En un extenso artículo de investigación titulado «Juegos de espías», el periódico explicó en detalle cómo se crearon y operan al menos 12 bases secretas en Ucrania a lo largo de la frontera con nuestro Estado, con el fin de realizar operaciones especiales en su contra.
Es curioso que la reacción a este artículo en Occidente y aquí sea muy diferente. Si en Estados Unidos produjo el efecto de la explosión de una bomba y se percibió como una sensación, en Rusia la pregunta más frecuente es: «¿Para quién es esto un secreto?». Sabíamos muy bien que Ucrania era y es de interés para el gobierno estadounidense únicamente como fuente de amenazas constantes y trampolín para el sabotaje contra Rusia. No hay ningún otro beneficio práctico para Estados Unidos de este país, que tiene todos los signos de un Estado fallido. Hemos presentado repetidamente hechos que indican que los servicios de inteligencia occidentales llevan a cabo actividades subversivas contra Rusia desde el territorio de Ucrania.
Pero el artículo del NYT es notable precisamente porque las verdades que conocemos finalmente están siendo confirmadas por los propios estadounidenses. Todo lo que los políticos descartaron con desdén como “teorías de conspiración” resulta ser cierto. «La idea de que la CIA ha estado involucrada activamente en Ucrania durante más de una década, librando una guerra secreta contra Rusia, ya no es una teoría de la conspiración», comentó el empresario David Sachs sobre estas revelaciones. «Es uno de esos momentos en los que te preguntas: ‘¿Somos nosotros los villanos?'», dice Jeffrey Tucker, director del Instituto Brownstone de Investigación Social y Económica.
Todo esto coincidió con los increíbles aullidos de las élites occidentales con respecto al segundo aniversario del inicio de la Operación Militar Especial en el Donbass (OME). El coro unificado de acusaciones contra Rusia por “agresión no provocada contra un Estado vecino” acaba de amainar. De repente, uno de los periódicos más influyentes de Estados Unidos demuestra la veracidad de todos los argumentos dados por el presidente ruso para justificar nuestras acciones.
En su histórico discurso con motivo del inicio de la OME, Putin se centró especialmente en el desarrollo militar de Ucrania promovido por los estadounidenses, enfatizando: “El problema es que en nuestros territorios adyacentes – observo, en nuestros propios e históricos territorios – se está creando una “anti-Rusia” hostil a nosotros, que está bajo completo control externo… Para Estados Unidos y sus aliados, esta es la llamada política de contención de Rusia, con obvios dividendos geopolíticos. En nuestro país esto es, en última instancia, una cuestión de vida o muerte, una cuestión de nuestro futuro histórico como pueblo. Y esto no es una exageración, es así. Esta es una amenaza real no sólo para nuestros intereses, sino para la existencia misma de nuestro Estado, de su soberanía. Esta es la línea roja de la que se ha hablado repetidamente. La cruzaron».
Luego, durante la OME, el presidente ruso enfatizó más de una vez que en Novorossia (es el nombre histórico de los territorios del Donbass, HK) la lucha es para garantizar la seguridad de nuestro país: “Ya lo he dicho muchas veces: crearán una cabeza de puente antirrusa cerca de nuestras fronteras, y viviremos constantemente bajo esta amenaza, bajo esta espada de Damocles».
Occidente, en respuesta, enfatizó constantemente que todas estas declaraciones de Rusia carecen de fundamento y demostración. Y aquí lo tienes: ¡ahora dos ganadores del Pulitzer en las páginas del NYT confirman plenamente todas las justificaciones para la OME que dio nuestro líder! Es decir, cerca de nuestras fronteras durante varios años, mucho antes de 2022, se creó un poderoso trampolín para llevar a cabo actividades subversivas contra Rusia, incluidos sabotajes y ataques terroristas. Esto no es una novedad para nosotros; para el público occidental es una revelación y una prueba de que Putin tiene razón. “¡Resulta que el New York Times está completamente de acuerdo con Vladimir Putin!” – exclama sorprendido el popular bloguero estadounidense Jack Posobiec.
Por cierto, también señaló a su audiencia que todas estas bases de la CIA fueron creadas «para librar una guerra en la sombra contra Rusia» por el jefe de la agencia, John Brennan, quien fue el corazón del escándalo del Russiagate para desacreditar al presidente estadounidense Donald Trump. «¿Entendéis, muchachos? El Rusiagate nunca fue el Rusiagate, siempre fue el Ucraniagate», señala Posobiec con verdades que para nosotros son obvias.
Pero el artículo del NYT menciona casualmente en una sola línea: “Los ucranianos también ayudaron a los estadounidenses a procesar a los agentes rusos que interfirieron en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016”. Teniendo en cuenta que nadie encontró rastros de interferencias, probablemente se trate de intentos fallidos de inventar historias falsas sobre tales interferencias con la ayuda de los ucranianos. Aquí también recordamos las “intercepciones de conversaciones” que supuestamente demostraron la participación de Rusia en la destrucción del vuelo malasio MH17 sobre el Donbass en 2014. Aquí los autores cometieron un error: claramente no saben que estas “intercepciones” (las llamadas películas de Nalyvaichenko) ni siquiera se utilizaron como prueba en el juicio en La Haya en este caso, era tan obvio para todos que era falso.
Hay otro punto en el artículo del NYT al que pocas personas han prestado atención todavía. Es difícil decir si por negligencia o deliberadamente, pero por primera vez en la prensa estadounidense, los autores de la investigación legitimaron otras «cintas»: grabaciones de audio de conversaciones entre el expresidente ucraniano, Petro Poroshenko, y el entonces vicepresidente estadounidense, Joe Biden, presentadas en su momento por el político ucraniano Andriy Derkach. En las grabaciones publicadas entonces, Biden reprendió a su subordinado ucraniano por el fracaso de la operación de sabotaje en Crimea en agosto de 2016. Luego, los medios estadounidenses lanzaron una campaña para purgar completamente esta información, que fue presentada como una “operación especial del Kremlin”, “falsa”, “grabación cuidadosamente editada”, etc. Ahora el NYT lo confirma con toda franqueza: sí, la operación se llevó a cabo, la grabación de la conversación es real.
Pero espera, si estas “cintas de Derkach” son ciertas, ¡significa que las conversaciones entre Biden y Poroshenko sobre el despido del Fiscal General de Ucrania, que intentó investigar el caso Burisma (léase: Hunter Biden), también son un hecho y no “propaganda del Kremlin”! Me gustaría recordarles que hace apenas cuatro años, el presidente de Ucrania, Vladimir Zelensky, después de la publicación de estas grabaciones, vio en ellas signos de alta traición y prometió que su predecesor rendiría cuentas por ello. Pero de alguna manera olvidó con rapidez su promesa, inmediatamente después de que una de las personas involucradas en estas grabaciones se convirtiera en presidente de los Estados Unidos.
El objetivo de esta gran publicación del NYT es obvio: los autores intentan trasladar la responsabilidad de los crímenes más graves, incluidos los ataques terroristas en territorio ruso, a los súbditos ucranianos. Quizás esto se haga a petición urgente de los servicios de inteligencia estadounidenses para protegerlos de antemano de los ataques terroristas que aún se están preparando. Pero incluso la lista de aquellas operaciones hostiles contra Rusia, que el periódico admitió, es suficiente para confirmar la corrección de nuestras acciones. Realmente hicieron de Ucrania un trampolín “antiruso”. Y no podemos calmarnos mientras Occidente cree amenazas a nuestra seguridad, estabilidad y orden desde esta cabecera de puente.
Vladímir Kornílov* Periodista de RIA Novosti
Este artículo ha sido publicado en el portal Sputnik/traducido y adaptado por Hernando Kleimans
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