Colaboraciones Nuestra América

El Salvador: amistades peligrosas

Por Raúl Llarull*.Especial para PIA Global,-El primer ejemplo del traslado de la política doméstica estadounidense a territorio salvadoreño se expresa en la reciente visita a El Salvador del Senador Republicano Marco Rubio.

La crisis económica nacional e internacional, la agudización de contradicciones ante el parto de un mundo multipolar que tarda en nacer pero que sacude al planeta con sus estertores, y el traslado a suelo salvadoreño de contradicciones internas de la política doméstica norteamericana, son algunas de las temáticas que prevalecieron en esta semana previa al receso vacacional de Semana Santa. 

Podemos sumar también el hecho de que, muy a pesar de las apariencias y las nubes de humo que el régimen salvadoreño sigue desplegando ante los ojos de su opinión pública, empiezan a aparecer con mucha más frecuencia los análisis que explican algunas de las razones del actual estado de ánimo y la percepción de importantes segmentos de la población. No es algo menor puesto que solo comprendiendo las múltiples causas de la situación, el pueblo junto a las fuerzas que aspiran a acompañarlo y conducirlo, podrá encontrar la vía y el rumbo para superar la larga noche inaugurada en 2019.

Injerencia, extremismo y preocupaciones hegemónicas

Varios hechos de política internacional relativos a disputas domésticas de la política de EEUU, se han manifestado en El Salvador en estos días, demostrando una vez más la innegable dependencia con aquel país, particularmente en el caso del actual régimen con una de las alas más radicales y extremistas del partido Republicano, el trumpismo, del cual jamás renegó u ocultó sus afinidades, algo que parecen no haber notado ciertas izquierdas funcionales al sistema que, a lo largo de Nuestra América, insisten en ver al autócrata de CAPRES como un líder rupturista, progresista, casi como si se tratara de un revolucionario de izquierda.

En realidad, si de revolucionario hablamos, lo estaríamos haciendo en el marco de una revolución burguesa, profundamente clasista, represiva, autocrática y antipopular. Es decir, más cercano a los impulsos e iniciativas que, a lo largo del continente, se observa en diversas agrupaciones de derecha y extrema derecha, que se han estado reuniendo con llamativa frecuencia y coincidencia últimamente, como el Foro Madrid, que impulsa el partido neofascista español VOX (reunido en Lima, 28-29 de marzo), la Fundación Libertad  (Buenos Aires, 27 de marzo, con la participación de Mario Vargas Llosa, Macri, el ex juez Sergio Moro, Felipe Calderón, Sebastián Piñera, Iván Duque y Jorge Quiroga, entre otros); el Grupo Libertad y Democracia (Buenos Aires, segunda semana de marzo, cuya lista incluye a los Presidentes de Ecuador y Paraguay –Guillermo Lasso y Mario Abdo– y a los ex jefes de Estado José María Aznar y Mariano Rajoy (España); Felipe Calderón y Vicente Fox (México); Iván Duque (Colombia); Jorge Quiroga (Bolivia) y Andrés Pastrana (Colombia)).

Todos esos encuentros mostraron derechas regionales actuando como voceros de las visiones hegemónicas estadounidenses ante la supuesta injerencia de China y Rusia en América Latina, al mismo tiempo, tal como lo harían esta semana funcionarios estadounidenses en El Salvador, expresaron la “preocupación” por lo que consideran avances de las izquierdas en la región.

La visita de Rubio y un trino solidario

El primer ejemplo del traslado de la política doméstica estadounidense a territorio salvadoreño se expresa en la reciente visita a El Salvador del Senador Republicano Marco Rubio. El ultra-reaccionario personaje no solo fue recibido por el jefe de Estado salvadoreño, con foto oficial incluida, sino que el encuentro fue presentado como un gran avance de la política exterior de EEUU en la región. Así lo plasma la página oficial del Senador Rubio al informar de la visita:

A medida que América Latina y el Caribe gira hacia gobiernos anti-estadounidenses de izquierda, El Salvador sigue siendo un importante aliado estratégico en Centroamérica.

El senador estadounidense Marco Rubio (R-FL) viajó a San Salvador y se reunió con el presidente Nayib Bukele. Rubio y Bukele hablaron sobre las iniciativas de seguridad en curso del presidente, la importancia del orden democrático en nuestra región, así como la cooperación mutua entre los EE. UU. y El Salvador.

“Tuve una productiva reunión con el Presidente Bukele y el Embajador de EE.UU. Duncan durante mi primera visita oficial a El Salvador.  En un momento en que la Administración Biden activamente aleja a nuestros aliados y opta por apaciguar a dictadores asesinos en nuestra región, es importante que apoyemos a los líderes democráticos de nuestro hemisferio que están liderando la lucha contra las pandillas asesinas y criminales en Centroamérica. Para el futuro de nuestras relaciones bilaterales, es esencial que las instituciones democráticas en El Salvador se mantengan fuertes.”— Senador Rubio»

Esta no ha sido la única muestra elocuente de la interacción permanente entre el gobierno de El Salvador y sectores del partido Republicano. Si en la primera ocasión se trató de una iniciativa desde EEUU, en el segundo la acción fue iniciada, sin pérdida de tiempo, por el propio mandatario salvadoreño, que pareció verse compelido a “expresar su solidaridad” hacia quien alguna vez llamó, en la Casa Blanca, presidente “nice and cool”. El jueves pasado, en una reacción inmediata al conocerse públicamente la acción de la justicia de New York para someter a juicio al ex presidente Trump, desde CAPRES el presidente no pudo contener su verborragia para: 1) expresar su apoyo implícito a Trump; 2) utilizar el caso como un dardo contra la Administración Demócrata y, a la vez, pretender invalidar cualquier denuncia a su régimen en materia de persecución política en contra de la oposición. Así lo reporta el medio internacional Infobae:

«El presidente de El Salvador sostuvo este jueves que Estados Unidos no podría condenar la «persecución política» en otros países tras la decisión de un jurado de imputar al expresidente estadounidense Donald Trump.

«Lamentablemente, será muy difícil para la política exterior de EE.UU. usar argumentos como ‘democracia’ y ‘elecciones libres y justas’, o tratar de condenar la ‘persecución política’ en otros países, de ahora en adelante», publicó el mandatario en Twitter.

En un mensaje previo, Bukele compartió una publicación de un medio estadounidense que informaba sobre la acusación. Ambos trinos fueron escritos en inglés.

«Imagínense si esto le pasara a un destacado candidato presidencial de la oposición aquí en El Salvador», publicó el presidente salvadoreño».

Estas expresiones de alineamiento con los republicanos y el trumpismo reviven acciones similares del salvadoreño, iniciando con su primera visita oficial a Washington y su discurso ante el tanque de pensamiento ultra conservador, Heritage Foundation. Sin embargo, la injerencia estadounidense no se limita a los republicanos; los demócratas no se quedan atrás en su injerencismo.

Lejos de ello, mientras el embajador de Washington en San Salvador, acompaña al Senador Rubio en su visita oficial, desde la sede diplomática del país del norte no cesan las maniobras en dos sentidos, por un lado, fortalecer y mejorar relaciones de cooperación con el gobierno y, al mismo tiempo, de apoyo a sectores de la oposición, particularmente de derecha, pero abarcando cada vez más a intelectuales, políticos, académicos y centros de estudio, que de manera consistente van incorporando en sus cuestionamientos al régimen las críticas de la Administración Biden, y van apareciendo propuestas de diversos sectores (no todos ligados directamente al pensamiento de derecha) que «coinciden» con la visión de la administración Demócrata.

Sobre frentes y luchas electorales

Entre esos ejemplos encontramos las recientes declaraciones de un joven dirigente de un partido de derecha salvadoreño, planteando que las próximas elecciones no se tratarán de una disputa entre derecha e izquierda, sino entre dictadura y democracia.

Curiosa reflexión la de este personaje, que nos recuerda con sus afirmaciones aquellas de Fukuyama, quien afirmaba, junto al fin de la historia, la irrelevancia de conceptos como izquierda y derecha. Sin duda, el discurso posmoderno permeó la política salvadoreña y, mientras en un amplio espectro de la política serán capaces de aplaudir semejante disparate, tampoco tendrán ningún empacho en comulgar con esa particular visión de la contradicción entre dictadura y democracia.

Será fácil para quien acuerde con la negación del dilema izquierda-derecha, asumir también que cuando se habla de democracia solo es posible considerar una y solo una: la democracia liberal burguesa, aplicada aquí como antagonista de “dictadura”.

No seremos nosotros, que reiteradamente hemos señalado el camino seguido por el régimen autoritario como un curso directo hacia una forma dictatorial de gobierno, quienes disputemos esa parte de la ecuación. Sin embargo, también es necesario aclarar que El Salvador y su pueblo está viviendo un camino hacia una dictadura de la burguesía ascendente, en ruta hacia su consolidación como clase hegemónica.

Sin el detalle anterior y sin considerar la propuesta del tipo de democracia que defienden quienes la postulan en estos días como contraparte a la dictadura, no podríamos comprender que estamos siendo invitados a un festín envenenado. Es decir, un llamado al pueblo a luchar contra el gobierno, pero no desde las necesidades y reivindicaciones del pueblo, no desde su organización para la lucha, no desde sus intereses, sino desde los intereses de los sectores oligárquico-burgueses-imperiales que hacen la convocatoria a conformar frentes electorales destinados a reemplazar en el gobierno a un sector burgués por otro.

¿Qué obtendría el pueblo trabajador, olvidado y utilizado tanto por los actuales gobernantes como por estos sectores de la oposición “democrática”? Nada más que “cambiar de collar”, contentarse con “cadenas nuevas”, posiblemente con otro discurso populista, que calme temporalmente las ansias y reivindicaciones del pueblo, que poco a poco se va cansando del hambre, del autoritarismo, de verse forzado a la migración con trágicas posibilidades, como las que acabamos de ver en el caso de Ciudad Juárez (Mx).

Ese pastel envenenado no puede ser una opción para el pueblo. Sí, lo será su organización independiente, autónoma, basada en la organización para la lucha en defensa de su vida, de sus necesidades. Será la izquierda consecuente la que, sin duda, acompañará esos esfuerzos. Pero es responsabilidad de esa misma izquierda revolucionaria denunciar con claridad las trampas de la burguesía que pretende cambiar todo para no cambiar nada.

Popularidad del régimen ¿Las matemáticas no mienten?

En los últimos días se conocieron estudios de opinión bien fundamentados, que establecían que casi el 80% de la población encuestada aprobaba el régimen de excepción. Hace tiempo, esas cifras no eran suficientemente analizadas por especialistas y medios de comunicación. Pero, en la medida que eso va cambiando, y los datos empiezan a ser observados con mayor detenimiento, su análisis ayuda a comprender paradojas aparentes.

Es verdad que en promedio 7,5 sobre 10 de las personas entrevistadas expresan apoyo a la implementación y continuidad del régimen de excepción, que lleva ya mas de un año implantado. Pero, del mismo modo, es importante segmentar el universo de respuestas.

Al tomar las respuestas favorables al régimen de excepción resulta evidente que  la inmensa mayoría de la población ve positiva la reducción de determinados niveles de violencia, usualmente asociados con el accionar de grupos criminales organizados en pandillas.

Sin embargo, al hilar más fino entre esa población, se descubre que, en igual porcentaje, aproximadamente el 75%, desconoce cuáles son los derechos ciudadanos que fueron suprimidos en virtud de la implementación del régimen de excepción. Por otra parte, entre quienes lograban mencionar alguno de los derechos conculcados, la mayoría no lograba describir en qué consistía ese derecho.

Del mismo modo, hace ya unos años, otro estudio local similar, que preguntaba acerca del conocimiento de la Constitución nacional, descubrió que la mayoría de la población jamás había leído la Carta Magna ni conocía su contenido. Resulta difícil defender derechos que ni siquiera se reconoce tener o haber tenido. ¿Cómo es posible, entonces, defender la vigencia de la Constitución o combatir su violación sin apenas conocerla?

Ese es uno de los dramas de la realidad actual salvadoreña. Es también la debilidad que explota el actual régimen autoritario que gobierna El Salvador. En ningún caso le interesa difundir el contenido constitucional, educar acerca de los derechos conquistados por el pueblo. Así le resulta mucho más fácil a farsantes como el vicepresidente de la República, “descubrir artículos ocultos” en la Constitución, y con ese argumento justificar e interpretar libremente -al igual que sus cómplices en la Sala de lo Constitucional- la ley fundamental para violarla abiertamente en función de las necesidades del grupo de poder dominante.

Estos datos, por tristes que parezcan, resultan un hallazgo fundamental para poder superar algunos aspectos del empantamiento y el oscurantismo que vive hoy el país. Educar, en estas circunstancias, se convierte en una tarea revolucionaria.

Del mismo modo, los autores de la encuesta nos proveen otro dato fundamental; preguntadas acerca del medio por el cual se informan, las personas encuestadas que afirmaban aprobar el régimen de excepción respondieron que su medio de información eran las redes sociales (hegemonizadas por el oficialismo), en tanto que aproximadamente el 20 por ciento que cuestionaba aspectos de la medida, dijo informarse por medios tradicionales (algunos, pero no todos, también cooptados por el gobierno).

De tal modo que la suma de desconocimiento de derechos, sumado a la manipulación informativa, da como resultado los niveles de ignorancia en temas esenciales que enfrentamos en El Salvador.  Esto representa también una posibilidad para seguir combatiendo la manipulación, la desinformación, la ocultación de los datos y de la verdad. Tareas todas esenciales del momento. Al mismo tiempo, esos datos nos conducen a cuestionar la solidez de la propia popularidad presidencial.

En cualquier caso, más allá de la manipulación y el uso retorcido de la información, esa supuesta popularidad no se pondrá en juego como parte de la parodia electoral que prepara el oficialismo, sino frente a la falta de respuestas satisfactorias que tendrá el gobierno cuando el hambre, la crisis, la miseria, se cuele entre las grietas del poder, y el pueblo hecho volcán explote en mil erupciones combativas, que no podrán ser detenidas por simple propaganda sucia o groseras manipulaciones. No lo hará, posiblemente, ni con el despliegue de las fuerzas de seguridad que hoy se muestran confiadas, porque aún no han tenido que enfrentar, como lo hicieron otras generaciones de militares, la furia del pueblo exigiendo justicia.

Raúl LLarull* Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN.

Foto de portada:cortesía: Oficina del Senador Marco Rubio

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