El reinicio de la ofensiva de Israel en Gaza no comenzó de la nada. Es parte de una estrategia militar con un mensaje político a cuestas, y un costo humanitario más allá de cualquier contención.
Al comienzo de los ataques, en menos de 24 horas, más de 400 palestinos en Gaza murieron en uno de los ataques más letales de Israel desde el inicio del genocidio 16 meses atrás. Un giro drástico en la postura negociadora de Tel Aviv y en sus tácticas en el campo de batalla.
La repentina escalada militar se produjo tras una denuncia de Osama Hamdan, alto funcionario de Hamás, sobre un cambio en la postura negociadora de Israel. Según Hamdan, la propuesta anterior de Adam Boehler, negociador estadounidense, fue reemplazada abruptamente por la del enviado Steven Witkoff.
La nueva oferta, advierte Hamdan, socava los cimientos de la segunda fase del acuerdo de alto el fuego, eliminando principios clave como la retirada completa de fuerzas israelíes de Gaza y la remoción de escombros para facilitar los esfuerzos de reconstrucción.
La inmediatez e intensidad de la respuesta militar israelí indican claramente que las negociaciones, a partir de ahora, se llevarán a cabo mediante la fuerza en lugar del diálogo.
Asesinatos selectivos como arma política
Los recientes ataques representan operaciones calculadas, diseñadas para detener el liderazgo político y militar de Hamás y la Yihad Islámica.
Entre los muertos se encuentran Yasser Harb, miembro del buró político de Hamás; Abu Ubaida Al-Jamasi, otro líder clave de Hamás; Abu Hamza, portavoz de las Brigadas Al-Quds (el ala armada de la Yihad Islámica), y Mahmoud Abu Watfa, alto funcionario del Ministerio del Interior controlado por Hamás.
La ofensiva recuerda la estrategia de “decapitación” utilizada por Israel contra Hezbollah, con el objetivo de fragmentar las estructuras de mando e inducir una parálisis de liderazgo. La intención es clara: generar miedo, y debilitar y presionar la capacidad de gobierno de Hamás para que haga concesiones significativas. En particular, la liberación de rehenes sin intercambios recíprocos de prisioneros. Una línea roja que Hamás se ha negado históricamente a traspasar.
Negociación mediante coerción
La estrategia refleja un patrón más amplio en la diplomacia israelí: definir el rumbo de las conversaciones a través de la dinámica del campo de batalla, en lugar de la comprensión mutua. Esta metodología complica el panorama político, empujando a Hamás a una posición defensiva y amenazando con descarrilar toda posibilidad de tregua.
Al mismo tiempo, la devastación humanitaria, muertes masivas de civiles, desplazamientos en Beit Hanoun y Jan Yunis, y la destrucción de infraestructura esencial, intensifica la presión psicológica con el objetivo de forzar a los líderes de Hamás a rendirse. Sin embargo, la historia indica que este enfoque podría solo reforzar la resistencia y alimentar una violencia prolongada.
Implicaciones internacionales y domésticas
El papel de Estados Unidos en esta escalada no debe pasarse por alto. Declaraciones oficiales desde la Casa Blanca confirman que hubo consultas previas, en línea con estrategias coordinadas anteriores entre Washington y Tel Aviv contra Hezbollah, que incluyeron ataques selectivos e intensivos para alterar realidades estratégicas.
Esta coordinación indica la aprobación de Washington a una ofensiva sostenida en caso de que Hamás rechace los términos de Israel. La naturaleza de la operación, asesinatos de alto perfil y sincronizados, sugiere que no se trata de una campaña breve, sino de un posible despliegue militar prolongado.
El objetivo político se alinea con las intenciones previas del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el presidente estadounidense Donald Trump: desmantelar la infraestructura política de Hamás y rediseñar el paisaje de Gaza luego de la ofensiva.
Entre bastidores, se han planteado cada vez más discusiones sobre el futuro gobierno de Gaza, planes de inversión regional e incluso transferencias forzadas de población, lo que indica que esto no es solo un asedio, sino el preludio a una reconfiguración estratégica.
La escalada también tiene implicaciones políticas internas significativas dentro de Israel, que facilitan el regreso del político de extrema derecha Itamar Ben-Gvir como ministro de Seguridad Nacional. Una estrategia que Netanyahu considera esencial.
Ben-Gvir, conocido por sus posturas ultranacionalistas, aboga por políticas de seguridad agresivas, una expansión de asentamientos y medidas más duras contra la población palestina. Su restitución no es un gesto simbólico. Es una maniobra estratégica que le permite a Netanyahu asegurar el apoyo político necesario para aprobar el presupuesto nacional antes del 31 de marzo de 2025.
La escalada ordenada por Netanyahu cumple un doble propósito: lograr el dominio militar en el exterior y asegurar en el interior su supervivencia política. El regreso de Ben-Gvir a un cargo de gran influencia podría tener consecuencias nefastas para los palestinos, intensificando las actividades de asentamiento, la represión y el deterioro de sus derechos, lo que complica aún más la frágil dinámica regional.

Colapso humanitario
Mientras tanto, la situación humanitaria en Gaza alcanza niveles catastróficos.
El 2 de marzo de 2025 dejó de ingresar comida al enclave. Y el mes bendito de Ramadán, un período de reflexión espiritual, se ha transformado en hambre y dolor.
Los mercados están casi vacíos, y los pocos productos disponibles han triplicado su precio. Sin oportunidades laborales desde el inicio del conflicto, la población se encuentra sin fuentes de ingreso.
Los sobrevivientes viven en tiendas improvisadas, rodeados de aguas residuales desbordadas, mientras la infraestructura se desmorona bajo ataques constantes. Y con Israel bloqueando sistemáticamente los esfuerzos de reconstrucción.
Sin electricidad ni agua potable durante más de 18 meses, el sector salud de Gaza está al borde del colapso, con riesgo inminente de muertes masivas por hambre y enfermedades.
Mediación de última hora
En un intento por contener la crisis, Egipto ha invitado a una delegación de Hamás a El Cairo, con la esperanza de rescatar las negociaciones del alto el fuego y evitar una mayor escalada. Sin embargo, dado el impulso actual de la campaña israelí y sus objetivos declarados, las perspectivas de una resolución rápida son escasas.
Aun así, analistas políticos consideran que, tras más de una semana de ataques continuos, podrían darse las condiciones para una nueva ronda de negociaciones. Ambas partes podrían buscar un acuerdo intermedio que incluya un intercambio de rehenes y prisioneros.
Sin embargo, cualquier entendimiento será probablemente temporal y frágil, con la posibilidad de una reanudación del conflicto siempre latente.
Los últimos acontecimientos en Gaza reflejan un giro preocupante. Israel parece utilizar la escalada de violencia no solo como herramienta militar, sino como lenguaje de negociación. A través de ataques devastadores, asesinatos selectivos y el estrangulamiento humanitario, intenta reescribir las reglas del juego, imponiendo su voluntad mediante la destrucción.
Queda por ver si la estrategia producirá una solución duradera o profundizará el ciclo de violencia, resistencia y sufrimiento. En cualquier caso, el mensaje es claro: en Gaza, la diplomacia se practica a punta de fusil. Y el precio se paga con vidas civiles.
Foto de portada: Husam Maarouf
Este artículo fue publicado originalmente en el portal TRT.
Husam Maarouf* es un poeta y escritor palestino radicado en Gaza, que ha escrito para varias publicaciones, entre ellas Raseef22 y Al Jazeera.