Durante su primera etapa en la Casa Blanca, los críticos lo acusaron de desestimar a África, de haber recortado algunos fondos, de haber limitado la inmigración y, según se dice, de haberse referido a algunos de sus países como «países de mierda».
Desde una mirada no occidentalista, la reelección de Trump representa tanto desafíos como oportunidades para el continente africano, el cual ha desarrollado un creciente protagonismo económico y geopolítico en la última década. Analizar este fenómeno sin imponer marcos de pensamiento europeos o estadounidenses permite observar los intereses, desafíos y oportunidades propias de las naciones africanas.
¿Un Espacio para la Autonomía Africana?
Durante su primer mandato, Trump dejó en clara su postura de «América Primero», un enfoque que privilegia intereses internos y reduce la intervención de Estados Unidos en asuntos extranjeros, al menos en comparación con administraciones previas. Desde una perspectiva africana, esta postura puede abrir un espacio para una mayor autonomía y diversificación en sus alianzas, al reducirse la injerencia directa de Washington en el continente.
La retirada de Estados Unidos de foros y acuerdos internacionales (como sucedió con el Acuerdo de París) en su primer mandato fue criticada en todo el mundo, pero también permitió a los países africanos fortalecer relaciones con actores como China, Rusia e India. La continuidad de esta tendencia podría consolidar una mayor autonomía en la región. No obstante, también plantea riesgos, ya que el vacío de poder estadounidense podría ser ocupado por actores externos con sus propias agendas, complicando los esfuerzos de desarrollo y paz regional.
En el ámbito de la diplomacia, “América Primero” se tradujo en una política exterior transaccional, donde las alianzas y relaciones se valoraban en función del beneficio directo que podían traer a Estados Unidos. Trump dio prioridad a las relaciones bilaterales, en lugar de los foros multilaterales, y su enfoque fue más pragmático que ideológico.
Por ejemplo, el gobierno anterior de Donald Trump redujo significativamente la asistencia económica y de seguridad a varios países y organizaciones internacionales. La administración condicionaba esta asistencia a obtener beneficios específicos o concesiones de estos países en temas de seguridad, comercio o apoyo en la arena política internacional. En este sentido el continente africano tiene mucho por ofrecer a EE.UU, habrá que estar atentos a como los diferentes gobiernos se “plantan” ante este nuevo ciclo de repetirse esta política estadounidense. Esta diplomacia transaccional llevó a una aproximación inédita a países como Corea del Norte, pero también tensó las relaciones con aliados tradicionales, como la Unión Europea y Canadá, que consideraron estos tratos fríos e impredecibles.
Otro aspecto que podemos señalar de la anterior política “trumpista” es el retiro de los conflictos extranjeros y reducción del compromiso militar, una cuestión que para los africanos es crucial. Si bien no hay grandes frentes gurreristas abiertos en el continente, seguramente en el Sahel o en el Cuerno celebrarán la no intervención estadounidense en los conflictos en desarrollo.
En términos de política militar, “América Primero” significó una postura de retiro progresivo de conflictos prolongados y costosos en el extranjero. Trump prometió reducir la presencia de tropas estadounidenses en lugares como Afganistán, Siria e Irak, argumentando que estos conflictos no beneficiaban a los intereses de Estados Unidos y, en cambio, agotaban sus recursos y ponían en riesgo a los soldados. Este enfoque buscaba reducir los costos de intervenciones prolongadas y enfocar los recursos militares en la defensa del territorio nacional y en la contención de amenazas percibidas.
Sin embargo, este retiro fue criticado porque dejaba inestabilidad en las regiones afectadas y abría el camino para que otras potencias, como Rusia o Irán, ampliaran su influencia en estos lugares.
La relación con China: Rivalidad y colaboración
China ha sido una clave socio estratégica y económica para África, impulsando proyectos de infraestructura y comercio en toda la región. Sin embargo, el incremento de tensiones entre China y Estados Unidos podría forzar a algunos países africanos a adoptar posiciones estratégicas que podrían afectar estas relaciones.
Durante su primer mandato, Trump adoptó una postura de confrontación frente a China, lo cual llevó a conflictos comerciales y diplomáticos. Este enfoque podría intensificarse, lo que podría complicar los intercambios comerciales africanos o llevar a algunos países a limitar su cooperación con China bajo presión estadounidense. Aun así, algunos países africanos, como Sudáfrica, han señalado que priorizarán sus intereses económicos sin ceder a presiones externas, lo cual podría llevar al fortalecimiento de alianzas no alineadas con ninguno de los dos polos.
El continente africano recibe una considerable cantidad de ayuda internacional de Estados Unidos, especialmente en sectores como salud, educación y seguridad. La administración Trump ya había reducido algunos de estos fondos y favorecido un modelo de cooperación más transaccional. Esto significa que la ayuda se condiciona a la obtención de beneficios directos para los intereses estadounidenses.
Una reelección de Trump podría llevar a una disminución adicional de fondos de ayuda y de cooperación para África, lo cual afectaría directamente programas clave, especialmente en el ámbito de la salud pública, donde Estados Unidos ha sido históricamente un gran contribuyente. Sin embargo, esta situación también puede abrir oportunidades para que África busque fuentes alternativas de financiamiento, incluyendo una mayor integración económica intraafricana y colaboraciones con el bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
¿Una frontera más cerrada?
Durante su primer mandato, Trump implementó varias restricciones migratorias que afectaron a ciudadanos de países africanos, justificando las medidas como parte de su política de seguridad. La continuidad de estas políticas podría generar un mayor aislamiento de la diáspora africana en Estados Unidos, lo cual impactaría las remesas y la movilidad del talento. La diáspora africana ha sido una fuente vital de recursos financieros y conocimientos para el continente, y las restricciones a su movilidad limitarían estas contribuciones.
Frente a estas políticas, algunos países africanos podrían optar por fortalecer sus lazos con otros países de América Latina, Asia y Europa para compensar esta falta de acceso y continuar promoviendo la movilidad de sus ciudadanos.
Por último, el mandato de Trump podría tener efectos significativos en los sectores energéticos y alimentarios del continente. La política de Trump en relación con la energía ha sido en gran medida proteccionista y centrada en la explotación de combustibles fósiles. África, como poseedora de vastas reservas de petróleo y gas, podría experimentar cambios en la demanda y los precios del mercado internacional, lo que afectaría tanto a países exportadores como importadores de energía.
A su vez, la administración Trump ha reducido el compromiso de Estados Unidos con la lucha contra el cambio climático, lo cual tiene consecuencias directas para África, un continente particularmente vulnerable a sus efectos. Sin embargo, una menor presión de Estados Unidos para imponer sus propios modelos energéticos podría facilitar que los países africanos adopten sus propias políticas de energía renovable y transición sostenible, alineadas con sus necesidades y recursos.
Desde una perspectiva no occidentalista y hegemónica, podemos señalar entonces que el triunfo de Trump puede ser visto no solo como un desafío, sino también como una oportunidad para África. La administración Trump plantea un posible escenario donde el continente africano deba reestructurar sus alianzas internacionales y fortalecer su autonomía en múltiples sectores. En este contexto, la integración africana, la diversificación de alianzas con otros actores globales y la búsqueda de soluciones propias a desafíos como el cambio climático y la seguridad alimentaria se vuelven esenciales.
La historia de África ha estado marcada por una relación ambivalente con potencias extranjeras, y el momento actual podría ser una oportunidad para redefinir esta relación en favor de un modelo más autónomo y adaptado a sus propias necesidades y aspiraciones. África tiene el potencial de emerger como un actor clave en la arena internacional, y la reelección de Trump puede ser un catalizador para un cambio hacia una mayor autodeterminación y soberanía.
Por su puesto que más allá de Donald Trump, Estados Unidos no deja de ser el imperialismo personificado, esto está más que claro y si bien desde este análisis intentamos señalar algunos aspectos positivos basados en la experiencia pasada del “trumpismo” en la Casa Blanca, estaremos atentos al devenir de la política exterior en esta nueva etapa, donde claramente es otro contexto geopolítico donde hay algunos frentes que el presidente deberá resolver antes de pones su interés en África. La guerra en Ucrania y el conflicto que desató Israel en Gaza y el Líbano seguramente lo tendrán entretenido a Trump antes de ver que hacer en el continente negro.
*Beto Cremonte, Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS UNLP.