Desde su vuelta al poder el 1 de enero de 2023 Luis Inácio Lula Da Silva se ha perfilado como referente regional y global en el nuevo mundo multipolar. En diferentes oportunidades ha manifestado su intención de mediar entre Rusia y Ucrania para poner fin a la guerra y en Sudamérica ya impulsa la reactivación de Unasur como espacio para la articulación regional.
Recientemente, en la cúpula del G7 realizada en Hiroshima, Japón, el presidente brasileño volvió a posicionarse al decir que «es necesario romper mitos y abandonar paradigmas que se desmoronan» y que «el sistema financiero mundial debe estar al servicio de la producción, el trabajo y el empleo». En dicha oportunidad también aprovechó para defender a los países que sufren las presiones del FMI y el Banco Mundial: «El endeudamiento externo de muchos países, del que fue víctima Brasil en el pasado y que ahora asola Argentina, es la causa de una desigualdad flagrante y creciente, y exige que el Fondo Monetario Internacional aborde las consecuencias sociales de las políticas de ajuste». Posteriormente y en sintonía con el presidente de India Narendra Modi, Lula llegó a defender la creación de una moneda de los BRICS al tiempo que sugirió la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, ocasión en la cual también apuntó que «el mundo no es más el de 1945».
Lula sabe de equilibrios. Antes de firmar una declaración conjunta con Joe Biden condenando la invasión rusa a Ucrania, ya se había negado a enviar armas al gobierno de Zelensky. Si bien desde algunos sectores pro rusos se acusó al brasileño de estar alineado a los intereses de Estados Unidos, el acuerdo con China para realizar el comercio en reales y yuanes y los cuestionamientos del propio Lula a la hegemonía del dólar en el viaje que realizó a China, echan por tierra estas acusaciones.
Esta capacidad de equilibrarse en un escenario inestable se vio también con la visita de Alberto Fernandez y la comitiva argentina a Brasil. En esa oportunidad, Lula prometió interceder en los BRICS para acelerar la incorporación de Argentina al grupo y también adelantó que buscaría mediar con el FMI para que le saque “el cuchillo del cuello” al gobierno argentino.
No hay dudas acerca de la destreza política del presidente brasileño. Sus cuestionamientos al ya caduco orden mundial impuesto desde occidente, si bien no tienen el potencial de impulsar un cambio de paradigma regional, muestran una autonomía que no se ve en ningún otro líder regional. Sin embargo, dicha destreza tiene importantes limitaciones, principalmente hacia dentro de Brasil.
Aún con el peso político del actual presidente y lo que su vuelta al poder significa tras cuatro años de bolsonarismo, el actual gobierno no ha conseguido hasta el momento consolidar una base en el Congreso que le permita avanzar con proyectos importantes para la actual gestión. Desde el comienzo de la actividad parlamentaria, fueron varias las propuestas que se encontraron con la resistencia de la mayoría legislativa.
En mayo, desde el Ejecutivo se impulsó por decreto una modificación sobre el marco jurídico del saneamiento. El proyecto sobre el tema prevé poner fin a varias decisiones impulsadas por el propio gobierno. El mismo fue aprobado en la Cámara de Diputados por amplia mayoría: 295 votos a favor y 136 en contra., consolidando una fuerte derrota para el Ejecutivo.
Otra propuesta importante -que debió ser retirada de la pauta de debate para que no sea derrotada y, con ello, impedida de avanzar en el ámbito legislativo- es el proyecto de ley para combatir las noticias falsas. Tras varias semanas de negociación y adaptación del texto, el mismo fue retirado de la pauta de debate ante la imposibilidad de su aprobación, en un intento para evitar una nueva derrota y, con ello, un desgaste aún mayor del gobierno.
La reforma tributaria es hasta el momento uno de los principales dolores de cabeza por tratarse de una medida fundamental sin garantías para avanzar en el Congreso pero urgente para equilibrar las cuentas públicas y aliviar las presiones del empresariado brasileño.
La base de apoyo de Lula en la Cámara es al momento de 220 diputados. Sin embargo, no todos los partidos que en teoría conforman esa base apoyan los proyectos que llegan del Ejecutivo.
Las que más resistencia generan dentro del legislativo son aquellas medidas para sostener políticas públicas consideradas fundamentales para el gobierno, como son Bolsa Familia y Mi Casa Mi Vida.
La instalación de comisiones mixtas para el análisis de estos textos enfrentó dificultades debido a las diferencias entre el presidente de la Cámara de Diputados Arthur Lira y el presidente del Senado, Rodrigo Pacheco (PSD-MG).
Lira llegó a reunirse con Lula y le expresó la necesidad de que el Ejecutivo se amolde a una mayor autonomía del Legislativo. También habló de algunas insatisfacciones de los parlamentarios ante la articulación política del Planalto.
No se trata de un asunto menor. Las características de la política brasileña hacen que ninguna gestión avance en la concreción de su agenda sin el apoyo del Congreso. Durante el segundo mandato de Dilma Rousseff como presidenta, la oposición en el Congreso encabezada por el entonces presidente de la casa Eduardo Cunha fue la clave para impedir que avance la agenda del gobierno y, consecuentemente, para consolidar una base parlamentaria capaz de votar su destitución.
La mayoría conservadora que actúa en el Congreso, uno de los datos más sobreslaientes de la elección de octubre de 2022, sumado a las pretensiones de muchos de los propios aliados muestran un panorama preocupante para el gobierno. Las negociaciones por cargos y ministerios no garantizan el apoyo en el parlamento y, al mismo tiempo, le restan fortaleza a la gestión cuando todavía no se cumplieron seis meses desde la asunción de Lula. A su vez, esto le resta capacidad de maniobra al gobierno, ya que el respaldo a los partidos aliados se vuelve fundamental para no poner en duda el apoyo en el Congreso, aunque esto implique justificar denuncias de corrupción que de por si ganan más relevancia durante un nuevo gobierno del PT.
Si bien el presidente es visto como un gran articulador, las dificultades que enfrenta en el Congreso dejan a la vista las limitaciones del gobierno hacia dentro del país. Si bien no hay dudas acerca del liderazgo internacional del presidente brasileño, no son pocos los problemas de la actual gestión para avanzar con su agenda, muchos de los cuales pueden resultar un factor determinante para la continuidad del propio Lula y de la coalición de gobierno que encabeza.
*Ana Laura Dagorret es analista internacional, coautora del Manual breve de geopolítica y parte del equipo de PIA Global.
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