La consolidación del Multipolarismo hizo surgir una contra-referencia con el tablero del juego oriental del Go donde se busca ocupar espacio. En el ajedrez las fichas tienen distinto valor y capacidades; en el Go todas las piedras tienen el mismo valor. La geopolítica o cómo sea que uno pueda llamar a los erráticos movimientos que hace la política exterior de Javier Milei creemos que podríamos representarla con el juego del dominó toppling, que es donde luego de una muy trabajosa tarea de presentar las fichas verticales, se empuja una para que vaya volteando todas las demás…lo que está haciendo Milei es tirando abajo todo lo bueno o malo que haya hecho la Argentina en política exterior desde su joven existencia en el mundo.
A dos meses de asumido el gobierno de Javier Milei en Argentina se concreta el primer viaje al exterior como mandatario, hacia Israel y El Vaticano; y asistimos a lo que podemos llamar el cuarto mal paso de la política exterior argentina. En la propia ceremonia de asunción fue invitado especialmente Volodomir Zelenski, el comediante a cargo del gobierno de Ucrania, con la evidencia de su derrota estratégica, y con Europa comenzando a resquebrajar el duro escudo de defensa inicial que había creado. El flamante presidente argentino además de obsequiarle un helicóptero vetusto en la pretensión de aportar a pertrechar al desmoralizado ejército ucraniano, lo sentó, en el acto ceremonial, al lado del presidente húngaro Viktor Orban quien lidera en Europa la posición de la neutralidad.
Podemos señalar que el primer mal paso de posicionamiento geopolítico fue dado en esa ceremonia de asunción donde además invitó al líder del partido derechista proatlantista español Vox, Santiago Abascal; al presidente paraguayo derechista Santiago Peña; al ecuatoriano también derechista Daniel Noboa; el Rey de España Felipe VI; el otrora socialdemócrata presidente de Chile, Gabriel Boric; el armenio proatlantista, Vahagn Jachaturián; y al ex presidente Jair Bolsonaro, que el protocolo lo ubicó entre los mandatarios presentes.
El segundo mal paso no tardó en darse, e inmediatamente iniciado el gobierno cuando se concretaba el plazo para la incorporación argentina a los BRICS; con una lectura alucinada, más difícil de entender que de explicar, no se concreta dicha incorporación que hubiera significado además de un universo de posibilidades comerciales, una fuente de auxilio seguro en la financiación de un gobierno quebrado.
Este no ingreso a los BRICS es una sobreactuación que a nadie se le ocurrió reclamarle al gobierno y la cual sin embargo realizó. Poco tiempo después pretendió activar el swap con China para enfrentar pagos al FMI, pero la República Popular China no transfirió los previstos $500 millones, suspendió los acuerdos y está dispuesto a cobrar en 2026 más de $5000 millones que deberá abonar Argentina por fondos chinos que utilizó para pagar deuda y hacer frente a importaciones. Este gobierno sostiene que no mantendrá relaciones con “comunistas” y coquetea con regalos diplomáticos a la delegación de negocios taiwanesa. China es el segundo socio comercial de la Argentina, hay destratos inexplicables que los propios grupos económicos exportadores están alertando.
El tercer mal paso, para la vergüenza, fue la intervención presidencial en el Foro de Davos con un discurso desencontrado en tiempo y espacio. Propio de las narrativas de la guerra fría, acusando al auditorio de “comunistas” y “estatalistas”. En tiempos en que se empieza a hablar del Nuevo Consenso de Washington donde el Estado resuelva las terribles desigualdades y heridas que provoca el neoliberalismo; el presidente argentino (responsable del Estado argentino) sostuvo en el atril de Davos, que el gran enemigo de la libertad y la economía es justamente el Estado mismo, pero además señala y acusa a la mayoría de los allí presentes de ser víctimas del acecho socialista cuando no ejecutores de esa amenaza. “Occidente está en peligro” afirmó apocalíptico, señalando a “comunistas, socialistas, socialdemócratas, demócratas cristianos, neokeynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o globalistas” como parte de un mismo grupo colectivista.
Finalmente, y tras un flujo incesante de equívocos y desaciertos ineluctables y perjudiciales para el Estado nacional, van convirtiendo la cancillería argentina en una simple oficina de comercio exterior que, en la medida de la absoluta desregulación y retraída estatal de sus propios roles, empieza a perder sentido.
El último mal paso El presidente argentino anterior, Alberto Fernández, inauguró su gobierno con un primer viaje al exterior visitando Israel donde compartió una cena con el genocida Benjamín Netanyahu. Más tarde celebró acuerdos comerciales e incluso cooperación militar. Su predecesor Mauricio Macri también había tejido fluidas relaciones con Israel. Lo que espanta al lector desprevenido no es que el primer destino de un viaje al exterior de un presidente argentino sea Israel, porque esto podría ser continuidad de una alineación histórica del país como reflejo de su alineación a los Estados Unidos, o por la creciente influencia del sionismo en los sucesivos gobiernos y en el Estado; sino que sorprende y preocupa una alineación sin cortapisas, sin mínimo cuestionamiento, con la operación genocida sobre Gaza y la población palestina en general. Milei llegó a Jerusalén y con su “asesor espiritual”, un rabino de rango menor de la secta judía financiera Lubavitch1 y acompañado por el flamante embajador argentino en Israel, otro miembro de la logia Lubavitch, llegó al Muro de los Lamentos donde ensayó un llanto torrencial para acentuar su impostor judaísmo.
Más tarde se reunió con Netanyahu con quien sólo repitió lugares comunes sobre el derecho divino sobre la Tierra Prometida, repitió como un principiante pasajes de la novela de Howard Fast sobre los Macabeos, y como corolario frente a un atril y engalanado por la tenebrosa bandera ocupacionista y genocida, con su rigurosa kipá, anunció que Israel debería reconstruir el Gran Templo (esto es tirar abajo la Mezquita Sagrada de Al Aqsa). Antes había anunciado el traslado de la embajada argentina a Jerusalén, cosa de improbable realización ya que la anunciada mudanza de la embajada argentina, de Tel Aviv a Jerusalén, no sólo contradice los acuerdos internacionales sancionados por las Naciones Unidas sino que la ley 14.025/51 del gobierno del Gral. Perón, que determina el establecimiento de relaciones diplomáticas y consulares con Israel, crea asimismo «la legación de la República Argentina en el Estado de Israel, con sede en Tel Aviv». Solamente otra ley podría anular tal disposición. Y hasta ahora ninguna de las leyes que Milei envió al Congreso fueron aprobadas.
Lo penoso de la visita a Israel del presidente Milei es, además, y, sobre todo, el criterio de in oportunidad. Llegó un día antes que el Secretario de Estado norteamericano Antony Blinken que arribó a recomendar una morigeración narrativa y efectiva en la operación genocida, e intentar mediar en una tregua. Milei se puso a la derecha de Gran Bretaña y Estados Unidos a celebrar y justificar las acciones del genocida ejército israelí. Llegó a abrazar el tambaleante gobierno de Netanyahu que no sólo sufre una profunda crisis de legitimidad, una crisis sobre cómo resolver la guerra, sino que la operación militar evidencia un verdadero fracaso frente a los objetivos planteados (el aniquilamiento de Hamas).
Un gobierno crecientemente cuestionado no sólo por la Corte Penal Internacional, sino que paulatinamente el mundo empresarial de los países que lo apoyan sin miramientos, empieza a aplicar sanciones propias. Ni hablar de la crisis comercial creciente que se va produciendo frente a los acontecimientos del Mar Rojo consecuencia directa del genocidio en Gaza. En ese contexto Milei llegó a abrazar a Netanyahu y bailar en el Muro de los Lamentos la celebración macabea, donde dos días antes lloró torrencialmente.
Pero propia de la esquizofrenia que viste todas y cada una de las acciones del gobierno; desde el abrazo al genocidio viajó directamente a Roma para llegar a ver en El Vaticano al Papa Francisco, connacional del presidente Milei. Llegó acompañado por el embajador argentino en Israel, que profesa la fe judía, por su canciller Diana Mondino y por su hermana, que es Secretaria General de la Presidencia, y a quien el locutor protocolar del Vaticano presentó como la “esposa del presidente”. Esta fue la nota de color por el folclore construido en cuanto a la curiosa relación entre los hermanos que no se privaron de posar en las ruinas del coliseo (Sobre este tema ver [1]) romano y sacarse y publicar fotos como si se tratase de un viaje de turismo y en el que más de uno supo ver una emulación de Calígula y Agripina.
El Papa Francisco los recibió con una afabilidad que sorprendió. Lo abrazó, cambiaron comentarios domésticos; “gracias por venir, vos que sos medio judío”, le dijo el Papa y hablaron del corte o emprolijamiento del pelo y luego el papa le agradeció a la hermana que lo ayudara al presidente (“gracias por cuidarlo a este”, le dijo). Milei que venía de impostar cábala y judaísmo, se animó a comulgar en el Vaticano. El Papa proviene de la orden jesuita, fue arzobispo de Buenos Aires y ostenta un prestigio como hombre de la iglesia comprometido con los intereses populares. En la leyenda urbana popular se pretende además que se trata de un “peronista” de derecha, y se cuenta que supo trabajar en los equipos ideológicos de Guardia de hierro, una agrupación nacionalista de entrado el medio siglo pasado.
Milei en campaña electoral tuvo términos muy ofensivos hacia el Papa a quien en su mesiánica narrativa definió como el “representante del maligno en la tierra”. El gesto adusto y duro de la foto del Papa con Macri cuando éste lo visitó como presidente, contrasta con el abrazo y el trato paternal para con Milei. Macri es el jefe de una política mafiosa que incluso tiene mucho poder en el gobierno de Milei. Pero Javier Milei parece ser el mascarón de proa del verdadero poder en Argentina, sin una mínima cuota de poder real. Si esta lectura fuera medianamente certera esto explicaría la actitud de Francisco.
Como sea está claro que en un improvisado y mal resuelto ecumenismo podríamos construir la metáfora de que Milei visita al representante del mal en la tierra (Netanyahu) y luego es recibido por el representante del bien en la tierra (el Papa Francisco). En la singular lectura geopolítica que tiene el presidente argentino, probablemente los roles estén cambiados.
Temores argentos.
Así como el colectivo de israelíes argentinos deploró la visita del presidente en Israel por no comprender en absoluto la dinámica propia de la sociedad israelí que repudia a su propio gobierno. Del mismo modo y recordando el alineamiento “carnal” del presidente Carlos Menem con los Estados Unidos que le hizo enviar un barco de guerra a la lejana Guerra del Golfo contra Irak, hay argentinos que temen que Milei embarque a la Argentina en conflictos en los que no tiene ningún interés. Hay quienes ven los atentados en Argentina, el primero contra el hijo de Menem que murió tras ser baleado el helicóptero en el que viajaba; luego la bomba en la embajada de Israel y más tarde la bomba en la sede de la colectividad judía DAIA, como “escarmientos” que algún sector involucrado en aquellas lides se cobró contra el alineamiento argentino y el gobierno que lo aplicó.
Esos son los sectores que, ante la justificada reacción y declaración de Hamas frente a las provocaciones de Javier Milei, empiezan a temer sobre los pasos tan erráticos que suele ensayar este presidente. Es claro que el miedo a un bombazo provoca más estupor que la propia quiebra financiera y comercial que otros malos pasos del presidente podrían provocar.
La conclusión es que es un viaje que despertó poco interés en general y que mientras se desarrollaba, en el congreso nacional era derrotada la primera gran iniciativa legislativa del presidente.
Fernando Esteche*, dirigente político, Doctor en Comunicación Social y director general de PIA Global
Este artículo fue publicado originalmente en el portal United World International.
Foto de portada: PIA Global
Referencias:
[1] https://noticiaspia.com/argentina-la-secta-que-condiciona-a milei/