Área Árabe Islámica

En Gaza… como en Vietnam

Las matanzas israelíes en Gaza despiertan los fantasmas de Vietnam en Estados Unidos. La complicidad de Washington con el genocidio se vuelve intolerable. Indigna. Provoca repudio y revuelta de la gente decente. Como en la década de los años sesenta, la juventud, los estudiantes universitarios, marchan, protestan, gritan “Free Palestine” (LIbertad para Palestina). Cada vez resulta más clara la intención del exterminio de un pueblo enrejado en Gaza, cercado, colonizado, masacrado, obligado a huir de los bombardeos, sin sitio para refugiarse. La complicidad del gobierno de Joe Biden, mediante el envío de armamento gratuito, pagado por contribuyentes, indigna.

La confesión por el jefe del Pentágono ante el Congreso de que son más de 25 mil las mujeres y niños asesinados en Gaza genera torturantes sentimientos de culpa, insoportables. 

Dos acontecimientos horrorosos ocurridos en los últimos días prueban el resurgimiento de las monstruosidades cometidas por Estados Unidos contra el pueblo vietnamita, lecciones de terrorismo de Estado que «Israel» sigue al pie de la letra como aventajado pupilo. 

Entre el último domingo de febrero y el primero de marzo, en vísperas de 150 días de la guerra de exterminio emprendida por el Estado sionista en la Franja de Gaza, el paralelo con los crímenes genocidas de Washington contra el pueblo vietnamita salta a la vista. El descrédito y fracaso inevitable de los agresores, también se vislumbra.  

La inmolación de un joven aviador estadounidense envuelto en llamas gritando “Free Palestine” y el ametrallamiento de una multitud de desesperados palestinos que intentaba conseguir comida de un convoy de ayuda humanitaria, marcaron el cierre de la semana en Gaza. Ambos hechos sonaron como fuertes campanazos de alarma que estremecen el mundo. 

Aaron Bushnell, de 25 años, miembro en servicio activo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, se inmoló el domingo 25 de febrero prendiéndose fuego, mientras transmitía en directo por la plataforma Twitch, frente a la embajada israelí en Washington al grito de “Libertad para Palestina”

La cobertura de la gran prensa solo abundó en los motivos del joven –de presunto origen judío- después de circular ampliamente en las redes sociales. Aaron dijo: “Ya no seré cómplice del genocidio. Estoy a punto de participar en un acto de protesta extremo, pero en comparación con lo que la gente está experimentando en Palestina a manos de sus colonizadores, no es nada extremo. Esto es lo que nuestra clase dominante ha decidido que será normal”.

Cientos de personas, incluidos muchos judíos, se congregaron en las afueras de la embajada israelí en Washington para una vigilia en honor del militar estadounidense, según se vio en fotos difundidas incluso por la BBC.

Confirmando a su modo la denuncia del joven Bushnel, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ante las críticas internacionales, defendió la bárbara ofensiva contra la población de Gaza, afirmando que Estados Unidos estaría «haciendo muchísimo más» si hubiera sufrido un ataque de este tipo.

Con su estremecedora protesta, Aaron Bushnel desenterró el precedente plantado el 11 de junio de 1963 por Thich Quang Duc, el monje vietnamita, de 70 años de edad, que se prendió fuego en una transitada calle de Saigón (hoy en día, Ciudad Ho Chi Minh) en protesta contra el régimen represivo, anticomunista y discriminatorio de los budistas de Ngo Dinh Diem, quien gobernaba el sur de Vietnam con el apoyo de Estados Unidos. 

Otros monjes vietnamitas se inmolaron a lo largo de la cruenta guerra y jóvenes estadounidenses siguieron su ejemplo en Estados Unidos, en demanda de su retirada de Vietnam.  El desenlace tardó otros 13 años, pero los últimos personeros de Washington huyeron de Saigón en estampida, colgados de un helicóptero.

Aarón no es el primero en prenderse fuego en protesta por la matanza en Gaza. El pasado mes de diciembre, una mujer hizo algo similar frente al consulado de «Israel» en Atlanta. Según reportes sobrevivió y permanece aislada en el hospital.

A pesar de la enorme tasa de víctimas civiles en Gaza y la presión internacional, la Casa Blanca continúa brindando apoyo incondicional a la matanza ejecutada por el gobierno israelí.

“La administración de Joe Biden y el Congreso siguen dando luz verde a las atrocidades de «Israel», ya que no logra ninguno de sus objetivos declarados, como destruir a Hamas, devolver a los cautivos o brindar seguridad a los israelíes”, escribió el abogado palestino-estadounidense Ashraf W. Nubani.

“La espiral de la catástrofe humanitaria sin precedentes en Gaza” –así la califica The Washington Post– trasciende cada nuevo día lo imaginable, lo predecible, y la implicación del Gobierno de EE.UU. y ese poder real y oculto que los expertos llaman “el establishment”, conjunción del complejo militar-industrial y el sistema financiero, verdaderos nidos de la geopolítica del poder imperial que pretende retener su tambaleante influencia en Medio Oriente.

Por eso, la horripilante matanza de civiles del jueves en la que al menos 112 palestinos murieron y otros 760 resultaron heridos, ametrallados por soldados israelíes, cuando intentaban conseguir alimentos de un convoy de ayuda humanitaria, queda como “un hecho lamentable” que “debe ser investigado”. 

Entretanto, “’Israel'» está utilizando la ayuda humanitaria como arma estratégica”, según admitió el diario Haaretz, que solo cuestiona la falta de una estrategia efectiva para el uso de la criminal arma de la muerte por hambre.

La mayor parte de los más de dos millones de habitantes de Gaza se enfrentan a la perspectiva de la hambruna, una situación que constituye la disminución más rápida jamás registrada en el estado nutricional de una población, según los trabajadores humanitarios. 

Los niños mueren de hambre al ritmo más rápido que el mundo jamás haya conocido.

El hambre y las enfermedades empujan a innumerables habitantes de la Franja a realizar búsquedas diarias desesperadas de alimentos y agua.

Alrededor de 500 camiones entraban a Gaza cada día antes de la guerra, recordó The Washington Post. En febrero, sólo 98 vehículos por día cruzaron en promedio, según la ONU, en comparación con una media de 170 en 24 horas en enero. En varios días del mes pasado se podían contar con los dedos de la mano.

El cierre deliberado de entrada de ayuda a Gaza es un punto central de la acusación de genocidio de Sudáfrica contra «Israel» ante la Corte Internacional de Justicia. 

El tribunal de La Haya no se ha pronunciado sobre la cuestión, pero a finales de enero ordenó a «Tel Aviv» «tomar medidas inmediatas y efectivas para permitir la prestación de servicios básicos y la ayuda humanitaria necesaria con urgencia».

La administración Biden –que mantiene sin cesar el suministro de armas, municiones y dinero a los sionistas- intentó cubrir su apoyo y complicidad con semejante violación del derecho humanitario con una aparatosa maniobra propagandística de lanzar desde el aire alimentos sobre Gaza para aliviar la crisis. 

El sábado pasado, aviones jordanos contratados por Estados Unidos lanzaron 38 mil comidas para calmar la demanda de más de dos millones de desplazados. 

Un gesto tan ridículo solo podía provocar el comentario sobre el cinismo de tal gesto por parte del mismo gobierno proveedor de los aviones y bombas utilizados para matar sin contemplaciones. 

«Las armas fabricadas en EE.UU. facilitaron los asesinatos en masa de familias extensas», dijo la secretaria general de Amnistía, Agnes Callamard.

Sin embargo, The Washngton Post presentó “las notables escenas de paquetes de ayuda estadounidense flotando hacia los palestinos hambrientos como el ejemplo más claro hasta ahora de la brecha que ha crecido entre la administración Biden y el gobierno israelí por la guerra de Gaza”.

Lo que salta a la vista es que esta es otra guerra –tal vez la más importante- de Estados Unidos en Medio Oriente donde pretende ejercer un control absoluto, desde su principal base militar –construida a un costo de 350 000 millones de dólares en aportes públicos desde 1948 a la fecha- y al parecer el administrador de turno –perturbado por sus fracasos- olvida quien es el patrón.

En un acto más claro que el agua la Casa Blanca llamó a Washington al ministro de Defensa del actual “gabinete de guerra” Benny Gantz, líder del Partido de Unidad Nacional (opositor de Netanyahu) quien se reuniría de inmediato con la vicepresidenta Kamala Harris con lo que parece un inminente “golpe palaciego” para poner en práctica sin más dilación la estrategia de la administración Biden, quien da muestras de impaciencia ante la presión que el curso de la guerra en Gaza tiene sobre su caudal electoral demócrata.

Una nueva encuesta de Data for Progress encontró que alrededor de dos tercios de los votantes apoyan la idea de que Estados Unidos impulse un alto al fuego permanente en la Franja. Otras fuentes refieren una fuerte corriente demócrata opuesta a continuar el suministro de armamentos a «Israel» para una guerra de nunca acabar.

Los tres vetos impuestos por la Casa Blanca en las votaciones del Consejo de Seguridad de la ONU que exigían un cese del fuego humanitario inmediato revelaron el interés del gobierno norteamericano en proseguir la guerra hasta doblegar a la Resistencia Palestina e imponer sus propios planes tras el esperado aniquilamiento de Hamas o su rendición. Netanyahu no lo ha conseguido y Biden está urgido de poner en práctica su plan.

Por una curiosa coincidencia, la influyente revista Foreign Affairs, acaba de publicar un artículo de fondo firmado por el ex primer ministro Yehud Barack, quien expone con diáfana claridad la alternativa que la administración Biden presentó a Netanyahu y su gobierno de extrema derecha y ultra ortodoxos extremistas judíos.

Según Barack, “la administración Biden ha presentado a Netanyahu una propuesta para un nuevo orden regional de posguerra que pondría fin a la capacidad de Hamas de amenazar a «Israel» y gobernar Gaza, y pondría el control del territorio en manos de una Autoridad Palestina “revitalizada” (con la asistencia de los gobiernos árabes), normalizar las relaciones entre «Israel» y Arabia Saudita y establecer una alianza de defensa formal entre Estados Unidos y Arabia Saudita.

Todo esto estaría condicionado a que «Tel Aviv» aceptara un proceso político con el objetivo a largo plazo de una solución de dos Estados, con el respaldo de gobiernos árabes amigos de Washington y opuestos a Irán y sus socios y representantes. La visión es la de un proceso que eventualmente produciría un estado sionista fuerte y seguro que viva al lado, detrás de fronteras seguras y acordadas, con uno palestino viable y desmilitarizado en Cisjordania y Gaza”.

Netanyahu, añade: “puede sumarse al plan respaldado por Estados Unidos para “el día después” en Gaza y al mismo tiempo expresar reservas israelíes.” Es decir, lo del Estado palestino se puede diluir a largo plazo.

Por otra parte, dice Barak: “si continúa rechazando el enfoque de Biden, Netanyahu corre el riesgo de arrastrar a «Israel» aún más al barro en Gaza; desencadenar una tercera intifada en Cisjordania; entrar en otra guerra con Hizbullah, la milicia libanesa respaldada por Irán; relaciones profundamente dañinas con Estados Unidos, de los que dependen para obtener municiones, apoyo financiero y respaldo diplomático crucial; poner en peligro los llamados Acuerdos de Abraham que normalizaron las relaciones con Bahréin, Marruecos, Sudán y los Emiratos Árabes Unidos (y las esperanzas de que Arabia Saudita se una al club); e incluso arrojar dudas sobre los acuerdos de paz de larga data de con Egipto y Jordania. Cualquiera de estos resultados sería terrible; cualquier combinación de ellos sería un desastre histórico.” Barak resume lo que en realidad importa a Washington. Todo lo que descarriló la operación Diluvio de Al Aqsa.

En medio de la guerra genocida, los palestinos continúan resistiendo, como lo prueban a diario las bajas militares del ejército israelí, embarcado en una guerra irregular con una milicia que a pesar de su desventaja en suministros bélicos se mueve en su terreno con el apoyo de la población local, que guste o no, a pesar de todos sus sufrimientos, la reconoce como defensora de sus legítimos derechos. Tal como le ocurrió a las tropas de Estados Unidos en Vietnam -donde ni los bombardeos con napalm lograban extirpar los brotes guerrilleros- en Gaza los 150 días de la matanza aérea y la sangrienta incursión terrestre, el hambre, la carencia de agua, medicinas, electricidad, las inclemencias del clima y la vida a la intemperie, no consiguen doblegar a la Resistencia Palestina.  

El ejército israelí sufre una conmoción y un “grave problema de personal”, informó el viernes último el periódico sionista Yedioth Ahronoth. “Después de 147 días de combates, el ejército está experimentando una escasez de personal cada vez mayor”, y destacó la solicitud de otros siete mil 500 puestos de oficiales y suboficiales, mientras el Tesoro pretende aprobar dos mil 500. Esos efectivos deben reemplaza unos a “582 soldados caídos en combate” a los que se suman “varios miles más físicamente y con daños psicológicos” al punto que no pueden volver al campo de batalla. 

Esta guerra no va bien para «Israel», ni para Estados Unidos el principal interesado en torcer a su favor el desenlace. No por gusto el jefe del Comando Central del Ejército norteño recorrió en las últimas jornadas Egipto, Jordania, las bases ilegales en territorio de Siria e «Israel», donde se reunió con el jefe de Estado Mayor y el ministro de Defensa, según reveló el canal 12 de la televisión sionista.

Los estrategas estadounidenses tienen frescas las lecciones de guerra en Líbano, Irak, Siria, Afganistán y es poco probable que hayan olvidado las de Vietnam. En todo caso, las calles de decenas de ciudades de la Unión inundadas de manifestantes y la imagen imborrable de uno de sus soldados prendiéndose fuego mientras reclama “Libertad para Palestina” traen un mensaje imposible de ignorar.

Leonel Nodal* Analista político cubano. Columnista Internacional del diario cubano Juventud Rebelde.

Este artículo ha sido publicado en el portal espanol.almayadeen.net/

Foto de portada: almayadeen.net/

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