El neoliberalismo ha muerto, pero nadie se ha dado cuenta… La caída del Gobierno francés, dirigido por cierto por un viejo instrumento del establishment transalpino como Bayrou, era tan previsible desde el principio que realmente cabe preguntarse cómo pudieron pensar en ponerlo en marcha.
Ayer, la Asamblea Nacional puso fin a este aborto con una moción de censura solicitada, por cierto, por el propio Bayrou (y también en este caso los comentaristas neoliberales se preguntaron por qué lo había hecho, a pesar de que todos los astros estaban en su contra). Es la primera vez en 70 años que ocurre algo así.
En el fondo, no hay mucho que entender. Es cierto que Francia tiene una elevada deuda pública, pero mucho menor que la italiana. Y, en cualquier caso, la cobertura del BCE en los mercados financieros es tal que garantiza a todos los países de la zona euro una cierta tranquilidad, como demuestra el hecho de que los diferenciales llevan años convergiendo a la baja, independientemente incluso del grado de obediencia de los distintos gobiernos nacionales a las «reglas del pacto de estabilidad».
Sin embargo, a diferencia de Italia y muchos otros países, París aún no ha demolido por completo su «estado del bienestar». Hay numerosas guarderías públicas, la sanidad sigue siendo sólida, el sistema de pensiones se mantiene, la educación es mejor, la universidad sigue siendo pública y prestigiosa (mientras que aquí las fábricas de títulos de pago han reducido la licenciatura a un trozo de papel para usos inconfesables). Etc.
El problema es que ahora también Francia debe alinearse completamente con el «nuevo estilo europeo», que prevé la privatización de todo, el empobrecimiento social, la maximización de las desigualdades sociales… la austeridad. La más obtusa, suicida e ineficaz, pero que garantiza beneficios fabulosos para muy pocos.
Además, París debe recorrer casi todo el mismo camino en muy poco tiempo, mientras que Italia lo ha diluido en más de 30 años…
El programa del exbanquero Emmanuel Macron estaba claro desde su primer mandato (en ambas vueltas ganó solo en la segunda vuelta y gracias al mecanismo «votemos incluso a una silla vacía con tal de que no gane la derecha fascista de Le Pen»), pero el paso del proyecto a la realización ha sido bastante lento en comparación con las previsiones y las demandas de los «mercados» (los nuevos titulares de la «soberanía», en lugar de y contra los pueblos).
Así, en esta segunda vuelta como presidente de la República, el cada vez más solitario Macron ha tenido que cambiar tres gobiernos en un año, ya que el electorado no le había dado una mayoría para llevar a cabo ese programa. Es más, había fortalecido a la oposición, aunque, por desgracia, más a la derecha fascista que a la izquierda radical (una definición artificial, lo sabemos, que abarca un conjunto de siglas con muy poco en común).
La magnitud de la derrota parlamentaria de ayer —364 votos a favor de su destitución, 194 en contra y 29 abstenciones— ha sido, sin embargo, sorprendente. Una confirmación del hecho de que cada vez es más difícil encontrar caras dispuestas a convertirse en blanco de la ira popular.
En su discurso de despedida, Bayrou utilizó todas las figuras retóricas y los argumentos clásicos del neoliberalismo moribundo (el chantaje de la deuda, el abismo económico a las puertas, etc.). Inútilmente. Hoy dimite y nadie, ni siquiera Macron, lo echará de menos.
El problema de Francia es una arquitectura institucional con un presidente-monarca que no está obligado a dimitir por ningún motivo (Chirac sobrevivió incluso a una condena penal), que puede cambiar de gobierno y disolver el parlamento casi a su antojo. Y que, por lo tanto, ya se está preparando para nombrar a otro «chivo expiatorio» dispuesto a hacer de pararrayos.
Todo ello sin mayoría parlamentaria, en contra de la «democracia representativa». Casi da risa recordar a los improvisadores de nuestro país cuando, al rediseñar continuamente la ley electoral, intentaron imponer el «bipolarismo obligatorio» citando precisamente la «gobernabilidad francesa» como prueba de las virtudes del «mayoritarismo»…
Y si Bayrou, al igual que sus predecesores, se había movido entre «órdenes ejecutivas» al estilo Trump, aprobadas comprando alternativamente los votos de la derecha, los «republicanos» o los «socialistas», la dimensión negativa de la votación de ayer parece presagiar una casi imposibilidad de repetir el esquema.
No es casualidad que la crisis haya llegado con la ley de presupuestos, de hecho la más importante porque establece qué gastos recortar y qué impuestos aplicar (además de otras medidas colaterales, como los días festivos que se cancelan o se confirman), y por lo tanto qué intereses sociales privilegiar y cuáles eliminar.
Encontrar una mayoría para hacer lo que proponía Bayrou —43 800 millones de recortes, dos días festivos menos, etc.— es extremadamente difícil. A pesar de que algunos «socialistas» como Olivier Faure puedan sentirse tentados a participar en un «rescate de Francia» que equivaldría a un naufragio.
Mañana habrá una primera huelga general convocada a través de las redes sociales por una larguísima lista de comités «de base», a los que se suman la CGT (que, afortunadamente, ya no se parece a la italiana CGIL) y La France Insoumise de Jean-Luc Mélénchon como colector político. El día 18 también se sumarán a la huelga los sindicatos «normales», con la posibilidad de que la huelga se prolongue durante varios días.
En este contexto, encontrar un gobierno descaradamente «contra el pueblo» se convierte en una apuesta infernal. Pero ese banquero sin cualidades que ocupa el Elíseo no parece saber ni poder hacer otra cosa.
Que una clase política así sea también la más frenética en querer enviar tropas a Ucrania es una demostración —sin duda involuntaria— de la vieja ley materialista según la cual «la crisis genera la guerra». Incluso si, de hecho, ya está perdida…
*Dante Barontini, editorialista del periódico digital italiano Contropiano.
Artículo publicado originalmente en Contropiano.
Foto de portada:El primer ministro francés, Francois Bayrou, camina bajo un paraguas a su llegada a una serie de consultas con los partidos políticos, una semana antes de un voto de confianza que busca de la Asamblea Nacional sobre el tema del presupuesto, en el Hotel Matignon en París, Francia, el 2 de septiembre de 2025. REUTERS – Gonzalo Fuentes.

