Haití era un mal ejemplo para los Estados Unidos. Los negros haitianos no sólo se habían liberado del colonialismo español, inglés y francés, sino que también se habían liberado de la oprobiosa esclavitud. Mientras la abolición se implementaba en la isla caribeña, miles y miles de esclavos se desangraban en las plantaciones sureñas del país fundado por Washington.
Los gobiernos estadounidenses siempre se ensañaron con Haití. Primero lo bloquearon, para luego apoyar a la oligarquía blanca en el despojo de las tierras de los campesinos pobres. Las plantaciones de azúcar se abrieron paso junto a la trágica deforestación. No satisfecho con esto, en 1915 invadieron el país, llevándose la caja de caudales con todas las reservas monetarias, apoderándose de la Aduana, permitiendo que extranjeros pudieran comprar tierras haitianas e instalando a la Haitian American Sugar Companycomo la principal empresa agroindustrial y al City Bank como el principal ente financiero.
Uno de quienes estuvo al mando de la invasión fue el general Smedley Butler. Este personaje, premiado con honores y medallas, ya en su retiro y con una mezcla de cinismo y sinceridad dijo: “He servido durante 30 años y cuatro meses en las unidades más combativas de las fuerzas armadas norteamericanas: en la infantería de marina. Tengo el sentimiento de haber actuado durante todo ese tiempo de bandido altamente calificado, al servicio de los grandes negocios de Wall Street y sus banqueros”.
Ante la ocupación militar estadounidense, un grupo de oficiales patriotas, al mando de Carlomagno Peralte, organizó la resistencia. La guerra de guerrillas se desató en todo el territorio. La lucha fue cruenta y los yanquis tuvieron que apelar a refuerzos. El brutal accionar imperialista fue el asesinato en masa, incendios de poblaciones enteras, torturas y atropellos de todo tipo. La contracara a la bestialidad yanqui fue el heroísmo de los haitianos.
Sólo la traición pudo con Carlomagno Péralte. Un oficial gringo, disfrazado, lo asesinó pegándole un tiro en el corazón. Fue el 1 de noviembre de 1919 y su cadáver fue colgado y exhibido, atado a una puerta, en una plaza pública. Los yanquis fotografiaron el cuerpo de Carlomagno e hicieron circular la imagen para escarmiento de los haitianos insurrectos. Más los haitianos vieron en esa imagen un Cristo negro martirizado, y también un ejemplo de patriotismo y convicción revolucionaria.
En el centenario del paso a la inmortalidad del líder patriota y antiimperialista Carlomagno Peralte, el pueblo haitiano nuevamente está en lucha contra sus enemigos históricos.
Llama la atención la poca resonancia en los medios de este nuevo levantamiento del pueblo haitiano, y no digo solamente de los medios en manos del gran capital –que es lógico que ninguneen las protestas–, sino también de los medios progresistas o de izquierda.
¡Gloria eterna a Carlomagno Peralte!
¡Viva la lucha del heroico pueblo de Haití!