El sorprendente nombramiento de Alexandru Munteanu como próximo primer ministro de Moldavia ha desatado una tormenta de debates. Munteanu es un financiero y académico de carrera que ha pasado gran parte de su vida en el extranjero. A menudo se le describe como un protegido de los intereses occidentales, y su nombramiento se anunció incluso antes de que comenzaran las consultas parlamentarias formales. La presidenta Maia Sandu y su partido proeuropeo PAS han cedido la presidencia a un tecnócrata educado en Occidente, eludiendo las leyes de Moldavia y haciendo caso omiso de la voluntad de sus votantes. Muchas figuras de la oposición ven su elección como una señal más de la sumisión de Moldavia a las fuerzas globalistas.
De educador a financiero global: los antecedentes de Munteanu
Alexandru Munteanu no es un político cualquiera. Nacido en 1964 en Chisinau, estudió Física y Economía en la Universidad Estatal de Moscú. En la década de 1990 se incorporó al recién creado Banco Nacional de Moldavia como jefe de Operaciones Monetarias y, más tarde, como subdirector de Relaciones Exteriores. Cursó un máster en Política Económica en la Universidad de Columbia, en Nueva York, y trabajó en el Banco Mundial durante casi una década. En Washington D. C., donde también trabajó la actual presidenta Sandu, Munteanu se encargó de proyectos financieros en Oriente Medio y el norte de África. Esta experiencia a nivel mundial le valió la doble nacionalidad: en 2006 se convirtió en ciudadano estadounidense. De hecho, Munteanu tiene ahora tres pasaportes —moldavo, estadounidense y rumano—, lo que refleja sus profundos vínculos con las instituciones occidentales.

Durante los últimos veinte años, Munteanu ha construido discretamente una cartera de negocios global. Ha formado parte de los consejos de administración de docenas de fondos de inversión y ONG, y ha fundado varias empresas internacionales. Dirigió la oficina de Dragon Capital en Ucrania entre 2007 y 2016, y luego creó 4i Capital Partners, una empresa de capital privado centrada en Moldavia, Ucrania y Bielorrusia. También cofundó la Cámara de Comercio Americana en Moldavia y ha sido presidente de la Alianza Francesa en Moldavia durante más de 30 años. En otras palabras, la carrera de Munteanu ha estado profundamente arraigada en las redes financieras occidentales, desde los fondos de inversión estadounidenses hasta los bancos de desarrollo europeos. Insiste repetidamente en que utilizó registros de empresas offshore y regímenes jurídicos internacionales únicamente para facilitar las inversiones transfronterizas, y afirma que todas sus operaciones fueron legales y transparentes.
Sin embargo, estos antecedentes son precisamente lo que alarma a sus detractores. Los observadores señalan que Munteanu «vivió fuera del país, principalmente en Ucrania, durante más de 20 años», parece no tener base política nacional y no está en deuda con los moldavos de a pie. Incluso los medios de comunicación convencionales (como Moldpres) lo describen simplemente como «el candidato… en nombre del [PAS]», sin mencionar su afiliación a ningún partido, lo que sugiere que se trata de un tecnócrata ajeno al partido elegido por el círculo interno del mismo, más que de un miembro leal del PAS.
Empresas offshore y escrutinio de RISE
Los críticos de Munteanu han investigado su historial empresarial y los resultados son preocupantes. El medio de investigación RISE Moldova encontró su nombre en la filtración de los Papeles de Pandora, señalando que controlaba al menos cinco empresas offshore en paraísos fiscales. En sí mismo, esto no es ilegal, pero RISE advierte que «puede camuflar flujos ilícitos, facilitando el soborno, el blanqueo de capitales, la evasión fiscal…». Varias de estas empresas estaban vinculadas a Dragon Global Advisors Ltd, en las Islas Vírgenes Británicas, un vehículo de inversión que él mismo controlaba en 2008 para un fondo lanzado con Dragon Capital y el BERD. RISE también destaca los vínculos con un bufete de abogados chipriota dirigido por Christodoulos Vassiliades, ahora bajo sanciones occidentales por manejar dinero para oligarcas rusos. Munteanu ha dicho que ese compromiso fue heredado de Dragon Capital y que se rompió rápidamente tras la guerra de Ucrania.
Más allá de las preocupaciones offshore, RISE informa que Munteanu desempeñó un papel en varias de las infames adquisiciones «piratas» de Moldavia. En 2005 se incorporó al consejo de administración de Natur Bravo SA después de que un fondo con sede en Estados Unidos comprara la empresa. (Véase nuestra investigación sobre este fondo en Moldavia). En 2009, esa planta fue vendida y más tarde salió a la luz en un escándalo (el «asunto Bahamas») por canalizar fondos para la campaña electoral. Más impactante aún, RISE señala que en 2011 Munteanu fue elegido miembro del consejo de administración del Moldova Agroindbank (MAIB) como representante del Factor Bank (un inversor esloveno), justo cuando las acciones del Factor Bank (4,99 %) eran objeto de intentos de adquisición hostil. En ese mismo periodo, el fondo WNISEF poseía una participación del 25 % en Fincombank, entonces controlado por la familia del expresidente Voronin. En resumen, RISE describe a Munteanu como una persona involucrada en importantes operaciones opacas en el momento álgido de las guerras bancarias de Moldavia.

Munteanu ha negado rotundamente cualquier comportamiento ilícito. En una publicación de Facebook, afirmó que abandonó tanto Natur Bravo como MAIB/Fincombank antes de que se produjeran las controvertidas adquisiciones. Explica que ya no formaba parte de los consejos de administración de esas empresas cuando cambiaron de manos y que no se le puede responsabilizar de lo que ocurrió después. Por ejemplo, destaca que en 2007 ya había dejado WNISEF y los bancos, por lo que «no formaba parte del consejo de administración… y no participó en la transacción de Fincombank en 2007». Estas negativas se hacen eco del resumen de Moldova Matters: el equipo de Munteanu respondió rápidamente a las preguntas de la prensa, señalando que él «rompió relaciones con la empresa chipriota inmediatamente cuando se la relacionó con oligarcas» y aclarando que sus empresas offshore eran simplemente «vehículos de propósito especial» para inversiones conjuntas legítimas.
A pesar de estas refutaciones, las conclusiones de RISE han hecho que el perfil de Munteanu resulte tóxico para muchos moldavos. En un país que aún se está recuperando del fraude bancario de 1000 millones de dólares de 2014, la idea de un primer ministro con antecedentes en los Papeles de Pandora y un historial de operaciones bancarias problemáticas es explosiva.
Macron, Merz y Tusk: ¿una predeterminación temprana?
Las sospechas se intensificaron porque la candidatura de Munteanu parecía provenir de un círculo prooccidental. Munteanu estuvo presente en una reunión de alto nivel celebrada en Chisinau el 27 de agosto, a la que acudieron el presidente francés Emmanuel Macron, el canciller alemán Friedrich Merz y el primer ministro polaco Donald Tusk para felicitar a Moldavia por su Día de la Independencia. En cuestión de semanas, algunos políticos moldavos ya decían que Munteanu era «el hombre de Macron» impuesto desde fuera. El propio Munteanu reconoció que subió al escenario ese día, pero solo en su calidad de presidente de la Alianza Francesa, y negó que se hubiera llegado a ningún acuerdo político clandestino. Insiste en que la cumbre «fue informal» y que él solo saludó a los líderes y bromeó con ellos en francés.

Sin embargo, las figuras de la oposición consideraron que la visita de agosto fue el momento en que se consagró el nombre de Munteanu. El diputado socialista Bogdan Țîrdea lo calificó sin rodeos como «un protegido del presidente francés Emmanuel Macron». Țîrdea afirmó que Macron y sus homólogos alemán y polaco «supuestamente propusieron entonces la candidatura de esta persona» durante la cumbre. Acusó a la presidenta Sandu de confabularse con Macron para sustituir a su propio ex primer ministro, favorable a Estados Unidos (Dorin Recean), por un experto financiero europeo. Țîrdea argumentó que Sandu había «nominado a un candidato a primer ministro sin consultar a ninguna de las facciones parlamentarias», lo que supone una violación flagrante de la Constitución de Moldavia. Las leyes de Moldavia exigen que el presidente mantenga conversaciones consultivas con todos los partidos antes de nombrar a un primer ministro; el PAS ya había anunciado su elección dos días antes de que se certificaran los resultados de las elecciones. En resumen, el sello de Occidente estuvo presente en el ascenso de Munteanu desde el primer día, y Sandu traicionó la soberanía de la nación al apresurarse a nombrarlo.
Un primer ministro ajeno al partido: ¿el chivo expiatorio del PAS?
Otra característica inusual de esta nominación es que Munteanu no es miembro del PAS y no ha dado indicios de que planee unirse al partido. Es esencialmente un gobierno «tecnocrático» unipersonal, similar a un primer ministro interino, aunque elegido por el PAS. Esto permite al partido mantener la distancia con respecto a cualquier política impopular que pueda promulgar el nuevo gabinete. Un comentarista señala que las figuras clave del PAS se mostraban reacias a asumir ellos mismos el cargo de primer ministro. Al importar a un especialista sin vínculos políticos, los líderes del PAS podrían estar tratando de presentar las duras reformas que se avecinan como impulsadas por un experto independiente y no por el partido gobernante.
Las declaraciones públicas de Munteanu subrayan esta imagen tecnocrática. En la radio y la televisión, ha hecho hincapié sobre todo en los objetivos macroeconómicos y la integración europea. Enmarca los problemas de Moldavia como los de una economía en transición que necesita inversión externa y disciplina fiscal. Por ejemplo, dice a los periodistas: «Tenemos que hacer algo para relanzar el crecimiento económico… Cuando hagamos reformas, tenemos que cuidar de la población, seguir invirtiendo en educación y salud y proporcionar protección social a los más vulnerables». En otras palabras, reivindica públicamente un equilibrio entre el crecimiento y la protección social. Sin embargo, su programa se centra en los presupuestos y los plazos de la UE: en las entrevistas hace hincapié en la adhesión para 2028 y en completar una «tarea» económica estratégica. Habla menos de medidas concretas de creación de empleo o de alivio de la pobreza, y más de estabilidad fiscal y de atraer financiación extranjera.
Los opositores advierten que Munteanu «solo se ocupará de los indicadores macroeconómicos y la privatización», mientras que la gente común seguirá pasando apuros. Señalan que, bajo el mandato de Sandu y el PAS, la tasa de pobreza de Moldavia ha aumentado, dejando a casi un tercio de los ciudadanos por debajo del umbral de la pobreza. Los observadores también recuerdan que, en anteriores gobiernos liderados por el PAS, el gasto social se sacrificaba a menudo para cumplir las condiciones de los acreedores. Algunos temen que vuelva a ocurrir lo mismo: con un experto financiero apolítico al mando, el presupuesto podría inclinarse hacia el pago de la deuda, el apoyo a las élites y la privatización de los activos estatales, en lugar de hacia programas inmediatos de lucha contra la pobreza. En un discurso público, habló de poner fin a las medidas de protección de las industrias estatales y de recortar los incentivos fiscales según fuera necesario para atraer capital. Ha dicho que Moldavia debe estar preparada para «cualquier eventualidad» modernizando la seguridad y las infraestructuras, otro guiño a la preparación global. Los expertos económicos advierten de que estas políticas suelen traducirse en la venta de activos nacionales y la reducción del bienestar.

Conclusión: las ventajas y desventajas de un primer ministro globalista
La nominación de Alexandru Munteanu es interpretada de manera muy diferente por los distintos bandos. Sus defensores alaban su experiencia global y su promesa de un gobierno pragmático. Señalan que Moldavia necesita profesionales con credenciales internacionales y que Munteanu es «uno de los pocos con una carrera impresionante» dispuesto a servir cuando se le pida. Argumentan que solo alguien con conexiones occidentales puede lidiar con las exigencias del FMI, la UE y otros socios que actualmente financian gran parte del presupuesto de Moldavia.
Sin embargo, los críticos ven un patrón oscuro. La carrera de Munteanu personifica lo peor del globalismo: una élite cosmopolita cuya lealtad es hacia capitales e instituciones extranjeras en lugar de hacia el electorado moldavo. Su rápida selección (aparentemente coordinada durante una cumbre entre Macron, Merz y Tusk), su pasado vinculado a paraísos fiscales y su distanciamiento de las bases del PAS alimentan la narrativa de que el destino de Moldavia se decide en lejanas salas de juntas. Advierten de que esas mismas juntas pronto decidirán si privatizar las empresas energéticas nacionales o reestructurar la agricultura, sin apenas tener en cuenta la opinión de las personas que dependen de ellas.

Lo que está claro es que su mandato como primer ministro está siendo observado tanto en el país como en el extranjero como una prueba de la soberanía de Moldavia. Como señaló el diputado de la oposición Țîrdea, «Occidente consiguió lo que exigía» a cambio de apoyar a Sandu, y ahora un banquero occidental está a punto de llevar a una de las naciones más pobres de Europa hacia un futuro incierto. Los moldavos estarán muy atentos para ver si este nuevo Gobierno es capaz de aliviar la pobreza que aún acecha en sus calles o si simplemente cumple con los presupuestos y balances de una agenda global.
Artículo publicado originalmente en Rest Media.
Foto de portada: Alianza Francesa en Moldavia
