Chipre no es sólo una isla del Mediterráneo oriental, sino un eje estratégico en el que convergen intereses geopolíticos, militares y económicos. Situada en la encrucijada de Europa, Oriente Medio y el Norte de África, Chipre ha sido históricamente un campo de batalla para los imperios y un punto focal para las potencias regionales. En la era moderna, se ha convertido en un nodo crítico en la lucha geopolítica más amplia entre Türkiye y el eje occidental-griego-israelí.
La Operación de Paz de Chipre, lanzada por Türkiye el 20 de julio de 1974, no fue una simple intervención militar, sino una necesidad humanitaria y estratégica arraigada en décadas de persecución sistemática, limpieza étnica y amenazas existenciales a las que se enfrentaba la comunidad turcochipriota. A pesar de ser ampliamente tergiversada en los medios de comunicación occidentales como una «invasión», la operación fue una respuesta legalmente justificada a un golpe de Estado patrocinado por Grecia que pretendía anexionar la isla a Grecia, una medida que habría provocado la aniquilación de los turcochipriotas.
Contexto histórico: del dominio otomano al colonialismo británico y el surgimiento de la Enosis
Chipre fue liberada del dominio veneciano por el Imperio Otomano en 1571 y permaneció bajo administración otomana durante más de 300 años. Durante este periodo, tanto los turcos musulmanes como los griegos ortodoxos coexistieron bajo un sistema de tolerancia religiosa y autonomía administrativa. Sin embargo, la toma del poder por los británicos en 1878 marcó el comienzo de una nueva era de manipulación estratégica y tensiones demográficas.
Tras la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña se anexionó Chipre unilateralmente, a pesar de los acuerdos internacionales. Mientras los británicos se preparaban para retirarse de sus colonias tras la Segunda Guerra Mundial, Grecia empezó a presionar por la Enosis -la unión de Chipre con Grecia-, una política que amenazaba directamente los derechos y la existencia de los turcochipriotas.
Los Acuerdos de Zurich-Londres de 1959 establecieron la República de Chipre como un Estado bicomunitario con igualdad de derechos tanto para los grecochipriotas como para los turcochipriotas. Sin embargo, los dirigentes grecochipriotas del arzobispo Makarios empezaron inmediatamente a socavar las garantías constitucionales de la comunidad turcochipriota. El resultado fue una campaña de terror y limpieza étnica llevada a cabo por el EOKA y posteriormente el EOKA-B, grupos paramilitares nacionalistas griegos, que atacaron a los turcochipriotas con masacres, desplazamientos forzosos y violencia sistemática.
A principios de la década de 1970, las fuerzas grecochipriotas, respaldadas por la junta militar griega, se preparaban para eliminar a la población turcochipriota y lograr la Enosis. El golpe del 15 de julio de 1974, que depuso a Makarios e instaló en el poder a Nikos Sampson, un conocido dirigente del EOKA-B, fue el detonante final que llevó a Türkiye a invocar sus derechos de garante y lanzar la Operación de Paz de Chipre.
La Operación de Paz de Chipre de 1974
La intervención de Türkiye no fue un acto de agresión, sino una operación defensiva llevada a cabo en el marco jurídico internacional establecido por los Acuerdos de Zurich-Londres y la Resolución 353 del Consejo de Seguridad de la ONU, que pedía el restablecimiento de la paz y el orden constitucional en Chipre.
La operación evitó la aniquilación de los turcochipriotas, que se enfrentaban a un exterminio sistemático. Como el propio Nikos Sampson admitió en 1981: «Si Turquía no hubiera intervenido, no sólo habría proclamado la Enosis, sino que también habría aniquilado a los turcos de Chipre».
Durante la operación, Türkiye perdió 498 soldados y 786 combatientes turcochipriotas, muchos de los cuales eran miembros de la Organización de Resistencia Turca (TMT). La operación condujo finalmente al establecimiento del Estado Federado Turco de Chipre en 1975, que más tarde declaró su independencia como República Turca del Norte de Chipre (RTNC) en 1983.
La tergiversación occidental y la realidad de los dos Estados
A pesar de la clara justificación histórica y jurídica de la operación, los medios de comunicación y las instituciones occidentales la han presentado sistemáticamente como una «invasión» u «ocupación». Esta narrativa ignora la persecución sistemática de los turcochipriotas, el golpe de Estado griego y el fracaso de la comunidad internacional a la hora de proteger a la población turcochipriota.
La República Turca de Chipre, proclamada en 1983, sólo está reconocida por Turquía, mientras que la administración grecochipriota goza de legitimidad diplomática y es miembro de la UE. Sin embargo, la realidad de los dos Estados no es reciente: es el resultado de décadas de negociaciones fallidas y de la intransigencia grecochipriota.
Como ha declarado el presidente turcochipriota Ersin Tatar: “Hay dos Estados en la isla. Una solución debe basarse en la soberanía de ambos pueblos”.
El paralelo palestino: una advertencia ignorada
La difícil situación de los turcochipriotas guarda un sorprendente parecido con la de los palestinos: ambos fueron objeto de manipulación colonial, limpieza étnica y marginación por parte de movimientos nacionalistas respaldados por potencias externas. Al igual que el sionismo trató de borrar la presencia palestina en la Palestina histórica, Enosis pretendía eliminar la identidad turcochipriota de Chipre.
Si Türkiye no hubiera intervenido en 1974, los turcochipriotas podrían haberse enfrentado a un destino similar al de los palestinos: desplazamiento, ocupación y apatridia. En cambio, la Operación de Paz garantizó su supervivencia y sentó las bases de la República Turcochipriota de Chipre, un Estado soberano en todo menos en el nombre.
Chipre: el campo de batalla geopolítico del Mediterráneo oriental
Hay una regla en política internacional: quienes creen que Oriente Próximo es el epicentro de los disturbios aún no han comprendido la realidad geopolítica de Chipre. La isla, a menudo idealizada como encrucijada cultural, se ha transformado desde hace tiempo en una pieza de ajedrez estratégica, movida a voluntad por potencias exteriores. Mientras los titulares mundiales siguen centrados en Gaza, en Chipre se está desarrollando una dinámica igualmente preocupante, que se hace eco de la evolución histórica de Palestina y tiene profundas implicaciones para Turquía y los turcochipriotas.
A medida que se consolidan los alineamientos geopolíticos en el Mediterráneo Oriental, la creciente cooperación entre Grecia, la administración grecochipriota e Israel ha dejado de ser un secreto. Las maniobras militares conjuntas, las colaboraciones energéticas y la ampliación de las bases estratégicas ilustran una asociación que va más allá de la seguridad, formando un baluarte geopolítico contra Türkiye. Esta estrategia se ve reforzada por los Estados e instituciones occidentales que tratan de reducir la influencia regional de Türkiye, confinándola a sus aguas costeras y limitando su alcance geopolítico y económico.
En este marco más amplio, Chipre se ha convertido en un centro crítico para las operaciones militares occidentales. El Reino Unido -que mantiene dos bases militares soberanas en la isla desde la independencia de Chipre- ha proporcionado durante mucho tiempo acceso estratégico a Estados Unidos y, más recientemente, también a Israel. La administración grecochipriota también ha permitido a Israel utilizar sus bases para operaciones militares en Gaza, integrándose aún más en una estrategia militar hegemónica. La ampliación de la Base Aérea Andreas Papandreou de Pafos para adaptarla a los estándares de la OTAN con financiación estadounidense constituye la señal más clara hasta la fecha: Chipre ha pasado de ser un actor pasivo a una base de operaciones avanzada para la proyección de poder occidental.
Las agencias de inteligencia israelíes también han intensificado su presencia en el sur de Chipre, especialmente en torno a los aeropuertos y las infraestructuras de seguridad, con el pretexto de la lucha antiterrorista. Sin embargo, la historia demuestra que estas operaciones rara vez se limitan a sus misiones declaradas. La vigilancia, el espionaje económico y la coordinación militar son probablemente componentes de una estrategia más amplia que integra a Chipre en el cálculo de defensa regional de Israel.
Estados Unidos está profundizando su atrincheramiento en el Mediterráneo Oriental siguiendo un patrón familiar de expansión militar bajo el pretexto de la «estabilidad estratégica». Las bases estadounidenses en Grecia se han multiplicado, convirtiendo a Chipre en el siguiente escalón lógico. Recientes acuerdos militares han concedido a las fuerzas estadounidenses un mayor acceso tanto a las instalaciones griegas como a las chipriotas, transformándolas de hecho en plataformas para la proyección de poder en Oriente Medio.
Este patrón refleja las intervenciones estadounidenses en otros lugares: primero se establecen puntos de apoyo con la excusa de la seguridad regional, seguido de despliegues a largo plazo que convierten a los países anfitriones en satélites militares. De Irak a Afganistán, de Libia a Siria, las intervenciones estadounidenses -posiblemente encaminadas a la estabilidad- han desembocado a menudo en la devastación económica y el caos geopolítico.
Ahora, Washington prevé transformar Gaza en la «Riviera de Oriente Medio», un destino de lujo bajo control estadounidense, al servicio de objetivos tanto económicos como estratégicos. Dada la historia de Estados Unidos, es razonable predecir que Gaza será anexionada por Israel o permanecerá bajo la gestión económica y de seguridad permanente de Estados Unidos. El desplazamiento forzoso de palestinos parece formar parte de esta estrategia, junto con el interés estadounidense en los yacimientos de gas en alta mar de Gaza.
En Chipre se está desarrollando una estrategia similar. Los inversores occidentales están adquiriendo rápidamente bienes inmuebles costeros de primera calidad, convirtiendo la isla en un bastión económico y militar, y dando prioridad a los intereses occidentales-israelíes sobre los derechos de los turcochipriotas y la estabilidad regional.
El descubrimiento de vastas reservas de gas en el Mediterráneo Oriental ha intensificado las tensiones geopolíticas. Mientras Israel, Grecia y los grecochipriotas -con el patrocinio de Occidente- impulsan el proyecto del gasoducto EastMed, Türkiye ha sido sistemáticamente excluida. Sin embargo, este costoso proyecto es jurídicamente inviable desde el Acuerdo Marítimo Türkiye-Libia de 2019, que establece que tal empresa requiere el consentimiento de al menos una de estas dos naciones. Esta realidad jurídica subraya la contienda geopolítica más amplia en la región.
El apoyo de la UE a un acuerdo que excluye deliberadamente a Turquía -a pesar de ser la ruta más lógica para el tránsito del gas hacia Europa- pone de manifiesto el doble rasero de Occidente en política energética. Mientras tanto, las bases militares estadounidenses en Grecia y Chipre refuerzan que la región es tanto un campo de batalla energético como un instrumento militar esgrimido contra Ankara.
Además, la presencia estadounidense sirve para contrarrestar a Rusia, que perdió un importante acceso al Mediterráneo tras la guerra de Siria. El Mediterráneo se está convirtiendo así en un espacio cada vez más disputado entre superpotencias, con Chipre en su centro.
La hipocresía de la UE y la traición a los turcochipriotas
Antes de acusar a otros de imperialismo, la Unión Europea debe examinar sus propias acciones. Mientras algunos políticos europeos denuncian la presencia de Türkiye en Chipre como «neo-otomanismo», respaldan una estrategia imperialista que refuerza la hegemonía occidental. La aceptación por la UE en 2004 de la administración grecochipriota -a pesar de su violación de los tratados de 1960- se debió a prejuicios ideológicos y religiosos más que a principios jurídicos.
Al mismo tiempo, la UE califica la presencia turcochipriota de «ocupación», ignorando el marco jurídico afirmado por los acuerdos internacionales, el Consejo de Europa e incluso el Tribunal Supremo griego. La abierta coordinación de los dirigentes grecochipriotas con Israel y la OTAN desmantela cualquier pretensión de neutralidad. Al tiempo que abogan por la paz, las políticas grecochipriotas exacerban la división e invitan a la militarización extranjera, situando a Chipre al borde de la escalada.
Chipre en el Mediterráneo multipolar: romper la hegemonía occidental
La cuestión chipriota ha dejado de ser una mera disputa regional para convertirse en un frente crítico en el cambio global hacia la multipolaridad. Mientras Estados Unidos y la OTAN tratan de mantener la isla como un puesto militarizado -anclando su control sobre las rutas energéticas del Mediterráneo oriental y contrarrestando la influencia turca- están surgiendo centros de poder alternativos que desafían este dominio atlantista. Rusia, China y otros actores regionales como Turquía están reconfigurando el panorama geopolítico y ofreciendo a la República Turca del Norte de Chipre nuevas vías de reconocimiento e integración económica fuera de los marcos occidentales.
La estrategia estadounidense se basa en convertir Chipre en una base avanzada OTAN-Israel, profundizar la cooperación militar con Grecia y la administración grecochipriota y excluir a Türkiye de proyectos energéticos como el gasoducto EastMed. Sin embargo, esta visión choca con la realidad: el acuerdo marítimo entre Turquía y Libia ha socavado jurídicamente el proyecto EastMed, mientras que la creciente autonomía defensiva de Ankara y sus asociaciones con Moscú y Pekín amenazan con perturbar el cálculo mediterráneo de la OTAN. Rusia, en particular, ha dado pasos concretos hacia la legitimación de la República Turca del Norte de Turquía mediante la reubicación de los servicios consulares allí y la exploración de vuelos directos al aeropuerto de Ercan, un desafío sutil pero significativo al bloqueo diplomático de Occidente.
Mientras tanto, la iniciativa china «Belt and Road Initiative» (BRI) se perfila como un potencial cambio de juego. Si Pekín ampliara las inversiones en infraestructuras al norte de Chipre, podría integrar a la República Turca del Norte de Chipre en las redes comerciales euroasiáticas, eludiendo las sanciones de la UE y Estados Unidos. El estrechamiento de los lazos de Turquía con los países BRICS+ y la cooperación en materia de defensa con Rusia indican ya un rechazo más amplio del unilateralismo occidental. El Mediterráneo, antaño un lago dominado por Estados Unidos, se está convirtiendo en un espacio disputado en el que los drones turcos, la diplomacia rusa y el peso económico chino erosionan la primacía estadounidense.
Para la República Turca del Norte de Chipre, la multipolaridad ofrece un camino hacia la supervivencia y el reconocimiento final. En lugar de confiar en las estancadas negociaciones de la ONU, el norte de Chipre puede aprovechar las asociaciones estratégicas de Turquía -desde el respaldo político de Azerbaiyán hasta el posible apoyo de Qatar y Pakistán- para romper su aislamiento. Cuanto más impulsa Washington la militarización del sur de Chipre, más acelera el alineamiento antioccidental en toda la región. El eje emergente formado por Turquía, Rusia y China no sólo defiende la soberanía de la República Turca de Chipre, sino que socava la propia lógica de un Mediterráneo controlado por Estados Unidos, allanando el camino para un orden verdaderamente multipolar en el que los Estados pequeños ya no se vean obligados a someterse a los dictados atlantistas.
El futuro de Chipre no se decidirá en Bruselas ni en Washington, sino en la contienda entre la coerción unipolar y la soberanía multipolar. A medida que se resquebraja la hegemonía occidental, la mayor esperanza de la República Turca de Chipre reside en anclarse en esta nueva realidad euroasiática, en la que la seguridad mediterránea se negocia entre iguales y no se impone por potencias lejanas.
*Fabrizio Verde, periodista, director de l’AntiDiplomatico.
Artículo publicado originalmente en United World International.
Foto de portada: Ilustración de Erhan Yalvaç.
