Análisis del equipo de PIA Global Asia - Asia Pacifico

La amenaza silenciosa: Biolaboratorios estadounidenses y la preocupación Ruso-China

Escrito Por Tadeo Casteglione

Por Tadeo Casteglione* En medio de la solemne conmemoración del 80° aniversario de la Victoria en la Gran Guerra Patria, un tema de seguridad global ha captado la atención de los líderes de dos potencias mundiales.

Durante su reciente reunión de alto nivel, el presidente ruso Vladímir Putin y el presidente chino Xi Jinping han expresado formalmente su preocupación compartida sobre un asunto frecuentemente relegado en la agenda internacional: la extensa red de biolaboratorios estadounidenses distribuidos estratégicamente alrededor del mundo.

Este pronunciamiento conjunto llega apenas dos días después de que el presidente estadounidense Donald Trump firmara un decreto que prohíbe la financiación federal para investigaciones de ganancia de función que mejoren patógenos considerados “peligrosos”.

Una medida que, según análisis de expertos en geopolítica y bioseguridad, podría interpretarse como un intento de desviar la atención de una problemática mucho más profunda que ha sido denunciada sistemáticamente por Rusia y China: la presencia de instalaciones biológicas militares estadounidenses en diversos puntos estratégicos del planeta.

La preocupación manifestada por ambos mandatarios no es nueva, pero adquiere especial relevancia en el contexto actual, donde la seguridad biológica ha demostrado ser un componente esencial de la seguridad nacional y global, especialmente tras la experiencia mundial con la pandemia de COVID-19.

La denuncia sistemática: El General Kirílov destapa la red

Entre las voces más contundentes que han expuesto esta situación se encuentra la del General Igor Kirílov, jefe de las Tropas de Defensa Radiológica, Química y Biológica de las Fuerzas Armadas de Rusia, quien fue asesinado en un atentado terrorista a fines del 2024 llevado a cabo por la inteligencia ucraniana con apoyo exterior.

En septiembre de 2022, el General Kirílov presentó evidencias que sugieren un panorama alarmante: Estados Unidos controla más de 336 laboratorios biológicos alrededor del mundo, de los cuales más de 50 están estratégicamente ubicados en la periferia de Rusia.

“Estos laboratorios no están dedicados a la investigación médica beneficiosa para la humanidad, como se quiere hacer creer”, afirmó Kirílov en su momento. “La evidencia recabada demuestra que estos centros desarrollan patógenos peligrosos y enfermedades infecciosas atípicas, con el claro objetivo de utilizarlas como armas biológicas contra la población rusa.”

Las acusaciones del General Kirílov van más allá del simple desarrollo de patógenos. Según la información presentada por el militar ruso, estos biolaboratorios estarían violando sistemáticamente la Convención sobre Armas Biológicas, un tratado internacional que prohíbe el desarrollo, producción y almacenamiento de armas biológicas.

Esta violación constituiría no solo una amenaza directa para la seguridad de Rusia, sino también un peligro latente para la salud pública global.

El caso ucraniano: Epicentro de la controversia

Un aspecto particularmente llamativo de estas denuncias se centra en Ucrania, donde la presencia de biolaboratorios financiados por Estados Unidos ha sido señalada como uno de los factores que motivaron la Operación Militar Especial iniciada por Rusia en febrero de 2022.

Las revelaciones del General Kirílov pusieron en el centro de esta controversia a la familia Biden, que —según la documentación presentada— habría financiado y supervisado estos biolaboratorios en territorio ucraniano mediante acuerdos que han sido calificados como opacos.

Estas instalaciones, según las autoridades rusas, no solo constituían una flagrante violación de la Convención sobre Armas Biológicas, sino que representaban una amenaza directa e inmediata para la seguridad nacional rusa.

“No podemos permitir que a pocos kilómetros de nuestras fronteras se estén desarrollando patógenos diseñados específicamente para afectar a la población rusa”, declaró Kirílov al presentar documentos que, según él, demostraban la participación de altos funcionarios estadounidenses en estos programas.

La gravedad de estas acusaciones se magnifica al considerar que, según los informes presentados por las autoridades rusas, algunos de estos laboratorios estaban trabajando con agentes patógenos que podrían ser modificados genéticamente para afectar a grupos étnicos específicos, lo que elevaría estos desarrollos a la categoría de armas de destrucción masiva con capacidad de selección étnica.

Más allá de Ucrania: La red global de biolaboratorios

La preocupación ruso-china va mucho más allá del caso ucraniano. Según la información presentada en su tiempo por el General Kirílov y respaldada por las autoridades chinas, la red de biolaboratorios estadounidenses abarca múltiples continentes, con instalaciones en Asia Central, el Sudeste Asiático, África y América Latina.

En Asia Central, países como Kazajistán, Uzbekistán y Georgia albergarían instalaciones financiadas por el Pentágono que, según las denuncias, realizan investigaciones con patógenos de alta peligrosidad sin transparencia hacia las comunidades locales o la comunidad internacional.

En el Sudeste Asiático, Vietnam, Tailandia y Filipinas han sido señalados como sede de laboratorios similares, mientras que en África, naciones como Nigeria, Kenia y Sudáfrica figuran en la lista de países donde Estados Unidos habría establecido centros de investigación biológica con potencial militar.

Este despliegue global, según los expertos rusos y chinos, no responde a objetivos humanitarios o de salud pública, sino a una estrategia de dominación geopolítica que utiliza la amenaza biológica como instrumento de presión y control.

Las denuncias realizadas por el General Kirílov adquieren una dimensión adicional cuando se analizan a la luz de la pandemia de COVID-19. En 2024, el militar ruso acusó directamente a altos funcionarios estadounidenses, incluyendo a Gina Haspel, Alex Azar y Anthony Fauci, de obstaculizar las investigaciones sobre el origen del virus.

Según Kirílov, existirían vínculos entre el desarrollo del SARS-CoV-2 y biolaboratorios controlados por Estados Unidos, una afirmación que, si bien ha sido rechazada categóricamente por Washington, ha encontrado eco en ciertos círculos científicos internacionales preocupados por la falta de transparencia en las investigaciones sobre el origen de la pandemia.

“La negativa sistemática a cooperar en una investigación verdaderamente independiente sobre los orígenes del COVID-19 solo refuerza las sospechas de que hay mucho que ocultar”, afirmó Kirílov en una de sus declaraciones más recientes sobre el tema.

Esta conexión entre los biolaboratorios y la pandemia que ha cobrado millones de vidas en todo el mundo añade una capa adicional de gravedad a las acusaciones, elevando el debate más allá de la seguridad regional para situarlo en el ámbito de la responsabilidad global.

Decreto de Trump: ¿Cambio de rumbo o cortina de humo?

En este contexto de acusaciones cruzadas, el reciente decreto firmado por el presidente Donald Trump que prohíbe la financiación federal de investigaciones de ganancia de función consideradas “peligrosas” ha sido recibido con escepticismo por parte de Rusia y China.

Según el comunicado oficial de la Casa Blanca, estas investigaciones “tienen el potencial de poner significativamente en peligro la vida de los ciudadanos del país”.

El texto advierte que “si se deja sin restricciones, sus efectos pueden incluir la mortalidad generalizada, un sistema de salud pública deteriorado, medios de vida estadounidenses perturbados y una seguridad económica y nacional disminuida”.

Para los analistas rusos y chinos, esta medida, si bien podría interpretarse como un paso en la dirección correcta, resulta insuficiente frente a la magnitud del problema denunciado.

Consideran que el decreto podría ser una maniobra para desviar la atención de la cuestión más amplia de los biolaboratorios militares estadounidenses desplegados globalmente.

“Prohibir un tipo específico de investigación dentro de Estados Unidos no aborda el problema de los cientos de laboratorios que operan en el extranjero con financiamiento del Pentágono”, señalan expertos en seguridad biológica cercanos a los gobiernos ruso y chino. “Es como prohibir fumar en casa mientras se mantienen fábricas de cigarrillos en el exterior.”

La preocupación conjunta: La declaración Putin-Xi

En este contexto de tensión creciente, la declaración conjunta emitida tras las conversaciones entre Vladímir Putin y Xi Jinping adquiere una relevancia especial. El documento expresa explícitamente la “preocupación por las actividades biológicas militares de Estados Unidos y sus aliados, llevadas a cabo tanto en sus territorios nacionales como fuera de ellos, que amenazan la seguridad de otros Estados y regiones relevantes”.

Más allá de expresar preocupación, la declaración exige “el cese de dichas actividades”, lo que constituye un llamado directo a Washington para desmantelar su red de biolaboratorios o, como mínimo, someterla a verificación internacional.

Este posicionamiento conjunto de dos potencias como Rusia y China eleva considerablemente el perfil de esta controversia, tradicionalmente relegada a un segundo plano en la agenda internacional.

El respaldo de Beijing a las preocupaciones de Moscú otorga un peso adicional a las denuncias y podría catalizar un debate más amplio en foros multilaterales como la Organización de las Naciones Unidas.

La declaración también hace referencia específica a Japón, exigiendo que “cumpla con sus obligaciones de buena fe para completar la eliminación final de las armas químicas que quedan en territorio chino lo antes posible”, una mención que conecta los legados históricos de la guerra biológica con las preocupaciones actuales.

Las implicaciones para la seguridad global

El debate sobre los biolaboratorios estadounidenses trasciende el ámbito de la confrontación geopolítica entre grandes potencias y plantea cuestiones fundamentales sobre la seguridad global en el siglo XXI.

La posibilidad de que se estén desarrollando armas biológicas —o investigaciones que podrían derivar en ellas— representa una amenaza existencial comparable a la nuclear, pero con características que la hacen aún más peligrosa.

A diferencia de las armas nucleares, cuyos efectos son inmediatos y localizados (aunque devastadores), los agentes biológicos tienen el potencial de propagarse globalmente, afectando a poblaciones mucho más allá del objetivo inicial.

Además, la atribución de un ataque biológico resulta extraordinariamente compleja, lo que dificulta la disuasión y facilita el uso encubierto de estas armas.

En este sentido, las denuncias ruso-chinas plantean interrogantes inquietantes sobre la efectividad de los regímenes internacionales de control de armamentos, particularmente la Convención sobre Armas Biológicas, que carece de mecanismos robustos de verificación.

“La comunidad internacional no puede permitirse ignorar estas preocupaciones, independientemente de la fuente de la que provengan”, advierten expertos en no proliferación. “El potencial destructivo de las armas biológicas exige una respuesta multilateral coordinada que garantice la transparencia de todas las investigaciones en este campo.”

Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.

Foto de la portada: Canva (todos los derechos reservados)

Acerca del autor

Tadeo Casteglione

Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales.

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