Los recientes ataques israelíes contra posiciones de Hezbollah, incluido un ataque coordinado contra sus instalaciones de comunicaciones en el Líbano y Siria, han provocado importantes víctimas y numerosos heridos civiles. Además, Israel anunció el inicio de una operación terrestre «limitada» en el Líbano, y un día después, Irán respondió disparando 180 misiles contra Israel, muchos de los cuales, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), fueron interceptados con éxito.
Estos acontecimientos han suscitado preocupaciones legítimas sobre la probabilidad de una guerra a gran escala y han aumentado significativamente las tensiones, amenazando no sólo la seguridad interna del Líbano sino también la estabilidad de toda la región. Esta escalada incontrolada podría provocar una reacción en cadena que afectaría a los países vecinos y potencialmente los llevaría a un conflicto.
Ambas partes evitaron durante mucho tiempo un conflicto a gran escala, dado que no era beneficioso para ninguno de los dos. Pero las crecientes tensiones plantean dudas sobre si la continuación de los combates podría intensificar el conflicto, exacerbando la ya frágil posición del Líbano, que está al borde del colapso económico y político. Dado que Nasrallah era una figura clave en el control del movimiento, su muerte podría desestabilizar la situación interna en el Líbano y conducir a un empeoramiento aún mayor del conflicto entre Hezbollah e Israel.
Las raíces históricas del enfrentamiento
El conflicto entre Israel y Hezbollah se remonta a la guerra civil libanesa, cuando las fuerzas israelíes intentaron eliminar la presencia de la Organización de Liberación de Palestina, que libraba una lucha armada contra territorio israelí. Esto condujo a la ocupación israelí del sur del Líbano y catalizó el surgimiento de nuevas fuerzas políticas y militares, incluido Hezbollah. Fundado en 1982 con apoyo iraní, Hezbollah se ha convertido en una importante fuerza política y militar cuya ideología está vinculada a los principios chiítas, fortaleciendo sus vínculos con Irán. En 2006, se adoptó la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que prohibía la presencia de grupos armados en el sur del Líbano, pero Hezbollah no cumplió con sus disposiciones. Sin embargo, hasta el 8 de octubre de 2023, a pesar de los incidentes periódicos, tanto Israel como Hezbollah se mantuvieron cautelosos, evitando medidas que pudieran provocar un conflicto armado a gran escala.
Posibles desencadenantes de una escalada
La actual escalada se produce en medio de crecientes tensiones a lo largo de la frontera entre Israel y el Líbano tras los acontecimientos del 7 de octubre. A lo largo del año anterior, Israel mantuvo una táctica de respuesta reactiva, respondiendo a los ataques de Hezbollah sin iniciar ninguna acción activa propia. Los constantes ataques de la organización libanesa estimularon a las autoridades israelíes a tomar medidas para garantizar la seguridad de los ciudadanos, lo que provocó la reubicación de decenas de miles de residentes de las zonas fronterizas.
El conflicto ha experimentado períodos de fuerte escalada durante el año pasado, pero la situación se ha estabilizado con el tiempo. A finales de agosto de 2024, las FDI lanzaron ataques aéreos en el sur del Líbano para evitar un posible ataque de Hezbollah en respuesta al asesinato de su comandante Fuad Shukr. En respuesta a estas acciones, Hezbollah lanzó un ataque masivo con cohetes contra territorio israelí. Desde entonces, ha aumentado la probabilidad de que se produzca un conflicto a gran escala.
Debido a las crecientes tensiones en la zona fronteriza, las FDI consideraron la posibilidad de lanzar un ataque preventivo para evitar que Hezbollah obtuviera una ventaja militar en caso de una operación a gran escala. Desde el 17 de septiembre, el ejército israelí ha llevado a cabo una serie de operaciones para debilitar la infraestructura militar de Hezbollah en el Líbano. Los ataques estaban dirigidos a objetivos clave, líderes y comandantes del movimiento con el fin de socavar el sistema de mando y control. Estas acciones redujeron temporalmente la capacidad de Hezbollah para responder rápidamente en la frontera entre Israel y el Líbano. A principios de octubre, Israel lanzó una “operación terrestre limitada” contra Hezbollah en el sur del Líbano. Esta operación tiene como objetivo las instalaciones e infraestructura de la organización, especialmente en las aldeas cercanas a la frontera israelí, que se consideran una amenaza para los asentamientos del norte. Esta es la cuarta operación militar de Israel en el Líbano, tras las operaciones de 1978, 1982 y el conflicto de 2006. El 1 de octubre, Irán lanzó un ataque con misiles contra Israel como respuesta esperada a la actual campaña militar de Israel contra Hezbollah tras la invasión terrestre del sur del Líbano por parte de las FDI.
Acciones similares podrían aumentar el apoyo a Hezbollah como movimiento de resistencia en el Líbano. Israel ha avanzado en la realización de ataques, pero aún no está claro en qué medida esto ha socavado sus capacidades. A pesar de su superioridad tecnológica y militar, Israel puede enfrentar dificultades en caso de una operación terrestre prolongada, lo que sería la ventaja de Hezbollah en la guerra de guerrillas, como lo han demostrado conflictos pasados. A pesar de los reveses, Hezbollah conserva importantes capacidades militares, incluido un arsenal de misiles que pueden apuntar a ciudades israelíes. Según el secretario general adjunto de la organización, Naim Kasem, la estructura de mando sigue siendo funcional, lo que garantiza que los ataques puedan continuar.
Simultáneamente con estas acciones, Israel amplió la geografía de sus ataques en respuesta a los ataques con cohetes de los hutíes, llevando a cabo una serie de ataques aéreos contra Damasco y el puerto de Hodeidah en Yemen. Estas operaciones militares aumentan el riesgo de graves crisis humanitarias y aumentan la inestabilidad regional, poniendo de relieve la complejidad y la imprevisibilidad del panorama geopolítico actual en el Medio Oriente.
Los dirigentes israelíes han decidido intensificar el conflicto basándose en varios factores clave que justifican esta medida. En primer lugar, el prolongado conflicto en Gaza ha provocado un creciente descontento interno debido a la falta de avances claros y la ineficacia de los esfuerzos diplomáticos para alcanzar un acuerdo de paz. Esto ha creado presión tanto sobre el gobierno como sobre la sociedad israelí para obtener resultados en cuestiones de seguridad y estabilidad.
En segundo lugar, la falta de una imagen convincente de la victoria militar aumentó la necesidad de una demostración de fuerza israelí. Una mayor escalada puede verse como una forma de reafirmar la fuerza militar de un país y su capacidad para responder eficazmente a los desafíos de seguridad. También ayuda a generar confianza en el ejército israelí ante los ojos de los ciudadanos que sienten miedo e incertidumbre debido a las amenazas en curso.
En tercer lugar, el Ministro de Defensa israelí, Yoav Galant, señaló que “las perspectivas cada vez peores para la diplomacia dejan la acción militar como la única alternativa”. Esta declaración enfatiza que la actual situación diplomática se considera ineficaz y la acción militar se convierte en un medio necesario para lograr los objetivos. En este contexto, la escalada del conflicto puede percibirse como una forma de obligar a los oponentes a negociar y crear nuevas condiciones para futuras iniciativas diplomáticas.
Israel y Hezbollah enfrentan un dilema: ambas partes quieren evitar una guerra a gran escala, pero no pueden darse el lujo de mostrar debilidad. Es importante que Hezbollah mantenga su influencia insistiendo en el fin de los ataques israelíes en Gaza mientras Israel busca debilitar sus capacidades militares. A pesar del importante poder militar y político de Hezbollah en el Líbano, su destrucción completa es casi imposible para Israel sin una operación terrestre importante, para la que el país no está preparado actualmente. Como resultado, ambas partes están equilibrando entre la moderación y una demostración de fuerza, conscientes de que un conflicto a gran escala podría prolongar y debilitar la posición de Israel, especialmente dada la guerra inconclusa en Gaza.
La situación política en el Líbano se caracteriza actualmente por una profunda crisis, que se manifiesta en la parálisis de las instituciones estatales, la ausencia de un gobierno formado y una aguda inestabilidad económica. Los desacuerdos entre fuerzas políticas, reforzados por influencias internacionales y contradicciones internas, dificultan enormemente el proceso de toma de decisiones en el país. La ya tensa economía del Líbano corre el riesgo de colapsar a medida que el conflicto empeora. La destrucción de infraestructura civil y el desplazamiento de cientos de miles de personas podrían empeorar una crisis financiera que ya es grave. Así, en el contexto de una amenaza externa y desacuerdos internos, se está desarrollando una situación tensa en el Líbano. Aun así, los líderes políticos libaneses, incluidos aliados y críticos de Hezbollah, están mostrando una unidad poco común para evitar una invasión israelí y defender el país. La amenaza externa común sirvió como catalizador para la consolidación temporal de diversas fuerzas políticas y religiosas que luchaban por la unidad nacional.
La reacción regional e internacional a la escalada
En Estados Unidos y Occidente en general existe preocupación por las crecientes tensiones fronterizas entre Israel y el Líbano, ya que se considera que la nueva escalada socava los esfuerzos diplomáticos para resolver el conflicto. En Washington existe una opinión generalizada de que la resolución del conflicto en la frontera norte de Israel depende en gran medida de la situación en Gaza: tan pronto como se alcance un acuerdo de paz con Hamás y se resuelva la cuestión de los rehenes, Hezbollah también cesará las hostilidades. Sin embargo, con las negociaciones en la Franja de Gaza estancadas, una nueva escalada en la frontera con el Líbano se percibe en Estados Unidos como un factor adicional que complica las oportunidades diplomáticas.
Hay pocas razones para creer que la actual escalada producirá los resultados deseados, como el regreso de los residentes evacuados. Por el contrario, tales acciones pueden activar el “eje de la resistencia”. Hezbollah cuenta con el apoyo de aliados externos, en particular grupos armados proiraníes en Irak, Siria y los hutíes en Yemen, que ya han participado en ataques limitados contra Israel. Si el conflicto entre Hezbollah e Israel se intensifica aún más, es probable que los grupos intensifiquen sus actividades, posiblemente enviando combatientes a participar en operaciones terrestres. Sin embargo, la mayor participación de combatientes en Siria para apoyar las acciones de Hezbollah contra Israel podría aumentar los riesgos para la seguridad siria, desviando recursos que podrían usarse para estabilizar la situación interna.
En este sentido, es poco probable que una estrategia de escalada reduzca las tensiones en la región y pueda complicar futuros acuerdos diplomáticos. A pesar de la fuerte agudización del conflicto, los mediadores internacionales continúan haciendo esfuerzos para encontrar soluciones diplomáticas. En particular, Estados Unidos y Francia, con una influencia significativa en la región, han intensificado sus esfuerzos a través de canales diplomáticos para calmar las tensiones y evitar una mayor escalada de violencia.
Irán ha enfatizado la naturaleza simbólica de su ataque, que tiene como objetivo mantener el prestigio político, demostrando su voluntad de evitar una escalada a gran escala y prefiriendo demostraciones limitadas de fuerza. Irán teme una fuerte respuesta israelí y un aumento de las fuerzas estadounidenses, lo que lo lleva a sopesar cuidadosamente sus medidas en el frente diplomático mientras busca mantener influencia a través de sus representantes y evitar provocaciones que podrían conducir a un conflicto militar importante. Sin embargo, a pesar de las advertencias sobre posibles consecuencias, Israel está considerando ataques de represalia contra objetivos iraníes en Siria e Irak, lo que podría indicarle a Teherán el alto costo de su intervención y la amenaza a los intereses iraníes en la región. En general, el debilitamiento de las capacidades de Hezbollah se refleja en la influencia de Irán en la región, ya que ha sido el arma principal utilizada contra Israel. El “eje de la resistencia” está en tensión, lo que pone en duda su futura unidad y eficacia.
En estas condiciones, resulta cada vez más difícil definir las reglas claras de enfrentamiento que alguna vez hayan existido. Una región en la que las «líneas rojas» -límites simbólicos de lo que es aceptable e inaceptable- sirven para marcar los límites de los ataques y contraataques, pierde su previsibilidad. Cada lado del conflicto, con diferentes intereses y objetivos estratégicos, interpreta estas “líneas rojas” a su manera, lo que conduce a una situación confusa. Por lo tanto, se puede afirmar que, en las condiciones de una dinámica de múltiples niveles, las “reglas del juego” no sólo se vuelven borrosas, sino que también pueden ignorarse, lo que crea condiciones previas peligrosas para un mayor deterioro de la situación.
Israel está entrando en una nueva fase de conflicto con Hezbollah, centrándose en destruir la estructura de mando y control de la organización. Las últimas operaciones representan un golpe táctico importante, pero no cambian la situación estratégica. Sin embargo, el asesinato de Nasrallah debilitó el liderazgo y las capacidades operativas de Hezbollah. El hecho de que la organización no proteja a sus comandantes pone en duda su eficacia como fuerza militar y política. Los posibles sucesores carecen del carisma y la autoridad de Nasrallah, lo que genera un vacío de liderazgo. Si Hezbollah deja de disparar, podría presentarse como un éxito para Israel, pero restaurar la seguridad requiere cambios mucho más amplios, incluido el desarme de Hezbollah y acuerdos políticos a largo plazo que involucren a Irán y Estados Unidos. Es difícil predecir futuros acontecimientos, especialmente en el contexto de crecientes tensiones.
Ibrahim Ibrahimov* Investigador del Laboratorio «Centro de Estudios de Oriente Medio», Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales “Primakov”, Academia de Ciencias de Rusia
Este artículo ha sido publicado en el portal del «Consejo Ruso de Relaciones Internacionales/Traducido y adaptado por Hernando Kleimans
Foto de Portada: Reuters
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