El gobierno Meloni como Marcello De Angelis. Primero la bronca contra los bancos -llamada pomposamente ” impuestos extraordinarios sobre los beneficios extraordinarios”-, luego la disculpa y el vaciamiento sustancial de la medida.
La ofensiva de la pequeña burguesía (la verdadera base social de la derecha italiana) contra la burguesía financiera personificada por los bancos duró menos de 24 horas.
El plan era un clásico del pequeño populismo, concretamente en su versión de derechas.
Al no tener margen de maniobra en el presupuesto público, en vista de la ley de estabilidad que se está redactando junto con los expertos de la Comisión Europea, el gobierno Meloni ha pensado en recaudar unos cuantos miles de millones (sólo 3, no mucho), cobrando un impuesto sobre el diferencial entre los intereses que cobran los bancos (que se dispararon junto con las maniobras de tipos llevadas a cabo por el BCE) y los que se conceden a los clientes (que se han mantenido a cero).
Parecía el clásico dos pájaros de un tiro. Gano unos dólares y además señalo a un enemigo odiado por toda la población, trabajadores y empresas de todos los tamaños.
El problema es que si eres un chapucero que sólo sirve para soltar tonterías propagandísticas en busca del provecho de la cámara, no puedes ignorar la complejidad del entorno económico en el que te desenvuelves.
Incluso antes de que “el enemigo” -los bancos- reaccionara, “el mercado” se encargó de decirle que no puede hacer lo que le venga en gana estando en el gobierno de un país no demasiado pequeño.
El desplome ayer de la bolsa italiana afectó a las cotizaciones bursátiles de toda Europa, asustando de inmediato incluso a los “audaces ladrones” que se creían listos.
Inmediatamente después vinieron las “instituciones” y los “expertos” a explicar lo idiota que había sido ese movimiento.
Por un lado, los bancos se habrían apresurado a repercutir en sus clientes la reducción de beneficios debida al nuevo impuesto extraordinario (de todos modos, sólo válido para este año).
En segundo lugar, al imponer ese impuesto, entre otras cosas, a la compraventa de bonos del Estado, lo poco que se ganara con los impuestos se perdería -se multiplicaría- en intereses que habría que pagar para refinanciar la deuda pública con las próximas subastas del Tesoro.
Por si fuera poco, casi todos señalaron la consecuencia más peligrosa: una grave caída del crédito, que dañaría el impulso económico justo cuando la recesión se vislumbra en el horizonte otoñal.
Un “boomerang”, resumió incluso Francesco Giavazzi, que reconoce como única “soberanía” legítima la de los “mercados”.
El silencio público de los banqueros ha sido casi absoluto, pero todos los enterados hablan de “teléfonos calientes” entre el Ministerio de Economía (dirigido por Giorgetti, el legaziano menos convencido de la decisión) y los consejeros delegados de los distintos grupos bancarios.
Inmediatamente después, inevitablemente, el vergonzoso retroceso. Al “estilo fascista”, por supuesto. Es decir, pretender “mantener el impuesto”, pero reduciéndolo a un nivel tal que ya no moleste a los interesados.
El más listo de ellos -Carlo Messina, Consejero Delegado de IntesaSanPaolo-, al tiempo que se quejaba de no haber sido avisado con antelación (como todos sus “colegas”, por cierto) se declaraba “dispuesto a pagar, siempre y cuando ese dinero se utilizara para reducir las desigualdades”.
Qué mundo tan maravilloso en el que los banqueros -de palabra- se preocupan por los más pobres, ¿no le parece?
Una vez más, las ambiciones de los pequeños empresarios a caballo entre la evasión fiscal y las actividades del mercado negro se han venido abajo en un instante ante el poder del capital financiero, necesariamente de “nivel europeo”.
En resumen, si realmente se pretende que los bancos paguen el precio de una cierta “redistribución de la renta”, hay que pensar en un cambio sistémico, hasta su nacionalización/publicidad, y no en una astucia sin aliento ni lógica.
Que luego tienes que retirar…
Pero hay cosas peores.
Con este disparate, el Gobierno ha dado él solo un paso más en la demostración de su falta de fiabilidad, que es mucho más importante -para los llamados “poderes fuertes”, principalmente las finanzas- que cualquier consideración sobre fascismo/antifascismo, derechos civiles y salario mínimo.
Si tiene ese tipo de tonterías dando vueltas en su cerebro, quizá sea mejor sustituirle por el “gobierno técnico” de siempre, antes de que haga demasiado daño….
*Claudio Conti, redactor y columnista en Contropiano.
Artículo publicado originalmente en Contropiano.
Foto de portada: extraída de Contropiano.