Aunque ambos países celebran 75 años de vínculos que el Kremlin describe como “sólidos y estables”, el paso hacia una cooperación más profunda abre oportunidades económicas y estratégicas, pero también presenta desafíos significativos para Yakarta.
La reunión con Vladimir Putin, la segunda en menos de un año tras el foro económico de San Petersburgo, mostró que Moscú busca acelerar su presencia en Asia-Pacífico mediante iniciativas en energía, comercio y cooperación militar.
Durante el encuentro, Putin ofreció asistencia rusa para el desarrollo energético indonesio, incluyendo apoyo para la instalación de centrales nucleares, además de proponer un aumento de los envíos de trigo y la expansión de la cooperación agrícola. Rusia destacó que Indonesia mantiene un superávit comercial importante en el sector agrícola, un hecho que Putin subrayó afirmando que “no nos quejamos”.
Para Indonesia, este acercamiento promete beneficios notables. La cooperación energética permitiría diversificar la matriz del país y avanzar hacia tecnologías como la energía nuclear, reduciendo la dependencia de combustibles fósiles. La ampliación del comercio agrícola fortalecería la seguridad alimentaria en un país de más de 280 millones de habitantes.
En términos geopolíticos, una relación más estrecha con Rusia otorga a Yakarta mayor margen de maniobra frente a Estados Unidos y China, consolidando su política exterior independiente. Asimismo, la cooperación en defensa ofrece ventajas para modernizar y mantener equipos militares de origen ruso que Indonesia ya posee.
No obstante, los analistas indonesios insisten en que este camino requiere prudencia. Una profundización excesiva de los lazos con Moscú podría tensar la relación con Washington, que mantiene el marco legal CAATSA para sancionar a países que cooperen militarmente con Rusia.
Indonesia sabe que cada acercamiento a Rusia es observado con atención —y preocupación— por Washington, que utiliza la ley CAATSA como herramienta para disuadir alianzas militares con Moscú. También teme afectar sus relaciones con Japón, Corea del Sur y la Unión Europea, socios clave en inversión, tecnología e infraestructura. La política exterior indonesia históricamente ha sido una danza delicada entre principios y pragmatismo, entre el deseo de autonomía y la necesidad de mantener buenas relaciones con potencias cuyos intereses muchas veces chocan entre sí. La apuesta por un vínculo más profundo con Rusia pone a prueba esa habilidad.
A esto se suma que proyectos complejos como los nucleares demandan instituciones sólidas, regulación estable y capacidad de implementación, aspectos que Indonesia aún debe fortalecer.
En el fondo, lo que está en juego no es sólo la relación bilateral. Es la búsqueda de Indonesia de un lugar más firme en el nuevo orden multipolar. Prabowo parece entender que el país tiene potencial para convertirse en una potencia intermedia con peso global, pero para ello necesita diversificar sus alianzas, reducir dependencias y apostar por socios que ofrezcan transferencia de tecnología en lugar de tutelaje político.
Moscú ve en Indonesia una oportunidad estratégica; Indonesia ve en Rusia una herramienta para ampliar su margen de maniobra. Entre ambas visiones, sin embargo, existe un paisaje internacional lleno de presiones, expectativas y riesgos.
El futuro está abierto, y su desarrollo dependerá de la capacidad de Indonesia para navegar con precisión en un escenario internacional cada vez más competitivo y tensionado.
*Foto de la portada: DPA

