todo ello está levantando polvo en algunas capitales.
«Es una verdadera vergüenza que Polonia, hasta ahora un socio fiable, ponga fin a su apoyo militar justo ahora y lo comunique así», afirmó Ulrich Lechte, portavoz de Asuntos Exteriores del partido liberal alemán FDP, al periódico Die Welt, que culpó al Gobierno polaco de hacer campaña «a coste de Ucrania».
Europa se inquieta, Rusia sonríe
Una de las lecturas que han hecho muchos políticos y analistas sobre este altercado diplomático es que beneficia a Rusia. El escenario base es el de que caminamos hacia una guerra larga e imprevisible.
Y no pocos interpretan que este prolongamiento sine die sin perspectivas de paz juega en beneficio del presidente ruso, Vladimir Putin, quien estaría esperando pacientemente a que se instale una fatiga internacional en torno a Ucrania y a que se agriete la unidad occidental en torno al divide y vencerás.
Al potencial hartazgo bélico se une la dificultad de mantener la presión y el ritmo de sanciones a Rusia y de apoyo a Ucrania. Durante los primeros compases de la guerra, la UE aprobaba una media de un paquete punitivo contra Putin cada mes. Ahora ya nadie habla del número 12.
Durante este año y medio, el bloque comunitario ha destinado 80.000 millones de euros en ayudas a Kiev. Muchos de ellos para financiar el envío de armas. A la imposibilidad de continuar con este bazuca financiera se añade el desafío de la escasez de armas.
Las reservas de los Ejércitos nacionales se están agotando y la industria made in Europe es incapaz de hacer frente a las demandas para la mayor producción de armas de las últimas décadas. En medio de este rompecabezas, se sitúan los intereses nacionales.
La guerra en Ucrania ha sacudido los bolsillos de millones de ciudadanos con tasas de inflación récord en los precios de los alimentos y la energía. Y cada vez se torna más complicado mantener el apoyo de la opinión pública. Por ello, gobiernos como el polaco tienen todos estos elementos muy en cuenta a la hora de mover sus fichas.
También en noviembre, Países Bajos celebra elecciones generales tras la sorpresiva renuncia del liberal Mark Rutte durante el verano. Ámsterdam ha sido una de las capitales occidentales que ha hablado con más vehemencia sobre la defensa de Ucrania.
De hecho, bajo su liderazgo se ha emprendido el entrenamiento de soldados ucranianos para pilotar cazas modernos y el compromiso de enviar los primeros cazas F-16 al frente. Con unos comicios que se anticipan sin ganadores claros y con un Parlamento fragmentado, la precampaña electoral está virando ya a recuperar la confianza social y a proteger a sus ciudadanos. Y no en Ucrania.
La otra cita clave de las urnas pasa por Eslovaquia, otro de los tradicionales aliados de Kiev. Eslovaquia es, junto a Polonia y Hungría -el país menos simpatizante con Ucrania-, el otro que ha vetado la entrada de cereales ucranianos en sus fronteras.
Tras una crisis generada por escándalos de corrupción, los eslovacos se dirigen a las urnas el próximo 30 de septiembre. Y esta es una de las citas electorales donde hay más en juego. El líder populista prorruso Robert Fico, que ha hecho campaña en torno a frenar la ayuda a Kiev, parte de una buena posición.
Su llegada al Gobierno supondría un banderazo a Víktor Orbán, que dejaría de ser un paria en la mesa del Consejo Europeo ganando un aliado, y supondría una bofetada para los intereses de Zelenski.
A todo ello se suma de fondo la polémica en Estonia. La primera ministra Kaja Kallas, a la que algunos se han referido como la nueva dama de hierro europea, ha sido quizá la voz más firme contra Putin. Y de las que más ha empujado en Bruselas por más dinero, más armas y más apoyo a Ucrania.
Pero recientemente se desveló que su marido tenía negocios con vínculos rusos. Un escándalo que no ha propiciado su dimisión pero que le ha obligado a rebajar el tono y a una menor exposición pública.
Claves: elecciones en Europa y EEUU
Pero es en 2024 cuando llega el plato fuerte en términos electorales. Entre el 6 y el 9 de junio, cerca de 400 millones de ciudadanos están llamados a participar en las elecciones europeas, que serán el punto de partida de la legislatura 2024-2029.
Zelenski es consciente de ello y esta misma semana ha aprovechado su visita a la Asamblea General de la ONU para dirigirse a los congresistas estadounidenses y pedirles más ayudas.
Donald Trump está jugando al gato y al ratón con su postura sobre Ucrania diciendo generalidades como que acabará con la guerra si es reelegido inquilino de la Casa Blanca.
Las filas republicanas están divididas, pero cada vez son más las voces que muestran su disconformidad con desempolvar más dinero y armas para un lejano Kiev mientras resuenan los ecos del America First.
*María Zornoza, periodista.
Artículo publicado originalmente en Público.es
Foto de portada: El presidente de Polonia, Andrzej Duda, a su llegada a la Asamblea General de la ONU, en Nueva York a 19 de septiembre de 2023. —Mike Segar/REUTERS