Análisis del equipo de PIA Global Nuestra América

Haití: la injerencia del saqueador

Escrito Por Oscar Rotundo

Por Oscar Rotundo*. –
Analizar la actualidad de Haití sin tener en cuenta el grave daño ocasionado por la injerencia extranjera a lo largo de su historia es irresponsable e hipócrita.

Se han cumplido dos años del magnicidio del presidente de facto Jovenel Moïse, y la investigación sobre este grave suceso, ha entrado en un limbo que pretende extinguir las posibilidades de encontrar las razones y a los responsables autóctonos y extranjeros de este evento que ha profundizado el estado de agitación política y social y acentuado aún más la decadencia económica del país.

Haití enfrenta una crisis humanitaria, con millones de personas viviendo en la pobreza, entre el hambre y la violencia desbordada.

En muchos reportes y análisis se plantea que el asesinato de Moïse sumió a Haití en una crisis política, pero en realidad, la crisis política en Haití tiene características históricas y generalmente ha venido de la mano de la intervención militar o económica extranjera.

Haití, el primer país independiente de las Américas y el primero del mundo en abolir la esclavitud, tuvo que resarcir al imperio francés con una indemnización extorsiva durante un siglo y medio por el supuesto perjuicio que le ocasionaba su libertad, hipotecándolo más allá de sus posibilidades.

La crisis haitiana es una crisis multifactorial que se expresa en una constante neocolonización, impuesta desde la primera ocupación militar norteamericana, cuando el magnicidio de Jean Vilbrun Guillaume Sam, generó la excusa para la ocupación militar de la isla, desde 1915 hasta 1934.

Quizás, podamos decir que ese periodo fue el comienzo de la estructuración colonialista de Estados Unidos en la isla. Etapa para la consolidación de una arquitectura que comprendía la economía, la política, la represión, la cultura, etc en función de sus intereses, de los intereses de la élite haitiana integrada por las familias Mevs, Denis y Estimé, quienes se han enriquecido con una variedad de empresas manufactureras y de la construcción, además de diversos desarrollos agrícolas, en contubernio con las distintas administraciones norteamericanas fundamentalmente la de los Clinton y sus socios, y del papel asignado a la isla en la división internacional del trabajo.

Este sistema, se ha mantenido en el tiempo, recurriendo a dictaduras, golpes de estado, corrupción, fraude electoral e intervenciones directas de fuerzas multinacionales a través de la ONU con el beneplácito de la comunidad internacional.

Una de las intervenciones extranjeras más traumáticas e intolerables, ha sido la de la MINUSTAH de Naciones Unidas, planificada, teóricamente, para la estabilización de Haití, luego del derrocamiento en el 2004, de Jean Bertrand Aristide, presidente electo democráticamente.

Las administraciones estadounidense y canadiense, creyeron que el derrocamiento de Aristide era necesario para lograr la estabilidad política del país, sacudida por casos de corrupción. La Organización de Estados Americanos (OEA) se mantuvo al margen en lo correspondiente al golpe de Estado y Europa lo apoyó.

La Misión duró de 2004 a 2017 y entre sus consecuencias, se encuentran masacres y violaciones de niñas, niños y adolescentes, atropellos contra la población e introducción del cólera, produciendo una catástrofe sanitaria en la cual más de 30 mil haitianos fallecieron, y más de 800 mil quedaron infectados.

Cuando hoy se habla de los grupos delincuenciales que operan en Haití no se puede dejar de mencionar la conformación, al calor de Estados Unidos de un partido llamado Parti Haïtien Tèt Kale (PHTK) “Partido Haitiano de las Cabezas Rapadas”, de extrema derecha, neo duvalierista, referenciado con los criminales Tonton Macoutes de la dictadura de la familia Duvalier.

También hay que recordar que Meses después del devastador terremoto de 2010, el ministro de Asuntos Exteriores canadiense, Lawrence Cannon, exigió a Préval, presidente en aquel momento, que convocara a elecciones antes de finales de año.

Canadá y Estados Unidos presionaron para que se celebraran elecciones, excluyendo de las mismas al partido de Aristide, Fanmi Lavalas, al tiempo que se produjera un brote mortal de cólera (causado por las fuerzas de ocupación de la ONU, que vertieron imprudentemente heces en un arroyo del que bebían los haitianos). Esto no impidió que el 28 de noviembre de 2010 se realizaran los comicios, pese a que cientos de miles de personas no pudieron votar.

Tras los resultados de la primera vuelta de la elección presidencial, enviados gubernamentales canadienses y estadounidenses obligaron al candidato que el consejo electoral tenía como segundo, Jude Celestin, a abandonar la segunda vuelta, posicionando en ese lugar a Michel Martelly.

La injerencia fue tan descarada que el ministro de Asuntos Exteriores de Canadá amenazó con cortar la ayuda y la mismísima secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, viajó a Haití para hacerse cargo del asunto.

Martelly antiguo miembro de los temidos Tonton Macoutes, asumiría la presidencia.

En 2015, tras posponer repetidamente las elecciones, Martelly, celebró unos comicios sospechados de fraude que consagraron en la presidencia del país a Jovenel Moïse, con el beneplácito de Ottawa y Washington.

Jovenel Moïse fue el 43.º presidente de Haití desde 2017 hasta su asesinato en 2021. Se suponía que su mandato presidencial terminaría el 7 de febrero de 2021, pero afirmó que su mandato en realidad comenzó en 2016, cuando ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales, de esta manera su mandato debía terminar en febrero de 2022.

La oposición y algunos expertos constitucionalistas afirmaban que esta era una interpretación equivocada de la constitución, cuestión que abrió la puerta a una nueva agitación política en Haití.

A esta controversia sobre su mandato, Moïse también enfrentaba una crisis de legitimidad debido al hecho de que el Parlamento Nacional había sido disuelto en 2019 cuando expiraron los mandatos de los miembros electos, situación que dejaba al ejecutivo sin el control del poder legislativo, y esencialmente, gobernando por decreto.

Se suponía que se celebrarían nuevas elecciones legislativas en 2020, pero se pospusieron debido a la pandemia de COVID-19.

Aquí tenemos la sucesión de eventos que conforman la crisis institucional todavía no resuelta:

  • Noviembre de 2016: Jovenel Moïse es elegido presidente de Haití.
  • 7 de febrero de 2017: Moïse asume como presidente electo.
  • Enero de 2019: expiran los mandatos de los miembros electos del Congreso haitiano.
  • Septiembre de 2019: Moïse declara el estado de emergencia y disuelve el Parlamento haitiano.
  • Febrero de 2021: se supone que finaliza el mandato de Moïse, pero afirma que su mandato en realidad comenzó en 2016.
  • El 7 de febrero de 2021, el Consejo Superior de la Judicatura declara el fin del mandato presidencial. El mismo día, el gobierno anunció que había frustrado un intento de golpe de Estado.
  • Al día siguiente, la oposición anunció que nombraría al juez Joseph Mécène Jean-Louis como presidente interino por un período de transición de dos años, y la redacción durante el período de una nueva Constitución consensuada en el marco de una conferencia nacional.
  • El 7 de julio de 2021, Moïse fue asesinado en su casa por un grupo de hombres armados, muchos de ellos mercenarios extranjeros reclutados desde Estados Unidos.
  • Agosto de 2021: Ariel Henry presta juramento como nuevo primer ministro de Haití.
  • No está claro cuándo o si se elegirá una nueva legislatura, y este es uno de los muchos desafíos que enfrenta el país.

En medio de esta turbulencia que sacudía el año 21 en Haití, asume Ariel Henry, el actual presidente, pero ¿con que patrocinio?, según lo que nos relatara el experto haitiano Henry Boislorin, para aquel momento el verdadero gobierno de Haití es lo que se llama el “Core Group” fundado desde el 2003, se trata de una federación de embajadores de EEUU, Canadá, Francia, España, Brasil ,la UE, el Secretario General de la ONU y de la OEA, presidida por Helen La Lime, diplomática estadounidense,  responsable de la Misión de la ONU para la Justicia en Haití (Minujusth), ellos son los que entronan a Ariel Henry, más allá que dos días antes del magnicidio Moïse, lo nombrara primer ministro, pero no lo juramentara.

Lo concreto es que en Haití existe un entramado multinacional que no actúa en beneficio del pueblo, sino para explotarlo con trabajo esclavo, saquear sus recursos naturales, ocuparlo por su gran importancia geoestratégica para controlar a Cuba y el paso marítimo y aéreo a la República Bolivariana de Venezuela.

Hoy, casi cinco de sus 11,4 millones de habitantes padecen inseguridad alimentaria y el reciente Informe Global sobre Crisis Alimentaria lo incluyó por primera vez en la lista de los siete países que enfrentan riesgo de hambruna. Un drama de larga data pero que se profundizó en los últimos años: uno de cada cuatro niños y niñas sufre desnutrición crónica y en 2023 la cifra trepará un 30%, según estimaciones de Unicef.

Según el Banco Mundial, casi el 80% de los haitianos viven por debajo del umbral de la pobreza. Las personas más ricas de Haití son aquellas que pueden controlar los recursos del país, como las pandillas y las élites políticas y económicas.

Las organizaciones populares en Haití vienen reclamando una serie de soluciones a la crisis del país que incluyen:

Una nueva constitución que crearía un gobierno más descentralizado y daría más poder a la gente.

El fin de la impunidad para quienes cometen delitos, incluidos los que están involucrados en la corrupción y la violencia de pandillas. 

Redistribución de la riqueza del país que está demasiado concentrada en manos de unos pocos, impidiendo una distribución más equitativa, para que todos puedan tener la oportunidad de prosperar.

Inversión en educación y atención médica, porque son servicios esenciales que ayudarán a mejorar la vida de todos los haitianos.

Unidad para recuperar la soberanía y el derecho a la autodeterminación.

Además de estas propuestas, las organizaciones populares de Haití también hacen un llamado a la Celac, al Caricom, y a los países verdaderamente amigos, para que brinde más apoyo al país y se visibilice esta situación de devastación generado por la constante injerencia de las potencias depredadoras para las cuales Haití es su territorio, no su gente.

Oscar Rotundo* Analista político y editor de PIA Global

Foto de portada: Richard Pierrin / AFP

Acerca del autor

Oscar Rotundo

Analista político y editor del equipo de Periodismo Internacional Alternativo PIA Global Miembro del consejo editorial de la Revista "PUEBLO EN ARMAS", del CENTRO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES DE LAS RELACIONES CÍVICO-MILITARES (FUNDAPAS)" República Bolivariana de Venezuela

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