Sin embargo, para comprender este viaje desde una perspectiva que priorice los intereses africanos y respete las complejidades históricas de Angola, es necesario analizar el contexto histórico, político y económico que enmarca esta interacción.
Angola: de la revolución al pragmatismo
Angola tiene una historia profundamente marcada por su lucha revolucionaria y antiimperialista. Tras la Revolución de los Claveles en Portugal (1974), Angola obtuvo su independencia en 1975. Sin embargo, la retirada portuguesa dejó un vacío de poder que derivó en una guerra civil entre el MPLA (Movimiento Popular de Liberación de Angola) y UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola), además de la FNLA (Frente Nacional de Liberación de Angola).
Una vez lograda la independencia de Portugal, el país vivió décadas de guerra civil, alimentada por la Guerra Fría, donde los Estados Unidos, Sudáfrica e incluso de Israel, apoyaron a las fuerzas de UNITA, mientras el MPLA con ideología marxista-leninista, en el poder, contó con el respaldo de la Unión Soviética y Cuba. Este pasado forjó una identidad nacional que enfatiza la soberanía y el rechazo a las imposiciones externas, lo que todavía influye en la política angoleña.
La guerra civil terminó en 2002 con la muerte de Jonas Savimbi, líder de UNITA, tras 27 años de conflicto que dejó el país devastado.
Más de medio millón de muertos, millones de desplazados internos y una economía altamente dependiente del petróleo para su reconstrucción, fue el resultado de este periodo en Angola.
Desde su transición hacia un modelo de economía de mercado, Angola ha priorizado la estabilidad política y la diversificación económica. A pesar de esto, sigue enfrentándose a retos como la corrupción, la desigualdad y la dependencia de los hidrocarburos.
En las últimas dos décadas, Angola ha transitado hacia un modelo económico orientado al mercado, con un énfasis en la explotación de sus vastos recursos naturales, especialmente el petróleo y los diamantes. Sin embargo, esta dependencia de las materias primas ha dejado al país vulnerable a los vaivenes del mercado global, y su gobierno, liderado por João Lourenço, ha buscado diversificar la economía y reducir la influencia excesiva de socios tradicionales como China.
El contexto de la visita de Biden
En su último año de mandato, Biden enfrenta un escenario global de alta competencia entre grandes potencias, en particular con China y Rusia. Angola, como parte del continente africano, se encuentra en el centro de esta rivalidad. África no es solo un continente rico en recursos estratégicos, sino también un espacio donde las naciones buscan asociaciones que promuevan un desarrollo sostenible y una mayor autonomía frente a los poderes externos.
La visita de Biden, en este sentido, tiene múltiples objetivos. Por un lado, busca consolidar la narrativa de que Estados Unidos es un socio confiable frente a la creciente presencia de China en el continente, que ha invertido masivamente en infraestructura y minería. China es el principal socio comercial de Angola, especialmente en el sector energético. El país africano es uno de los mayores proveedores de petróleo para Pekín, y China ha financiado enormes proyectos de infraestructura a cambio de recursos. Estados Unidos, bajo la administración Biden, busca contrarrestar esta influencia con iniciativas como Prosper Africa y el Partnership for Global Infrastructure and Investment. Sin embargo, estas no siempre han tenido el mismo impacto tangible que los proyectos chinos.
Por otro lado, esta visita se enmarca en una estrategia más amplia de contrarrestar la influencia rusa, especialmente en un momento en que Moscú busca reforzar sus vínculos con naciones africanas a través de acuerdos militares y energéticos. Angola, aunque menos involucrada en las dinámicas rusas que otros países africanos, ha mantenido una relación histórica con Moscú desde los días del MPLA y la URSS. En la actualidad, Rusia busca reforzar su presencia en África, especialmente en defensa y energía, lo que Estados Unidos ve como una amenaza.
La guerra en Ucrania ha intensificado este interés por «ganar corazones y mentes» en África, un continente que en su mayoría se ha mantenido neutral respecto al conflicto.
Desde el prisma africano, la visita de Biden debe ser analizada con cautela. Angola, como muchas otras naciones africanas, ha dejado claro que busca relaciones internacionales basadas en el respeto mutuo y la cooperación pragmática, más allá de las rivalidades geopolíticas de las potencias globales. Para Angola, la prioridad no es elegir entre Estados Unidos, China o Rusia, sino maximizar los beneficios de sus recursos y asegurar que las inversiones extranjeras contribuyan al desarrollo sostenible, la creación de empleo y la reducción de la desigualdad.
El interés de Estados Unidos por promover proyectos energéticos y apoyar la diversificación económica angoleña puede ser bien recibido, pero no debe subestimarse la memoria histórica de la interferencia extranjera en la región. Angola y otros países africanos esperan que estas visitas se traduzcan en resultados tangibles y no en promesas vacías o estrategias para servir únicamente los intereses geopolíticos de las potencias extranjeras.
El legado de Biden y el futuro de Angola
En el caso de su presidencia, Biden parece decidido a dejar un legado que refuerce la presencia estadounidense en África. Sin embargo, su enfoque tendrá que adaptarse a un continente que está cada vez más empoderado y menos dispuesto a aceptar relaciones desequilibradas. Para Angola, esta visita es una oportunidad para negociar en términos favorables, aprovechando el interés estratégico que despierta el país y recordando que su futuro depende de fortalecer su soberanía económica y política.
En un mundo multipolar, África ya no es un mero escenario de competencia entre potencias externas. Es un actor clave en la definición de las nuevas reglas del juego global. La visita de Biden a Angola será juzgada no solo por sus declaraciones, sino por su capacidad de construir relaciones que respeten las aspiraciones de un continente que, tras siglos de explotación, está decidido a reclamar su lugar en la mesa global.
Biden ha intentado revitalizar las relaciones con África a través de visitas de alto nivel y la Cumbre de Líderes Africanos en 2022. La visita a Angola refuerza la idea de que Estados Unidos ve al continente como clave para su estrategia global, no solo como fuente de recursos, sino como un socio en temas como el cambio climático, la tecnología y la estabilidad regional.
Angola busca diversificar sus alianzas internacionales, evitando depender exclusivamente de China o Estados Unidos. Esto implica abrirse a inversiones, pero bajo términos que prioricen sus intereses nacionales. Existe una creciente narrativa en África que rechaza la mentalidad de «esfera de influencia», argumentando que el continente debe ser un actor activo, no un espectador, en la geopolítica global.
Las expectativas angoleñas para esta visita incluyen acuerdos que impulsen su diversificación económica. La transición energética, por ejemplo, es clave: Angola quiere aprovechar sus recursos solares y eólicos, más allá del petróleo. Otro punto es la inversión en tecnología y educación, que podría equilibrar el enfoque extractivista de las relaciones pasadas.
Angola se encuentra en una encrucijada: consolidar su papel como una economía emergente o perpetuar su dependencia de las materias primas. La diversificación, la mejora de la gobernanza y la lucha contra la corrupción son esenciales para garantizar que las relaciones internacionales beneficien directamente a su población.
Angola es uno de los mayores productores de petróleo de África, pero este desarrollo ha tenido costos ambientales significativos. Las zonas de extracción, particularmente en la región de Cabinda y las costas atlánticas, han sufrido derrames de petróleo, que afectan la biodiversidad marina y terrestre. La extracción intensiva ha degradado suelos y recursos hídricos, afectando a las comunidades agrícolas y pesqueras que dependen de estos ecosistemas.
Muchas comunidades en áreas petroleras enfrentan desplazamientos forzados y condiciones precarias, sin recibir compensaciones adecuadas. La falta de regulaciones estrictas permite que las grandes petroleras internacionales, incluidas algunas estadounidenses, prioricen beneficios sobre sostenibilidad.
Angola tiene un enorme potencial en energías renovables, especialmente solar y eólica. Sin embargo, la transición energética requiere inversión y una visión estratégica. La visita de Biden podría incluir propuestas en este ámbito, pero debe garantizar que estas no reproduzcan dinámicas extractivistas.
Desconfianza hacia las potencias extranjeras
El legado del colonialismo y la interferencia durante la Guerra Fría ha generado una cautela histórica frente a las grandes potencias. Muchas comunidades perciben estas visitas como estrategias para explotar recursos en lugar de beneficiario al país.
A pesar de los anuncios de grandes acuerdos durante visitas de líderes internacionales, la sociedad civil frecuentemente señala que los beneficios no llegan a las comunidades locales. Esto genera escepticismo sobre si los intereses externos realmente contribuyen al desarrollo sostenible de Angola.
En los últimos años, grupos de la sociedad civil y activistas han exigido mayor transparencia en los acuerdos internacionales y mayor responsabilidad en temas ambientales y sociales.
Durante visitas como la de Biden, estos grupos suelen aprovechar para visibilizar demandas, como:
- Mayor inclusión en los beneficios de las inversiones extranjeras.
- Estrategias concretas para combatir la desigualdad y el desempleo.
- Garantías de que los proyectos no destruyen ecosistemas ni desplacen comunidades.
- Propuestas para abordar estos temas en futuros acuerdos.
Angola, con su rica historia revolucionaria y su posición geográfica estratégica, ocupa un lugar clave en el África subsahariana. En el contexto del emergente mundo multipolar, el país tiene la oportunidad de redefinir su papel en el escenario global, pero también enfrenta desafíos para equilibrar sus intereses soberanos frente a la competencia de las grandes potencias. Este análisis explora cómo Angola podría consolidar su soberanía y avanzar en un marco de multipolaridad que priorice sus necesidades y aspiraciones.
En un mundo multipolar, Angola tiene la oportunidad de ser un actor clave, no solo por su riqueza en recursos, sino por su capacidad de articular una estrategia que combine pragmatismo con soberanía. Al navegar entre las potencias globales, Angola puede forjar un camino propio que refleja no solo sus intereses nacionales, sino también su papel como un ejemplo de liderazgo africano en la era de la multipolaridad.
Si se gestiona correctamente, Angola puede ser más que un recurso en disputa; puede convertirse en un modelo para otros países africanos que buscan equilibrar sus relaciones internacionales en un entorno cada vez más competitivo. ¿Te interesa explorar alguno de estos temas con mayor detalle? Por ejemplo, la relación de Angola con un actor específico o el impacto de un sector estratégico.
*Beto Cremonte, docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS UNLP.