Los lazos entre Israel y Ucrania se han vuelto conflictivos últimamente como consecuencia de la última campaña de presión de Kiev destinada a obligar a Tel Aviv a enviarle armamento letal para utilizarlo contra Rusia. El autoproclamado Estado judío negó a principios de este mes un informe en el que se afirmaba que planeaba transferir indirectamente tanques Merkava a ese país devastado por la guerra. El primer ministro israelí, Netanyahu, explicó poco después que su bando teme que cualquier arma enviada a Ucrania pueda acabar en manos de Irán.
Según él, ya hay armas occidentales antitanque en las fronteras de Israel, lo que el Kremlin afirmó entonces que era el resultado de grupos criminales que las vendían en el mercado negro. La embajada ucraniana en Israel condenó a sus anfitriones por no enviarles material letal y especuló con que ello se debía a su supuesta «posición prorrusa». Como era de esperar, esa provocación informativa dio lugar a que el embajador fuera convocado y amonestado.
El ministro israelí de Asuntos Exteriores, Cohen, defendió la postura de su país insistiendo en que en realidad es proucraniano, como demuestran los votos de Tel Aviv en la Asamblea General de las Naciones Unidas, la cooperación militar con Kiev y el envío de ayuda humanitaria. En todo caso, Israel mantiene estrechas relaciones con Rusia a pesar de las presiones ucranianas, lo que resulta aún más impresionante si se tiene en cuenta que estas relaciones se mantienen a pesar de sus diferencias sobre la glorificación de los colaboradores del Holocausto por parte de Kiev.
El presidente Putin desató la polémica a mediados de junio cuando cuestionó cómo el líder judío de Ucrania podía cantar las alabanzas de antisemitas genocidas como Bandera, después de lo cual el embajador israelí en Ucrania defendió el derecho de su anfitrión a considerar «héroes» a tales figuras aunque él no estuviera de acuerdo. Esa declaración, a su vez, llevó a la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Zakharova, a criticarlo por esa postura, lo que fue respondido por su homólogo israelí, quien dijo que nadie puede dar lecciones a su país sobre el Holocausto.
Es comprensible que se trate de un tema delicado, lo que refuerza aún más la solidez de las relaciones ruso-israelíes, ya que Tel Aviv no ha explotado sus diferencias al respecto como pretexto para enviar armamento letal a Kiev como venganza. Esto habla del pragmatismo de ese autoproclamado Estado judío. No solo no quiere complicar las relaciones con Rusia en la vecina Siria, donde tienen un acuerdo de desconflicción desde finales de 2015, sino que también teme que Irán obtenga de una forma u otra armas israelíes de Ucrania.
El presidente Putin, cuyo filo-semitismo se ha exhibido orgulloso desde sus primeros días en el cargo, como demuestra esta colección de citas de la web oficial del Kremlin que pueden leerse aquí, aprecia tanto la postura de Israel que acaba de dar luz verde a la apertura por parte de su país de una sucursal de la embajada en Jerusalén. Sus estrechos lazos, el pragmatismo de Israel y la última decisión de Rusia desacreditan las dos teorías conspirativas más populares que pululan en la comunidad Alt-Media sobre las relaciones ruso-israelíes.
A un número sorprendentemente grande de personas les han lavado el cerebro para que crean que el presidente Putin odia ferozmente a Israel con pasión y que, por lo tanto, se ha aliado en secreto con Irán para liberar a Palestina, que es como explican su decisiva intervención antiterrorista en Siria desde finales de 2015 hasta el presente. Del mismo modo, también están convencidos de que Israel se esfuerza por forjar un Estado sustituto de Ucrania y el sur de Rusia al que llaman «Khazaria», lo que supuestamente convierte a Israel y Rusia en enemigos existenciales.
No hay absolutamente nada de cierto en ninguna de estas teorías conspirativas aparentemente complementarias, pero siguen vivas en la mente de muchos por razones que sólo sus partidarios pueden explicar si se les pregunta. Sin embargo, cualquier observador objetivo debería saber ahora sin lugar a dudas que las relaciones ruso-israelíes son en realidad bastante sólidas a pesar de la inmensa presión que ejerce sobre ellas Ucrania, que no ha conseguido dividir a estos dos países y explotar sus diferencias por su glorificación de los colaboradores del Holocausto.
*Andrew Korybko es un analista político estadounidense radicado en Moscú especializado en la transición sistémica mundial hacia la multipolaridad.
Artículo publicado originalmente en el blog del autor.
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