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Guyana: entre la ofensiva por el petróleo y las tierras raras

Por Tomas Merani*. –
El presidente de la República Cooperativa de Guyana Irfaan Ali dijo el 17 de octubre que aquellos que cuestionen el despliegue militar del Comando Sur de Estados Unidos en el Caribe deberían ser llamados e interrogados porque tendrían información privilegiada.

Los dichos del mandatario del Partido Progresista del Pueblo (PPP) ocurrieron antes del comienzo de los ejercicios militares del Comando Sur en Trinidad y Tobago, acciones denunciadas por el Gobierno de Venezuela como una “provocación militar”.

Mientras el Comando Sur intensifica el despliegue militar en el Caribe, el Gobierno de Guyana y el consorcio liderado por la empresa de Estados Unidos ExxonMobil aceleran la explotación petrolera de un yacimiento con reservas de 445 millones de barriles de crudo en el bloque Stabroek, ubicado en aguas cercanas al Esequibo, región en disputa con Venezuela.

Los tres hechos, a primera vista desconectados entre sí, forman parte de un proceso marcado por el despliegue militar del Comando Sur en el Caribe y el apoyo y la oposición de determinados gobiernos de América Latina.

Como dijo el presidente de Colombia Gustavo Petro, uno de los ejes de la avanzada norteamericana está centrado en el control del petróleo en el hemisferio norte con miras a la próxima década.

Irfaan Ali y Donald Trump, durante una cena en la Asamblea General de Naciones Unidas. Foto: @presidentaligy (X)
La carrera por los recursos: del petróleo a las tierras raras

En el contexto de la declinación de Estados Unidos como hegemón, el mundo está marcado por una etapa de capitalismo depredador: existe una carrera creciente por el acceso y la disponibilidad de los recursos naturales estratégicos, agravada por los conflictos geopolíticos como la guerra en Ucrania.

La crisis del petróleo hacia 1970 sembró el germen de la transición del sistema mundial y provocó la búsqueda de la llamada transición energética. Sin embargo, los hidrocarburos continúan siendo la principal fuente de energía en el mundo.

En ese sentido, Venezuela cuenta con las mayores reservas de petróleo crudo del mundo con 303 miles de millones de barriles. En cambio, Estados Unidos es el noveno reservorio mundial y presenta signos de declive en producción.

Al mismo tiempo la República Cooperativa de Guyana presenta una de las economías de más rápido crecimiento en el planeta a través del impulso de ExxonMobil, que ejerce un poder inmenso en el país con un elevado nivel de penetración en el gobierno.

Dentro de la carrera por los recursos estratégicos está la pelea por las tierras raras: un conjunto de 17 elementos químicos esenciales para fabricar chips, imanes, motores eléctricos, turbinas eólicas, misiles, radares, y equipos electrónicos avanzados.

China domina más del 80% del procesamiento global de estas tierras raras y a lo largo del año aplicó una serie de restricciones y controles en las exportaciones del recurso. Las normativas vigentes son incluso extraterritoriales para productos que fueron fabricados con el uso de la tecnología china.

Pekín llevó adelante estas medidas con un doble objetivo: por un lado, proteger su seguridad nacional e industrial y, por el otro, para controlar la cadena de valor del recurso estratégico y usarlo como una palanca y herramienta geopolítica frente a occidente en medio de la guerra comercial iniciada por Donald Trump.

Frente a este obstáculo la estrategia imperialista de Estados Unidos encuentra en la República Cooperativa de Guyana un ancla energética en occidente mientras Oriente Medio es inestable y, en algunos casos, está próximo a China.

En otras palabras, si China controla los minerales estratégicos, Estados Unidos busca asegurar el control del petróleo presente y de transición a la vez que intensifica su área de influencia en América Latina.

Por estas razones y más, Guyana funciona como un enclave militar para el Comando Sur y es uno de sus principales puntos de apoyo en la región para presionar a Venezuela y proyectar poder hacia el sur.

El almirante de la Armada de los EE. UU. Alvin Holsey, comandante del Comando Sur de los EE. UU. (SOUTHCOM), organiza la Conferencia de Defensa Sudamericana (SOUTHDEC), en Buenos Aires. Fuente: REUTERS
El preposicionamiento imperialista en Sudamérica

Todo ello ocurre en el contexto del regreso de la Doctrina Monroe, la política exterior de Estados Unidos inaugurada en 1823 y aplicada como base ideológica de las intervenciones en América Latina, en especial contra los gobiernos populares durante el siglo XX.

El monroísmo actual suma a su intervención en América Latina el componente de los recursos estratégicos con foco en el petróleo de Guyana y Venezuela y en los minerales críticos de Argentina, Chile y Bolivia.

Esa lógica incluye el afianzamiento del rol de Estados Unidos y sus empresas en las cadenas de valor y los flujos de petróleo y minerales que salen desde América Latina, al mismo tiempo que reduce el papel de China en el proceso.

La intervención norteamericana es ambivalente en Sudamérica: premia a los subordinados como el Gobierno de Javier Milei en Argentina con un salvataje financiero en la previa a las elecciones legislativas y castiga a los proyectos alternativos como el de Nicolás Maduro en Venezuela con militarización y amenazas.

De todas formas, es necesario diferenciar el accionar del Comando Sur con lineamientos más allá de la Casa Blanca y el rol del continentalismo encarnado por el presidente Donald Trump con sus contradicciones.

Como sea, en América Latina la intervención de Estados Unidos encuentra adeptos y opositores, aunque a veces las líneas divisorias sean difusas. Como potencia occidental, de igual manera, necesita la construcción ideológica y discursiva de enemigos que legitimen su accionar.

Estados Unidos atravesó cada vez más dificultades para reproducir su hegemonía a escala global, en especial en algunos países de Latinoamérica. Ello se tradujo de manera inmediata en una intensificación del guerrerismo como parte de la estrategia de redespliegue imperialista.

El país norteamericano tendió desde su ascenso como hegemón mundial a la construcción de enemigos externos para justificar su injerencia geopolítica. Lo hizo en especial a través de la “amenaza roja” y la “guerra contra el terrorismo”. Ahora lo hace en nombre del combate a los cárteles de droga en América Latina.

En este escenario Venezuela es uno de los focos principales. Estados Unidos busca que Caracas otorgue mayor protagonismo en su petróleo a empresas orientales o utilice el recurso para acercar sus intereses geopolíticos.

Operaciones como las ocurridas en Trinidad y Tobago tienen el fin último de expulsar los activos orientales de Venezuela, impedir su consolidación nacional en relación al Esequibo y mantener un control de la producción para estabilizar los precios con China fuera de la ecuación.

Bajo esta misma lógica es necesario comprender que si Venezuela obtuviera el control del Esequibo, región arrebatada en el Laudo Arbitral de París en 1899, podría elevar aún más su producción petrolera, apuntalar el desarrollo nacional y mejorar su posición en el ámbito de las relaciones internacionales.

Guyana funciona a modo de bloqueo imperialista para la consolidación y el desarrollo de Venezuela. El tutelaje del Comando Sur busca garantizar la continuidad de la extracción petrolera offshore en el bloque Stabroek a la vez que consigue un punto estratégico en la salida del Amazonas hacia el Atlántico Sur y el Mar Caribe, uno de los corredores de los recursos naturales.

En esta lógica también entra Colombia, vía entre el Caribe y el Pacífico. Para la estrategia imperialista, Bogotá es el espacio para la injerencia norteamericana en la región. Ello también explica, en parte, la disputa con el presidente Gustavo Petro y su dilema: si inclina su economía hacia el capital chino o la mantiene dentro de la matriz productiva encabezada por Estados Unidos.

La decisión de China de restringir y controlar la exportación de tierras raras afecta a las cadenas de suministro ajenas a Pekín. Colombia, Venezuela y Guyana cuentan con potenciales reservorios de tierras raras. Estados Unidos buscará que los recursos generados sean direccionados hacia sus cadenas de suministro.

En este plano resulta llamativa la incautación en Colombia de 49 toneladas de coltán y estaño en dirección a China. La presencia militar y la llamada “cooperación” en seguridad del Comando Sur en nombre del combate al narcotráfico también es importante para los recursos estratégicos.

De este modo, a través del uso de Guyana como punto de apoyo y la cooperación de países como Trinidad y Tobago y Puerto Rico, Estados Unidos lleva adelante un proceso de preposicionamiento para el control de los recursos naturales, en especial el petróleo y las tierras raras, en Sudamérica.

Tomas Merani* Miembro del grupo editorial de PIA Global

Foto de portada:Trabajadores en la base de la costa de Guyana. Foto: Natalie Keyssar / Bloomberg Markets

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