Colaboraciones Nuestra América

El Salvador en un mundo convulso

Por Raúl LLarull* Especial para PIA Global.
En ese mundo convulso y contradictorio también desarrolla su devenir El Salvador.

Termina el primer mes del año 2023 dejándonos un mundo convulso, con guerras y conflictos en distintos puntos del planeta, que se agita ante el avance indetenible de otro periodo crítico de la economía capitalista mundial, con procesos inflacionarios y recesivos que, ya lo advierten los millonarios de Davos, golpeará este año el sistema mundial, desde los centros de poder hasta la periferia. En más de un lugar de ese mundo, en conflicto real y potencial, los modelos de dominación imperial hacen agua.

La guerra en el este europeo no solo amenaza con extenderse indefinidamente en el tiempo, sino que, a la luz de las acciones de diversas potencias, hace acopio de todo el combustible necesario para asegurar que el fuego no se apague a la brevedad; hoy ese fuego son tanques europeos y canadienses, municiones de diverso origen, y nuevos aviones de guerra estadounidenses que lo alimenten, para garantizar el objetivo atlantista de mantener vivo el conflicto con Rusia a cualquier precio.

Mientras tanto, desde los mismos centros de poder imperial se alientan otros conflictos que puedan ir manteniendo a flote las aspiraciones estadounidenses de superar el enorme desafío que representa el avance global económico y político de China, y de otras potencias emergentes, que amenazan seriamente las posibilidades de estabilización de un imperio en decadencia.

La estrategia guerrerista de los EEUU parece regresar por sus fueros históricos, tanto para mantener las tensiones con sus adversarios como para desviar la atención de otros problemas. Así surgen potenciales puntos de confrontación en el mar de Japón, actividades guerreristas en Taiwán, provocaciones contra el gobierno de Irán con ataques a cuarteles, convoyes y complejos gubernamentales, tensiones en la península de Corea, indiferencia ante el conflicto en Yemen, tensiones renovadas en Medio Oriente, con nuevas acciones ilegales y matanzas de palestinos a manos de Israel, que también genera provocaciones con Líbano.

En Nuestra América, la caótica situación de Haití sigue sin merecer de las fuerzas hegemónicas otra mirada que la del intervencionismo imperial camuflado bajo la bandera de la ONU, mientras un estado en descomposición mantiene al pueblo en situación de calamidad y caos permanente.

En Perú, el pueblo estalla, se moviliza, es masacrado, cuenta sus muertos y sigue adelante, desequilibrando la respuesta oligárquico-fascista de Boluarte y sus cómplices. La oligarquía da pasos tácticos atrás para ganar tiempo, mientras intenta entorpecer el avance popular sobre la capital; especulando con que la ofensiva se debilite con los días, ofrece migajas políticas, como hipotéticos adelantos electorales a cambio de “treguas”, que en su lenguaje significa desmovilización del pueblo. No atiende, en todo caso, el fondo de la cuestión exigida desde las calles: una nueva constituyente, renuncia de la usurpadora, libertad para su presidente legítimo, cierre de un congreso corrupto, en fin, el desmontaje del golpe cívico-militar y el inicio de un proceso de refundación nacional constituyente.

En Perú la moneda sigue en el aire. En dos meses la oligarquía no ha logrado contener la respuesta popular, y a su vez las fuerzas del pueblo enfrentan la encrucijada de avanzar o estancarse, con el riesgo de entrar en un camino de desgaste de largo plazo, que pudiera permitir que sectores de recambio dentro del sistema lograran neutralizar el movimiento de masas. El peligro de esa opción es que los intereses imperiales puedan contar con curiosos compañeros de viaje, incluyendo más de algún sector de esa izquierda descafeinada y cobarde que se conoce allí como “Caviar” y otras expresiones que no hace mucho pertenecieron incluso a los partidos del anterior entorno presidencial, y entre cuyas características históricas destacan sus vacilaciones y marcadas tendencias a la fragmentación y el divisionismo del campo popular. 

En Bolivia, las maniobras golpistas y secesionistas/separatistas no cesan. Y aunque el encarcelamiento del principal líder fascista cruceño, el gobernador Camacho, demostró la decisión presidencial de responder con firmeza a los intentos de generar caos y levantamientos en otros puntos del país, lo cierto es que no ha detenido las ínfulas golpistas, en especial por el respaldo evidente y poco encubierto de Washington.

No es ajeno, tanto al problema de Perú como a las tensiones bolivianas, el hecho de tratarse de dos de los tres (junto con Argentina) países con el área de mayor concentración de Litio y de las llamadas tierras raras en el continente y en el mundo.  Sin duda, como nos enseñara Eduardo Galeano, esas riquezas no auguran buenas noticias para los países y pueblos que las ostentan ante el reclamo de la avidez norteamericana. La geopolítica y la disputa con China tampoco es ajena a estas tensiones, en particular en el caso de Perú, por la importancia de sus puertos sobre el Pacífico.

CELAC, mucho ruido y pocas nueces

También se celebró este mes la VII Cumbre de la CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Con innumerables discursos de buenas intenciones, pero insustanciales ante los enormes desafíos del momento, el ejercicio pareció más de carácter diplomático que político, en el sentido estricto de buscar formas de abordaje a temas tan centrales para nuestro continente y el Caribe como la situación de los tres países ya mencionados (Haití, Perú, Bolivia). Más allá de las expresiones de solidaridad con Venezuela, con Cuba y Nicaragua, o los reclamos esperados contra los enclaves coloniales de Malvinas o Puerto Rico, o los primeros planos que las cámaras de todos los medios otorgaron a Lula, como desagravio frente al desafío del bolsonarismo, lo cierto es que más allá de un comunicado con más de cien puntos y ninguna sorpresa, la CELAC llegó y se fue sin mayor gloria, aunque con bastante ruido.

Curiosamente y casi sin ruido se desarrolló de manera virtual una reunión de nivel ministerial, que incluyó a una docena de países de la región, invitados por EEUU, con el Secretario de Estado Antony Blinken a la cabeza, para relanzar un viejo proyecto, la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas, que buscaría profundizar la cooperación económica, así como fortalecer la estabilidad y resiliencia entre ellos, según se conoció a través de la prensa. 

Barbados, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, México, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay, afirmaron que “además de compartir áreas geográficas, idiomas, historias, cultura, todas son democracias que creen que a través de la buena gobernanza habrá oportunidades más robustas en materia económica”.

La noticia es elocuente, mientras algunos gobiernos avanzan con cautelas y a fuerza de declaraciones, con escasos adelantos en coordinación regional y acuerdos de largo alcance continental, el imperio acelera con acciones concretas y un solo objetivo, reafirmar su redespliegue neocolonial en la región para defender, con el reflotamiento de la bicentenaria doctrina Monroe, su “patio trasero”.  Al mismo tiempo, Washington se encarga de fortalecer el bloque norteamericano, mientras gradualmente México mira más hacia el norte que hacia el sur (la ausencia de AMLO en la CELAC y su mensaje en contra de cualquier iniciativa de moneda en común que pudiera desplazar al dólar estadounidense resulta elocuente al respecto).

Lo anterior parece un ejemplo claro de los niveles de disputa a nivel global, y de la manera en que se va posicionando la política exterior de EEUU hacia la región, con la intención de que, en cualquier caso, la disputa con China y otras potencias no afecte sus relaciones de dominio hegemónico en América Latina y el Caribe. Es en este marco que podemos mirar las razones del imperio para recurrir a las fuerzas locales más conservadoras, extremistas y de corte fascista, según convenga a cada caso, para asegurar su dominio en la región.

Diversos procesos electorales se disputarán en el periodo 2023-2024; en ellos sin duda se jugará el interés de los pueblos por resistir la ofensiva neo-monroista frente a las crecientes necesidades de un imperio en crisis, necesitado de reafirmar su hegemonía territorial geo-política, limitando los conflictos a zonas del planeta lo más alejadas del continente americano.

En ese marco, y con el telón de fondo de los nubarrones de la creciente crisis económica, que avanza con recesión e inflación, se acrecientan las posibilidades de mayores descontentos, movilizaciones y organización en defensa de sus intereses por las clases populares. Es previsible que los conflictos, que por ahora van aflorando de manera aislada y aún inconexa, puedan cobrar no solo fuerza sino amplitud y profundidad, en un continente con enormes necesidades postergadas, con deudas externas impagables, aumento generalizado de la pobreza y el desempleo, incapacidad de los gobiernos de construir auténticas políticas alternativas y, por supuesto la incapacidad añadida de estos de romper las cadenas de la dependencia.

El mes que termina parece entonces el prólogo de un año que verá recrudecer las contradicciones y las luchas; el campo de batalla previsible serán las calles, en un contexto en más de un caso de disputa político electoral, que podría quedar en entredicho si esos procesos no garantizan el control social imprescindible para que el imperialismo y sus socios locales puedan continuar ejerciendo su dominio.

Nuestra América en un mundo convulso

El Salvador: Ignorancia y miseria

En ese mundo convulso y contradictorio también desarrolla su devenir El Salvador, aunque a veces, las lógicas locales tan particulares nos puedan hacer pensar lo contrario. Pero lo cierto es que pese a la campaña incesante del régimen para fabricar distractores que neutralicen las frustraciones populares y que simulen siempre la existencia de un país de sonrisas y alegrías eternas, la realidad de hambre y miseria que agita el país, prevalece. La situación de desempleo y de pobreza extrema para altos porcentajes de la población, la carestía de la vida con consecuencias en los niveles de desnutrición, particularmente infantil, generando también abandono escolar; el muy precario y precarizado sistema de salud, o el abandono de infantes y adolescentes a causa de la detención de padres o madres por el régimen de excepción, o por los repetidos intentos migratorios, no se borra con propaganda artificial y con falsas sonrisas presidenciales.

Hace pocos días, la Universidad Centroamericana, José Simeón Cañas (UCA), de El Salvador, dio a conocer un estudio de opinión que resultó revelador acerca de las formas y métodos que ha ido adoptando el ejercicio del poder por el gobierno en turno. Los datos indican que el poder autocrático recibe respaldo popular al asentarse en privilegiar la fuerza y el autoritarismo antes que la educación; la represión antes que la prevención; y la propaganda y desinformación antes que los hechos comprobables.

Debemos preguntarnos entonces cuales son los caminos que el gobierno ha encontrado para lograr canalizar a su favor una percepción que en cualquier país con un desarrollo democrático algo mayor constituiría una aberración. Solo bastará mirar la respuesta del presidente de Costa Rica a un periodista que le preguntaba si no sería apropiado utilizar en aquel país el método salvadoreño de represión al delito, para comprender, a través del enérgico rechazo del mandatario costarricense, que no se trata solo de combatir el crimen sino de hacerlo dentro de las reglas de convivencia y derechos que la sociedad en su conjunto se ha dado.

De tal modo, la encuesta de la UCA es reveladora de un estado de ánimo social contradictorio, a veces incomprensible, que se inclinaría en un considerable porcentaje a comulgar con su opresor.  Aceptan en altos porcentajes el régimen de excepción cambiando espacios de libertad y derechos, que conceden al gobierno, por una sensación de seguridad frente al crimen organizado que los agobió durante décadas. También se percibe que el sentimiento de venganza parece prevalecer sobre el de justicia.

Sin embargo, mal haríamos en culpar a una fracción del pueblo por sus opiniones. Si vemos la historia salvadoreña encontraremos una sociedad muy asentada en el autoritarismo, el caudillismo y la violencia, incluso aquella usada para gobernar dominando. Esto es así porque a lo largo de generaciones las clases dominantes, en particular la oligarquía, desestimó cualquier intención o esfuerzo por educar al pueblo; en cambio, priorizó la “educación por la violencia y el autoritarismo”; aquello de que “la letra con sangre entra” se demuestra hoy en pleno siglo XXI al revisar, por ejemplo, las recién aprobadas modificaciones a la ley de tránsito, que multiplica exponencialmente las multas y sanciones ante cualquier falta, desde la más leve a la más grave, pero que no hace ni un guiño a buscar la educación vial de las y los salvadoreños.

Del mismo modo, en el estudio de opinión de la UCA, se demuestra que a mayor nivel de desinformación o de información casi exclusivamente por medios ligados al oficialismo, mayor es el nivel de desconocimiento de los hechos reales en el país, y sobre todo, resulta abrumadoramente mayoritario el apoyo incondicional al presidente y al conjunto de manipuladores que le acompañan a gobernar como si se tratara de un reality show norteamericano o de algún país del primer mundo.

La educación como herramienta revolucionaria

He aquí pues dos elementos esenciales a considerar en cualquier futura táctica y estrategia popular que busque efectivamente la lucha exitosa por la emancipación de esta sociedad, no solo del gobierno autocrático sino del dominio imperial, que a través de infinidad de sutiles canales asegura su control sore el país, más allá de los discursos presidenciales. Esos dos elementos son educación y formación popular, pero esa educación debe ir necesariamente acompañada por la adecuada información de lo que realmente acontece en el país.

Estamos terminando un mes de importantes eventos conmemorativos para la izquierda revolucionaria en El Salvador, desde los hechos insurreccionales de 1932, hasta la firma de los acuerdos de paz, o la primera gran ofensiva guerrillera (llamada final) a inicios del conflicto, y la partida física de uno de los más grandes dirigentes revolucionarios que dio este país al mundo, Schafik Jorge Hándal. Recordando precisamente a Schafik, queremos hacer referencia a la situación que se avecina también en El Salvador. La crisis no perdonará; el país endeudado y en ruinas que está dejando el clan autocrático en el gobierno será incapaz de frenar, por más armas, militares y policías que ponga en las calles, la furia de un pueblo hambreado y hambriento; a la crisis mundial se sumará sin duda las deplorables condiciones económicas del país y sus mayorías más empobrecidas.

Cuando se vayan dando esas circunstancias, el pueblo, como ya ha empezado a hacerlo en defensa de causas justas y puntuales, como la libertad de sus camaradas sindicalistas presos o la liberación de dirigentes comunales, prisioneros políticos del régimen, irá saliendo a las calles de manera creciente, y allí debemos asegurar que las fuerzas revolucionarias acompañen esos procesos, donde nuevamente la educación del pueblo resulta esencial, pero no la visión teórica academicista, sino como lo enseña el propio Schafik,  como un acompañamiento en la lucha que el partido debe realizar con las bases sociales, pero desde una visión de la educación enriquecida a través de la práctica política. Por eso afirmaba: «La única manera de enseñar a la gente es llevarla a hacer su propia experiencia. En eso consiste el arte de la política revolucionaria ».

Finalmente, otra enseñanza que no debemos dejar pasar es aquella referida a los métodos de lucha, para hacernos comprender que es el pueblo quien define las formas de lucha en cada momento. Por eso afirmaba que siguiendo el principio aconsejado por Lenin: «el partido no debe decretar las formas de lucha: estas surgen del movimiento, las crea la gente. El partido debe unirse a esas formas de lucha, apoyarlas y tratar de perfeccionarlas ».

Raúl LLarull* Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN.

Foto de portada: Arte Le Monde Diplomatique

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