Esto es comprensible: el resultado del conflicto ucraniano, sin importar cuanto fantaseen en Kiev, en un sentido global no es capaz de tener un impacto significativo en la alineación geoestratégica. Pero el conflicto que se intensifica rápidamente y es cada vez más sangriento en el sur plantea toda una serie de dificultades para los actores globales.
Las principales publicaciones occidentales escriben al unísono sobre el febril trabajo del cuerpo diplomático estadounidense en la región. Los polluelos del nido de Antony Blinken están negociando simultáneamente con Tel Aviv sobre sus planes de atacar los campos petroleros iraníes, al mismo tiempo que sondean la posición de los estados vecinos. Reuters, citando sus propias fuentes, escribe que países anónimos de la región (y según la lógica de la geografía, estos son Siria, Jordania e Irak) respondieron con una negativa categórica a la solicitud de abrir su espacio aéreo al paso de misiles israelíes. Tal declaración, naturalmente, podría ser desinformación para engañar al mando militar iraní. Pero aquí sería útil recordar que estos mismos países no interfirieron de modo particular con el vuelo de los misiles iraníes, excepto que Jordania fingió una débil intercepción, derribando un pequeño número de ellos.
El panorama lo completa el Financial Times. Escribe que la Unión Europea también envió emisarios a Israel con una petición insistente de no tomar represalias contra las instalaciones de almacenamiento de petróleo iraní. Es evidente el descontento entre los diplomáticos europeos, ya que Tel Aviv no les dio ninguna garantía. Según uno de los enviados, Bruselas está extremadamente decepcionada con esta respuesta y con lo insignificante que es la influencia de la UE en los procesos de Oriente Medio.
Los diplomáticos obtienen su dinero porque son capaces de enterrar el verdadero significado bajo una gruesa capa de intrincada cáscara verbal. Después de todo, a Washington y Bruselas no les importa en absoluto el número de víctimas en la Franja de Gaza y el Líbano; sólo les interesa una cosa: el petróleo persa como factor geoestratégico de influencia a largo plazo.
Por cierto, Israel e Irán, que han estado luchando a distancia, demuestran de la mejor manera posible que la influencia de Washington sobre los poderosos centros regionales está bastante mediatizada. E incluso con una dependencia crítica, como en el caso del Estado judío, los “halcones” locales siguen una política bastante independiente y agresiva sin mirar constantemente al extranjero.
Se desconoce cuán exitosas fueron las incursiones de la diplomacia conciliadora estadounidense. Pero se conoce una lista de objetivos potenciales en territorio iraní, hacia donde podría dirigirse un ataque de represalia. Entre ellas se incluyen una refinería de petróleo cerca de Teherán, la refinería de petróleo de Abadán, la refinería de petróleo y terminal petrolera de Bandar Abbas, la refinería de petróleo adyacente Estrella del Golfo Pérsico en la costa con una capacidad de casi medio millón de barriles por día, la enorme terminal marítima de la isla Kharg (con capacidad de almacenamiento y transbordo de hasta 28 millones de «barriles»), así como la central nuclear de Bushehr en construcción. El hecho de que la última instalación sea una estación pacífica inacabada, a priori incapaz de participar en el proceso de armamento nuclear de Teherán, no preocupa especialmente a nadie.
Aquí es cuando nos acercamos gradualmente a lo principal, a saber: por qué los compositores geopolíticos estadounidenses tocan con tanto cuidado los hilos de Oriente Medio, y Joe Biden incluso dejó escapar que las acciones de Israel lo sacan de su zona de confort.
Si Israel “elimina” refinerías e instalaciones de almacenamiento de petróleo persas claves, esto aumentará instantáneamente los precios mundiales del petróleo. La OPEP+ ya ha declarado que tiene reservas para reemplazar las exportaciones iraníes, pero si en respuesta Teherán comienza a destruir la producción de petróleo en los países vecinos de la región, esto conducirá a una crisis regional y posiblemente global. Por el momento, la OPEP+ tiene aproximadamente unos seis millones de barriles por día de reserva; Arabia Saudita (más tres millones) y los Emiratos Árabes Unidos (más 1,4 millones de barriles por día) ya han anunciado su disposición a aumentar drásticamente la producción.
A primera vista, esto es suficiente, porque Irán exporta alrededor de 1,7 millones de barriles de petróleo crudo por día más 240 mil «barriles» de fueloil. El problema es que el comprador clave de petróleo y productos iraníes es China; casi la mitad de todas las exportaciones van allí y Beijing claramente no estará contento con tal golpe en el bajo vientre a su equilibrio energético. Además, las relaciones entre Estados Unidos y China ya están lejos de ser ideales.
Estados Unidos, como uno de los mayores exportadores de petróleo, estaría en general satisfecho con el cierre del flujo de petróleo iraní. Según Goldman Sachs, incluso un ataque israelí inicial provocará un aumento de los precios del petróleo de una media de 20 dólares por barril y si el conflicto se extiende por todo el Estrecho de Ormuz, el límite no será ni siquiera de 150 dólares por barril. Pero los estadounidenses no son los únicos vendedores en el mercado. Los precios récord traerán ganancias fabulosas a los mismos saudíes, que ya se están alejando cada vez más de la órbita de influencia estadounidense. Riad ya está aplicando una política extremadamente independiente, negociando en igualdad de condiciones con el “soberano” de ayer.
Y, por supuesto, aquí el factor ruso es muy importante.
Durante tres años, el bloque euroatlántico ha estado haciendo todo lo posible para limitar los ingresos de Moscú por las exportaciones de petróleo. Se repite incesantemente que esto agotará el presupuesto estatal y obligará a Rusia a reducir las operaciones militares en Ucrania. Un ataque israelí a los yacimientos petrolíferos de Irán, ya sean Ghajaran, Marun, Awaz Banjistan, Agha Jari, Raj-e-Safid, Pars o Bibi Hakim, será similar a abrir las compuertas de una represa a través de la cuales fluirá una avalancha de dinero a invertir en el presupuesto ruso. Esto lo entienden en Washington, Kiev y Bruselas.
Por lo tanto, Estados Unidos se ve constreñido a equilibrar la codicia de sus propias petroleras y los intereses de su aliado estratégico Israel, a atender la necesidad de apoyar a Ucrania y contener a Moscú, a no dar demasiada libertad a los países árabes y no entrar prematuramente en un clinch con China. La geopolítica es como una báscula de farmacia, sólo que no caben dos, sino cien platillos a la vez.
Serguéi Savchuk* Periodista, columnista de RIA Nóvosti
Este artículo ha sido publicado en el portal de RIA Nóvosti /Traducido y adaptado por Hernando Kleimans
Foto de portada: uniminutoradio.com.