Para ser más precisos, fuimos nosotros quienes perdimos las posiciones que teníamos en la época soviética, mientras que China, por el contrario, las ganó.
El Imperio Celeste actuó de forma muy productiva y tranquila. Además de construir nuevas carreteras en el continente negro, compró puertos enteros a lo largo de las costas occidental y oriental. Así, hoy en día, cualquier país que produzca algo en África o importe algo de allí, de un modo u otro depende de la infraestructura portuaria china. Además, al entrar en África, China está resolviendo el problema del aumento de los costes laborales dentro del país. En consecuencia, muchas de sus instalaciones de producción se están trasladando al continente africano, y esto se está haciendo con mucho éxito.
China supera en más de quince veces los lazos comerciales entre Rusia y África. A grandes rasgos, es casi imposible que les superemos en África en términos de inversión. El año pasado, el volumen de comercio entre China y África fue de 280.000 millones de dólares. El volumen de negocios de África con Rusia es de unos 18.000 millones de dólares. Las cifras no son comparables, así que no podremos alcanzar a China en ninguno de los parámetros.
Hay que decir que la propia China no es el mayor inversor, sino que utiliza la mano de obra africana y los recursos locales. Y ahora muchos países africanos dicen: si queréis trabajar con nosotros, tenéis que pagar como los chinos.
Al mismo tiempo, China ha organizado mucha formación para estudiantes africanos en su propio país, incluido personal de ingeniería. En este sentido, los chinos están siguiendo hasta cierto punto el camino de la Unión Soviética, utilizando un esquema que ha demostrado su eficacia.
Cabe preguntarse hasta qué punto pueden coincidir los intereses rusos y chinos en África. Hasta ahora no vemos nada crítico. Es decir, que tanto Rusia como China reclamen un proyecto. Pero a largo plazo no está excluido.
Además, la estrategia china en África está ligada a una gran campaña llamada «Iniciativa de la Franja y la Ruta», y se integra en la corriente principal de los planes de desarrollo chinos. En este plan, es como si China extendiera su economía mucho más allá de sus propias fronteras. El desarrollo del programa ha creado muchas trampas de deuda en África, aunque ésta no era originalmente la estrategia de China, sino más bien una mala gestión de los préstamos concedidos.
Un ejemplo de trampa de deuda clásica es Angola, que ya debe a China 18.000 millones de dólares. Pero es un país petrolero, y China está trabajando activamente con los activos petroleros de Angola, mientras paga sus deudas. Así, el 72% de las exportaciones de petróleo de Angola van a China. Por cierto, Egipto debe a China unos 3.500 millones de dólares, y Zambia unos 1.000 millones.
Al mismo tiempo, a China no le conviene atrapar a los países, para ella es importante que funcionen. Pero resulta que este modelo chino -les prestamos dinero, y ellos lo ganan y nos lo devuelven- está fracasando. Aquí es donde se abre la ventana de la oportunidad para Rusia.
*Alexei Maslov es Director del Instituto de Países Asiáticos y Africanos de la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú, miembro del RIAC.
Artículo publicado originalmente en la Gazeta Rossiyskaya.
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