Mali y Burkina son dos países fronterizos con fuertes conexiones culturales y lingüísticas. Tienen relaciones similares a las de Senegal, con el que Malí ya formó una federación entre 1959 y 1960.
Esta conexión se remonta al período precolonial y ha sobrevivido a la prueba de la colonización. Tanto Malí como Burkina Faso formaban parte del imperio maliense, que también se extendía hasta los actuales Senegal, Guinea y Gambia.
Para comprender la idea de la federación Mali-Burkina, también es necesario comprender que las fronteras resultantes de la conferencia de Berlín, que delimitaron estos países, no explican las realidades socioculturales reales entre los estados poscoloniales.
Los burkineses no son solo burkinabes. También están los Mandé, los Markas, los Sénoufo y los Bobo, que también constituyen gran parte de la población de Malí.
A esto se refería el actual Primer Ministro de Burkina Faso, Apollinaire Joachimson Kyelem de Tambèla, cuando decía: “Los pueblos ya están federados y son los dispositivos administrativos y políticos los que los separan. Podemos tratar de dejar de lado estos artificios para que los pueblos puedan encontrarse y convivir mucho más fácilmente. Para ser claros, estamos comprometidos con la federación de nuestros dos países”.
Otra dinámica explica este deseo actual de establecer una federación: la necesidad de seguridad.
Ambos países han experimentado golpes de estado que han gozado de un amplio apoyo popular.
Durante una década, Malí y Burkina Faso se han visto afectados por el terrorismo y la creciente inseguridad. Las miles de muertes provocadas por este conflicto, así como la crisis humanitaria resultante, han generado una fuerte demanda por la seguridad de los ciudadanos y una intolerancia al mal gobierno entre la población de ambos países.
Numerosas manifestaciones tuvieron lugar en ambos países. Estas manifestaciones tenían la particularidad de una solidaridad panafricana y de reivindicaciones transnacionales, pero también reclamaban el fin inmediato de las relaciones entre sus países y Francia, la ex potencia colonial de los dos países. El pueblo exigió la salida de los gobiernos percibidos como sumisos al imperialismo francés.
Esta dinámica de descolonización también es importante en el análisis de esta evolución. La misma existencia de Mali y Burkina es consecuencia de la colonización francesa. Desde 1960 hasta la actualidad, estos dos países han experimentado múltiples crisis y muy poco desarrollo bajo una fuerte influencia francesa.
Numerosos líderes de opinión condenan la implicación francesa en la muerte del presidente Thomas Sankara, figura emblemática de Burkina Faso, mientras que en Malí también se fortalecen los partidarios de las políticas de Modibo Keita y critican la idea de cualquier relación con Francia.
En el marco de la lucha contra el terrorismo, Francia ha prestado apoyo a ambos países, a través de la operación Barkhane, que finalmente se puso fin a petición de los líderes de ambos países.
En Malí como en Burkina Faso, se sospecha que Francia es parte del problema y no parte de la solución. Funcionarios de Malí, incluido el primer ministro de Malí, Choguel Kokalla Maiga, han acusado a Francia de apoyar el terrorismo, una acusación grave a la que Malí ha presentado una solicitud para una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU.
La idea de la federación podría verse como una forma de unión para contrarrestar la influencia francesa en la región a largo plazo. Por lo tanto, podría presentar un proyecto de federación más amplio que podría incluir no solo a Malí y Burkina Faso, sino también a Guinea y Chad, donde el actual Primer Ministro de Burkina Faso ha propuesto unirse a la federación.
Este sería el paso más importante en la historia reciente hacia la unidad panafricana en el continente, que fue dividido artificialmente en diferentes estados por los colonialistas.
*Oumar Sidibe es Miembro del Consejo Nacional de la Juventud de Malí
Artículo publicado originalmente en UWI (United World International)
Foto de portada: banderas de Burkina Faso y Mali