Los ataques sionistas hacia Qatar representan hoy una de las mayores muestras de que el orden global sellado luego de la Segunda Guerra Mundial ya no existe. Los bombardeos a Palestina, Líbano, Siria, Yemen e Irán ya demostraron la cínica actuación que prolifera Israel en busca de alcanzar una mayor expansión territorial y de eliminar a cualquiera que busque anteponerse ante sus políticas imperialistas. Pero en este caso, resulta impactante la determinación de agredir Doha, siendo un país no beligerante, y al mismo tiempo una estructura que ha ofrecido sus políticas como recurso para concretar resoluciones de paz.
Simboliza el fin de los consensos del derecho internacional, de las estructuras mínimas que regulaban las relaciones entre las naciones.
Es la deslegitimación del sistema multilateral y de la Organización de las Naciones Unidos que, de igual forma, ya había demostrado su poca incidencia en las decisiones israelí-estadounidenses, por su subordinación a ambos países.
En este momento, no hay seguridad ni soberanía que valgan ante el poder y la fuerza de Tel Aviv y Washington y sus necesidades imperialistas.
El gobierno de Benjamín Netanyahu desplegó unos quince cazabombarderos el pasado 10 de septiembre el Barrio Diplomático de Doha, en una serie de edificios que albergaban al ala política de Hamas. Los representantes del movimiento de la resistencia palestina, se encontraban allí para continuar un proceso de reuniones en las que se buscaba establecer términos para un alto al fuego en Gaza.
Los ataques se dirigieron hacia los líderes de Hamas, quienes escaparon de las bombas que impactaron en la casa de Khalil al-Hayya, líder de Hamas para Gaza y su principal negociador. Sus principales representantes sobrevivieron al ataque, pero cinco miembros de bajo rango murieron, entre ellos el hijo de Khalil al-Hayya y el jefe de su oficina. La semana pasada, el comandante del ejército del Estado Mayor israelí, Eyal Zamir, había advertido a los negociadores palestinos en el extranjero que no estarían seguros.
La operación significó un fracaso y puso a Israel en la mira de las naciones del Golfo, así como de otros países del mundo, quienes aseguraron que las relaciones con el estado de ocupación ya no serán posibles si la mínima condición de seguridad y consenso no son respetadas.

Es necesario mencionar que Qatar ha demostrado ser un fuerte aliado de Estados Unidos en el Golfo. En las tierras árabes se encuentra una de las mayores bases aéreas norteamericanas, Al Udeid, y el sistema de defensa antiaérea qatarí está desarrollado por tecnología estadounidense, contando con misiles Patriot, NASAMS, y próximamente del THAAD.
El gobierno de Obama fue quien acudió a Doha para que recibiera a los entes negociadores de Hamas, y años más tarde, cuando Qatar buscó evadir la responsabilidad de acoger a los representantes de las partes conflictuadas, el mismo Mossad israelí imploró la continuidad de su rol.
Según se conoce, Trump habría estado enterado de la ofensiva israelí. La base de Al Udeid cuenta con 12.000 efectivos en servicio, y Estados Unidos controla su espacio aéreo. Los ataques se realizaron en un zona cercana a esta base, los cuales probablemente hayan sido avistados por sus tropas.
¿Por qué atacó Qatar?
La confluencia de los poderes mundiales está en crisis. Lo sabemos, lo observamos, y lo divisamos en cada nuevo movimiento de las potencias que desafían el orden occidental y aseveran el multipolarismo.
La presencia de Qatar es la presencia de una potencia en desarrollo, de un estado que ha sabido aliarse con distintos ejes, y construir un fuerte posicionamiento en el Golfo y en todo Asia.
Los analistas mencionan diversos motivos del ataque sionista en Doha:
1- La razón más clara es detener las negociaciones de alto al fuego en Gaza. La ofensiva se realizó un día después de que el gabinete israelí anunciara un nuevo plan de ocupación total de Gaza, al mismo tiempo que desarrolla acciones de detención a los residentes de Cisjordania para crear nuevos asentamientos en esa región.
Trump ha incentivado a Netanyahu a concretar una tregua, así como varios miembros de su gobierno, su pueblo y sus fuerzas armadas. Pero la convicción sionista no asume la responsabilidad del cese a las agresiones, ni le da importancia a que ello pueda hacer que los rehenes israelíes sean liberados.
2- Netanyahu quiere asesinar a los miembros de Hamas y de las Brigadas Al Qassam porque han demostrado ser un brazo armado lo suficientemente contundente para cercar la ocupación. Así lo ha hecho con Hassan Nasrallah de Hezbollah, el primer ministro de Yemen que representaba a Ansarallah, y los mismos Ismael Haniya y Yahya Sinwar de Hamas.
Además, detener al movimiento de la resistencia también frena las acciones de alto al fuego. Quitarlos de la escena, oculta las partes que buscan la paz de la agenda política. En Israel se han realizado importantes marchas, manifiestos y comunicados a favor de una tregua.
El exjefe del Shin Bet, Ronen Bar, describió la operación como “Múnich en nuestra era”, haciéndose eco de la orden de Golda Meir de 1972 de eliminar a los responsables del atentado olímpico en aquel entonces. Netanyahu, por su parte, afirmó que Israel había atacado a los líderes de Hamas “en el mismo lugar donde celebraron el 7 de octubre”, una declaración que contradice la evidencia de que las operaciones del grupo tuvieron lugar en Turkiye, no en Qatar.
3- Tel Aviv busca romper las relaciones estadounidenses-qataríes, las cuales han desarrollado importantes tratados en materia militar. En mayo, ambos países firmaron un acuerdo multimillonario que le permitiría a Qatar comprar tecnología anti drones de Raytheon y baterías antimisiles THAAD de Lockheed Martin. Si esto se hiciera efectivo, a Israel se le haría más dificultosa accionar bélicamente en la región.
4- Netanyahu busca anclarse como la mayor potencia militar de la zona, demostrando su libertad de ataque, y actividades desmedidas contra los objetivos que decida proyectar.
El accionar sionista no resulta llamativo a grandes niveles comprendiendo que Qatar sería el sexto país asaltado por su estado en menos de dos años. Pero responde a un orden mundial que se creía haber dejado atrás.
Doha no realizó operaciones militares ofensivas hacia Israel ni tampoco se caracteriza por ser una monarquía antioccidental.
La evolución del sistema geopolítico global se encuentra en una crisis de transformación, e Israel, con sus últimos hechos, no pudo moldear una imagen que le de legitimidad y le avale cualquier acción que decida sostener. Los líderes mundiales consideran este ataque como una humillación de Israel y un cese de confianza a Estados Unidos.
Pero ahora la pregunta es, si el orden ya está roto, ¿cómo se reconstruirá?
*Gianna Rosciolesi Técnica en Comunicación Social, Técnica en Relaciones Públicas y Ceremonial, Miembro de la Cátedra de Relaciones Internacionales de la Facultad de Periodismo UNLP, Integrante del equipo de Investigaciones de PIA Global.
Foto de portada: Un edificio dañado por el ataque de Israel, este miércoles en Doha / Ibraheem Abu Mustafa – REUTERS