África Colonialismo

Injerencia e intervencionismo neocolonial

Por PIA Global.-
La incursión de Rusia en Ucrania para muchos medios de comunicación y para gran parte del mundo es tomada como una violación del Derecho Internacional, pero las reacciones airadas de los líderes occidentales y las organizaciones internacionales que han protagonizado intervenciones militares y genocidas en todo el mundo no son puestas en discusión.

África es un claro ejemplo del cinismo e hipocresía de nuestros gobernantes, incluidos el actual Gobierno español, en el Magreb, Norte de África y el Sahel.

La injerencia e intervencionismo neocolonial está presente desde la descolonización africana. El papel de EEUU y Francia, ésta subordinada a los intereses norteamericanos para recuperar su dominio en el continente, en intervenciones militares, golpes de estado y magnicidios es historia reciente; por citar algunos ejemplos, iniciaría con el asesinato por la CIA y los servicios secretos belgas del Primer Ministro del Congo Patrice Lumumba (1961) hasta el asesinato de Gadaffi en Libia. EEUU tiene decenas de bases militares en el continente coordinadas desde su Mando África de Estados Unidos (Africom) con sede en Alemania.

En 2011, los aviones franceses fueron los primeros en bombardear al ejército de Libia en una intervención que se fundamentó en una interpretación forzada de una resolución de Naciones Unidad. Después la intervención de la OTAN inclinó la balanza a favor de los rebeldes libios. Destrozaron Libia para apoderarse de su petroleo y la convirtieron en un estado fallido en manos de grupos yihadistas y la consecuencia fue la expansión del terrorismo por el Norte de África, Magreb y Sahel. Ahora, Libia vive una guerra civil entre facciones y el reparto del petroleo, que constituye el 95% de las exportaciones del país, es uno de los motivos de los enfrentamientos.

Said Bouamama señala que el francés es un imperialismo de segunda fila “cuya principal preocupación es recuperar el terreno perdido, aunque para ello tenga que emprender aventuras peligrosas. Es tanto más agresivo cuanto que se cuestionan sus rentas. Testimonio de ello son las intervenciones militares francesas en Libia y Costa de Marfil en 2011, en Mali y República Centroafricana en 2013, la instalación a largo plazo del ejército francés en varios países del Sahel con el pretexto de la lucha antiterrorista”.

El fracaso de esta estrategia llevó al presidente francés Macron a anunciar la retirada de los militares desplegados en Mali en las operaciones Barkhane y Takuba después de los golpes militares acaecidos en mayo del 2021 –Mali- y en Burkina Faso en enero del 2022. Los franceses han sido sustituidos por los mercenarios rusos de la Wagner en Mali a quien el ministro francés de Asuntos Exteriores acusa de “apoyar” a la junta bajo el pretexto de una lucha antiyihadista, como si Francia no hubiera condicionado su presencia en el país al control de recursos y venta de armamento.

Actores emergentes en África

La globalización en África ha convertido a China en un actor tan importante que a finales del 2020, cuando coincidieron dos importantes cumbres, los países del Magreb prefirieron asistir a la cumbre que organizaba China en Senegal, Foro de Cooperación entre China y la Unión Africana, en lugar de asistir al Foro Regional de la Unión por el Mediterráneo, celebrado en Barcelona.

El profesor de relaciones internacionales de Oriente Medio y Norte de África Michaël Tanchum señalaba recientemente que países ganan posiciones en el Norte de África y el Mediterráneo. Rusia ha venido ganando una extraordinaria presencia en el Mediterráneo, desde Siria, Egipto, Libia y Argelia. En Siria apoyando Al-Ásaad; en Egipto al Gobierno de Al Sisi, especialmente en lo referente a Libia, y en Argelia donde canceló la deuda militar de la era soviética de 4.700 millones de dólares, mientras que Argelia se comprometió a comprar casi el doble de esa cantidad a Rusia con los ingresos futuros del petróleo y el gas. Turquía ha intervenido en la guerra de Siria y en la de Libia y se ha convertido en un socio comercial muy importante de Argelia y vende armas a Marruecos y Túnez.

Del mismo modo que el gaseoducto ruso-alemán Nord Stream tiene una importancia geostratégica para Europa, aunque generó la oposición de EEUU y Ucrania, por el miedo a que aumentase la influencia de Rusia en Europa, el pasado día 16 de febrero Níger, Argelia y Nigeria firmaron la “Declaración de Niamey”. Un gaseoducto que permitirá a Europa acceder directamente a las importantes reservas de gas natural de los tres países. No sería de extrañar que, igual que el gaseoducto ruso-alemán se encuentre entre las razones de la actual crisis en Europa, el africano termine siendo objeto de otros ataques.

El abandono del Sáhara Occidental y la real politik

La última colonia de África, cuya descolonización truncó el abandono de España y la invasión de Marruecos y Mauritania está en guerra desde noviembre de 2020.

Antes de la invasión de Ucrania, la Unión Europea (UE) anunció sanciones a Rusia por su reconocimiento a la independencia de las provincias ucranianas de Donetsk y Lugansk. Sin embargo, la declaración de Trump reconociendo a finales de 2020 la soberanía marroquí del Sáhara Occidental no conllevó anuncio alguno de sanciones. Por el contrario, la UE firma acuerdos comerciales con Marruecos que incluyen los recursos del Sáhara Occidental; el Frente Polisario ha logrado en los últimos años importantes victorias judiciales que los anulan pero las altas instituciones europeas continúan buscando formas de burlar estas sentencias.

Durante años diferentes organizaciones venían denunciando el letal comercio de armas con Marruecos. Aunque la situación de vuelta a la guerra del Sáhara Occidental debería haber hecho que se cesará inmediatamente toda autorización o transferencia pendiente de armamento, lo cierto es que España anunciaba en enero de 2021 una importante operación de venta de fragatas militares. La ocupación marroquí vulnera los principios de autodeterminación, prohibición de la amenaza y uso de la fuerza armada. El suministró de armamento militar a Marruecos, como parte agresora, es contrario al Derecho Internacional. Sirva como ejemplo otros casos de descolonización como los de Angola, Congo Belga, Guinea, Mozambique y Namibia. En Angola, la resolución 1801 de Naciones Unidas, invitaba a todos los Estados a cesar de ofrecer al Gobierno de Portugal toda asistencia que le permitiera proseguir la represión de los pueblos de los territorios bajo administración portuguesa y a tomar medidas para impedir la venta y el suministro de armas a dicho gobierno. El caso de la venta de la fragata también viola la responsabilidad jurídica de España como potencia administradora de iure del territorio no autónomo del Sáhara Occidental, reconocida por Naciones Unidas y la propia justicia española y europea.

Necropolítica

La pobreza, el cambio climático, las guerras, la dependencia económica y falta real de soberanía de los países africanos están detrás de gran parte de los movimientos migratorios que desde el continente se dirigen a Europa y que convierten el Mediterráneo y el Atlántico en inmensas fosas de muertos. Los Estados que promueven con sus ejércitos y multinacionales el expolio de las riquezas y las guerras en los países africanos son los responsables de este estado de cosas.

El panorama descrito encaja con las afirmaciones del historiador Achille Mbembe (Camerún, 1957) quien afirma que “el nuevo capitalismo del siglo XXI se rige por la «necropolítica» y el «gobierno privado indirecto». “Ahora impera una nueva concepción de la soberanía: la de aquellos actores internacionales que deciden quién debe vivir y quién debe morir en un momento dado, atendiendo a criterios estrictamente económicos. Y las nuevas guerras, en consecuencia, son actos bélicos nomádicos que realizan empresas privadas –en connivencia o no con los Estados, poco importa…– que no buscan obtener territorio ni someter a las poblaciones; tan sólo afianzar recursos estratégicos y obtener beneficios inmediatos a cualquier coste… La necropolítica ha conseguido transformar a los seres humanos en una mercancía intercambiable o desechable según dicten los mercados. Esta nueva forma de gestión de las poblaciones –quizás más evidente en el denominado tercer mundo y, en particular, en el continente africano– es un paso más respecto de la «biopolítica» enunciada por Foucault. Una nueva manera de entender la realidad en la que la vida pierde toda su densidad y se convierte en una mera moneda de cambio para unos poderes oscuros, difusos y sin escrúpulos”.