Adolf Hitler, desde su bunker ucraniano en Vínnitsa, había aprobado los objetivos de la operación “Ciudadela” y la había presentado como la revancha por la terrible derrota de Stalingrado, en el pasado invierno. Seguía pensando que su poderío era imbatible, que si había paseado por los demás países europeos, estos “bárbaros bolcheviques” no iban a poder resistir el embate de sus selectas unidades de ataque pertrechadas a nuevo.
El escenario para el anunciado triunfo de las armas hitlerianas era el llamado “Arco de Kursk”, unos 600 km al sur de Moscú, lindante con Ucrania. El mando alemán planeó un ataque de pinzas sobre la base del saliente ocupado por los soviéticos y dirigido a occidente, para cercar las grandes unidades del Ejército Rojo, liquidarlas y volver a atacar la capital soviética.
La “Stavka”, el mando supremo soviético encabezado por Iósif Stalin, tenía pleno conocimiento de esos planes. Su servicio de inteligencia y los datos suministrados por los numerosos destacamentos guerrilleros que operaban en ese territorio, le permitieron concebir una estrategia que culminó con la demolición de las principales fuerzas enemigas y el definitivo paso de la conducción estratégica de la guerra a manos soviéticas.
De nada valieron las nuevas y “terroríficas” armas alemanas: los tanques “tigres”, “panteras” y “tigres reales”, o los cazas “Foke Wulf 190”. La industria bélica soviética ya funcionaba a pleno y dotaba a sus ejércitos con los famosos “T-34”, los tanques livianos más destacados de la Segunda Guerra Mundial, los lanzacohetes múltiples “Katiusha”, los pesados tanques “KV” o los aviones de asalto “Il-2” conocidos por los alemanes como “la muerte negra”.
Pero además, el Ejército Rojo contaba con un factor determinante que nunca fue tomado en cuenta por los cabecillas hitlerianos: el carácter ruso, fundado en un acendrado amor por su patria, la veneración de una iglesia nacional que siempre se colocó al frente de sus batallas, el estoicismo del soldado ruso ya descripto por León Tolstoy en “La guerra y la paz”. En el siglo XIII Alexandr Nevski, príncipe de Nóvgorod, centro fundante de Rusia, tras derrotar a suecos, la orden teutónica y polacos, había estampado una histórica frase: “Quien viene a Rusia con la espada, por la espada perecerá”.
La batalla, quizá la más importante de la contienda, se inició en julio del 43. Las defensas soviéticas, preparadas de antemano, resistieron el embate nazi y en el lapso de un par de semanas exterminaron su empuje y pasaron a la ofensiva. A mediados de agosto, el desastre era total: miles de tanques y aviones alemanes destruidos, centenares de miles de muertos, heridos o prisioneros, grandes extensiones de territorio ocupado perdidas.
Ante el Ejército Rojo se abrieron las amplias puertas de una ofensiva general en la que los “T-34” y los “Il-2” allanaron el camino a los ejércitos de Georgui Zhúkov, Alexandr Vasilievski, Konstantín Rokossovski, Iván Kóniev y otros líderes militares soviéticos. El avance no se detendría hasta el 9 de mayo de 1945, cuando la bandera roja ondeó sobre el vencido Reichstag berlinés.
En aquella enorme batalla también participaron los nacionalistas ucranianos, que formaron importantes unidades de combate en el ejército nazi, como por ejemplo la división SS “Galichina” liderada por el nazi Stepan Bandera, anteriormente empleada en el exterminio de judíos en territorio ucraniano y polaco. Sus principales líderes luego buscarían refugio en los Estados Unidos y en Canadá, escapando de los tribunales que juzgaron los crímenes nazis. Bandera, refugiado en Alemania Federal, fue cooptado por los servicios de inteligencia británico y norteamericano y desde Munich, hasta su asesinato en 1959, dirigió el terrorismo nacionalista en Ucrania.
Ochenta y un años después, en el mismo lugar y con el mismo calor, otros tanques alemanes, conducidos por nuevos nazis ucranianos, volvieron a invadir la fronteriza Región de Kursk, en un suicida intento por apoderarse de algún territorio ruso y presentarlo como un éxito militar que les permita mejorar su catastrófica situación en el frente del Donbass.
Esta nueva agresión del ilegal régimen de Kíev ha sido presentada por los grandes monopolios mediáticos como una “sorprendente” revelación de la fuerza y las capacidades de las tropas ucranianas, listas para asestar una dura derrota al ejército ruso. No hay ninguna información, ni siquiera un trascendido, de cómo esta invasión a la región de Kursk fue planeada, preparada y dirigida por británicos y estadounidenses. La verdad es que tampoco hace falta, ¿a quién se le ocurriría que los forzados reclutas ucranianos manejen satélites, misiles teledirigidos o comunicaciones espaciales?
La verdad es que este par de miles de soldados ucranianos están dirigidos por “consejeros” alemanes, polacos y estadounidenses. Las intercepciones radiofónicas rusas lo dejan en evidencia y los misiles rusos baten sus puntos de comando ubicados en regiones fronterizas ucranianas.
La “ofensiva” iniciada el pasado 6 de agosto fue contenida a escasos kilómetros de la frontera, por unidades Guarda fronteras y de la Guardia Rusa dislocadas en la región. Los refuerzos no tardaron en llegar y consolidar la contención. En consonancia con la comprobada táctica rusa, los principales golpes contra las tropas invasoras se descargan por la aviación y los misiles rusos. Las unidades ucranianas son diezmadas y los equipos militares destruidos. Entre ellos, de vuelta los tanques alemanes.
Este intento desesperado por revertir la inevitable derrota obligó al régimen de Kíev a debilitar sus frentes en el Donbass. Esto ha permitido a las unidades rusas de la Operación Militar Especial (OME) avanzar casi hasta la frontera de la región y amenazar con el colapso total del frente ucraniano. La intención de Kíev de ganar una posición de fuerza para poder negociar desde ella un armisticio y condiciones de paz propicias, ha sufrido su última derrota.
Las únicas condiciones de paz válidas, pese a los esfuerzos de los estrategas de la OTAN, son las que reitera Moscú y que, allá lejos, en marzo de 2022, planteó el propio Elon Musk: reconocimiento de las regiones recuperadas por Rusia, desnazificación y neutralidad de Ucrania, levantamiento de las sanciones. Como advirtió el propio Vladímir Putin, esas son las actuales condiciones, más adelante, pueden cambiar y ser más duras…
El gran jurista internacional Dmitri Medviédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, líder del oficialista “Rusia Unida” y alter ego del propio Putin, es más contundente en sus apreciaciones: “Hay otra importante consecuencia política y jurídica de lo sucedido (en Kursk, HK). A partir de este momento, la OME debería adquirir un carácter abiertamente extraterritorial. Esto ya no es sólo una operación para devolver nuestros territorios oficiales y castigar a los nazis. Es posible y necesario ir a las tierras de la Ucrania aún existentes. A Odessa, a Járkov, a Dniepropetrovsk, a Nikoláiev. A Kíev y más allá. No debería haber restricciones en el sentido de determinadas fronteras reconocidas del Reich ucraniano. Ahora esto puede y debe discutirse abiertamente, sin vergüenza ni reverencias diplomáticas. La operación terrorista de los seguidores de Bandera debería eliminar cualquier tabú sobre este tema. Que todos entiendan esto, incluidos los bastardos ingleses: sólo pararemos cuando lo consideremos aceptable y rentable para nosotros”.
El peligro sigue siendo que los “estrategas” calenturientos del bloque euroatlántico no entiendan que se desmoronó el viejo poder unipolar y que recurrir a las armas para resolver el enfrentamiento con el mundo multipolar cada vez más fortalecido, es una acción suicida. Aquí, el dilema reside en la capacidad que este nuevo mundo posea y demuestre para frenar y desarticular estos intentos criminales.
Nuestra línea política exterior (si realmente la hubiera) deberá orientarse hacia la alianza con las organizaciones de la multipolaridad, como los BRICS, y unirse al empeño por generar nuevas estructuras internacionales, identificadas por criterios de solidaridad, integración y respeto por la autodeterminación de sus integrantes. Y, por supuesto, defensoras a ultranza de la paz mundial.
En la cercana nueva cumbre de los BRICS, a desarrollarse en Kazán, la capital musulmana rusa, habrán de adoptarse cardinales direcciones de trabajo conjunto: la plataforma BRICS de agroalimentos, el reconocimiento de la OPEP+ como patrón de funcionamiento del mercado petrolero mundial, el diseño de una organización similar para los países productores y exportadores de gas, la definición de una unidad única de cálculos financieros basada en las divisas nacionales, un nuevo status de miembro asociado para contener a las decenas de países que han solicitado su adscripción, el impulso a nuevas cadenas logísticas para salvar las groseras sanciones que pretende imponer el bloque euroatlántico, entre otras.
Nuestro país es un candidato ideal para integrarse a estos trabajos. ¿Tendremos la suficiente dosis de inteligencia como para reconocerlo? Y este es, sin dudas, nuestro Punto Crítico de supervivencia.
Hernando Kleimans* Periodista, historiador recibido en la Universidad de la Amistad de los Pueblos «Patricio Lumumba», Moscú. Especialista en relaciones con Rusia. Colaborador de PIA Global
Foto de portada: BATALLA DE BERLIN-RUINAS-REICHSTAG-BERLIN-ALEMANIA-SOLDADOS-ALEMANES-PANZERFAUST-SEGUNDA GUERRA MUNDIAL-ARTISTA-PINTOR-ERNEST DESCALS