Tras el restablecimiento de la paz y la “estabilidad” entre Camboya y Tailandia, Washington ha aprovechado la coyuntura para reinsertarse en el tablero regional, presionando a Phnom Penh con el objetivo de contrarrestar la creciente presencia de China.
El jefe del Pentágono, Pete Hegseth, anunció desde su cuenta oficial en X que acordó con el ministro de Defensa camboyano, Tea Seiha, la reanudación de los ejercicios militares bilaterales suspendidos en 2017.
“Acordamos reanudar nuestros ejercicios militares bilaterales a gran escala con Camboya”, escribió el funcionario estadounidense tras reunirse con su homólogo en Malasia, durante el marco de la Cumbre de Defensa de la ASEAN.
La agencia Bloomberg informó que ambos ministros discutieron además una visita del jefe del Pentágono a bordo de un buque de guerra estadounidense a la base naval de Ream, en el Golfo de Tailandia, una instalación de gran interés estratégico para Washington debido a su cercanía con las rutas marítimas que conectan el océano Índico con el mar de China Meridional.
Washington busca recuperar terreno perdido
El periódico camboyano Khmer Times reveló que Estados Unidos levantará el embargo de armas impuesto a Camboya y aumentará el número de plazas para oficiales camboyanos en academias y universidades militares estadounidenses. Este paso no es meramente simbólico: representa un intento de restablecer los lazos de defensa que se deterioraron en 2017, cuando Phnom Penh decidió suspender su cooperación militar con Washington y acercarse a China, participando en maniobras conjuntas con el Ejército Popular de Liberación.
Los ejercicios Angkor Sentinel, realizados por primera vez en 2010, tenían como objetivo inicial mejorar la capacidad de respuesta conjunta ante desastres naturales. Sin embargo, con el paso de los años, el componente militar y de entrenamiento táctico adquirió mayor relevancia, reflejando la voluntad de EE.UU. de mantener presencia directa en un país que forma parte de la región de Indochina, zona clave para la proyección de poder tanto estadounidense como china.
La suspensión de 2017 respondió a un deterioro de las relaciones bilaterales. Camboya acusó entonces a Washington de interferir en sus asuntos internos, especialmente después de que Estados Unidos criticara la disolución del principal partido opositor camboyano y sancionara a funcionarios locales.
Desde entonces, Phnom Penh fortaleció sus vínculos con Beijing, convirtiéndose en un socio central dentro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta y recibiendo inversiones chinas en infraestructura, energía y defensa.

La paz camboyano-tailandesa como puerta de entrada para Washington
El restablecimiento de la cooperación entre Camboya y Tailandia, países históricamente enfrentados por disputas fronterizas y por el control del templo de Preah Vihear, ha generado un nuevo equilibrio político en la península de Indochina. Esta estabilidad interna ha abierto el camino para que Washington vuelva a proyectar su influencia, presentándose como garante de “cooperación y seguridad regional”.
Sin embargo, detrás del discurso de cooperación, se percibe una intensificación de la competencia con China. La base naval de Ream, donde Estados Unidos planea realizar su visita simbólica, ha sido objeto de fuertes tensiones: informes estadounidenses han acusado a Beijing de financiar su modernización para convertirla en una instalación logística para la Armada china, algo que Phnom Penh ha negado reiteradamente.
Un tablero regional en disputa
La reanudación de Angkor Sentinel debe interpretarse en el contexto de una nueva guerra fría en el Indo-Pacífico. Para Estados Unidos, el fortalecimiento de sus vínculos con Camboya significa impedir que China controle completamente el Golfo de Tailandia y el estrecho de Malaca, dos puntos de tránsito marítimo vitales para el comercio mundial y la seguridad energética asiática.
En cambio, para Phnom Penh, el desafío consiste en mantener un equilibrio pragmático entre Washington y Beijing, aprovechando la competencia entre ambas potencias para atraer inversiones y apoyo tecnológico, sin renunciar a su soberanía nacional.
Tailandia, por su parte, observa estos movimientos con cautela: tras normalizar sus relaciones con Camboya, el país busca consolidarse como un mediador regional y mantener relaciones estables con ambos polos de poder, consciente de que una escalada de rivalidades podría desestabilizar todo el Sudeste Asiático.
La reanudación de la cooperación militar entre Estados Unidos y Camboya simboliza algo más que una serie de maniobras tácticas: es una batalla silenciosa por la influencia y la lealtad en el corazón del Sudeste Asiático. Washington intenta recuperar lo que perdió frente a Beijing, mientras Camboya busca maximizar sus beneficios sin perder autonomía.
En medio de ese delicado equilibrio, el Sudeste Asiático vuelve a ser un escenario de presiones externas y diplomacia estratégica, donde la paz entre Camboya y Tailandia podría convertirse tanto en una oportunidad para la estabilidad como en el pretexto perfecto para una nueva disputa de poder entre las potencias globales.
*Foto de la portada: Ministerio defensa Camboya
