Sin embargo, aunque identificados por los mismos procesos de largo tiempo en el devenir de la región, Argentina y Ecuador tienen historias diversas. Atravesamos por el período de las distintas culturas iniciales, pero el Incario tuvo firme presencia en Ecuador y leve en el norte argentino. Durante la época colonial la regionalización distanció el centro-norte del centro-sur sudamericano y en 1776 Buenos Aires pasó a ser capital del Virreinato del Río de la Plata, mientras la Audiencia de Quito, sujeta inicialmente al Virreinato del Perú (1542) quedó finalmente bajo el Virreinato de Nueva Granada (1717). La independencia se inició en Quito el 10 de agosto de 1809, con la instalación de una Junta que todavía proclamó fidelidad al rey. Ese mismo “fidelismo” fue proclamado por la Junta de Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. En ambos países el proceso de liberación anticolonial concluyó prácticamente algo más de una década después.
La consolidación de los Estados nacionales y la afirmación de las repúblicas presidencialistas en los dos países se extendió durante el siglo XIX-histórico entre caudillos (como Juan Manuel de Rosas [1830-1852], sin alguien parecido en Ecuador), dictaduras, gobiernos constitucionales y diversas conflictividades internas. En Ecuador se impuso el centralismo unitario, mientras en Argentina finalmente se adoptó el sistema federal (1853).
Argentina pasó a jugar un significativo y creciente papel político en la región, involucrándose en la guerra de la Triple Alianza (1864-1870) y, sobre todo, porque desde mediados del siglo XIX fortaleció su economía y vinculación al mercado mundial e impulsó el desarrollo promovido con la creciente inmigración europea (sobre todo italianos y españoles), la naciente burguesía y el avance de servicios públicos, destacando la educación. Si bien se edificó un Estado oligárquico primario exportador, hubo una serie de logros sociales con el crecimiento de las clases medias y del movimiento de los trabajadores, que fueron procesos determinantes para el despegue de la acción de radicales, anarquistas y socialistas, con fuerte presencia al comenzar el siglo XX. A mediados de este siglo Argentina lucía como un país “europeizado” en América Latina, con economía moderna, industrialización y una sociedad con niveles de vida y trabajo que sobresalían frente a otros países.
El contraste con Ecuador era radical, pues este se mantuvo casi aislado en la región y el mundo, estancando su desarrollo hasta bien entrado el siglo XX, porque se consolidó un Estado oligárquico agroexportador, sujeto al dominio de hacendados, comerciantes y banqueros incapaces de promover el progreso y la modernización, que mantenían a la enorme mayoría nacional en condiciones de atraso y pobreza, particularmente visibles entre la población indígena.
La Revolución Juliana (1925-1931) inició el siglo XX-histórico en Ecuador, al sentar las primeras bases para una economía social e iniciar la superación del régimen “plutocrático”, sujetando especialmente a la poderosa banca. Pero el proceso fue interrumpido con los gobiernos posteriores y solo el desarrollismo de las décadas del 60 y 70 logró la definitiva configuración capitalista del país y el despegue a una sociedad moderna. En Argentina el proceso económico y social de la modernización tenía más antigüedad.
Durante el primer ciclo gubernamental de Juan Domingo Perón (1946-1955) el país logró avances de tal magnitud que pasó a ser uno de los más importantes referentes latinoamericanos. Décadas después, fueron las dictaduras militares macartistas entre 1976-1983 las que desarticularon esas condiciones de vida. En Ecuador no se produjo semejante situación porque incluso la desarrollista dictadura militar de 1972-1976 (general Guillermo Rodríguez Lara) fue “progresista”, aunque sin continuidad bajo el represivo triunvirato militar de 1976-1979.
Sin embargo, con la crisis de la deuda externa a partir de 1982 y la injerencia del Fondo Monetario Internacional, en Argentina y Ecuador, el neoliberalismo de los 80 y 90 liquidó las posibilidades del desarrollo con economías de bienestar. Fueron los gobiernos progresistas de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015), así como el de Rafael Correa (2007-2017) en Ecuador los que recuperaron la vía de atención social arruinada por los neoliberales, en una época caracterizada por la expansión del progresismo en varios países latinoamericanos.
La reacción contra el “kirschnerismo” progresista llegó con el gobierno del empresario Mauricio Macri (2015-2019) en Argentina, mientras en Ecuador se produjo con Lenín Moreno (2017-2021), el banquero Guillermo Lasso (2021-2023) y el empresario Daniel Noboa (2023-2025), quienes desmontaron toda herencia del “correísmo”. La radicalidad del neoliberalismo argentino pasó a una nueva fase con el ascenso presidencial de Javier Milei (2023), primer gobernante libertario anarco-capitalista en el mundo. Paradójicamente Ecuador ha pasado a ser el otro modelo ideal de la recuperación neoliberal en América Latina, pero bajo condiciones oligárquicas.
De modo que, como no había ocurrido antes en sus historias paralelas generales, hoy Ecuador y Argentina no solo viven procesos económicos comparables, sino que son paradigmas latinoamericanos: en Argentina bajo la utopía de la “libertad económica” sin Estado, pero con hegemonía privada; en Ecuador, bajo el ideal empresarial-oligárquico con Estado, pero para garantizar rentabilidades privadas [1]. Milei es un teórico con pensamiento forjado por estudios y cuyas lógicas de comprensión de la economía no cabe simplemente minimizarlas y despacharlas, pues canalizan las posiciones e intereses de las élites empresariales.
Ninguno de los mandatarios sucedidos en Ecuador desde 2017 tiene esas capacidades y mucho menos los dos presidentes empresarios y millonarios que han gobernado desde 2021, guiados más por instinto de clase que por pensamiento económico elaborado o fundamentado en la propia ideología neoliberal. En Ecuador, además, se impuso un modelo de autoridad como el que rigió durante la “época plutocrática” y que ha caracterizado a las tradicionales oligarquías del cacao y del banano: poder despótico de los propietarios y extendida explotación social.
En Argentina la autoridad se impone con el fin de acabar con el Estado “parásito” y establecer el reino del capital privado. Ecuador vuelve a ser un país aislado en los Andes, mientras Argentina llama la atención internacional. En ambos países las clases medias, los trabajadores, los sectores populares aceleradamente son afectados en derechos y en condiciones de vida y trabajo [2], como lo evidencian múltiples estudios académicos y los reportes de entidades internacionales como CEPAL y OIT. La desinstitucionalización galopa en ambos y en Ecuador, además, con el imparable ascenso del narcotráfico y la narcopolítica, que, de acuerdo con quienes los analizan, también se ha infiltrado en policía y fuerzas armadas, como lo destaca en varios trabajos el profesor Luis Córdova [3].
El problema no está simplemente en las figuras de los presidentes. Existe un asunto de fondo: el modelo económico que les orienta privilegia exclusivamente a los sectores empresariales privados, relegando la atención al conjunto de la población nacional. Para el pensamiento libertario el Estado roba y estorba; para la oligarquía ecuatoriana los recursos públicos son parte del negocio. Pero volviendo al auténtico anarquista Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), lo que hay que comprender, finalmente, es que la propiedad es un robo.
Juan José Paz y Miño Cepeda*. Doctor en Historia Contemporánea. Miembro de Número de la Academia Nacional de Historia de Ecuador; fue vicepresidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC), entidad de la que es Director Académico en Ecuador.
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Foto de portada: Composición Mi Buenos Aires Querido- Tango y Arte- Pedro Uhart
Referencias:
[1] https://t.ly/vMPp7 [2] https://t.ly/md7qY [3] https://t.ly/XUuu_