Al-Hayya, el veterano dirigente que sobrevivió al raid del Mossad en Doha, Qatar, el mes pasado, encarna la derrota estratégica del proyecto sionista de aniquilación: después de dos años de genocidio industrial, de más de 67,000 mártires palestinos según cifras oficiales que todos sabemos subestimadas, de arrasar ciudades enteras hasta convertirlas en paisajes lunares, de asesinar sistemáticamente a la dirigencia histórica de Hamas incluyendo al comandante Yahya Sinwar caído en combate hace un año en Rafah, el movimiento de resistencia sigue en pie, sigue negociando, y lo hace desde una posición que obligó al imperio estadounidense a intervenir directamente con un “plan Trump” para salvar al régimen sionista del empantanamiento estratégico en que se metió.
La aparición de Al-Hayya en las negociaciones es un acto de resistencia en sí mismo. El Mossad había intentado matarlo en septiembre en territorio qatarí, en la misma operación que buscaba decapitar completamente la dirigencia externa de Hamas. Fallaron. Y ahora ese hombre que daban por liquidado está sentado frente a los mediadores egipcios, negociando no desde la derrota sino desde la dignidad inquebrantable de un pueblo que se niega a morir arrodillado. Como declaró Hamas al anunciar el acuerdo según reporta Al Mayadeen, el movimiento saludó a su pueblo que confrontó los proyectos fascistas de la ocupación señalando que los grandes sacrificios y la firmeza del pueblo palestino frustraron los planes israelíes de sometimiento y desplazamiento. Hamas declaró que sus innegociables que incluyen el fin completo de la guerra, la retirada de las fuerzas de ocupación israelíes, la entrada de ayuda humanitaria y el intercambio de prisioneros han sido realizados en el acuerdo. El comunicado renovó el compromiso de Hamas de continuar confrontando la ocupación israelí con la promesa de no abandonar los derechos nacionales del pueblo palestino hasta lograr la libertad, la independencia y la autodeterminación.
La llegada de Al-Hayya a las negociaciones es inseparable de las ausencias dolorosas que la acompañan, del martirologio que el régimen sionista construyó pensando que podría quebrar la voluntad de resistencia. El 2 de enero de 2024, Hamas perdió a Saleh al-Arouri, asesinado en un ataque aéreo en Beirut, en pleno corazón del dahiye, el barrio chiíta de la capital libanesa. Al-Arouri no era simplemente el número dos del buró político, era el arquitecto de la coordinación operativa con Hezbollah, el hombre que había cosido las alianzas militares con las brigadas iraquíes, el puente viviente entre Gaza y el Líbano. Era quien más entendía que la batalla por Palestina es inseparable de la batalla regional contra el imperialismo estadounidense y su proyecto sionista. Su eliminación buscaba aislar a Hamas, cortarle el oxígeno de la solidaridad regional, transformarlo en un actor local palestino desconectado del Eje de Resistencia.
Seis meses después llegó el golpe más brutal cuando el 31 de julio de 2024, Ismail Haniyeh fue asesinado en Teherán, en territorio iraní, durante la ceremonia de investidura del nuevo presidente Masoud Pezeshkian. La operación fue una humillación calculada no solo contra Hamas sino contra la República Islámica, el mensaje sionista era que podían matar donde quisieran, cuando quisieran, incluso en el corazón de Teherán, incluso en la ceremonia presidencial. Haniyeh era mucho más que un líder, era el rostro diplomático de Hamas ante el mundo árabe e islámico, el negociador que había mantenido abiertas las líneas con todos los actores regionales desde Qatar hasta Irán, desde Turquía hasta los movimientos de resistencia del Eje. Era sobre todo el principal propugnador de la articulación estratégica de Hamas con la Resistencia regional, convencido de que la liberación de Palestina era inseparable de la batalla contra el imperialismo en toda la región.
Y luego llegó el martirio de Yahya Sinwar, el comandante caído en combate el 16 de octubre de 2024 en Rafah, apenas hace un año. Sinwar, el cerebro militar del 7 de octubre, el león que prefirió morir fusil en mano. Las imágenes de su último combate, sentado entre los escombros herido de muerte lanzando un palo contra el dron israelí que lo filmaba, se convirtieron en el símbolo de una resistencia que no se rinde. Khalil al-Hayya, entonces jefe político de Hamas en Gaza, lo despidió como alguien firme, valiente e intrépido que sacrificó su vida por la causa. La estrategia israelí de decapitación selectiva buscaba eliminar físicamente a quienes entendían que Gaza no puede resistir sola, que la batalla es regional o no es. Querían forzar la emergencia de una dirigencia de Hamas más pragmática, léase más dispuesta a aceptar la capitulación disfrazada de acuerdo político.
Fracasaron rotundamente. Al-Hayya emerge desde Gaza misma, desde las entrañas del territorio sitiado, no desde las oficinas de Doha. Y emerge con la legitimidad de quien ha resistido bajo las bombas, de quien ha perdido un hijo en esta guerra y dos en conflictos previos, de quien no negocia desde la comodidad del exilio sino desde la trinchera. Como señaló a Al Mayadeen el dirigente de Hamas Izzat al-Rishq, este acuerdo es resultado de los grandes sacrificios y la paciencia legendaria del pueblo palestino, así como de la fortaleza y la firmeza de la Resistencia. Lo que la ocupación no pudo obtener a través del genocidio y el hambre durante dos años completos, no pudo conseguirlo a través de las negociaciones.
La historia de estos dos años, es la historia de un genocidio sistemático interrumpido solo por breves treguas que Israel utilizó para rearmarse y preparar la siguiente fase de masacre. La mediación qatarí y egipcia logró la primera tregua el 24 de noviembre de 2023 que duró apenas siete días, en ese período se liberaron 109 prisioneros israelíes a cambio de 240 palestinos secuestrados en las mazmorras sionistas. Israel rompió la tregua unilateralmente y reanudó los bombardeos masivos y la invasión terrestre. A principios de diciembre las fuerzas de ocupación ampliaron su invasión terrestre a Khan Younis en el sur de Gaza, la ciudad a la que habían invitado a evacuarse los habitantes del norte. Fue una trampa mortal donde miles murieron y barrios enteros fueron arrasados, el genocidio entró en una nueva fase de destrucción total y desplazamiento masivo.
En mayo de 2024 un nuevo plan propuso un alto el fuego en tres etapas de 40 días cada una con el objetivo de poner fin al genocidio y permitir que las familias desplazadas regresaran a sus hogares. Netanyahu lo rechazó y ordenó nuevos ataques sobre Rafah, el último refugio donde se hacinaban más de un millón de palestinos desplazados del norte y centro de Gaza. La masacre de Rafah fue el epítome del cinismo sionista, bombardear el lugar al que ellos mismos habían recomendado evacuarse. El 31 de mayo de 2024 el presidente estadounidense Joe Biden anunció una hoja de ruta basada supuestamente en el propio plan israelí de tres fases. Hamas la aceptó en principio, Netanyahu la rechazó afirmando que Israel aún no había alcanzado sus objetivos de seguridad, eufemismo para genocidio completo.
El 10 de junio de 2024 el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la Resolución 2735 apoyando el plan de Biden y pidiendo un alto el fuego total. Israel la ignoró completamente, el genocidio continuó y la crisis humanitaria se profundizó mientras la hambruna inducida se convirtió en arma de guerra. En diciembre de 2024 como presidente electo Donald Trump advirtió sobre el infierno en Medio Oriente si los prisioneros israelíes en Gaza no eran liberados antes de su toma de posesión, sus comentarios reavivaron los esfuerzos diplomáticos, pero no lograron detener el genocidio israelí. A mediados de enero de 2025 se anunció una nueva tregua que comenzó el 19 de enero y duró 42 días, el acuerdo incluía la liberación de 33 prisioneros israelíes a cambio de cientos de palestinos secuestrados. Fue nuevamente una pausa táctica que Israel rompió el 18 de marzo de 2025 cuando reanudó unilateralmente su ofensiva e impuso un asedio total a Gaza cortando los alimentos, las medicinas y el combustible. La destrucción y el hambre se extendieron por la Franja mientras los líderes sionistas como Smotrich y Ben-Gvir discutían abiertamente planes para expulsar a los habitantes de Gaza y convertir sus tierras en proyectos de inversión, léase colonias sionistas sobre los escombros palestinos.
Mientras el genocidio entra en su tercer año el presidente Trump anunció un plan de 20 puntos que incluye alto el fuego inmediato y liberación de todos los prisioneros israelíes en 72 horas, desarme de Hamas, retirada gradual israelí de Gaza, y autoridad transitoria bajo supervisión de Trump incluyendo al criminal de guerra Tony Blair. Hamas acogió la propuesta, pero fue claro, aceptó liberar a todos los prisioneros israelíes vivos o muertos a cambio de un alto el fuego total y la retirada completa de Israel. El movimiento también aceptó transferir la administración de Gaza a una autoridad palestina independiente. Como declaró Izzat al-Rishq, este acuerdo representa un logro nacional por excelencia que ilustra la unidad del pueblo palestino y su alineamiento con la resistencia como camino para confrontar la ocupación.
Khalil al-Hayya emerge como la figura central de las negociaciones menos ideologizado que Haniyeh en términos de discurso, pero igualmente firme en principios, su emergencia representa el desplazamiento del centro de gravedad de Hamas desde el exterior hacia Gaza misma, hacia las entrañas del territorio bajo sitio. Zaher Jabarin jefe de la Oficina de Mártires y Prisioneros de Hamas declaró que el movimiento ofreció una lista de prisioneros palestinos a los mediadores siguiendo los criterios acordados en las primeras etapas de negociación y renovó el compromiso fundamental de que Hamas no descansará hasta que el último prisionero sea liberado.
El anuncio del acuerdo detonó una crisis política en Israel que amenaza la supervivencia del inestable gobierno de Netanyahu, y aquí se revela la verdadera naturaleza del régimen sionista como una coalición de fascistas, ultranacionalistas mesiánicos y oportunistas políticos unidos solo por el proyecto de limpieza étnica. Itamar Ben-Gvir ministro de Seguridad Nacional y líder del partido Otzma Yehudit amenazó con abandonar la coalición si se implementa el acuerdo. En un video publicado en X, Ben-Gvir admitió descaradamente que él y Smotrich usaron su influencia política para sabotear todos los intentos anteriores de alto el fuego. Su argumento es que están a punto de lograr la victoria total sobre Hamas y Netanyahu se rinde ante la presión de Trump. Ben-Gvir incluso exigió que la ayuda humanitaria, el combustible, la electricidad y el agua sean completamente detenidos de entrar a Gaza, es decir hambre masiva como política de Estado, genocidio por hambruna.
Bezalel Smotrich ministro de Finanzas calificó el acuerdo como un grave error y amenazó con derribar la coalición de Netanyahu si se implementa, condicionando su apoyo a garantías de que Israel retomará operaciones militares tras la primera fase para completar la eliminación de Hamas. Ambos ministros representan corrientes mesiánicas que ven Gaza como tierra bíblica a ser judaizada, Smotrich ha hablado abiertamente de alentar la emigración voluntaria de palestinos y de construir asentamientos coloniales en Gaza sobre los escombros. El primer ministro enfrenta una encrucijada imposible: si implementa el acuerdo completo pierde su gobierno y posiblemente enfrenta nuevas elecciones donde su supervivencia política es incierta, peor aún el fin de la emergencia de seguridad aceleraría su juicio por corrupción. Si sabotea el acuerdo tras la primera fase enfrenta presión internacional masiva de Trump su principal aliado y crisis con Egipto y Qatar.
Hoy 9 de octubre el gabinete de seguridad israelí se reunió para votar el acuerdo y se espera que el gabinete completo se reúna esta noche a las 8 PM hora de Tel Aviv con una sólida mayoría a favor esperada según fuentes israelíes. El alto el fuego comenzará dentro de las 24 horas posteriores a la aprobación del gabinete completo, tras esas 24 horas Hamas tendrá 72 horas para liberar a los rehenes vivos. Trump anunció que espera que todos los prisioneros israelíes sean liberados el lunes o martes y ya está planeando un viaje a Medio Oriente. La oposición israelí de Yair Lapid de Yesh Atid y Benny Gantz de Unidad Nacional ha ofrecido red de seguridad parlamentaria a Netanyahu para aprobar el acuerdo si los ultras lo abandonan, sin embargo, condicionan su apoyo a que el acuerdo sea completo y permanente no una tregua táctica para rearmarse. Las familias de rehenes presionan masivamente para la implementación completa creando una fractura social en Israel entre quienes priorizan el retorno de cautivos y quienes exigen victoria total.
Yemen y su movimiento Ansarallah de los houthis mantienen su posición de dignidad y coherencia con la resistencia palestina. En enero de 2025 cuando entró en vigor el primer alto el fuego los houthis detuvieron inmediatamente sus ataques contra embarcaciones en el Mar Rojo y liberaron a una tripulación retenida por más de un año, pero cuando Israel rompió el alto el fuego en marzo los houthis reanudaron de inmediato sus operaciones. Su posición ha sido cristalina: mientras Israel mantenga operaciones militares en Gaza continuarán sus operaciones contra objetivos israelíes. En mayo de 2025 Omán medió un alto el fuego entre Estados Unidos y los houthis pero los yemeníes dejaron clarísimo que ese acuerdo no incluye de ninguna manera las operaciones contra Israel, solo detiene los ataques mutuos entre Yemen y Estados Unidos. El líder de Ansarallah Abdul-Malik al-Houthi declaró en su primer discurso tras el alto el fuego de enero que el grupo yemení permanece listo para reanudar operaciones si Israel viola la tregua, y así lo cumplieron cuando Netanyahu rompió el acuerdo en marzo desatando una nueva campaña estadounidense de bombardeos contra Yemen que continúa hasta hoy. Esta coherencia yemení contrasta brutalmente con la tibieza de otros actores regionales y demuestra que el Eje de Resistencia mantiene su solidaridad con Gaza más allá de los cálculos tácticos.
Y aquí aparece el elemento casi cómico si no fuera tan patético de esta tragedia: la obsesión infantil de Donald Trump con el Premio Nobel de la Paz. El anuncio del acuerdo llega justo cuando el Comité Noruego del Nobel está por anunciar el premio 2025 en los próximos días, y Trump no oculta su ansiedad por ser considerado. En declaraciones públicas el presidente estadounidense ha dicho que espera que este acuerdo sea reconocido, que su liderazgo personal fue crucial, que él logró lo que Biden no pudo. La realidad es que Trump heredó un proceso de negociación que llevaba dos años, que fue la resistencia heroica de Gaza la que obligó a Israel a sentarse a negociar, que fueron los mediadores egipcios y qataríes quienes hicieron el trabajo pesado, pero Trump necesita el Nobel para alimentar su ego narcisista y para su narrativa de campaña de reelección. La idea de que el Premio Nobel de la Paz pueda otorgarse a alguien que apoya incondicionalmente al régimen sionista genocida, que trasladó la embajada estadounidense a Jerusalén, que reconoció a los Altos del Golán sirios como territorio israelí, sería la confirmación definitiva de que ese premio perdió todo significado después de habérselo dado a Obama mientras bombardeaba siete países musulmanes, a Kissinger mientras masacraba vietnamitas, a la Unión Europea mientras ahogaba refugiados en el Mediterráneo.

La pregunta de si Hamas puede desarmarse tiene una respuesta simple: no, bajo las condiciones actuales Hamas no se desarmará porque el desarme sería suicidio político y literal. Sin armas Hamas sería vulnerable tanto a Israel como a Fatah, el precedente de la OLP en los Acuerdos de Oslo donde el desarme gradual condujo a la fragmentación palestina y pérdida de soberanía efectiva está fresco en la memoria colectiva. Hamas deriva su legitimidad política entre palestinos de su rol como resistencia armada, desarmarse lo convertiría en otra Autoridad Palestina desacreditada por colaborar con la ocupación. Para que Hamas considerara el desarme necesitaría garantías internacionales creíbles de Estado palestino viable, retirada israelí completa, y fuerzas internacionales de interposición, nada de esto está sobre la mesa. Hamas observa que Hezbollah mantuvo sus armas tras la guerra de 2006 y eso le dio capacidad de disuasión, el desarme fue la trampa fatal de la OLP y Hamas no caerá en ella.
La pregunta de si Israel puede retirarse de Gaza con este gobierno tiene una respuesta aún más pesimista: no, este gobierno no puede ni quiere retirarse completamente. Ben-Gvir y Smotrich representan corrientes que ven Gaza como tierra bíblica a ser judaizada, Netanyahu sabe que el fin de la guerra podría acelerar su juicio por corrupción y mantener la emergencia de seguridad es su seguro de vida política. Hay división en el establishment de seguridad israelí donde algunos generales retirados consideran que la ocupación indefinida de Gaza es insostenible militarmente mientras otros argumentan que la retirada completa permitiría a Hamas rearmarse. Israel no tiene respuesta a quién gobierna Gaza post-Hamas porque la Autoridad Palestina es débil y desprestigiada y no hay fuerzas internacionales dispuestas a asumir la administración.
El escenario más probable es que Israel mantenga control militar del corredor Filadelfia en la frontera con Egipto y del corredor Netzarim que divide Gaza en norte y sur, con retirada de tropas de zonas densamente pobladas, pero manteniendo libertad de operaciones para incursiones. Sería ocupación de facto sin anexión formal con Hamas subsistiendo como autoridad informal en zonas que Israel no controla directamente. Este modelo es insostenible a mediano plazo porque sangrará recursos israelíes, perpetuará violencia de baja intensidad, y mantendrá crisis humanitaria permanente. La gran diferencia con noviembre de 2023 es el debilitamiento del Eje de Resistencia tras la guerra de 2024 en Líbano que diezmó la capacidad militar de Hezbollah, la cautela de Irán tras los intercambios de ataques directos con Israel en abril y octubre de 2024 consciente de los riesgos generalizables de una guerra directa, y la presión de Arabia Saudita y EAU combinada con operaciones estadounidenses limitando la capacidad de los houthis de afectar el tráfico marítimo israelí aunque como vimos mantienen su solidaridad inquebrantable con Gaza.
Esta desarticulación parcial del frente regional deja a Hamas más aislado lo que aumenta la presión para aceptar un acuerdo, pero también incrementa su vulnerabilidad estratégica. Sin embargo, la eliminación de la vieja guardia diplomática de Hamas no ha resuelto las contradicciones fundamentales: Hamas no se desarmará sin garantías políticas que Israel no está dispuesto a ofrecer, el gobierno israelí actual no puede retirarse completamente sin colapsar políticamente, la solución de dos Estados está más muerta que nunca con los colonos controlando el gobierno israelí.
La figura de Khalil al-Hayya emergiendo desde los escombros de Gaza como negociador principal simboliza tanto la resiliencia de Hamas como su transformación forzada. Ya no es el movimiento regional conectado con Teherán que diseñaron Haniyeh y Arouri, es un actor más localizado más vulnerable pero también más difícil de eliminar porque está incrustado en el tejido social de Gaza. Y el potencial de la articulación regional siempre está latente. El acuerdo puede detener los bombardeos por semanas y puede permitir que fluya ayuda humanitaria y que se liberen prisioneros, pero sin un proyecto político que resuelva el estatus de Gaza, el futuro de los palestinos y la seguridad regional esto es apenas un intermedio en una tragedia que lleva décadas representándose. La verdadera pregunta no es si este acuerdo funcionará sino cuánto tiempo pasará hasta el próximo estallido en una prisión a cielo abierto de 2 millones de personas sin horizonte político, y sobre todo cuánto tiempo más el mundo permitirá que el proyecto sionista de limpieza étnica continúe bajo la complicidad del imperialismo estadounidense y la cobardía de los regímenes árabes reaccionarios.
Lo que quedó demostrado en estos dos años de genocidio es que Gaza no se rinde, que la resistencia palestina no puede ser aplastada con bombas, que el sionismo ha perdido toda legitimidad moral ante el mundo, y que el Eje de Resistencia a pesar de sus golpes mantiene su compromiso estratégico con la liberación de Palestina. Este acuerdo no es el fin sino una pausa en una batalla centenaria entre un proyecto colonial anacrónico sostenido por el imperialismo y un pueblo que se niega a desaparecer de su tierra. La historia dirá que en 2024 y 2025 Israel intentó el genocidio final de Gaza y fracasó, que la resistencia sobrevivió contra todo pronóstico, y que cada mártir palestino alimentó la llama de la liberación que ninguna bomba puede apagar.
Dr. Fernando Esteche* Dirigente político, profesor universitario y director general de PIA Global
Foto de portada: ansarollah.com.ye/en