El Mediterráneo oriental, en cuyos fondos marinos se han descubierto grandes yacimientos de gas, está siendo teatro de una peligrosa confrontación sobre la definición de zonas económicas exclusivas que establecerían los perímetros dentro de los cuales los países ribereños gozarían de derechos exclusivos para la explotación de ese recurso natural.
Los países directamente implicados son Grecia, Turquía, Chipre, Siria, Líbano, Israel, Palestina –cuyos yacimientos, en las aguas que bordean la Franja de Gaza, están de hecho en manos de Israel–, Egipto y Libia. El enfrentamiento entre Grecia y Turquía, dos países miembros de la OTAN, ya ha alcanzado un alto nivel de tensión.
Lo que está en juego va más allá del plano económico. Lo verdaderamente importante en el Mediterráneo es de orden geopolítico y geoestratégico e implica a las más grandes potencias mundiales. En ese marco se inserta el EastMed, gasoducto que llevaría hasta los países de la Unión Europea la mayor parte del gas de esa área. Su construcción se decidió en la cumbre realizada el 20 de marzo de 2019, en Jerusalén, entre el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu, el entonces primer ministro griego Alexis Tsipras y el presidente chipriota Nikos Anastasiades.
Netanyahu subrayaba entonces que «el gasoducto se extenderá desde Israel hasta Europa a través de Chipre y Grecia» y que Israel se convertirá así en una «potencia energética» (que controlará el corredor energético hacia Europa). Tsipras declaró que «la cooperación entre Israel, Grecia y Chipre, iniciada en la sexta cumbre, se ha hecho estratégica». Eso se ve confirmado por el pacto militar establecido hace 5 años entre el gobierno de Tsipras e Israel [1].
Esta vez, en 2020, el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, participó en la Cumbre de Jerusalén (cuyas actas han sido publicadas por la embajada de Estados Unidos en Chipre) y declaró que el proyecto EastMed emprendido por Israel, Grecia y Chipre, «socios fundamentales de Estados Unidos en materia de seguridad», es «increíblemente oportuno» porque «Rusia, China e Irán están tratando de poner pie en Oriente y Occidente».
La estrategia de Estados Unidos es evidente: reducir y finalmente bloquear las exportaciones rusas de gas a Europa, sustituyéndolas con gas suministrado o al menos controlado por Estados Unidos. En 2014, Estados Unidos bloqueó el gasoducto SouthStream, que habría llevado llevado el gas ruso hasta Italia a través del Mar Negro a precios competitivos, y ahora trata de hacer lo mismo con el TurkStream que –también a través del Mar Negro– lleva el gas ruso hasta la parte europea de Turquía encaminándolo hacia los países de la Unión Europea.
Simultáneamente, Estados Unidos trata de bloquear también la «Nueva Ruta de la Seda», la red de infraestructuras proyectada para conectar China con el Mediterráneo y Europa. En el Medio Oriente, Estados Unidos ha bloqueado –mediante la guerra– el corredor energético que, gracias a un acuerdo ya establecido en 2011, habría transportado el gas iraní desde el Mediterráneo hasta Europa a través de Irak y Siria.
Dócilmente alineada tras esa estrategia está Italia, a cuyo territorio llegará el EastMed para llevar el gas hasta otros países europeos. El ministro italiano Stefano Patuanelli (Movimiento 5 Estrellas) ha definido ese gasoducto, aprobado por la Unión Europea, como uno de los «proyectos europeos de interés común» y la subsecretaria Alessandra Todde (también de 5 Estrellas) ya dio a conocer la adhesión de Italia al East Med Gaz Forum, foro de «diálogo y cooperación» sobre el gas del Mediterráneo oriental, donde participan –además de Israel, Grecia y Chipre– Egipto y la Autoridad Palestina, así como Jordania, país que no tiene costas en el Mediterráneo pero que importaría el gas desde Israel.
Sin embargo, están excluidos de ese foro el Líbano, Siria y Libia [países que sí tienen costas mediterráneas. Nota de la Red Voltaire.], naciones poseedoras de una parte de los yacimientos de gas del Mediterráneo. Por su parte, Estados Unidos, Francia y la Unión Europea han anunciado su intención de incorporarse al East Med Gaz Forum, pero Turquía no participa debido a su diferendo con Grecia, que la OTAN se esfuerza por resolver: «delegaciones militares» ambos países ya se han reunido 6 veces en el cuartel general de la alianza atlántica, en Bruselas.
Mientras tanto, en el Mediterráneo oriental y en el cercano Mar Negro, se desarrolla un creciente despliegue de las fuerzas navales estadounidenses asignadas a Europa, que tienen su cuartel general en la región italiana de Nápoles Capodichino. La «misión» de estas fuerzas navales estadounidenses sería «defender los intereses de Estados Unidos y sus aliados y desestimular la agresión». La misma «misión» que supuestamente cumplen los bombarderos estratégicos estadounidenses B-52 que ya sobrevuelan el Mediterráneo oriental escoltados por aviones de guerra griegos e italianos.