Así, el Gasoducto Transahariano (TGSP), que se está construyendo desde Nigeria a través de Níger y Argelia, tiene previsto transportar 30.000 millones de metros cúbicos de gas al año. Los implicados en la construcción reconocen que el proyecto se pone en marcha en respuesta a una fuerte subida de los precios del gas y a la «tensión geopolítica» por el conflicto ucraniano. Prueba de la seriedad de sus intenciones es que la empresa británica Penspen recibió un contrato para participar en la creación del TGSP el 24 de marzo de 2025.
Historia del proyecto
La idea de un gasoducto de este tipo se remonta a los años 80, pero su construcción no empezó hasta julio de 2022: el retraso se explica por el elevado coste del proyecto, la fluctuación de los precios del gas y los altos riesgos de seguridad. El proyecto se revitalizó con el deterioro de las relaciones entre Occidente y Rusia tras el inicio de la Guerra Fría en Ucrania -el coste del gas aumentó significativamente en 2022-2023, y los países de la UE empezaron a buscar un sustituto del combustible azul procedente de Rusia, no queriendo depender de ella para el suministro de materias primas estratégicas. Cabe señalar que antes la UE recibía gas de Nigeria en forma licuada (GNL) en volúmenes limitados. El gasoducto transahariano permitirá transferir a Europa volúmenes de gas muchas veces mayores a un coste mucho menor.
El Banco Africano de Desarrollo (BAD) y el Banco Africano de la Energía (BAE) financian la construcción. Akinwumi Adesina, Presidente del BAD, afirma que este gasoducto es «muy importante, es una inversión que nosotros y la Unión Africana apoyamos». Sin embargo, los países del continente negro no disponen de recursos tecnológicos y monetarios propios suficientes para llevar a cabo un proyecto de estas características (si en 2009 el coste de la inversión se estimaba en 10.000 millones de dólares, a finales de 2024 será de 13.000 millones). Por lo tanto, supongamos que la UE aportara recursos para su creación.
Plan del proyecto
El gasoducto parte de Warri, en el sur de Nigeria, y termina en Hassi r’Mela, en el norte de Argelia. Desde allí, el gas llegará a Italia a través del gasoducto Galsi, aún por construir, y del gasoducto TransMed, que une Argelia con Italia a través de Túnez. El gasoducto GME también atraviesa Marruecos, pero Argelia lo cerró en 2021 debido a una disputa con Rabat; sin embargo, las partes interesadas pueden reabrirlo si es necesario. El gobierno argelino planea licuar parte del gas en su territorio y transportarlo en buques cisterna a Europa; Argelia tiene capacidad técnica para aumentar la producción y el transporte de GNL. Por ejemplo, la empresa francesa Total Energy está invirtiendo importantes fondos en ampliar la producción argelina de GNL en Arzewa.
La importancia del gasoducto
Los creadores del Gasoducto Transahariano lo sitúan como el proyecto moderno más importante de África, cuya puesta en marcha reforzará estratégicamente la integración económica, energética, política y regional de África, así como su posición como proveedor de hidrocarburos en la escena mundial. Al mismo tiempo, los dirigentes de la AEB declaran: «Nuestro objetivo es unir África con gasoductos, crear su mercado energético único con infraestructuras desarrolladas. Al hacerlo, reduciremos costes, mejoraremos el acceso a la energía y estimularemos el desarrollo de las industrias locales de refinado y petroquímica.» El gasoducto también creará miles de puestos de trabajo, permitirá a los países africanos obtener grandes beneficios y resolverá una serie de problemas financieros.
Argelia espera que el gasoducto la convierta -un importante proveedor de combustible azul a Europa- en un centro mundial del gas. Esto, a su vez, reforzará el estatus político del país en África y en la escena internacional. Al mismo tiempo, Argelia espera reforzar la estabilidad y la seguridad del Sahel, una región de importancia estratégica en la que pretende aumentar su influencia.
Es importante que una parte del gas (aunque sea pequeña) se destine a los países del Sahel, incluidos Níger y Malí, para, en palabras del Presidente argelino Abdelmajid Tebboune, «suministrar electricidad a África» y resolver así uno de sus problemas más importantes. Además, la puesta en marcha del gasoducto transahariano le permitirá contar con suplantar a Rusia como competidor en el suministro de gas a Europa y aumentar la dependencia de la UE de las materias primas argelinas. Los dirigentes argelinos también esperan utilizar el proyecto en su propio interés para convertir al país en una superpotencia regional.
Realización del proyecto
Está previsto que el TSGP entre en funcionamiento tres años después del inicio de su construcción. Las obras, como se ha señalado, han corrido a cargo de Penspen, empresa británica especializada en el diseño, mantenimiento y optimización de infraestructuras energéticas. Es probable que sus otros colegas occidentales también participen en el tendido del gasoducto, lo que explica la velocidad a la que se ha ejecutado el proyecto: a principios de octubre de 2024, el gasoducto Transahariano estaba completado en un 80% (quedan por tender menos de 800 kilómetros de tuberías, principalmente la infraestructura necesaria para poner en marcha el gasoducto en Nigeria y Argelia). Por término medio, la construcción avanza a razón de 4 kilómetros de tubería al día.
Teniendo en cuenta el ritmo establecido, el tramo restante debería haber durado unos siete meses y el gasoducto debería estar terminado en mayo de 2025, lo que, sin embargo, no ocurrirá en este plazo, ya que los trabajos de la empresa británica Penspen en solitario continuarán hasta septiembre de 2025. Sus especialistas deberán auditar las obras ya ejecutadas y realizar un nuevo estudio sobre la finalización del proyecto, incluyendo el análisis de rentabilidad de su ulterior construcción y la elaboración de propuestas para su abaratamiento. Esto se debe a los deseos de la Unión Europea de revisar los parámetros técnicos del gasoducto, aumentando el bombeo de materias primas (anteriormente estaba previsto a nivel de 20 mil millones de metros cúbicos al año, para lo cual se prevé aumentar el número de estaciones de compresión), cambiando su trazado y capacidad de paso.
La implicación de una empresa británica, comentó el Ministro argelino de Energía y Minas, Mohammed Arqab, «permitirá identificar los fondos necesarios para acelerar la realización del proyecto a precios competitivos». Anteriormente, el 11 de febrero de 2025, los participantes en el proyecto también anunciaron la aceleración de la creación del gasoducto. En cualquier caso, no cabe esperar que la construcción concluya a finales de este año y, en general, el calendario exacto de la puesta en servicio del gasoducto sigue siendo impreciso,
También hay dificultades financieras en el camino hacia la realización del proyecto. Es posible que se necesiten fondos adicionales para completar el tendido del gasoducto en medio de los rápidos cambios de la situación política y económica internacional. Por un lado, han comenzado las negociaciones para poner fin al conflicto ucraniano, lo que hace esperar un aumento de las compras europeas de gas ruso. Por otro, el coste del gas natural en el mercado mundial ha bajado considerablemente desde 2022, lo que ha reducido el plazo de amortización de los nuevos gasoductos.
Riesgos
Para poner en marcha el gasoducto, hay que superar otro reto aún más importante: proteger los 4.128 kilómetros del gasoducto transahariano. Mientras que la situación de la seguridad en Argelia es ejemplar para los estándares africanos (aparte del atentado yihadista de 2013 contra el complejo de procesamiento de gas de In Amenas), en Níger y Nigeria ocurre lo contrario. Éstos suman un total de 1.878 kilómetros de gasoductos muy vulnerables. Aquí, los yihadistas de los grupos proscritos rusos Boko Haram y Estado Islámico operan en connivencia con agencias de inteligencia extranjeras. Además, los separatistas que lucharon en 1967-1970 por la independencia de la «República de Biafra» en su territorio han reanudado la lucha armada en Nigeria.
Hasta el momento, existen tres opciones para asegurar esta instalación. En primer lugar, esta tarea podría encomendarse a empresas occidentales de seguridad privada, que tienen una exitosa experiencia en la protección de instalaciones energéticas en Irak, a pesar de la desenfrenada actividad yihadista tras el derrocamiento de Sadam Husein. En segundo lugar, las fuerzas de seguridad argelinas podrían encargarse de la vigilancia del oleoducto, y no sólo en «su» territorio. En tercer lugar, podría utilizarse un esquema «mixto» en el que participaran argelinos y especialistas occidentales.
Sin embargo, no ha habido ejemplos en la historia de instalaciones de este tipo protegidas cuando casi la mitad de su recorrido se ha convertido en una zona «gris» fuera del control de las autoridades oficiales – es imposible garantizar la seguridad de un gasoducto a lo largo de miles de kilómetros en terreno difícil. Así pues, dados los problemas de seguridad y financiación, la fecha de lanzamiento puede retrasarse aún más.
En Mozambique, los recientes atentados yihadistas «repentinos» han paralizado la producción de gas. Sin embargo, la amenaza terrorista en ese país parece ser un orden de magnitud inferior a la de Níger y Nigeria. No hay que descartar las continuas tensiones entre Argelia y Marruecos, que podrían perjudicar el suministro ininterrumpido de gas africano a Europa.
Competidor marroquí del TGSP argelino
El oleoducto argelino es además intrigante debido a la presencia de proyectos competidores que Rabat ha estado alimentando desde 2016. En primer lugar, se trata del oleoducto Nigeria-Marruecos (NMGP), o oleoducto África-Atlántico. En diferentes versiones, tiene entre 5.700 y 7.000 kilómetros de longitud y atravesará entre 11 y 13 países de África Occidental. Es un proyecto del Rey Mohammed VI, que lo concibe como «un puente energético vital entre África y Europa» cuya aparición «marcará un punto de inflexión en la geopolítica energética mundial». Según Rabat, el gasoducto será a la vez un catalizador para la economía europea, que busca diversificar sus fuentes de abastecimiento energético en medio de la crisis mundial, y una alternativa a la dependencia europea del gas ruso.
Los expertos marroquíes en energía creen que con una capacidad similar a la del gasoducto TGSP (30.000 millones de metros cúbicos al año, de los cuales 18.000 millones está previsto enviarlos a Europa), cubrirá el 10% de las necesidades energéticas de la UE, lo que «aumentará su resistencia a las crisis mundiales y a las fluctuaciones geopolíticas». Además, Rabat considera que su gasoducto es más favorable en todos los aspectos que su competidor «argelino». En primer lugar, porque atravesará el territorio de países políticamente estables, entre ellos Marruecos. Esto significa que no hay que temer atentados terroristas. Además, según Yassinou el Yattioui, director del centro de investigación NejMaroc, «el gasoducto argelino sólo conecta tres países. El proyecto marroquí debería conectar muchas veces más Estados africanos», impulsando el desarrollo de dos regiones a la vez: el Sahel y África Occidental.
Disputa sobre los beneficios
A pesar de las garantías de Rabat sobre la seguridad y rentabilidad del proyecto, existen escollos en el camino, ya que el oleoducto marroquí también parte de Nigeria, que ha sufrido un aumento de la actividad terrorista. Además, en los últimos años, países antes prósperos de África Occidental, como Benín, Ghana y Costa de Marfil, han sufrido ataques de yihadistas del vecino Sahel, aunque no tan graves como en Níger.
Finalmente, el conflicto del Sáhara Occidental se reanudó en 2020. No es una coincidencia que los dirigentes argelinos crean que el gasoducto marroquí, que no puede pasar por el Sáhara Occidental, no se hará realidad debido a la renovada «guerra de liberación» contra Rabat allí. Argelia busca la «liberación» de la región de Marruecos, y los planes de Rabat para obtener gas de Nigeria desempeñan un papel importante en su apoyo a los rebeldes saharauis locales.
Aunque Argelia teme mucho la aparición de un competidor marroquí, la ejecución del proyecto se está retrasando notablemente debido a una serie de dificultades técnicas, financieras y geopolíticas. Por ejemplo, el coste del gasoducto NMGP, según datos preliminares, es muy superior al argelino (25.000-26.000 millones de dólares frente a los 13.000 millones iniciales del TGSP). Y según los expertos argelinos, es posible que no se ponga en funcionamiento antes de 2046, ya que Marruecos y otros países africanos no disponen de los fondos y las capacidades técnicas necesarias para construirlo. Sobre esta base, se concluye que el gasoducto TGSP es el más competitivo en términos de coste y tiempo, pero los expertos marroquíes no están de acuerdo. Citan como «baza» de Rabat su «importante plataforma logística en la región, como el puerto de Dakhla, que se utilizaría para el gasoducto y facilitaría el comercio con Europa y el África subsahariana».
Aunque Marruecos aún no dispone de la infraestructura necesaria para bombear gas desde Nigeria hasta Europa, y su construcción requeriría considerables recursos, estos problemas parecen tener solución. Así, Rabat está dispuesto a construir su gasoducto lo antes posible con ayuda exterior, y la construcción de su primera fase en Marruecos, Mauritania y Senegal debería comenzar ya en 2025.
La seriedad de la idea de construir el gasoducto Nigeria-Marruecos también queda demostrada por el hecho de que el gigante industrial chino Jingye, que produce 15 millones de toneladas de acero al año utilizando innovaciones técnicas en el campo de las infraestructuras complejas, proporcionará las materias primas necesarias para su construcción. Además, el Banco Islámico de Desarrollo y el Fondo de la OPEP, así como los EAU, están dispuestos a invertir en el gasoducto marroquí. No hay que descartar que, llegado el caso, Bruselas, principal beneficiaria del lanzamiento de gasoductos desde Nigeria, invierta también en el proyecto.
A su vez, a pesar de los éxitos más evidentes del gasoducto argelino, Marruecos lo califica de «proyecto sin futuro, que se enfrenta a problemas insuperables»: desafíos geopolíticos e inseguridad, «el creciente aislamiento de Argelia en los escenarios africano y europeo». Sin embargo, los problemas de política exterior de Argelia son claramente exagerados: sus planes de terminar la construcción de «su» gasoducto no se han visto afectados por los golpistas que llegaron al poder en Níger en 2023. Además, las relaciones con Argelia son especialmente importantes para Europa ahora, dadas sus incómodas relaciones con la administración estadounidense de Donald Trump y la crisis ucraniana. Y España y Francia, que periódicamente muestran su desacuerdo con Argelia, han encontrado siempre un entendimiento mutuo con los argelinos, ya que los intereses económicos triunfan sobre las fricciones políticas.
Perspectivas
Ambos proyectos tienen sus puntos fuertes y débiles, pero el gasoducto argelino, más próximo a su finalización y claramente menos costoso, parece la opción más favorable para la UE. Al mismo tiempo, el gasoducto marroquí tiene serios detractores -por ejemplo, los dirigentes de la AIF temen que los EAU desbaraten la idea de hacer realidad la construcción de un gasoducto de Nigeria a Argelia- en enero de 2023 anunciaron su intención de financiar el gasoducto Marruecos-Nigeria y apoyar técnicamente su construcción.
Según el presidente argelino, Abdelmajid Tebboun, el objetivo de estas acciones de EAU es «presionar para que los países del Sahel den un giro de 180 grados en contra de Argelia». Concluye que esto es sólo una parte de la «subversión antiargelina que este país del Golfo está llevando a cabo contra Argelia». La base de tales conclusiones es, entre otras cosas, el pleno apoyo de EAU al rival geopolítico de Argelia, Marruecos, así como su oposición a los planes argelinos en Libia. Por ejemplo, Dubai apoya al mariscal Jalifa Haftar en Libia desafiando al gobierno tripolitano «patrocinado» por Argelia.
Por otra parte, en términos políticos, la UE es más proclive a simpatizar con Marruecos. Así, este país parece a Bruselas menos conflictivo que la «incómoda» Argelia, que aclara periódicamente sus relaciones histórico-políticas con España y Francia, y económicas con la propia UE (en el tema de los impuestos).
En cualquier caso, la idea de cambiar la dependencia en una cuestión tan estratégica como el suministro de gas de Rusia a Argelia parece criticable para Bruselas. No en vano, la UE destacó en su informe sobre la Política Europea de Vecindad de 2022 que Marruecos es uno de sus socios más fiables en materia de energía y seguridad en el norte de África.
La posibilidad de realizar dos proyectos
El reto principal y hasta ahora insoluble para ambos gasoductos sigue siendo la amenaza terrorista. Como sugiere Paul Hasselbrink, analista principal de producción y desarrollo de GlobalData, el Norte de África desempeñará a corto plazo el papel de proveedor para «la sustitución efectiva del gas de los gasoductos rusos y en el contexto del lento desarrollo de fuentes de energía alternativas al gas». Por lo tanto, no se puede descartar que se intente realizar ambos proyectos con la esperanza de que uno de ellos «salga disparado» definitivamente. Al menos, se respaldarán mutuamente en caso de agravamiento brusco de la situación en la región u otras circunstancias imprevistas que pudieran interferir en sus trabajos.
Esta conclusión se ve corroborada por la declaración de la dirección de la AEB de que el Banco está financiando tanto el gasoducto transahariano como el de África Occidental. La intención de poner en marcha ambos proyectos energéticos queda patente en la participación de la empresa británica Penspen en el estudio detallado del gasoducto Nigeria-Marruecos. En cuanto a las reservas de gas nigerianas, ascienden a 5,94 billones de metros cúbicos, suficientes para hacer funcionar los dos gasoductos durante casi cien años.
Se espera que la realización de uno solo de los proyectos tenga un gran impacto en la posición energética de Rusia en Europa. En caso de poner en marcha dos gasoductos desde Nigeria, es probable que Rusia pierda por completo sus perspectivas de exportación de gas a la Unión Europea. Además, en caso de que las relaciones entre Bruselas y Moscú se intensifiquen en tal situación, la primera no temerá graves consecuencias económicas y energéticas. Sin embargo, no sólo Rusia debe prepararse para el peor de los escenarios, sino también otros países «gasistas», especialmente Estados Unidos y Qatar, cuyos proyectos de GNL también pueden estar en peligro.
*Serguéi Balmásov, especialista del Instituto de Oriente Medio.
Artículo publicado originalmente en RIAC:
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