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El terrorismo nuclear: El ataque de Israel contra Irán y la escalada hacia la barbarie

Escrito Por Tadeo Casteglione

Por Tadeo Casteglione* En las primeras horas del 13 de junio de 2025, el mundo fue testigo de uno de los actos más flagrantes de terrorismo nuclear estatal de la historia moderna.

Israel, actuando con la complicidad silenciosa de Estados Unidos, lanzó una serie de ataques coordinados contra instalaciones nucleares civiles iraníes, incluyendo el centro de enriquecimiento de uranio de Natanz, en lo que constituye una violación directa del derecho internacional, la Carta de las Naciones Unidas y todos los principios que rigen la coexistencia pacífica entre naciones soberanas.

Los ataques, que según fuentes iraníes resultaron en al menos 78 civiles muertos y 329 heridos solo en Teherán, representan un punto de inflexión en la crisis del orden mundial.

No se trata únicamente de una agresión militar contra un Estado soberano, sino de un ataque deliberado contra la civilización misma, perpetrado por una entidad que ha convertido el terrorismo de Estado en su principal herramienta de política exterior.

El cinismo de la diplomacia occidental y el papel de la OIEA

La magnitud de esta agresión se vuelve aún más escalofriante cuando se considera el contexto en el que se desarrolló. Como señaló el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, “lo que hace especialmente cínicos los acontecimientos es que los ataques israelíes se llevaron a cabo en plena sesión de la Junta de Gobernadores del Organismo Internacional de Energía Atómica y en vísperas de la siguiente ronda de contactos indirectos entre representantes de Irán y Estados Unidos”.

Esta sincronización no es casual. Revela la naturaleza fraudulenta de todo el proceso diplomático occidental y expone el papel verdadero de organismos como la OIEA, que supuestamente velan por la seguridad nuclear mundial.

La realidad es que la OIEA se ha convertido en un instrumento de espionaje y chantaje en manos de las potencias occidentales, proporcionando información privilegiada sobre instalaciones nucleares iraníes que posteriormente es utilizada para planificar ataques militares.

El patrón es revelador y no es nuevo. Ya hemos visto cómo las “inspecciones” de la OIEA en la central nuclear de Zaporozhie, bajo control ruso, coincidieron sistemáticamente con los ataques más sofisticados del régimen de Kiev.

Estas no son coincidencias; son operaciones de inteligencia disfrazadas de diplomacia multilateral. La OIEA, lejos de ser un guardián neutral de la seguridad nuclear, se ha convertido en un brazo operativo de una clara estrategia de agresión continua.

El engaño de las negociaciones: manipulación y traición

Las llamadas “negociaciones” entre Estados Unidos e Irán sobre el programa nuclear iraní no son más que una cortina de humo para justificar la agresión posterior.

Mientras Irán participaba de buena fe en conversaciones diplomáticas, creyendo en la posibilidad de un acuerdo que garantizara tanto sus derechos soberanos como las preocupaciones internacionales legítimas, Estados Unidos e Israel utilizaban ese tiempo para planificar meticulosamente los ataques.

Esta traición diplomática revela la naturaleza profundamente corrupta del orden internacional actual. Las potencias occidentales hablan de “negociaciones” y “soluciones diplomáticas” mientras preparan la guerra.

Predican sobre el “derecho internacional” mientras lo violan sistemáticamente. Proclaman su compromiso con la “paz mundial” mientras siembran el caos y la destrucción.

El presidente iraní Masud Pezeshkian tiene razón al afirmar que “el pueblo iraní y las autoridades del país no permanecerán en silencio ante este crimen, y la respuesta legítima y contundente de la república islámica hará que el enemigo se arrepienta de sus acciones insensatas”.

Pero más allá de la respuesta militar justificada, lo que está en juego es la credibilidad misma del principio de soberanía nacional y el derecho de los pueblos a determinar su propio destino.

¿Trump marioneta o líder?

La presidencia de Donald Trump ha demostrado ser particularmente vulnerable a la manipulación sionista. Lejos de ser el líder “antiestablishment” que prometía ser, Trump se ha convertido en el instrumento más eficaz de la agenda israelí en décadas.

Su administración ha dado luz verde a cada escalada israelí, desde el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel hasta el asesinato de científicos nucleares iraníes.

La manipulación es evidente en la forma en que Israel ha cronometrado sus ataques para coincidir con momentos clave de la presidencia de Trump. Cada agresión se presenta como una “respuesta defensiva” a una “amenaza existencial”, manipulando las emociones y los prejuicios de una administración que ha demostrado ser incapaz de distinguir entre los intereses nacionales estadounidenses y los caprichos del lobby sionista.

Trump, que prometía “drenar el pantano” de Washington, ha demostrado ser el pantano mismo. Su administración ha convertido la Casa Blanca en una sucursal del Ministerio de Defensa israelí, subordinando completamente la política exterior estadounidense a los dictados de Tel Aviv.

La barbarie convertida en política de estado

Los ataques contra las instalaciones nucleares iraníes no son simplemente actos de guerra convencional; constituyen terrorismo nuclear de Estado. Al atacar instalaciones nucleares civiles, Israel ha cruzado una línea roja que ni siquiera las potencias más agresivas de la historia moderna se habían atrevido a cruzar.

El bombardeo de Natanz, que según informes oficiales iraníes resultó en fugas radiactivas representa un intento deliberado de crear una catástrofe nuclear que afecte a millones de civiles inocentes. Un crimen internacional que verdaderamente significa un antes y después en la actualidad geopolítica contemporánea.

Este ataque no se dirigió únicamente contra las instalaciones nucleares. Como confirman múltiples fuentes, los ataques israelíes incluyeron el asesinato deliberado de científicos nucleares iraníes, muchos de ellos en sus propias residencias junto con sus familias.

Estos no son “daños colaterales” de una operación militar; son asesinatos selectivos de civiles, crímenes de guerra que violan todas las convenciones internacionales.

El asesinato de generales iraníes en sus residencias, junto con sus familiares, constituye otra violación flagrante del derecho internacional. Estos no son combatientes en el campo de batalla; son funcionarios del Estado iraní que fueron ejecutados extrajudicialmente por un Estado terrorista que ha convertido el asesinato en instrumento de política exterior.

Civilización contra barbarie

Lo que estamos presenciando no es simplemente un conflicto geopolítico más; es un choque fundamental entre civilización y barbarie. Por un lado, tenemos a Irán, heredero de una civilización milenaria que ha contribuido durante siglos al desarrollo de la humanidad en campos que van desde la medicina hasta la astronomía, desde la poesía hasta la filosofía.

Por el otro, tenemos a Israel, una entidad artificial creada de la noche a la mañana, sin raíces históricas profundas, que ha convertido la violencia y el terror en los pilares de su existencia.

Esta no es una caracterización ideológica; es una constatación histórica. Irán puede rastrear su historia como Estado y como civilización a lo largo de milenios. Sus contribuciones a la humanidad son innegables y están documentadas en cada rama del conocimiento humano.

Israel, en cambio, es una construcción colonial del siglo XX que ha dependido desde su creación de la violencia sistemática contra los pueblos indígenas de la región.

La diferencia no es simplemente cronológica; es ontológica. Irán representa la continuidad de la civilización humana, con todos sus logros y desafíos. Israel representa la ruptura con esa continuidad, la imposición de un orden basado en la fuerza bruta y el desprecio por los derechos más fundamentales de los pueblos.

El ataque contra el mundo multipolar

Los ataques contra Irán no deben entenderse como un conflicto bilateral entre Israel e Irán. Representan un ataque directo contra el proyecto de mundo multipolar que está emergiendo como alternativa al orden hegemónico occidental.

Irán no es simplemente un Estado nacional; es un nodo central en la red de relaciones que está redefiniendo el equilibrio global de poder.

Como miembro pleno de los BRICS, Irán representa la aspiración de los países del Sur Global a un orden internacional más justo y equitativo. Su programa nuclear civil simboliza el derecho de todas las naciones a acceder a la tecnología avanzada sin la tutela de las potencias occidentales.

Los ataques israelíes, por tanto, no se dirigen únicamente contra Irán, sino contra el principio mismo de soberanía tecnológica que los BRICS representan.

El ataque contra Irán es también un ataque contra China y su proyecto de la Ruta de la Seda. Irán ocupa una posición geográfica estratégica en esta nueva ruta comercial que promete conectar Asia con Europa sin pasar por los puntos de control tradicionales dominados por Occidente.

Al desestabilizar Irán, Israel y sus aliados occidentales buscan sabotear un proyecto que amenaza su monopolio sobre las rutas comerciales globales.

Similarmente, los ataques constituyen una agresión contra Rusia y el Corredor Norte-Sur, que conecta Rusia con el Océano Índico a través de Irán. Este corredor representa una alternativa crucial a las rutas controladas por Occidente y es fundamental para la integración económica de Eurasia.

Al atacar Irán, Israel no solo busca debilitar a un rival regional, sino sabotear un proyecto geopolítico que amenaza la hegemonía occidental.

Hacia una conflagración total

Las consecuencias regionales de esta agresión son potencialmente catastróficas. El ataque israelí no solo ha provocado la respuesta legítima de Irán, sino que ha creado las condiciones para una conflagración regional que podría extenderse mucho más allá de Oriente Medio.

La respuesta iraní, anunciada por el presidente Pezeshkian, no será únicamente militar. Irán cuenta con una red de aliados y movimientos de resistencia a lo largo de la región que comparten su oposición a la hegemonía israelí-occidental.

Desde Hezbollah en Líbano hasta los hutíes en Yemen, desde las milicias populares en Irak hasta los grupos de resistencia en Siria, existe una red de solidaridad que no permanecerá pasiva ante la agresión contra Irán.

Esta red de resistencia no es simplemente una alianza militar; representa una nueva forma de organización geopolítica basada en la resistencia común contra el imperialismo occidental y el sionismo.

Los ataques israelíes han fortalecido esta red al demostrar que ningún Estado de la región está seguro mientras Israel mantenga su política de agresión permanente.

Pero las consecuencias van más allá de Oriente Medio. El ataque contra Irán ha enviado un mensaje claro a todos los Estados que buscan desarrollar capacidades tecnológicas avanzadas: cualquier intento de desarrollo soberano será respondido con fuerza militar.

Esta es la lógica del neocolonialismo en su forma más cruda: los países del Sur Global pueden existir únicamente como proveedores de materias primas y mercados para los productos occidentales.

El desarrollo soberano de la energía nuclear

Uno de los aspectos más graves de esta agresión es su impacto sobre el derecho de los Estados a desarrollar tecnología nuclear con fines pacíficos. El programa nuclear iraní, que opera bajo la supervisión de la OIEA y cumple con todas las obligaciones del Tratado de No Proliferación Nuclear, representa un ejemplo de cómo los países en desarrollo pueden acceder a tecnologías avanzadas respetando los marcos internacionales.

Los ataques israelíes envían un mensaje escalofriante: incluso el desarrollo nuclear completamente legal y transparente será castigado con violencia militar si no cuenta con la aprobación de las potencias occidentales.

Esta es la negación más completa del principio de soberanía tecnológica y constituye un precedente peligrosísimo para el desarrollo global.

Si un país como Irán, que ha cumplido escrupulosamente con todas sus obligaciones internacionales, puede ser atacado por desarrollar tecnología nuclear civil, ¿qué país del Sur Global estará seguro? ¿Qué incentivos tendrán los países en desarrollo para respetar los marcos legales internacionales si estos no los protegen de la agresión occidental?

El ataque contra Irán es, en esencia, un ataque contra el derecho de los pueblos a controlar su propio desarrollo tecnológico. Es la imposición de un apartheid tecnológico global donde solo las potencias occidentales y sus aliados tienen derecho a acceder a tecnologías avanzadas.

El silencio de los cómplices

La respuesta internacional a esta agresión ha sido reveladora de las verdaderas alianzas globales. Mientras Rusia condenó enérgicamente los ataques como una violación del derecho internacional, la mayoría de los Estados occidentales han guardado un silencio cómplice o han emitido declaraciones tibias que equivalen a un respaldo encubierto de la agresión israelí.

Esta complicidad no es nueva. Desde la creación de Israel, las potencias occidentales han proporcionado cobertura diplomática, militar y económica a cada acto de agresión israelí.

Hablan de “derecho a la defensa” de Israel mientras niegan ese mismo derecho a sus víctimas. Condenan la “violencia” en términos abstractos mientras apoyan concretamente a los agresores.

La Unión Europea, que se presenta como campeona de los derechos humanos y el derecho internacional, ha demostrado una vez más su verdadera naturaleza como brazo civil de la OTAN.

Su silencio ante los ataques israelíes contrasta dramáticamente con su retórica sobre la “agresión rusa” en Ucrania. Esta doble moral no es accidental; es estructural.

La hora de la verdad: civilización o barbarie

Los ataques del 13 de junio de 2025 marcan un punto de inflexión en la historia mundial. Representan el momento en que la máscara de la “civilización occidental” ha caído completamente, revelando la barbarie que siempre ha estado en su corazón.

No es posible seguir fingiendo que existe un orden internacional basado en reglas cuando esas reglas se aplican únicamente a los enemigos de Occidente.

Irán, con su respuesta anunciada, ha tomado su decisión. Los pueblos del mundo, los Estados soberanos, los movimientos de liberación, todos deben tomar la suya. La historia nos juzgará no por nuestras palabras, sino por nuestras acciones en este momento crucial.

El ataque contra Irán no es el final de nada; es el comienzo de una nueva fase en la lucha entre quienes defienden un mundo multipolar basado en la justicia y quienes buscan perpetuar un orden hegemónico basado en la violencia. El resultado de esta lucha determinará no solo el futuro de Oriente Medio, sino el futuro de la humanidad misma.

La civilización persa milenaria ha sobrevivido a imperios y conquistadores a lo largo de la historia. Sobrevivirá también a esta agresión. Pero la pregunta que queda es si el resto del mundo tendrá la valentía de ponerse del lado correcto de la historia o si permitirá que la barbarie triunfe sobre la civilización.

Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Periodista internacional acreditado por RT, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.

*Foto de la portada: IRNA

Acerca del autor

Tadeo Casteglione

Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales.

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