Mientras Nueva Delhi se prepara para realizar una nueva prueba de misiles de largo alcance —un paso clave en su modernización militar— Pekín ha respondido reforzando su presencia marítima mediante el despliegue de varios buques de reconocimiento avanzados.
La simultaneidad de ambos movimientos revela una escalada silenciosa, pero significativa, en el pulso por el control y la influencia en una de las rutas marítimas más sensibles del planeta.
En los últimos días, medios indios reportaron que China desplegó un cuarto buque de investigación, el Lan Hai 101, en aguas del Índico, región considerada por Nueva Delhi como su “patio trasero” estratégico. A este despliegue se suma el Shi Yan 6, que se dirige hacia Mauricio, así como los buques Shen Hai Yi Hao y Lan Hai 201, los cuales ya habrían iniciado operaciones de reconocimiento en distintos puntos del área.
Aunque Pekín insiste en que estas embarcaciones cumplen funciones científicas, su equipamiento técnico cuenta otra historia. Dotados con sensores especializados, sistemas de sonar de alta precisión y tecnología para elaborar mapas detallados del fondo marino, estos navíos son capaces de obtener información altamente sensible para la guerra submarina y antisubmarina. La recolección de datos acústicos y topográficos del lecho oceánico es esencial para cualquier potencia que aspire a operar submarinos con ventaja estratégica.
El despliegue chino coincide con la prueba que India realizará la próxima semana de un misil de largo alcance, un ensayo que forma parte de su esfuerzo por fortalecer sus capacidades de disuasión ante un entorno regional cada vez más desafiante. Para los estrategas de Nueva Delhi, la maniobra china no es casual.
Por lo cual Pekín aprovecha este tipo de eventos para medir, registrar y analizar las capacidades reales de su rival, y al mismo tiempo para enviar un mensaje político sobre su creciente proyección naval.
La creciente actividad china en el Índico ha sido vista por analistas indios como un intento de contestar, e incluso erosionar, la influencia histórica de India en una zona vital para su seguridad energética y su comercio exterior. Para Beijing, en cambio, garantizar una presencia operativa continua en el Índico es clave para proteger sus rutas marítimas hacia África y Oriente Medio, integradas en la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
Lo que está en juego no es únicamente una operación puntual de vigilancia, sino la consolidación de un nuevo equilibrio naval en el Indo-Pacífico. La India, que tradicionalmente ha visto el Índico como un espacio propio, se encuentra ahora con un actor que ha decidido disputar abiertamente su predominio marítimo.
La pregunta de fondo es hacia dónde se dirige esta competencia. La prueba de misiles por parte de India y la presencia persistente de buques chinos sugieren que ambos países están entrando en una fase de mayor desconfianza y posicionamiento estratégico.
Si bien ninguna de las partes busca un conflicto directo, la expansión simultánea de capacidades militares y de vigilancia incrementa el riesgo de malentendidos, roces operativos y tensiones que pueden escalar con rapidez.
En un Indo-Pacífico que se vuelve cada día más central para la geoeconomía y la geopolítica global, la rivalidad sino-india en el océano Índico está llamada a profundizarse. Las próximas semanas, marcadas por la prueba misilística india y la continuidad de las misiones de reconocimiento chinas, serán un termómetro clave para medir la evolución de este delicado equilibrio estratégico.
*Foto de la portada: Ministerio de Defensa de India

