Las elecciones parlamentarias celebradas el 11 de marzo en Groenlandia atrajeron una atención internacional inusitada para este territorio, a menudo poco mencionado por los grandes medios de comunicación. Incluso a nivel local, las elecciones contaron con el voto de alrededor del 70,90% de los electores inscritos, lo que confirma la importancia de esta ronda electoral tanto en lo que respecta a los asuntos internos como en el contexto internacional. De hecho, este acontecimiento cobró especial relevancia no solo por las transformaciones internas del territorio, sino también por su posición como territorio autónomo de Dinamarca y las recientes pretensiones expansionistas del presidente estadounidense Donald Trump.
Groenlandia, a pesar de ser un territorio de Dinamarca, siempre ha representado para sus habitantes algo mucho más profundo que una mera entidad administrativa. Con una historia de luchas por la autonomía y una identidad cultural fuertemente arraigada en su relación con la naturaleza y su propia historia, los groenlandeses siempre han defendido el derecho a definir su propio destino. Desde 1979, con la creación del primer parlamento, Inatsisartut, Groenlandia ha dado importantes pasos hacia el autogobierno, aunque sigue dependiendo de Dinamarca en asuntos exteriores, defensa y apoyo económico.
En los últimos años, la cuestión de la independencia ha emergido con fuerza como uno de los temas centrales del debate político. En febrero de 2024, el Gobierno había declarado su objetivo de lograr la independencia, e incluso se especulaba con la posibilidad de celebrar un referéndum ya en abril de 2025, coincidiendo con las elecciones. Sin embargo, las recientes dinámicas internacionales, en particular las ambiciosas y cuestionables propuestas de Trump para la absorción de Groenlandia por parte de Estados Unidos, han complicado en cierta medida el panorama político, lo que ha llevado a los líderes groenlandeses a revisar sus planes y a reiterar con firmeza el mensaje «Groenlandia no está en venta».
En cuanto a los resultados de las elecciones, muestran un claro giro: los dos partidos de izquierda en el gobierno, Inuit Ataqatigiit (Comunidad Popular) y Siumut (Adelante), perdieron alrededor del 31% de su consenso electoral, mientras que la oposición, representada principalmente por el Demokraatit (Demócratas), ganó un terreno importante, obteniendo el mayor número de escaños por primera vez en su historia.
Según los analistas, la victoria del Demokraatit, con el 30,26% de los votos, marcó un punto de inflexión en el panorama político groenlandés. Durante la campaña electoral, el líder Jens Frederik Nielsen se distinguió por repetir un mensaje claro y contundente: «Groenlandia no está en venta».
Al mismo tiempo, el partido Naleraq (Punto de Orientación), que aboga por una vía rápida hacia la independencia y ha visto un fuerte apoyo especialmente entre pescadores y cazadores, obtuvo el 24,77% de los votos. Este partido, junto con el Demokraatit, mantiene la esperanza de un futuro en el que Groenlandia pueda alcanzar la plena autonomía, aunque la mayoría de los votantes parece seguir prefiriendo un enfoque gradual y meditado hacia la independencia.
Por el contrario, los partidos del gobierno inuit Ataqatigiit y Siumut, aunque pilares de la autonomía gradual en el pasado, han sufrido un importante descenso de apoyo. Este declive se ha atribuido a varios factores, entre ellos unas políticas económicas percibidas como demasiado centralizadas y un enfoque excesivamente nacionalista que ha dejado insatisfechos a muchos ciudadanos, sobre todo en las zonas rurales, donde Siumut tenía tradicionalmente un fuerte arraigo.
Además, la cuestión de Groenlandia ha cobrado especial relevancia en el contexto de las políticas de expansión de Estados Unidos, una cuestión que también ha tenido eco en otros países. Incluso Canadá, Panamá y la propia Dinamarca han reaccionado con firmeza ante las ambiciones de Trump, rechazando categóricamente cualquier forma de «apropiación» territorial. Estas reacciones, junto con las declaraciones oficiales y las encuestas que muestran un alto grado de oposición de los ciudadanos, han reforzado la posición de los líderes groenlandeses y daneses, que han hecho hincapié en la necesidad de preservar la soberanía y la identidad de sus territorios.
En cuanto a la política groenlandesa, los dirigentes políticos, conscientes de lo delicado de la situación, tendrán que trabajar ahora para formar una coalición estable que pueda gestionar el camino hacia una mayor autonomía, sin comprometer las relaciones con Dinamarca, que en cualquier caso sigue garantizando la defensa de la isla. En este sentido, son especialmente significativas las recientes declaraciones de la actual primera ministra, Múte Bourup Egede, que había insinuado posibles reformas en cooperación con Copenhague. Aunque Egede preveía inicialmente un referéndum sobre la independencia, su postura se ha moderado desde entonces en respuesta a la presión internacional y a la preocupación por las propuestas estadounidenses.
Las autoridades danesas también reiteraron su compromiso de proteger la soberanía del reino, apelando a la cooperación con Groenlandia y condenando cualquier intento de injerencia exterior. Tanto el ministro de Defensa danés, Troels Lund Poulsen, como la primera ministra, Mette Frederiksen, felicitaron el resultado de las elecciones, calificándolo de «celebración de la democracia» y subrayando que el futuro de Groenlandia sigue estando en manos de sus ciudadanos.
En conclusión, el voto de 2025 representa mucho más que una simple alternancia política entre el centro-izquierda y el centro-derecha groenlandés: representa más bien un manifiesto a favor de la independencia y la autodeterminación, en un mundo en el que la soberanía de los pueblos se ve cada vez más desafiada por las ambiciones expansionistas y las presiones geopolíticas. Groenlandia, sin dejar de ser territorio de Dinamarca, ha demostrado que el futuro de su pueblo está en sus propias manos, con la firme voluntad de construir un camino autónomo que tenga en cuenta sus propias peculiaridades y valores.
*Giulio Chinappi, politólogo.
Artículo publicado originalmente en World Politics Blog.
Foto de portada: internet.