No será hasta 1934 y 1935, es decir, durante la Segunda República, en que España controlará todo el territorio de lo que hoy conocemos como Sahara Occidental, debido a las presiones que Francia ejerció para tener controlada las bandas de saharauis que atacaban sus posiciones y se refugiaban después, impunemente, en el territorio que le correspondía a España, en virtud de los tratados internacionales.
Algo más de dos décadas después, en 1958 y 1961, el gobierno franquista decidió convertirlo en una provincia más del Estado español, pasándose a denominar oficialmente “Provincia del Sahara Español”, siendo su capital El Aaiún, en la cual residiría el Gobernador General de la provincia. El Sahara gozaría a partir de entonces, como cualquier provincia más española, de los derechos de representación en las Cortes y demás organismos correspondientes.
A partir de ese momento, tanto las autoridades españolas como sus medios, se lanzarán a una campaña, sin precedentes, defendiendo la supuesta españolidad de los saharauis.
Declaraciones como que el Sahara español era “tan española como la provincia de Cuenca” o que los saharauis eran españoles pues “España es africana y hay unos españoles, de distinta raza y costumbres, pero españoles de corazón”, será habituales y persistentes a partir de ese momento.
España aprovechará las rivalidades que existían entre los diferentes jefes de las tribus para intentar controlar al pueblo saharaui y así imponer, de forma más fácil, sus intereses propios.
Pero este proceso español se efectuó justo cuando comenzaba el proceso de descolonización a escala mundial.
Hay que señalar que, en 1960, fue llamado “el año de África”, pues diecisiete países africanos accederán a la independencia, sólo durante ese año.
Mientras tanto, España iba a contracorriente como si todos estos procesos de descolonizaciones no fueran con ella. Va por otro camino que pronto tendrá que rectificar ante los acontecimientos internacionales y que no podrá ignorar durante mucho tiempo más.
Finalmente, España, debido a las presiones internacionales que le instaban a descolonizar “su provincia”, se comprometió ante la ONU y el pueblo saharaui a capitanear, como era su obligación por su rol de Potencia Administradora, a que el pueblo saharaui ejerciera su derecho a la autodeterminación.
Para ello invirtió grandes sumas de dinero y efectivos para confeccionar un censo en 1974 de una población la mayoría de ella nómada.
Un censo que gracias al tesón y a los medios, sin precedentes, que se dispusieron, serviría de base para el prometido referéndum de autodeterminación.
España también, durante las sesiones del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, en 1975, el cual tenía que dictaminar, si el Sahara Occidental tenía derecho a la autodeterminación o sí Marruecos y Mauritania tenían derechos de soberanía sobre el mismo, también se volcará totalmente, y llegará a entregar gran número de documentación diversa que demostrará que los saharauis tenían derecho a ejercer la autodeterminación, tal como dictaminará, dicho Tribunal de La Haya.
Facilitó a la Misión Visitadora de Naciones Unidas todo lo que le fue solicitado. En los informes elaborados por dicha Misión, se agradecerá la colaboración prestada de las autoridades españolas.
También durante las últimas sesiones de la ONU, el embajador español, Jaime de Piniés, tuvo un papel ejemplar y, siguiendo las directrices del gobierno, defendió de forma impecable, la descolonización del Sahara Occidental.
Posteriormente, el propio embajador español, reconocería que se sintió engañado por su gobierno.
Así España dedicaba recursos y tiempo, para elaborar el censo y recopilar documentación, de un valor excepcional, para el Tribunal Internacional de Justicia. Utilizaba a su cuerpo diplomático ante las Naciones Unidas para acometer la descolonización. Facilitaba la actuación de la Misión Visitadora durante su estancia en España y en el Sahara Occidental. Y sus ministros y medios de comunicación proclamaban, a los cuatro vientos, ante los saharauis y la comunidad internacional de que España cumpliría sus obligaciones.
Pero, incomprensiblemente, también estaba invirtiendo recursos que contravenía todo lo que, de cara a la galería, estaba realizando.
El ministro Solís, pocos días después del anuncio de la “Marcha verde”, viajaba, en representación del gobierno español, a Marruecos para reunirse con Hassan II en dos ocasiones en su palacio de Marrakech.
En estas reuniones que también estuvo presente el embajador de España en Rabat y que realizó un informe exhaustivo de las mismas, y que cualquier investigador puede consultar en el Archivo de Carlos Arias Navarro, en la localidad de La Robla, en León, José Solís en nombre de España fue claro al expresarse en estos términos ante Hassan II: “Digo solemnemente a Vuestra Majestad que no queremos la independencia. Que lo que necesitamos es cubrir las formas y salvar nuestros compromisos y en que estamos de acuerdo para que el Sahara sea para Marruecos”.
Además, España decretó el estado de alerta en el todavía Sahara español y el toque de queda para la población saharaui rodeándose sus barrios con alambres de espino para evitar que se marcharan y tenerlos retenidos hasta que llegaran los nuevos ocupantes.
Los saharauis miembros de las Tropas Nómadas y la Policía Territorial fueron desarmados y licenciados y el Estado Mayor fijaría las fechas para el abandono de cada uno de los puestos dentro del territorio, para que así Marruecos pudiera, en su momento, ir ocupándolos impunemente.
El 30 de octubre de 1975 el príncipe Juan Carlos asumía, interinamente, la jefatura del Estado debido a la grave enfermedad del general Franco y el 2 de noviembre se trasladaba a El Aaiún en el cual pronunciaría ante los militares un breve discurso, en el cual señalaría que “no se debe poner en peligro vida humana alguna cuando se ofrecen soluciones justas y desinteresadas y se busca con afán la cooperación y entendimiento entre los pueblos”.
Escasos días después, en Washington, el secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger, se reuniría con el diplomático español Manuel Prado y Colón de Carvajal que era portador de un mensaje del propio príncipe Juan Carlos, en el cual se señalaba que el príncipe quería negociar una solución con Marruecos.
Además, Manuel Prado le indicaría a Kissinger que el Príncipe quería ayudar a Hassan II fuera como fuera. Los primeros integrantes de la Marcha Verde entraron el 6 de noviembre en suelo saharaui y no hallaron resistencia por parte del ejército español, puesto que éste se había retirado unos kilómetros hacia el interior y el puesto fronterizo de Tah había quedado abandonado.
El príncipe Juan Carlos habría pactado en secreto con Hassan II los términos de la Marcha Verde. Se había acordado el repliegue del ejército español a unos ocho kilómetros de la frontera para que sus integrantes pudieran entrar en territorio saharaui por un breve plazo de tiempo.
El 9 de noviembre, Hassan II declaraba oficialmente la retirada de La Marcha Verde del Sahara a su punto de partida al haber conseguido, los objetivos que se habían propuesto y anunciaba el comienzo de negociaciones con la que denominaba la vecina y amiga España.
Mientras tanto Radio Sahara que dependía de Radio Nacional de España seguía emitiendo sus comentarios políticos diarios en hassanía repitiendo que España nunca abandonaría a los saharauis y que cumpliría sus obligaciones con ellos hasta el final.
Finalmente, todos sabemos lo que sucedió. Los infames “Acuerdos de Madrid” al margen de las Naciones Unidas firmados en el Palacio de la Zarzuela bajo la batuta de Juan Carlos de Borbón.
Un ridículo espantoso para España y la condena de todo un pueblo a seguir luchando para conseguir que por derecho tiene legalmente reconocido. Al día de hoy el Sahara Occidental sigue ostentando el dudoso privilegio de ser la colonia más extensa y poblada de las 17 que legalmente reconoce las Naciones Unidas.
África no ha cerrado su capítulo de descolonización puesto que el Sahara Occidental, legalmente es considerado una colonia. La última colonia africana. España que para la ONU sigue siendo, según diversos informes, la potencia administradora de iure de este territorio no autónomo pendiente de descolonización, anunció desde el primer momento que lo abandonó que se desligaba de cualquier responsabilidad.
En un comunicado que se emitió el mimo día de la retirada española, el 26 de febrero de 1976, la Oficina de Información diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores español comunicaba que España, con esta salida, se desligaba de “toda responsabilidad con relación a la administración del territorio. Para España, la descolonización del Sahara Occidental no culminará en tanto la opinión de la población saharaui no se haya expresado válidamente”. Y se quedó tan tranquila. Como si el tema de la descolonización del Sahara Occidental no fuera con ella.
Unos meses antes, el 9 de diciembre, había viajado a Rabat el padre de Juan Carlos, el conde de Barcelona, para pasar unos días en Marruecos invitado por el rey Hassan II donde fue recibido y agasajado con todos los honores posibles, tal como recogió la prensa del momento.
Ya se sabe, Marruecos paga muy bien a quien les sirve. Al día de hoy España sigue en su misma línea. Defendiendo con la boca pequeña el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, que ella misma tenía que haber facilitado, pero a la práctica apoyando a su “amigo” marroquí en la ocupación y saqueo de su antaño provincia.
No sabemos si finalmente las presiones de Marruecos hagan mella y provoquen que España vuelva hacer otro ridículo y esta vez, de un paso más y siga a Trump en el reconocimiento, vía tuit al menos, de la marroquinidad del Sahara Occidental.
*Alberto Maestre Fuentes es Doctor en Historia. Miembro del Centro de Estudios del Sáhara Occidental y del Grup de Recerca en Estudis Nacionals i Polítiques Culturals. Autor de Un pueblo abandonado y coautor de Saharauidades.
Articulo publicado en ECSAHARAUI, editado por el equipo de PIA Global