La ciudadanía como mercado
Desde que los Ejecutivos se han ido poblando de una nueva clase de políticos, con rasgos personales marcadamente amorales, cargados de un cinismo que les permite mentir abiertamente sin inmutarse, y que ven su cargo como la de un director de mercadotecnia, el objetivo de esos mensajes a la ciudadanía no es informar sino “vender” una imagen exitosa a un “mercado consumidor”.
Es, en parte, un signo de los tiempos, de este modelo neoliberal agotado que refleja la crisis del sistema capitalista en su conjunto. El objetivo de estos gobiernos, de carácter crecientemente fascista, pero adaptados a la realidad del siglo XXI, es favorecer la concentración de capital en manos de las élites que representan.
Es natural, entonces, que sus informes anuales vayan dirigidos a esos sectores, como quien informa a sus juntas de accionistas. Al mismo tiempo, deben apelar a sectores populares, que sostienen esos regímenes con sus votos cautivos, secuestrados a base de manipulación mediática y -justo es reconocerlo- gracias en parte al nefasto papel que han jugado muchas experiencias “progresistas”, que abrieron de par en par con sus acciones tibias, mediocres y pusilánimes, las puertas al fascismo ascendente.
El fantasioso informe de Trump
Después de encender todas las alarmas a partir de las amenazas de ataque militar inminente a la República Bolivariana de Venezuela, y habiendo asumido públicamente su carácter neocolonial, saqueador e imperial, el mundo se disponía a escuchar de Donald Trump una declaración de guerra o una locura similar.
Además de la insaciable ambición depredadora de recursos naturales ajenos, para intentar equilibrar su debilidad ante potencias que claramente lo están superando en la disputa global, el problema principal que afecta a Donald Trump es su frente interno, su indetenible caída en popularidad.
Ya no le alcanza la “excusa Biden”; una encuesta reciente de Fox News, mostró que, para aproximadamente el doble de votantes registrados, Trump es más responsable de la situación económica actual (62%) que su predecesor (32%).
La lista de mentiras esgrimidas por el magnate de pelo amarillo parece querer romper todos los récords. Veamos algunos datos, empezando por el área económica, que es sin duda la mayor preocupación doméstica que debe enfrentar la administración.
Trump afirmó falsamente que la inflación se había detenido (“Inflation is stopped”). Sin embargo, según los datos de noviembre 2025, la inflación se mantenía en 2.7%, apenas por debajo del que presentaba al asumir su cargo en enero. También afirmó que heredó de la anterior administración “la peor tasa de inflación en 48 años y algunos podrían afirmar que la peor de la historia del país”.
En realidad, el último registro de inflación en la administración Biden, de diciembre 2024, fue 2.9%; Trump inició su gestión con 3.0% en enero 2025. En cambio, es cierto que en el periodo 2020-2024 la tasa de inflación fue elevada, aproximadamente 9%, la más alta en varias décadas.[1]
Entre los datos falsos que presentó el presidente destacan sus referencias a precios de alimentos y medicamentos. Tras señalar que el precio de los huevos se ha desplomado desde marzo (afirmó, sin respaldo alguno, que la caída fue del 80%), Trump añadió: «Y todo lo demás está cayendo rápidamente». Eso no es cierto. Los precios de la comida han subido este año.
Los datos del Índice de Precios al Consumidor muestran que un número mucho mayor de productos alimenticios ha subido de precio desde que regresó al cargo. Las cifras de septiembre, las más recientes del IPC, mostraban que los precios promedio de alimentos aumentaron un 2,7% respecto a septiembre de 2024; y aproximadamente un 1,4% respecto a enero de 2025.
Trump repitió su falsa afirmación de que una orden ejecutiva que emitió sobre los precios de los medicamentos con receta reduciría esos precios «hasta en un 400, 500 e incluso un 600%». Estas cifras son matemáticamente imposibles. Si las empresas bajaran los precios de todos sus medicamentos a cero dólares, eso sería una reducción del 100%. También mintió sobre la caída en los precios de la gasolina.
Trump repitió su falsa afirmación de que ya van «18 billones de dólares» en inversión en EE. UU. durante su segunda presidencia. El propio sitio web de la Casa Blanca informa que la cifra alcanzó «9,6 billones de dólares».
Aseguró que ha terminado ocho guerras este año: «He restaurado la fuerza estadounidense, he resuelto ocho guerras en 10 meses.» Incluye en su lista, una entre Egipto y Etiopía, que no fue una guerra sino una larga disputa diplomática en torno a un proyecto etíope de una represa sobre un afluente del Nilo.
La guerra entre Serbia y Kosovo, reiteradamente mencionada por Trump, jamás existió durante su mandato. También incluye un supuesto éxito al poner fin a una guerra que involucra a la República Democrática del Congo y Ruanda, pero esa guerra continúa a pesar de un acuerdo de paz negociado este año por la administración Trump, que nunca fue firmado por la principal coalición rebelde.
El conflicto armado entre Tailandia y Camboya, asumido por Trump como resuelto, volvió a estallar este mes, dejando más de 300 mil desplazados y unos 40 muertos en la frontera. Y qué decir del genocidio sionista en Gaza, presentado por EEUU como un acuerdo de paz, que solo muestra la irrefrenable decisión sionista de aplastar y eliminar al pueblo Palestino.
Finalmente, en temas de migración, Trump repitió su falsa afirmación de «25 millones» de migrantes que entraron en el país con Biden. Hasta diciembre de 2024, el gobierno federal había registrado menos de 11 millones de migrantes durante esa administración, incluyendo millones que fueron expulsados rápidamente del país.
Son muchas más las mentiras que fue capaz de esgrimir en 20 minutos de discurso sofocante y leído a toda velocidad y con frecuentes errores de dicción, pero sin duda son más las preocupaciones de los asesores por la imagen y la popularidad presidencial que por las posibles mentiras descubiertas por la prensa.

El discurso del lacayo
Si un mandatario emula y supera las mentiras emitidas por Trump, ese es el dictador salvadoreño, su títere incondicional y enemigo acérrimo de los enemigos de aquel.
Su nivel de sumisión resulta ya indiscutible y, para vergüenza de su pueblo, figura además entre los gobernantes que han traicionado la unidad y solidaridad latinoamericana y caribeña, la defensa de la autodeterminación y soberanía de nuestros pueblos, para alinearse a los intereses neocoloniales del imperio, no solo de forma discursiva sino en complicidad práctica, cediendo territorio nacional a las necesidades imperiales.
Pretendió en algún momento liderar el movimiento de extrema derecha que avanza en América Latina, pero solo afianzó su fama de represor y carcelero al servicio del imperio.
La situación económica de los hogares salvadoreños es la preocupación central de la población. Ante ello no hay respuestas, porque no es para eso que los gobiernos de las oligarquías llegan a administrar los asuntos del Estado. Como en EEUU, también en El Salvador los ricos se siguen haciendo más ricos.
El presupuesto 2026 recién aprobado, profundizará el desempleo, que registra despidos masivos en Salud, y la reciente supresión de al menos 72 plazas de la Procuraduría de DD.HH.
La Justicia es aún más dependiente del Ejecutivo al sufrir una reforma constitucional de la que, en parte, son culpables los propios Magistrados afectados. Con su complicidad durante años avalaron mecanismos que hoy facilitaron al Legislativo pasar, con dispensa de trámite, nuevas reformas constitucionales en un solo día, y eliminar la asignación obligatoria del Estado de otorgar un porcentaje mínimo del presupuesto (6%) al Órgano Judicial.
Un día después de aprobar la mencionada reforma a la Constitución, los mismos que prometieron no reducir el presupuesto judicial, y pese a que el cambio aún no ha entrado en vigencia, recibieron y aprobaron una solicitud del Ministerio de Hacienda para recortar 164.2 millones de dólares de la asignación del próximo añoa Justicia.
Estas acciones constituyen un paso más en el desmontaje de los acuerdos de paz de 1992. La asignación permanente al Órgano Judicial tenía a la base garantizar su independencia del resto de poderes del Estado. Esta garantía se aplasta con las nuevas decisiones de una dictadura que sigue ocultando la verdad, como lo hace cada uno de los gobiernos de extrema derecha que se imponen en el continente.
El nuevo plan de gastos aprobado no lucha contra el hambre, lo amplía; no favorece mejoras salariales, precariza los ingresos, asegurando salarios de miseria y la ampliación de la pobreza en el mediano plazo. Oculta las asignaciones para salarios en la Asamblea Legislativa, mientras reduce fondos para Educación y Salud, y aumenta la propaganda de Casa Presidencial y los gastos de Defensa.
Ante las críticas cotidianas a la situación económica, el dictador anunció durante un evento público «Nuestra economía este año crecerá arriba del 4%. Eso no lo dice todavía el BCR (Banco Central de Reserva) pero vamos a crecer arriba del 4% […] A principios de año dijeron que creceríamos 2.5% y todo mundo dijo: ¡Qué bajo! Solo el 2.5%. Pero vamos a crecer arriba del 4 (%)», aseguró.
El presuntuoso mensaje presidencial recuerda otro, poco tiempo atrás, al firmar un acuerdo con Finlandia para apoyo en recursos educativos, cuando afirmó que “la educación en El Salvador será como la de Finlandia”. Lo peor no es la fantasía y la mentira, sino el hecho que miles “compran” esa falsa ilusión.
Mientras el fantasioso mundo de las redes sociales presidenciales habla de crecimiento del consumo, olvida mirar los mercados y las tiendas de todo el país, donde brillan por su ausencia los “consumidores”, que hoy hacen malabares para planificar las reuniones de fin de año con ingresos de miseria.
Un estudio del economista Óscar Cabrera Melgar, presidente de Fudecen (Fundación para el Desarrollo de Centroamérica) y ex presidente del BCR, dejó claras las diferencias entre lo propagandizado y la base material sobre la que se asienta el aparente crecimiento, que el economista estima en 3.1% para 2025. Cabrera lo resume así: “El consumo privado se sostiene, pero descansa sobre un pilar externo”.
La frase desnuda la vulnerabilidad estructural de la economía salvadoreña: las remesas. 2.499.7 millones en remesas familiares recibidas en el segundo trimestre de 2025 muestra de donde llegan los recursos para el consumo, pero también la extrema volatilidad de los mismos, en especial con las políticas anti-migratorias de EEUU, donde residen unos 3 millones de salvadoreños. Para 2026, el estudio prevé una caída del consumo hacia tasas de entre 1.2 y 1.5%.
Tampoco el crecimiento -el más bajo de la región y que seguirá en esa tendencia-, se asienta en desarrollo industrial sino parcialmente en el turismo como factor estructural. Esto plantea desafíos esenciales para la economía. En primer lugar, la baja inversión externa (la más baja de la región), tampoco garantiza creación de empleos, mucho menos empleos de calidad. El crecimiento también se asienta en gasto público, basado en elevado endeudamiento externo e interno (la deuda pública total consolidada al tercer trimestre de 2025, ascendía a 43.687.9 millones), lo que en el mediano plazo asegura su estancamiento.
Al rezago industrial se suma el abandono de políticas hacia el campo, ofreciendo un panorama de crecimiento atrofiado y limitado en el mediano plazo, con la deuda de pensiones como bomba de tiempo apuntando a 2027, cuando el gobierno deba pagar intereses y capital de los fondos de los trabajadores tomados en los últimos años.
Finalmente, el déficit comercial fue un 27.5% más negativo que el año anterior, mientras las importaciones (+17.7%) crecieron cuatro veces más que las exportaciones (+4.2%).
Una mirada a mediano plazo nos muestra un país a la deriva, sostenido gracias a la alianza estratégica del dictador con su par estadounidense. Esto pone en la mira la factibilidad de la dictadura, cada vez más dependiente del destino de su patrón norteamericano quien, a juzgar por las encuestas y el comportamiento de su propia economía, no tiene garantizada tampoco una larga vida política.
Del futuro político de Trump y su grupo dependerá, en buena medida, el futuro a largo plazo de la dictadura salvadoreña. Esto no quita, en ningún caso, la responsabilidad suprema que recae sobre el pueblo para luchar por los cambios necesarios y urgentes.
Los factores externos pueden influir sobre los internos, pero es siempre la lucha de los pueblos las que hacen caer sus tiranías. No lo olvidemos ni en estas fiestas de Navidad, donde muchas familias pasarán angustias, que no resolverán ni las luces led ni los arbolitos gigantes.
¡Feliz Navidad!
Raúl Llarull* Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN. Colaborador de PIA Global
Foto de portada: Ilustración FACTUM/Andrea Maida
Referencias:
[1] Según datos de BBC Mundo, la Reserva Federal y medios de EEUU, la peor tasa de inflación en la historia reciente de EE. UU. fue un pico del 23.70% en junio de 1920, pero el período más prolongado y conocido de alta inflación fue durante la «Gran Inflación» de los años 70 y principios de los 80, donde superó el 14% en 1980, lo que llevó a la Reserva Federal a subir las tasas de interés drásticamente para controlarla, resultando en una recesión. La inflación reciente (2022-2024) fue la más alta en décadas, cercana al 9%, pero no comparable a los picos de 1920 o las décadas anteriores

