Este 5 de febrero ocurrió un episodio completamente esclarecedor, el cual no ha dejado espacio para la más mínima sombra de duda: el gobierno fascista de Javier Milei, a menos de 60 días de haber llegado a la Casa Rosada, ha perdido el poco respeto que tenía por el Estado, la democracia y el derecho internacional.
El día mencionado, tras haber obtenido el correspondiente permiso de las autoridades de la Administración Nacional de Aviación Civil argentina (ANAC) y del Puesto de Control de la Policía de Seguridad Aeroportuaria argentino (PSA), un diplomático venezolano logró comprobar que en efecto el avión de la compañía venezolana Transporte Cargo del Sur (Emtrasur), decomisado por las autoridades argentinas a pedido de Estados Unidos en junio de 2022, aún se encontraba en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Todo marchaba según lo esperado, el funcionario tomando fotos para informar a la Embajada y al gobierno venezolano sobre el estatus de la aeronave, hasta que -en cuestión de minutos- las órdenes cambiaron. Ahora el mismo diplomático era un agente enemigo, un espía y hasta un terrorista.
¿De dónde vinieron estas nuevas instrucciones? ¿Por qué querían detener a un diplomático venezolano que estaba debidamente identificado y autorizado? ¿Por qué intentan los medios desinformar y vincular este hecho rutinario con Hamas, Hezbollah, e Irán? ¿Querían acaso construir un nuevo Alex Saab para seguir presionando a Venezuela?
Está claro que detrás de este nuevo show imperial contra Venezuela se encuentran Estados Unidos e Israel, aliados históricos, a la postre especialistas en injerencias y robos, pero, en especial, está un gobierno cuyo líder sufre de delirio mesiánico que ha hecho un espectáculo mayor -por lo inverosímil de sus dichos y hechos- durante su visita a Israel y en los territorios palestinos ocupados. Milei, que ya se consideraba «el elegido por Dios«, ahora quiere ser el Moíses argentino, su dios atiende en Washington y Tel Aviv. Lo cierto es que lo hemos visto llorar en Tierra Santa lo que no ha llorado en Argentina, tierra arrasada por su política económica de shock. No quedan dudas de que el entreguismo del máximo referente de La Libertad Avanza a Estados Unidos e Israel, sus ejemplos a seguir en «el mundo libre», es total y absoluto.
El gobierno venezolano ha librado una dura batalla asimétrica, siempre dentro de las instancias de la Justicia argentina y del Derecho Internacional, desde que las autoridades argentinas retuvieron el Boeing 747-300 (YV3531), en junio de 2022, bajo acusaciones de ser utilizado para operaciones de inteligencia entre Caracas y Teherán. La aeronave anteriormente pertenecía a la compañía iraní Mahan Air, quien la había adquirido de una aerolínea aérea francesa. Venezuela logró que los 19 tripulantes de la aeronave (15 venezolanos y 4 iraníes) fueran autorizados a dejar el país sudamericano, ya que todas las tentativas de vincularlos con la República Islámica, Hezbollah, Hamas, etc. fracasaron; sencillamente, porque no hay relación entre estas personas, la aeronave, y los ataques a la Embajada de Israel y a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), ocurridos en Buenos Aires, en los años 1992 y 1994, respectivamente.
Es cierto que la colectividad judía y el lobby sionista son muy fuertes e importantes en Argentina, país que acoge a la mayor comunidad de judíos de América Latina y el Caribe. También es cierto que la falta de responsables por los ataques contra la Embajada israelí y la AMIA (a la fecha no hay culpables), en lo que ha sido catalogado como «las causas más complejas de la historia judicial de Argentina», aumenta exponencialmente la presión sobre el gobierno argentino cuando se trata de Irán, el enemigo nuclear más temido por el Estado de Israel, y tal vez por el propio Estados Unidos. Lo anterior ha levantado críticas hacia los Servicios de Inteligencia (junto a los cuerpos de Seguridad), y al propio Poder Judicial argentino.
En ese sentido, los cuestionamientos que recaen sobre el Sistema Judicial argentino, y un gobierno débil como el de Alberto Fernández (2019-2023), han sido el cóctel perfecto para que con el secuestro, hace dos años, y el reciente decomiso del avión venezolano, varios sectores de poder busquen congratularse con la sociedad y la opinión pública argentinas, y, en especial, con la colectividad judía.
Estados Unidos, por su parte, no dejó pasar la oportunidad de ejercer su rol de potencia imperial y de tener en el país austral dos gobiernos cooperacionistas -uno por ineficiente y carente de liderazgo, otro por estar alineado e inspirado en su ideología y valores, para golpear al mismo tiempo a dos objetivos de su política injerencista. Así las cosas, solo la rápida y certera actuación de la Misión Diplomática Bolivariana en Buenos Aires impidió que el diplomático venezolano no quedara atrapado entre dos fuegos, como un daño colateral más.
Valga decir que, los medios argentinos ya estaban preparando un plato especial de fácil digestión para el público nacional e internacional que no escatima en demostraciones de odio contra «el régimen venezolano» e Irán, recurrentes «chivo expiatorio» de todo lo que anda mal en el mundo. Desde un incendio hasta un magnicidio siempre tendrá a Venezuela e Irán como responsables. Es curioso que, incluso el llamado «periodismo de investigación» llegue a las mismas conclusiones, sin pruebas.
Desafortunadamente todos los intentos diplomáticos no pudieron impedir que, en horas de la madrugada de este lunes 12 de febrero, agentes de Estados Unidos concretaran el decomiso de la aeronave venezolana, en lo que para el Gobierno Bolivariano representa «un robo o apropiación indebida» y una violación al Acuerdo de Barbados, suscrito en dicha isla caribeña para la promoción de derechos políticos y garantías electorales en Venezuela. No podemos saber aún cómo este hecho pueda impactar en los acuerdos y en el proceso electoral en marcha. Sin embargo, es una nueva muestra de fuerza imperial injerencista de Estados Unidos en el marco de las medidas coercitivas unilaterales (erróneamente llamadas «sanciones») que aplica contra la República Bolivariana y la República Islámica.
Mientras tanto en Argentina, donde la comunidad venezolana residente en el país austral ocupa el tercer lugar, superada sólo por las históricas comunidades de inmigrantes provenientes de los países limítrofes de Paraguay y Bolivia (Censo 2022), esas acusaciones sin pruebas ni fundamentos en la realidad colocan a la Misión Diplomática venezolana en la mira de diferentes tipos de represalias y ataques. De allí que dicha Misión expresara públicamente que los medios intentan «manipular a la opinión pública, incitar al odio y criminalizar la función que dignamente cumplen los diplomáticos Bolivarianos,» y alertó además que está en riesgo la integridad física y moral de los diplomáticos venezolanos debidamente acreditados en el país.
La Argentina donde una falaz libertad avanza ha entregado su independencia y soberanía a Estados Unidos y a Israel. La idea de Javier Milei de Make Argentina Great Again, inspirada en la frase que popularizó Donald Trump en su campaña electoral de 2016, Make America Great Again (MAGA), implica en realidad entregar el país austral a los intereses de estas dos potencias imperialistas y supremacistas. Lo que realmente avanza en Argentina, una tierra y un pueblo que están siendo arrasados sin la menor contemplación por el actual gobierno fascista, ultra liberal y ultra conservador, es la probabilidad de una implosión social, es la certeza de mayor inestabilidad económica, así como de hechos xenófobos, racistas, y, hasta de ataques terroristas.
Micaela Ovelar* es politóloga y asesora internacional, académica argentino-venezolana, feminista y activista social con una Licenciatura en Ciencias Políticas, una Maestría en Relaciones Internacionales; estudios en temas de género, gobierno, democracia y estado. Fue asesora de relaciones internacionales del presidente Hugo Chávez.
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