África

EN AFRICA NO HAY CONFLICTOS ETNICOS

Por Alfredo González Ruibal* – La violencia en África solo es incomprensible porque no queremos comprenderla, porque lo cierto es que responde a motivaciones mucho más materiales y racionales que la de muchos conflictos europeos.

La guerra ha vuelto al Cuerno de África. Y a los titulares, el “conflicto étnico” y las “tensiones étnicas”. Pero el conflicto étnico no existe. Es un invento. Y si existe no es, desde luego, en África. Se trata de una simplificación peligrosa, que desvía la atención de las causas verdaderas de la violencia y dificulta su resolución.

El caso de Etiopía es paradigmático. La crisis que actualmente afecta al país es muy compleja y tiene raíces profundas. Quizá por eso nos resulta más sencillo reducirlo todo a una lucha entre etnias. Salvajes que se masacran porque no pueden convivir civilizadamente.

¿Qué es exactamente un conflicto étnico? En su definición más básica, es el que afecta a dos o más grupos étnicos. La definición no dice nada sobre las causas del conflicto—al igual que sucede con “conflicto internacional”. En uno luchan grupos étnicos; en otro, naciones. Pero ¿por qué luchan? La identidad raramente suele ser el principal motivo. Se lucha por lo que se lucha siempre: por motivos económicos, religiosos, territoriales o ideológicos. Lo único que nos dice el “étnico” de conflicto étnico es la categoría de las unidades enfrentadas: no naciones ni facciones políticas, sino etnias.

El problema es que cuando hablamos de conflicto étnico la identidad de grupo pasa a primer plano independientemente de la importancia real que pueda tener.

 

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Jinetes de la etnia Agaw del altiplano etíope en el funeral de un jefe. El altiplano ha sido históricamente la zona de mayor conflictividad de Etiopía, pese a su homogeneidad cultural. ALFREDO GONZÁLEZ RUIBAL

 

Etiopía, el país de las cien etnias

Etiopía es un país culturalmente diverso. Se suele decir que existen 80 grupos étnicos, pero el número real se aproxima seguramente al centenar. Cien grupos con sus lenguas, sus costumbres, sus religiones. Normal que haya guerra, pensaremos. Pero no. No existe una correlación directa entre diversidad étnica y conflicto. De hecho, las zonas más étnicamente diversas de Etiopía, el sur y el occidente del país, han sido tradicionalmente las más pacíficas.

Pongamos el caso de los remotos valles del Yabus y el Daja, entre Sudán y Etiopía, que conozco bien. Aquí viven cuatro grupos étnicos: los gwama, los ganza, los uduk y los komo. No existe ni una sola referencia a que estas comunidades hayan luchado jamás entre ellas, al menos nada remotamente parecido a una guerra. Ni una prueba histórica, arqueológica o etnográfica. Ni siquiera razzias o peleas de vecinos. Y eso que son, en la imaginación occidental, el paradigma del “primitivo” africano.

Los conflictos de Amhara y Tigray, regiones con una antigua tradición estatal, son más parecidos a la violencia política, ideológica y dinástica de Occidente que a la violencia “africana” de nuestra imaginación

La situación es bien distinta en las zonas culturalmente homogéneas de Etiopía, como las regiones de Amhara y Tigray. La guerra, aquí, ha sido una constante durante los últimos mil años y con mucha frecuencia ha adoptado un carácter intraétnico (amharas contra amharas) o se ha producido entre grupos culturalmente muy semejantes (amharas contra tigrinos) ¿Por qué no hablamos de estas guerras y sí, en cambio, del “conflicto étnico”?

Pues porque en África lo que se espera son conflictos tribales, salvajes masacrándose unos a otros sin motivo aparente. Y los conflictos de Amhara y Tigray, regiones con una tradición estatal más antigua que la de Europa occidental, son más parecidos a la violencia política, ideológica y dinástica de Occidente que a la violencia “africana” de nuestra imaginación.

Las claves históricas del conflicto

¿De dónde sale el “conflicto étnico” actual en Etiopía entonces? Para descubrirlo hay que analizar la historia en perspectiva de larga duración. Y eso no lo suelen hacer los analistas políticos.

Entre los siglos XIII y XVI dos grupos conquistaron buena parte del territorio actual de Etiopía: por un lado, los amharas y tigrinos, herederos de la gran tradición estatal en el Cuerno de África, que se retrotrae al 800 a.C. Por otro, un grupo de pastores seminómadas, los oromo. Los amharas avanzaron desde el norte, los oromo desde el sur. Ambos crearon formaciones políticas jerarquizadas: los amharas, un imperio; los oromos, varias jefaturas o pequeños estados.

Ambos expulsaron, absorbieron y marginaron a las minorías indígenas de los territorios que ocuparon. Pero los amharas (y los tigrinos) se hicieron con el dominio total de lo que hoy es Etiopía a fines del XIX: conquistaron todo el territorio oromo y se expandieron más allá. Esta expansión coincidió con el reparto de África por parte de las potencias europeas, que reconocieron y legitimaron las conquistas etíopes. La ocupación de Oromía causó resentimiento en la población, pero las elites oromo se beneficiaron y recibieron cargos y prebendas en el nuevo orden imperial. Así pues, el conflicto no enfrentó tanto a amharas y oromos, como a las clases privilegiadas y a los campesinos, independientemente de la etnia.

Las causas reales de los conflictos

El conflicto “étnico” en el Cuerno de África es, en realidad, un conflicto por el poder y los recursos.

Es un conflicto por recursos en las regiones fronterizas, que solo se han integrado plenamente en el estado a partir de los años 70 del siglo pasado. En esas regiones viven comunidades indígenas consideradas “primitivas” por la sociedad dominante etíope—de la misma manera que los europeos consideraban “primitivos” a los africanos que colonizaban. Y como los europeos, los etíopes han tratado de extraer recursos de las zonas conquistadas, someter a los “salvajes” y, a veces, imponerles su religión y sus costumbres.

No es un conflicto étnico, es un conflicto entre el capitalismo depredador y quienes lo sufren: campesinos e indígenas, en Etiopía y en el resto del Sur Global

Hoy, los grupos dominantes expropian las tierras de las minorías, ceden su uso a multinacionales y a la agroindustria, construyen centrales hidroeléctricas que hacen inviable la vida de la población local y asientan colonos que la acorralan. Es el mismo conflicto que vemos en cualquier frontera del capitalismo: en el Amazonas, en el Chaco paraguayo o en las selvas de Indonesia. No es un conflicto étnico, es un conflicto entre el capitalismo depredador y quienes lo sufren: campesinos e indígenas, en Etiopía y en el resto del Sur Global.

El “conflicto étnico” es una lucha por el poder, también. Es el caso de la guerra actual entre el gobierno federal etíope y los tigrinos—más bien, el Frente de Liberación Popular de Tigray o TPLF, que controló el país entre 1991 y 2018. También aquí es erróneo hablar de etnicidad. Es una lucha por el control de las instituciones y los recursos del Estado y por el modelo de Estado que se quiere imponer (más o menos federal o centralizado). Nada a lo que no estemos acostumbrados en Occidente.

¿No existen los conflictos étnicos pues? Sí, pero no en África, el lugar por excelencia de este tipo de conflictos en la imaginación occidental. Donde existen es, precisamente, en Occidente. De hecho, conflicto étnico es lo que encontramos en Cataluña, en Escocia o en Quebec. También fue conflicto étnico lo que llevaron los nazis a la Europa del Este. En todos estos casos, sangrientos o pacíficos, la clave sí es o era la identidad cultural de grupo.

 

Etiopia Guerra Etnica 2

Mujeres de las etnias Komo, Opuo y Amhara compartiendo café por la mañana en las tierras bajas del oeste de Etiopía. Esta región se caracteriza por su alta diversidad étnica y escasa conflictividad interétnica. ALFREDO GONZÁLEZ RUIBAL

 

Lo que pasa es que cuando nos referimos a nuestros problemas no hablamos de etnias, sino de naciones o nacionalidades (de razas, en la época del fascismo). No hablamos de odios ancestrales, sino de política. Porque la etnia es cosa de incivilizados, de tribus en el África profunda que se masacran de forma incomprensible y visceral. Pero la violencia en África solo es incomprensible porque no queremos comprenderla, porque lo cierto es que responde a motivaciones mucho más materiales y racionales que la de muchos conflictos europeos. Hablar de enfrentamientos étnicos en África, por tanto, es una forma de estigmatizar a sus habitantes. También, y esto es quizá lo más importante, de ocultar los problemas reales del continente, que son los que causa el estado desarrollista, el nacionalismo, la globalización y el capitalismo. Como en cualquier otra parte del mundo.

 

Alfredo González Ruibal, doctor en Arqueología Prehistórica por la Universidad Complutense de Madrid y científico titular en el Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC. Como arqueólogo y etnoarqueólogo ha investigado desde comunidades de cazadores-recolectores hasta sociedades postindustriales en diversos países del mundo (España, Brasil, Guinea Ecuatorial, Etiopía y Somalilandia). Sus artículos han aparecido en algunas de las principales revistas internacionales y entre sus libros más recientes se cuenta » Volver a las Trincheras. Una arqueología de la Guerra Civil » (Alianza Editorial, 2016).

 

Artículo publicado en El Salto