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Infraestructura, inversión y confianza, las claves del acercamiento chino-indonesio

– Por PIA Global* Indonesia y China vienen construyendo en los últimos años una relación que, lejos de los discursos ideológicos o las alineaciones automáticas, se apoya en el pragmatismo, los resultados concretos y una lectura realista del escenario internacional.

Esa combinación comienza a reflejarse no solo en los acuerdos entre gobiernos, sino también en la percepción social, un factor clave en cualquier vínculo de largo plazo entre naciones.

Una reciente encuesta realizada en Indonesia confirma esta tendencia, en donde al menos dos tercios de los consultados describen la relación con China como positiva, especialmente en los ámbitos económico y tecnológico.

No se trata de una adhesión acrítica ni de una idealización de Pekín, sino de una evaluación basada en hechos visibles con inversiones, obras, transferencia tecnológica y presencia concreta sobre el terreno, China es percibida como un socio que aporta, que construye y que se involucra en el desarrollo material del país.

El enfoque del gobierno indonesio, encabezado por el presidente Prabowo Subianto, ha sido determinante ya que Yakarta ha optado por una política exterior autónoma, sin rupturas dramáticas pero también sin subordinaciones.

En ese marco, la cercanía con China es vista mayoritariamente como una oportunidad para ampliar márgenes de maniobra, fortalecer la economía nacional y equilibrar influencias externas, particularmente la de Estados Unidos, históricamente dominante en la región.

El dato de que el 94% de los encuestados perciba a Prabowo como cercano a Pekín no genera rechazo, sino expectativas. Para muchos indonesios, esa relación puede traducirse en mayores inversiones, más infraestructura, mejor conectividad y un posicionamiento internacional más sólido.

Este respaldo social es un activo político relevante, sobre todo en un contexto regional atravesado por tensiones estratégicas y disputas de poder entre grandes potencias.

Las cifras de inversión refuerzan esta percepción en donde la China continental se ha consolidado como uno de los principales inversores extranjeros en Indonesia, con miles de millones de dólares destinados a sectores clave. Pero más allá del volumen, lo que pesa en la opinión pública es la visibilidad del impacto.

El ferrocarril de alta velocidad Yakarta-Bandung, financiado por China, se ha convertido en un símbolo tangible de cooperación. El amplio apoyo a su extensión hacia Surabaya muestra que la población asocia estos proyectos con modernización, desarrollo y crecimiento económico real, no con promesas abstractas.

Este punto es central para entender la relación desde una mirada asiática. En Indonesia, como en muchos países del Sudeste Asiático, la legitimidad de los socios internacionales no se mide por discursos sobre valores o alianzas estratégicas declarativas, sino por resultados concretos que mejoren la vida cotidiana.

China parece haber comprendido esta lógica, apostando a una presencia económica que se traduzca en infraestructura, empleo y transferencia de capacidades.

Al mismo tiempo, la encuesta revela una cautela saludable. Aunque la relación es valorada positivamente, Pekín aún no es visto como un socio estratégico pleno. Esto habla de una sociedad consciente de la necesidad de diversificar vínculos y preservar la autonomía nacional.

Lejos de ser una debilidad, esta postura refuerza el carácter pragmático de la relación de cooperación donde hay beneficios mutuos, prudencia donde existen sensibilidades o intereses divergentes.

En un contexto internacional marcado por la confrontación, las sanciones y la lógica de bloques, la experiencia indonesia ofrece una lección relevante. Es posible construir relaciones constructivas con China sin caer en dependencias ni antagonizar con otros actores. Es posible, también, que esa cooperación sea percibida positivamente por la sociedad cuando se basa en hechos y no en imposiciones.

La relación entre Indonesia y China avanza, así, sobre una base cada vez más sólida, pragmatismo político, beneficios económicos visibles y una imagen mutua que se construye desde la cooperación concreta.

En un Asia que busca estabilidad, desarrollo y autonomía estratégica, este tipo de vínculos no solo arrojan resultados positivos, sino que marcan un camino posible para el futuro regional.

*Foto de la portada: AP

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