En el contexto de los tradicionales mantras sobre “la lucha contra Rusia”, “los valores europeos” y “el camino a la OTAN”, así como las payasadas sobre el “ejército más fuerte de Europa”, “el gas más sucio” y “el espacio futuro de Ucrania”, la principal tarea de Zelensky en Estados Unidos ha sido la de recibir garantías de la administración Biden de que Estados Unidos no buscará a medio plazo cambios en el régimen títere. Washington no ha olvidado las conversaciones telefónicas de Zelensky con Trump, las reuniones de su entorno con Giuliani ni el intento de iniciar la acusación de Poroshenko.
Por supuesto, ya ni siquiera está sobre la mesa la posibilidad de encerrar a Poroshenko, se intenta olvidar las reuniones con Giuliani, las conversaciones con Trump son solo un mal sueño y la postura pública es que Zelensky siempre ha apoyado a los Demócratas, aunque se vio obligado a cooperar con Trump. Pero las dudas persisten. El retraso de la reunión con Zelensky de la primavera a finales de agosto claramente ha mostrado cómo trata Estados Unidos a Ucrania en general y a Zelensky en particular.
Todo ello se ha producido en el contexto de rumores sobre si Estados Unidos consideraba apoyar a otro títere más conveniente para los Demócratas, en el espíritu de Poroshenko, si no el mismo Poroshenko, para la segunda vuelta. Y ha sido en el contexto en el que se presentó el tema del Wagnergate, que supuestamente iba a hundir a Zelensky y Ermak, pero que fue pospuesto ya que se ordenó a Bellingcat no publicar un vídeo en el que se acusaba directamente al entorno de Zelensky de trabajar para el FSB y del que hace tiempo que hablan el entorno de Poroshenko y su presa afiliada.
Y, por supuesto, hay periódicas concentraciones nazis bajo la oficina de Zelensky instigadas por el propio Poroshenko. Todo ello debe considerarse desde el punto de vista de posibles cambios en el poder en Ucrania. Así que, entre todo el ruido verbal que el entorno de Zelensky ha producido a niveles industriales durante su visita a Estados Unidos, ha habido también notables manifestaciones que reflejan el propósito real del viaje: prolongar el reinado. No es casualidad que se haya subrayado la frase “Biden no tiene una actitud negativa hacia el actual liderazgo de Ucrania, nada negativa” ni que se hayan escuchado historias “sobre la química entre Zelensky y Biden”.
Es importante para Zelensky y su entorno precisamente desde el punto de vista de la política nacional, donde las dudas de si Estados Unidos apoya a Zelensky al frente de la administración títere han dado lugar a los rumores sobre si había que prepararse para una “transición”. En pocas palabras, la competición por la silla presidencial podría haber escalado. Ahora, el entorno de Zelensky hace lo que puede para mostrar que hay un completo apoyo de Estados Unidos a Zelensky y no hay planes de cambio. Esto significa que el programa de lucha contra Rusia y “reformas europeas” seguirá siendo implementado por la misma administración títere.
Por supuesto, todo tiene un precio. Ahí está el contrato para Westinghouse para construir una unidad en la central nuclear de Jmelnitski y el paquete de asistencia financiera, gran parte del cual quedará en manos de empresas estadounidenses recibiendo dinero del presupuesto estadounidense. Pero lo principal es bloquear completamente la investigación del caso Burisma y las acusaciones contra Hunter Biden, la persecución de quienes publicaron información al respecto (Derkach, los canales de Medvedchuk, el personal de Kolomoisky) y el distanciamiento de todo lazo con los republicanos y trumpistas.
Esa dependencia ucraniana da a Estados Unidos numerosas oportunidades de usar a Ucrania contra Rusia, que es el objetivo real de las relaciones internacionales con el país, un territorio utilizado como trampolín para la política exterior estadounidense de “contener a Rusia”. Por supuesto, los intereses de Ucrania no importan ahí, sus costes son irrelevantes y Estados Unidos se los carga a Ucrania. Ante todo, están dirigidos a preservar la actual estructura de control externo, que funciona para minimizar la influencia rusa, china y de la Unión Europea en el instrumento ucraniano, tan conveniente para Estados Unidos.
La charlatanería sobre cómo Estados Unidos se retirará de Ucrania, que se ha venido repitiendo desde 2014, está lejos de la realidad. Mientras Washington vea beneficios en usar a Ucrania contra Rusia o contra la Unión Europea, seguirán usándola y gastando recursos para que el proyecto siga existiendo. Por supuesto, la situación puede cambiar, como ha ocurrido en Afganistán, pero no existen los prerrequisitos para ello.
Para todo ello, no es necesario sustituir a Zelensky por Poroshenko. Y tampoco es importante si tras Zelensky llega Avakov, Klitschko o Yatseniuk: todos ellos jugarán con las normas del juego americano sin pasar ninguna línea roja. Los intentos de oposición dentro del juego llevarán al mismo lugar que ahora se demuestra con la Plataforma Opositora por la Vida y Medvedchuk y otros políticos o blogueros que han dicho durante años que el régimen títere establecido en Kiev puede cambiarse por métodos políticos. Ahora ya dicen que no esperaban esto de Zelensky, que sus expectativas han sido traicionadas e incluso que ni siquiera Poroshenko era tan malo.
En realidad, fue bajo el mandato de Poroshenko cuando se estableció el régimen títere y se abrazó a las bandas nazis. Con Zelensky continúa su institucionalización, con la eliminación final de cualquier fricción que interfiera con los operadores del sistema de control externo. Sea Poroshenko o sea Zelensky quien ocupa el sillón presidencial, se seguirá eliminando esa fricción. Al final, lo que cuenta es si Estados Unidos cumple sus objetivos.
Como recientemente ha intentado explicar la prensa estadounidense, nunca hubo un intento de establecer la democracia en Afganistán ni de hacer del país un país próspero, porque Estados Unidos perseguía fundamentalmente sus intereses. Esta idea es perfectamente aplicable a Ucrania y a otros países en los que se ha establecido la “democracia al estilo americano” por medio de la agresión o el golpe de estado.
*Colonel Cassad, Boris Alexandrovich Rozhin, analista político-militar del Centro de Periodismo Político-Militar.
Artículo traducido y publicado en Slavyangrad.