Cruz
En el lado oscuro de la ecuación aparece El Salvador estrenando dictadura, con un personaje cada vez más despótico que ya no necesita ocultar sus cartas, ni disimular sus intenciones.
Signado por el militarismo, la arrogancia y la inconstitucionalidad, el acto del 1 de junio de 2024 fue posible gracias a un proceso electoral que solo contemplaba un resultado; el resto consistió en hacer jugar al inservible árbitro electoral las cartas adecuadas, para que las cifras que difundiera coincidieran con los deseos (y anuncios públicos) del usurpador.
La ceremonia inaugural contó con la presencia de lo más granado de la extrema derecha, tanto del continente como de otros lugares del mundo, como la jefa de gobierno de Kosovo, Vjosa Osmani, o el argentino Javier Milei, entre varios otros, incluyendo al rey de España, Felipe VI, el ecuatoriano Noboa y el paraguayo Peña, todos afines al pensamiento del extremista que los acogía disfrazado de Napoleón o Morazán, según la interpretación de cada quien.
No solo admiradores confesos de la mano dura, irrespeto de derechos humanos, disciplinamiento social, y gobiernos ultra-neoliberales, alineados a las posiciones del hegemon estadounidense, parecen mostrar su admiración por estas expresiones reaccionarias que han surgido en Nuestra América.
La presencia de la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, quien a pesar de haberse conocido desde días antes que sufría algunas afecciones de salud, demostró no solo su disposición a participar, sino su reconocimiento hacia un régimen populista que más allá de la retórica, golpea sin misericordia al pueblo, lo hambrea, lo persigue, encarcela y asesina.
La presencia de la mandataria en la ceremonia inaugural la diferencia negativamente de la enorme lista de países que prefirieron cumplir con protocolos elementales enviando a sus embajadores o funcionarios de cancillería, para establecer claramente su mensaje de rechazo a cualquier dictadura neofascista como la que se instala en El Salvador.
Cara
24 horas más tarde, el 2 de junio de 2024, los pueblos de Nuestra América seguían con emoción la conclusión de una larga batalla electoral que protagonizaba el pueblo de México, haciendo valer en toda regla y con una voz poderosa y firme, su voluntad de continuidad de un proceso de transformación política y social, que bajo la consigna de: “Por el bien de todos, primero los pobres” reafirmaba ante el mundo su decisión de no ceder ante los cantos de sirena conservadores.
El proceso por medio del cual se ratificó la continuidad de las políticas de Transformación iniciadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador, por parte de la presidenta electa, la Doctora Claudia Sheinbaum Pardo, brilla luminoso, destacando a la nación mexicana por el respeto a los procedimientos y formas de convivencia y elección popular, que cimentan la democracia mexicana entre los ejemplos destacados del mundo.
Esa luz brilla aún más si se compara con el agujero negro antidemocrático que representa el ascenso al poder del usurpador régimen bukeliano, que prostituyó el proceso, violó cuantas leyes fuesen necesarias, iniciando con la Constitución, e incluyendo eliminación de la independencia de poderes, persecución política y sometimiento del árbitro electoral.
Desde el punto de vista del respeto a las leyes, principios democráticos, apego a la norma constitucional y participación ciudadana, México y El Salvador están en las antípodas; son el día y la noche, la cara y cruz de esos procesos. Frente a la oscuridad de la dictadura salvadoreña brilla con luz propia el respeto a la voluntad del pueblo en el caso mexicano.
Ambos procesos representan también las pulsiones esenciales de nuestro continente, la lucha y permanente aspiración de nuestros pueblos a su liberación, a romper sus cadenas de la pobreza que los esclaviza, de la dependencia que los somete, de la ignorancia que los asfixia y los hace víctimas de personajes nefastos.
México y su pueblo simbolizan la capacidad de resistencia, de sobreponerse a todo tipo de regímenes autoritarios, antidemocráticos, crueles y asesinos. Hoy, no solo deciden continuar y profundizar ese camino, sino que su «revolución de las conciencias» coloca como abanderada, por primera vez en 200 años a una mujer, a una científica, a una luchadora social de toda la vida.
En el lado oscuro de la luna aparece un pueblo que fuera conocido por su rebeldía, sometido mil veces a dictaduras, que llegó a las máximas expresiones de sacrificio en función de conquistar su autodeterminación y decidir su camino a la felicidad. El pueblo de El Salvador vive hoy una noche que no parece tener fin, pero de la que estamos seguros saldrá, en parte también guiado por el ejemplo de sus hermanas y hermanos mexicanos.
México y El Salvador son hoy la representación de las luchas que se desarrollan en Nuestra América, con una derecha extremista que desprecia tanto a los pueblos que está convencida de poder controlarlos, despojarlos de sus recursos naturales, explotarlos al servicio de potencias extranjeras y manipularlos con sofisticadas técnicas de desinformación, producción y reproducción de mentiras.
Esa mancha neofascista se extiende desde Argentina, se mantiene agazapada golpeando con el Lawfare a sus pueblos en Chile y en Ecuador, se hace narcoestado en Paraguay, se institucionaliza como golpe en Perú, promueve la desunión que debilite a Bolivia, aguarda su momento en Brasil y se despliega sigilosamente en naciones de Centroamérica, con el bukelismo pretendiendo ser ejemplo para esa derecha cavernícola.
Mientras tanto, México, reafirma la lucha de los pueblos no solo en resistencia sino en ofensiva por romper cadenas. Junto a Colombia, ofrecen su ejemplo para seguir la lucha de reconquista en América hacia la segunda e imprescindible independencia. Posiblemente Uruguay los aguarde para sumarse desde el sur a esos ejemplos, mientras Venezuela se prepara para otra batalla que reafirme, como en México, que respetando las leyes que los pueblos se dan a sí mismos, es posible iniciar un camino de cambios positivos y soberanos.
Frente al avance de una derecha extremista y salvaje, nuestros pueblos demuestran cada día que la batalla está planteada. Sobra coraje, voluntad e inteligencia para enfrentarla y ganarla. Corresponde hoy consolidar y defender los puntos donde se ha avanzado, resistir y derrotar a los extremistas de derecha donde gobiernan y, en todos los casos, desplegar las banderas de la solidaridad y la unidad de los pueblos de Nuestra América en lucha.
Raúl Llarull* Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN.
Foto de portada: Internet