Frente al eminente sistema de “sanciones” que la Unión Europea ejerce hacia varios de los propios países europeos que la integran, la Federación Rusa se ha visto obligada a salirse cada vez más de la matriz política que compartía con el viejo continente, siendo que el régimen financiero situado en las cúpulas de la U.E ha demostrado mantenerse al servicio de los intereses belicistas de EE.UU. y la OTAN; cuestión que Vladimir Putin observa como decadente para los principios comunes de esa organización europea, además de poner en peligro constante a las fronteras rusas.
Aunque Rusia bi-continental continúa compartiendo territorio entre Europa y Asia, vale recordar que desde su intervención militar en la región del Dombás, la Federación amplió su territorio anexando a esas repúblicas ruso-parlantes cuando los mismos realizaron su referéndum democrático y de autodeterminación popular a principios de 2022, tal como lo permiten los fundamentos de la Carta de Naciones Unidas, tomando en cuenta al antecedente de la península de Crimea, realizado en 2014. Pero también su economía creció en relación a Europa, con 3.5% de aumento de su PBI anual estimado para finales de diciembre, según el propio Putin; el comercio volcado hacia Oriente, producto de las medidas coercitivas europeas, obligó a Rusia a conformar y fortalecer relaciones monetarias y productivas con China y socios del continente asiático.
Desde comienzos del siglo XXI
Veintiún años antes de la operación especial rusa en Ucrania, más precisamente el 15 de junio de 2001, se fundaba la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), dando un marco de estructura intergubernamental que terminó por constituir una seguridad regional para China, India, Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán; en tanto que los mecanismos de dominación de EE. UU y sus aliados hacia Oriente afectaban, en proyección, asuntos claves para el desarrollo de esos países asiáticos que, con mayor o menor envergadura, padecerían las arbitrariedades hegemónicas de Occidente de manera directa e indirecta. La OCS se propuso inicialmente, entonces, “la lucha contra el terrorismo regional, el separatismo étnico y el extremismo religioso”, desde una matriz compartida por los gobiernos centralmente asiáticos, como antítesis de una latente extensión balcanizadora por parte del Pentágono, la cual había demostrado practicar en Europa Oriental con la OTAN.
Por su parte, Medio Oriente recibía al primer decenio del 2000 con intensas guerras en Irak y Afganistán, llegadas por la invasión del imperio norteamericano junto con su codicia petrolera, y que, luego, continuaron en el mismo sentido con Libia y Siria. El empleo de grupos yihadistas por parte de las potencias coloniales de Occidente, y las consecuentes desestabilizaciones de Oriente Medio, El Magreb y la región del Sahel africano; mientras que Arabia Saudita, Qatar e Israel oficiaban de extensión para los Estados Unidos.
Hasta el 2013, no existía la Ruta de la Seda más que en la memoria de algunos historiadores; tampoco existía América Latina como continente integrado a los intereses geopolíticos del mundo, exceptuando a la República Federativa del Brasil que había comenzado a formalizarse en los BRICS en 2008.
Fue entonces, durante septiembre del año 2013, cuando Xi Jinping inauguró la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) hacia el mundo en su primer mandato como presidente de la República Popular China. Para ese momento el gigante asiático dejaba de ser una sorpresa ya que contaba con un PIB superior al equivalente en EE. UU., a la vez que era su mayor socio comercial, lo que conformaba a China como primera economía mundial y con tendencia de aumento sostenido en su desarrollo económico proyectado, según todos los organismos estadísticos globales.
Cumplidos 10 años, este 2023, la BRI suscribió a más de 150 países y 30 organizaciones internacionales, entre tanto que el grupo BRICS ofició por 15 años dentro de un cuadro de unidad como foro de “economías emergentes”; conocidos en occidente como “países en vías de desarrollo”. Fue recién en agosto de este año, quince años después de su conformación quinteta, que los BRICS se ampliaron formalmente otorgando la membresía plena a 6 países más: Argentina, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Etiopía y Egipto. Estas naciones de grandes porciones terrestres y geoestratégicas conforman un PIB para los BRICS que puede superar al Grupo de los 7 (G-7), de ser finalmente formalizado el 1° de enero de 2024.
Mientras la prensa global hablaba del acontecimiento, más de veinte gobiernos no occidentales pedían incorporarse al grupo económico, ante una posible próxima adhesión de ese bloque. Pero más tarde, el 7 de octubre, la organización palestina de la rama de la Hermandad Musulmana, Hamas, incursiona desde el norte de Gaza al sur de la ocupación israelí por agua, tierra y mar, dando lugar a las respuestas de las Fuerzas de Defensas de Israel (FDI) que penetraron hacia toda la población palestina habitante de la Franja de Gaza, unas 2.3 millones de personas, en nombre de una “Guerra contra Hamas” designada oficialmente por Benjamín Netanyahu, primer ministro del Estado de Israel. Esta situación supone una reevaluación de la visión política para las poblaciones de todo el mundo, ya que las redes sociales protagonizan siendo canales directos de relato de los hechos que acontecen día a día en el conflicto bélico israelo-palestino reavivado; poniendo a la luz de los acontecimientos algunas relaciones de Oriente Medio que ya no serán iguales… El acontecimiento le recuerda al mundo los más de 75 años de ocupación colona en tierras árabes originariamente palestinas; la Asamblea de la ONU y el Consejo de Seguridad entran al foco de mira, mientras China, Rusia, y las organizaciones musulmanas y árabes se posicionan por una tregua humanitaria en la Franja de Gaza, en primera instancia, y por la creación de un Estado independiente para Palestina, en las fronteras de 1967.
El reelecto presidente de Turkiye, Recep Tayid Erdogan, interviene en la reunión virtual del G-20:
“La eficacia del sistema multilateral se cuestiona cada vez más. Mientras sigue la guerra en Ucrania, nos despertamos con otra crisis, la del 7 de octubre. La tragedia que se desarrolla en los territorios palestinos ocupados, particularmente en Gaza, sobrepasa ahora los límites de tolerancia de la humanidad. El 20 de noviembre, hace 2 días, fue el Día Internacional de la Infancia. Desgraciadamente, cerca de 7 000 niños palestinos inocentes no vivieron para ver ese día, porque el gobierno israelí retiró a esos niños su derecho más fundamental, el derecho de vivir. Los condenó a muerte cortándoles el agua, la electricidad, la alimentación y el combustible. Forzó a los palestinos a emigrar de su patria, bombardeó sin piedad los hospitales, las escuelas, los campos, los lugares de culto y las iglesias donde se refugiaron con la última esperanza de escapar a la muerte. Incluso amenazó con utilizar bombas nucleares, cuya posesión siempre ha negado. Como toda persona consciente puede atestiguar, ninguno de esos hechos puede explicarse invocando el derecho de legítima defensa. Aquí se han cometido abiertamente crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Quienes cometen esos crímenes deben ser considerados responsables en virtud del derecho internacional y ante la conciencia de la humanidad (…) No justificamos de ninguna manera los actos contra los civiles y no los consideramos legítimos (…) Yo llamo a todos los dirigentes aquí presentes a reaccionar de la misma manera ante las muertes de civiles, sin discriminación entre ellos, ya sean israelíes, palestinos, judíos, musulmanes o cristianos.”
El carácter de dirigentes árabes y musulmanes se encolumna tras la causa palestina con mayor fidelidad en los últimos meses, mientras perciben que todos los organismos de gobernanza mundial son vistos como herramientas insuficientes para resolver el conflicto israelo-palestino.
El 2024 comienza con un BRICS ampliado económicamente y políticamente fortalecido entre sus integrantes; y una BRI que sigue sumando voluntades a escala global; y mayores relaciones bilaterales crecen en Asia continental de cara a una forma de comercio multipolar, sin la hegemonía estadounidense; factores indispensables para la creación de una Gran Asociación de Eurasia, reiterado por Vladimir Putin este año, para “que encuentre soluciones colectivas” con “un gran circuito de integración, combinando el potencial de todos los Estados y asociaciones multilaterales de la región”
Favio Vidal* periodista y técnico Superior en Comunicación Popular.
Foto de portada: prensa-latina.cu/