El extraordinario salto tecnológico sin fin que ha puesto a la información y las comunicaciones en la palma de la mano de cualquier ser humano, en casi cualquier lugar del planeta, nos causa una sobredosis informativa que nos vuelve al mismo tiempo vulnerables, incapaces muchas veces de distinguir verdadero de falso.
Esta situación global afecta negativamente a los pueblos, en la medida que los dueños de medios, tecnologías y capitales moldean las percepciones de inmensas mayorías. Sin embargo, poco a poco también los pueblos van conociendo las técnicas, adquieren experiencia, aprenden de los engaños y trampas en que caen. Esto no solo permite a los pueblos en lucha lograr éxitos en aquello que el Comandante Fidel Castro denominó La Batalla de las Ideas, sino que ofrece la oportunidad de divulgar las formas de engaño que adoptan los poderosos y las grandes potencias en el mundo, de modo que puedan ser superadas.
Los tiempos también están cambiando en la forma en que se desarrollan los conflictos en el mundo. A medida que las narrativas de los opresores se debilitan, caen mitos. Como cayó en Vietnam la supuesta invencibilidad de las tropas yankis, o que la supervivencia de una revolución socialista a 90 millas de las costas imperiales era materialmente imposible, hoy cae la sobrevalorada inteligencia militar israelí, absolutamente superada por la ofensiva defensiva de Hamas contra el Estado de Israel, usurpador de territorios que corresponden legítima e históricamente a Palestina.
La propia fortaleza militar israelí, indiscutiblemente superior a la de sus vecinos árabes y por supuesto a la de los palestinos -obligados a una resistencia en condiciones de manifiesta inferioridad-, comienza a ponerse en duda ante la posibilidad de que se materialicen las extremistas ideas de Netanyahu de ampliar la guerra hacia Líbano, Siria y otras áreas circundantes al Estado de Israel.
El conflicto en Medio Oriente, en cualquier caso, no se resolverá -como desean los sionistas- en el terreno militar sino en el político. La desventaja manifiesta en este último terreno es precisamente lo que lleva a la extrema derecha israelí a despreciar soluciones que se aparten de la aplicación de su ventajoso poderío militar, asociado no solo a sus recursos sino a los de EEUU.
Es en lo político donde Israel, y su principal e incondicional soporte, el imperio norteamericano y una parte importante del aparato atlantista europeo, liderado en este caso por Alemania, comienza a evidenciar un retroceso considerable. Hace pocos años el mundo parecía responder al unísono a la narrativa formulada desde Israel y desde círculos políticos e intelectuales estadounidenses, asociando las luchas y reivindicaciones de la resistencia palestina con el antisemitismo y el terrorismo. Esos argumentos se han ideo desgastando, al quedar en evidencia el extremismo sionista y el intervencionismo de la ocupación israelí sobre territorio legítimamente correspondiente al pueblo palestino, y violatorio de todos los acuerdos y resoluciones de Naciones Unidas, así como de la letra muerta del Tratado de Oslo.
Este cambio de circunstancias no es ajeno a las profundas modificaciones del escenario geopolítico mundial y al surgimiento de disputas multipolares con la aparición de fuerzas emergentes, que dejan al imperio norteamericano en una situación de creciente debilidad estratégica, obligado a realizar acciones defensivas que buscan demorar su declive como potencia hegemónica mundial.
Así las cosas, EEUU no puede dejar de mostrar apoyo a su aliado estratégico israelí pero debe hacerlo condicionado por otros conflictos, como el de Ucrania, que tampoco puede abandonar, y con sus aliados europeos en crisis, centrados en el conflicto ucraniano, afectados por el nuevo despertar anti-neocolonial del Sahel africano y divididos en torno a Israel (expresado en el fanatismo alemán y francés que pretendían apoyar el cerco criminal a Gaza quitando la ayuda humanitaria y censurando cualquier expresión de apoyo a Palestina en sus países, frente a la oposición de España, Irlanda y otras naciones que torpedearon esas locuras y las impidieron) .
También en Medio Oriente las iniciativas occidentales, que habían inicialmente logrado dividir y neutralizar históricas posiciones árabes de alejamiento y, en más de un caso, enemistad con Israel, se revirtieron rápidamente ante las acciones genocidas de las fuerzas militares israelíes, cuya expresión más brutal hasta el momento fue el salvaje bombardeo a un hospital en Gaza.[1]
Previamente, ya se habían congelado las iniciativas de acuerdos de Israel con Arabia Saudita. Esta última, por cierto, acaba de resolver sus diferencias con Irán, favoreciendo así las líneas de acción diplomática chinas; ambas naciones (Irán y Arabia Saudita, junto a Emiratos Árabes Unidos y Egipto) a punto de incorporarse a los BRICS el próximo año. Los tiempos sin duda están cambiando, y ya aquella postura aparentemente monolítica de un poder que pretendía ser hegemónico y unipolar muestra más fisuras de las que las fuerzas de occidente están dispuestas a reconocer.
En este escenario, Israel y la organización palestina Hamas, plantean sus acciones en sentido opuesto. Mientras es evidente que para Tel Aviv la solución militar tiene un carácter estratégico, destinado a expulsar en una ofensiva militar definitiva a la mayor parte de población palestina de la franja, empujándola hacia Egipto o al sur -para consolidar sus posiciones antes de que empiecen a cobrar fuerza las presiones políticas internacionales-, para las fuerzas de la resistencia palestina el accionar militar sobre el territorio israelí adquiere un carácter táctico.
No pretenden los palestinos, con su notable inferioridad en equipamiento militar, definir en ese terreno el conflicto; su recurso estratégico -como sucede en cada causa justa de los pueblos del mundo- sigue siendo la resolución política, pero para que se imponga es necesario resistir, lograr movilizar la conciencia del mundo, evidenciar la injustica y el salvajismo de las fuerzas sionistas enfrascadas en una limpieza étnica que debe ser denunciada e impedida por las naciones del mundo.
Para comprender la dimensión brutal de la fuerza que prepara Israel para aplastar la población gazatí basta una comparación con lo que fue el conflicto en El Salvador. Gaza, con una población de unos 2.2 millones de habitantes tiene una extensión geográfica de 365 kilómetros cuadrados. Las fuerzas israelíes que amenazan entrar en una ofensiva terrestre con apoyo aéreo y de todo tipo para arrasar a esa población, suma al menos 300 mil soldados. En el conflicto de El Salvador, un territorio de 21 mil kilómetros cuadrados, el ejército contrarrevolucionario salvadoreño en su momento de máxima expansión llegó a contar con 100 mil efectivos para controlar una población, en ese entonces, de unos 5.5 millones de habitantes.
Es sin duda una cuestión de primer orden moral para los pueblos y naciones del mundo impedir a toda costa que las amenazas genocidas sobre Gaza se cumplan; la búsqueda de un alto el fuego, bloqueado ante el Consejo de Seguridad de la ONU por los EEUU, debe seguir buscándose, y las reglas de la guerra y el derecho internacional humanitario deben cumplirse, mientras se avanza en la solución política al conflicto en busca de una resolución para la existencia pacífica de dos estados soberanos, Israel y Palestina.
Los tiempos están cambiando y la ruptura del frente militar por parte de la resistencia palestina hace dos semanas puede haber abierto las puertas para una solución que antes no se avizoraba ni siquiera probable. La historia nos muestra que, si regímenes tan odiosos como el apartheid sudafricano cayeron, el mismo destino deberá correr el apartheid sionista sobre el pueblo palestino.
Gobierno de El Salvador, en el lado equivocado de la historia
En este entorno, cambiante y dinámico, en este mundo convulso donde las fuerzas imperiales van evidenciando su retroceso -lleno de brutalidad, sin duda, pero también prueba de su crisis- llama la atención las retrógradas posiciones del gobierno salvadoreño, que en los últimos días va mostrando una marcada profundización de su giro cada vez más extremo hacia la derecha, ya sin caretas, sin las máscaras usadas al principio de la gestión para confundir a propios y extraños con un discurso que para algunos incautos podía sonar a izquierda o progresismo.
Ya la semana anterior el mandatario salvadoreño abogó desde sus redes sociales por el aniquilamiento de Hamas, secundando las posiciones más extremistas del sionismo y comparando a las fuerzas de la resistencia palestina con los criminales pandilleros con los que su gobierno negoció, rompió acuerdos y -solo entonces- decidió combatir.
Pero no es el único caso en el que se evidencia que la Cancillería salvadoreña y el mandamás que la dirige desde CAPRES, resultan incapaces de comprender el cambio de los tiempos. Siguen abrazados al trumpismo más retrógrado y salvaje; una muestra reciente de esta afirmación fue la reacción presidencial ante una noticia muy esperada por el hermano pueblo bolivariano de Venezuela pero que parece haber caído como un golpe al hígado para el autócrata jefe del clan familiar salvadoreño
Ante las informaciones provenientes de Washington este 18 de octubre donde se informaba que la administración del presidente estadounidense, Joe Biden alivió las sanciones de su país a Venezuela en el sector petrolero, de gas y de oro durante al menos seis meses, como respuesta a un acuerdo sobre las elecciones presidenciales venezolanas de 2024 celebrado entre el gobierno y la oposición, en las cuales habrá observadores internacionales, el gobernante salvadoreño pareció tomar el hecho, celebrado como un triunfo por parte del pueblo venezolano, casi como una ofensa.
Así, en sus redes sociales, cuestionó el anuncio del retiro de sanciones de Estados Unidos a Venezuela. “Recuerden esto la próxima vez que les hablen de “democracia”, “autoritarismo” o “derechos humanos”. Todo es falso, lamentablemente lo único que mueve al mundo es el dinero y el poder”, escribió en su cuenta de X. Una verdadera confesión de fe.
Mientras tanto, en lo nacional, el gobierno hace gala de su habitual conservadurismo clasista, su privilegio hacia la publicidad vacía frente a las necesidades de la población, a medida que la crisis se profundiza y sigue golpeando la economía familiar.
Solo a modo de ejemplo de estos hechos tenemos esta semana que en materia presupuestaria el recorte realizado a 16 instituciones del Estado para entregar 108 millones de dólares a Hacienda equivale a la cantidad que ese ministerio gastó durante ocho meses para obligaciones generales del Estado.
La ocultación y falta de transparencia de esta administración permite estos hechos, que en síntesis recorta, entre otros fondos, 60 millones del presupuesto de Educación para que Hacienda pague obligaciones del Estado (y posiblemente deudas), 7,4 millones a Salud, 10.9 millones a Desarrollo Local, 3.1 millones a Agricultura.
En un país quebrado avanza el proyecto circense de Miss Universo para el mes próximo, el cual cuesta a las y los contribuyentes salvadoreños al menos 12 millones de dólares, que es lo que habría pagado el gobierno por adjudicarse el show que, en última instancia, podría ser negocio para los grandes operadores turísticos y sectores cercanos al clan familiar que gobierna el país como un reino feudal.
Al fin y al cabo, también en esto parece revelarse la creencia expresada como confesión de fe presidencial en el mensaje en redes citado: “lo único que mueve al mundo es el dinero y el poder”; de ambos parece hacer acopio desde hace 4 años, con el aplauso de una sociedad que, en una parte considerable, sigue absorta con la propaganda oficial mientras las grandes mayorías sufren el hambre, la miseria, los abusos de poder, la migración forzada, la discriminación y las persecuciones.
Raúl Larull* Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN.
Imagen de portada: video YouTube
Referencias:
[1] En este tema, en el que Israel pretendió culpar a los propios palestinos de la masacre, así como en las acusaciones infundadas de asesinatos de niños judíos a manos de las fuerzas palestinas (con la complicidad de la prensa oligopólica mundial), se evidenció que ya la contrapropaganda y las noticias falsas para desprestigiar al enemigo, empiezan a perder fuerza en el plano mundial.