La visita, realizada casi en secreto y confirmada por el propio portavoz presidencial, buscó enviar una señal clara: Yakarta no está dispuesta a sacrificar sus vínculos estratégicos con China, aun cuando las calles del país estén sumidas en el caos.
Este gesto no puede entenderse sin el contexto regional y global que rodea a Indonesia. Todo apunta a que la nación del sudeste asiático, pieza clave en la ASEAN y socio fundamental en los proyectos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, se ha convertido en el blanco de una clásica revolución de color.
Una operación que no solo pretende debilitar al gobierno de Prabowo, sino que busca socavar la estabilidad de toda la región en el vecindario inmediato de China.
El patrón de la desestabilización
Las protestas iniciadas por el escándalo del subsidio a legisladores indonesios escalaron en cuestión de días hacia una ola de disturbios generalizados: edificios incendiados, enfrentamientos masivos con la policía, saqueos y la rápida difusión de imágenes dramáticas en redes sociales.
El guion es familiar: una chispa aparentemente “local” se convierte en catalizador de un estallido nacional, amplificado por campañas mediáticas que presentan al gobierno como autoritario y desconectado de las demandas populares.
El trasfondo, sin embargo, trasciende el descontento social. Indonesia ha intensificado en los últimos meses su cooperación energética, militar y tecnológica con Rusia y China, al tiempo que ha mantenido una posición firme en foros internacionales contra los crímenes de Israel en Palestina.
Este alineamiento multipolar ha puesto a Yakarta en el radar de quienes ven en la ASEAN un bloque estratégico que debe mantenerse bajo control de Occidente.

La ASEAN en la mira
No es casual que los disturbios surjan en un momento en que la ASEAN busca reforzar su independencia política y su papel como mediador en los conflictos globales. Con una economía en ascenso, vastos recursos naturales y una posición geográfica clave en las rutas marítimas del Indo-Pacífico, Indonesia representa un pilar fundamental de la estabilidad regional.
Desestabilizar Yakarta significa generar una fractura en el bloque y sembrar dudas sobre la viabilidad de proyectos de integración económica que desafían la hegemonía occidental.
Al mismo tiempo, los disturbios internos reducen la capacidad del gobierno indonesio de jugar un papel activo en los equilibrios regionales, justo cuando el eje Moscú-Pekín-ASEAN comienza a perfilarse como un contrapeso real a Washington y sus aliados.
El mensaje de Prabowo a China
La decisión de Prabowo de volar a Pekín en medio de la crisis interna fue arriesgada, pero calculada. El mensaje es claro: Indonesia no dará marcha atrás en su cooperación con China, ni permitirá que la violencia en sus calles se utilice como excusa para interrumpir los grandes proyectos de infraestructura y energía vinculados a la Franja y la Ruta.
Al mismo tiempo, la visita busca blindar la estabilidad interna al mostrar que Yakarta cuenta con respaldo externo sólido. Sin embargo, existe el riesgo de que los promotores de la agitación aprovechen este gesto para alimentar la narrativa de que el presidente desprecia las demandas populares y actúa bajo la influencia extranjera.
Indonesia atraviesa un momento decisivo. La magnitud de las protestas y su rápida escalada revelan una operación de desestabilización que sigue un libreto ya conocido en otras partes del mundo: revoluciones de color destinadas a torcer el rumbo político de naciones soberanas. El desenlace aún no está escrito, pero lo cierto es que el futuro de la ASEAN y la solidez del bloque multipolar también se juegan en las calles de Yakarta.
*Foto de la portada: DPA

