Un periodo de cambios y convulsiones
América Latina está nuevamente entrando en un periodo de cambios y convulsiones. De sur a norte del continente, diversas lecturas ofrecen visiones muy distintas de lo que acontece en nuestras tierras. Unos ven avances desde la izquierda y se contentan en más de un caso con que “ganar es ganar” aunque sea por un pelo, y desprecian tácitamente el hecho contundente de que algunas de las recientes victorias electorales del progresismo muestran realidades partidas al medio, sociedades fragmentadas, divididas.
Otra visión, quizás con más cautelas, producto de un realismo fundado en experiencias previas, tanto en Nuestra América como en otros continentes, hace observaciones críticas que, sin negar el poder de la alegría, sin abortar el instante de la felicidad que se produce como explosión popular ante un triunfo electoral arduamente disputado, llevan sin embargo la palabra de advertencia ante el hecho incontrastable del crecimiento de las derechas neofascistas y sectores profundamente conservadores y autoritarios, que han ido ganando terreno entre diversas clases, incluyendo no pocos sectores obreros.
Todo aquello que no hace mucho resultaba repugnante e inimaginable para grandes mayorías populares, súbitamente se fue convirtiendo en realidad cotidiana; el fascismo se fue asentando entre nosotros. Se cubrió con un barniz de respetabilidad y se puso un traje recién planchado de modernos hombres y mujeres de negocios que se meten a la política porque saben dirigir empresas (o cuarteles, como fue el caso de Brasil) y construyen en el imaginario colectivo una supuesta lucha contra la corrupción, prometen no robar porque ya son ricos (aunque no dicen como llegaron a serlo) y una vez en el poder saquean con descaro las arcas del Estado, destruyen las herramientas de control ciudadano, justifican y aplican impunemente el nepotismo que un minuto antes condenaban.
Ese neofascismo de traje y corbata, elegante y limpio, se ha ido metiendo en la piel de nuestras sociedades. Los publicistas configuran uno de sus más potentes batallones, la publicidad y la propaganda engañosa su más efectiva artillería. Esas fuerzas han crecido y se han desplegado en casi todo el continente. Manipulan, mienten, siembran el odio y la división en la sociedad, fabrican enemigos. Ocultan su violencia esencial hasta que no les queda más remedio que liberar toda la furia característica de los fascismos y los fascistas.
Una vez que gana terreno hasta llegar a disputar con posibilidades serias las elecciones, e incluso obtener triunfos, se establece con intención de permanencia; llega utilizando herramientas de la democracia liberal burguesa, pero, logrado su objetivo, comienza a deshacerse de aquellas herramientas, transformándolas en instrumentos a su exclusivo servicio.
Por eso, no se trata de derrotar al fascismo en las urnas sino que a esa fuerza totalitaria y despótica sólo se la puede combatir y derrotar en las calles, con un pueblo crecientemente consciente, organizado y combativo, que al momento mismo de lanzarse a esa lucha ya habrá infligido la primera derrota al fascismo que enfrenta puesto que, en esa parte del pueblo en lucha, habrá sido neutralizado el efecto narcótico de esa moderna propaganda, expresada en redes sociales, spots publicitarios, noticias falsas, publi-reportajes a la medida de las necesidades del régimen.
Cuando las informaciones verdaderas, es decir cuando la verdad empieza a filtrarse por entre las grietas de las mentiras, aquella propaganda pierde terreno frente a la realidad; ya no convence y solo le queda a esos regímenes el recurso de la violencia, la represión y la maldad. Porque eso es el fascismo: la expresión política de la maldad en estado puro, por más que se vista de “presidente cool”, “pentecostal renacido”, “patriota desenfrenado”, o “luchador por la libertad”.
No se puede negociar con el fascismo, solo se puede aspirar a impedir su avance y derrotarlo desde el pueblo, acumulando fuerzas y resistencia para aniquilarlo junto a sus aliados y cómplices, internos y externos. Hablamos de los jueces y fiscales subordinados al régimen, de su aparato represivo, de la prensa a su servicio, que olvidó su razón de ser, de las fuerzas imperialistas que lo apadrinan, aunque en más de una ocasión expresen “diferencias” o críticas ante lo que denominarán “excesos”. El apoyo imperial se mantendrá en tanto esos regímenes resulten funcionales a sus intereses, y procurará deshacerse de ellos, y de su “mala imagen” en cuanto pueda afectar su influencia y hegemonía.
En los últimos días encontramos en El Salvador numerosas expresiones de ese salvajismo característico de este tipo de procesos; al mismo tiempo, encontramos un uso recurrente de la propaganda para justificar o directamente negar los hechos. Cuando estos resultan injustificables o innegables, promoverá una batería de noticias y eventos distractores que sirvan para que los hechos pasen desapercibidos o sean olvidados con rapidez.
El Salvador, el rostro amable del monstruo
Si hay un lugar en Nuestra América donde estos avances del fascismo se muestran en todas sus facetas, ese lugar es El Salvador. Por más de tres años el régimen fue exitoso en desmovilizar a las fuerzas populares, aplastar en gran medida a la oposición, gobernar a fuerza de decretos y caprichos presidenciales, engañando a la población con publicidad, juegos de apariencias y maquetas, la expresión moderna de los espejitos de colores.
Sin embargo, hoy el régimen empieza a dar muestras de severo agotamiento, sus métodos de engaño han empezado a hacer agua y recurre cada vez con mayor frecuencia a exabruptos y explosiones brutales de violencia represiva que lo ponen en evidencia. Aquella imagen pretendida del presidente “cool”, de la pareja presidencial perfecta, que exhibe a su hija con fines políticos en cuanto acto le resulta conveniente, ya no alcanza para seguir engañando a todo el mundo todo el tiempo.
Así parece suceder con programas como los que impulsa la oficina de la Primera Dama de El Salvador, que promueve con videos de impecable factura, una supuesta política para que los nacimientos y el desarrollo de la infancia en el país sean experiencias a la altura de las grandes potencias en la materia.
El spot publicitario, retratando un país casi inmaculado, ofrece una versión del programa “Nacer con cariño” como una panacea en el cuido y desarrollo infantil, y de la atención materno-infantil. Publicistas al servicio de la misma oficina se encargan de difundir en el exterior las supuestas bondades del programa, sin ahorrarse autoelogios para vender (como lo hicieran, por ejemplo, con el Bitcoin) la idea de un país de primer mundo, adelantado a su tiempo.
Pero mientras esta burda mentira se difunde en redes sociales y llega a las audiencias locales e internacionales, otra imagen da la vuelta al mundo:la foto de una mujer salvadoreña que daba a luz mediante una operación cesárea, esposada a una cama de hospital y, en las mismas condiciones, se veía obligada a amamantar a su hijo recién nacido. La mujer no tiene causa judicial o acusación formal. Es una más de las víctimas del régimen de excepción de la actual administración salvadoreña.
Será importante conocer si el tratamiento recibido por Karla, que así se llama esta víctima del brutal régimen aplicado indiscriminadamente por el gobierno, condice con el mencionado programa “Nacer con cariño”, ¿o sólo se trata de una clase de niños los que se ajustan a los criterios necesarios para “nacer con cariño”? ¿Es esa la interpretación oficial de “vivir juntos”?
El caso de Karla Vanesa Ramírez Ramos, que luego de dar a luz, continuará en prisión junto a su bebé, será presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). La pregunta inmediata es, ¿se presentará el Gobierno ante la Comisión o continuará con su actitud de negar con su ausencia todo reconocimiento a los organismos internacionales que reclaman ante las denuncias de violaciones sistemáticas a los DDHH?
Triunfo del pueblo y extraordinaria derrota del régimen
No se detiene allí la creciente brutalidad, y nuevamente queda en evidencia toda la falsedad de la política pública orientada a la niñez y la adolescencia. El domingo 6 de noviembre se conoció acerca de la detención arbitraria y extrajudicial de un grupo de 8 menores de edad, pertenecientes a una de las comunidades del Bajo Lempa, en el oriental departamento de Usulután. Se supo que elementos del ejército irrumpieron con violencia en medio de la noche, en las humildes casas de las familias de la Comunidad Amando López para llevar detenidos a ocho jóvenes:
- 1. José Ricardo Marroquín Sánchez, 17 años
- 2. Marlon Isaí Rosa Hernández, 16 años
- 3. Santos Emerson Vigil Mejía, 16 años
- 4. Jesús Roberto Días Márquez, 16 años
- 5. Juan Carlos Marroquín Hernández, 14 años
- 6. Arístides Adonay Vigil Mejía, 14 años
- 7. Edwin Guadalupe Rosa Hernández, 14 años
- 8. José Daniel Coreas Canales, 16 años.
Las denuncias de los familiares hablan de maltratos, violencia inaudita y torturas. El pecado de los niños fue haber participado en una obra de teatro escolar que recreaba aspectos de la memoria histórica en el Día de la Resistencia Indígena, incluyendo el papel represivo de la fuerza armada durante el conflicto armado (1980-92).
La inmediata movilización de la comunidad, de las familias de los menores, su difusión amplia en redes sociales, las denuncias internacionales ante la incalificable situación, que evidenciaba el tipo de Fuerza Armada y de régimen represivo que vive y sufre El Salvador, hicieron efecto inmediato y la misma noche del domingo 6 los adolescentes eran liberados. El régimen, que se sentía omnipotente, volvía a sufrir una derrota gracias a la reacción del pueblo indignado y la solidaridad inmediata que recibió el caso, a pesar de la maquinaria de troles activada desde las oficinas de gobierno.
Estos incidentes, que cada vez se dan con mayor frecuencia en El Salvador, dan cuenta de la acelerada descomposición de un régimen que mientras planifica su continuidad, en lugar de explotar la cara amable que le dio resultados hace tres años, se ve obligado a mostrar su verdadero rostro, monstruoso, represivo y autoritario, que camina hacia una dictadura.
Finalmente, otro ejemplo reciente de persecución, en este caso a la prensa crítica, sobre todo aquella que dedica sus esfuerzos a la investigación. Esta semana se conoció la denuncia de la Asociación de Periodistas de El Salvador, APES, respecto de la persecución contra Juan Martínez D’Aubuisson, informador del periódico digital El Faro, afirmando que sufre acosos y vulneraciones por parte del gobierno debido a su labor académica e informativa. En concreto se advierte sobre el peligro de ser capturado por personal policial debido a sus investigaciones periodísticas en curso. El punto no resulta menor, ya que Juan Martínez está investigando el pasado del fiscal general, Rodolfo Delgado, de quien ahora se sabe que antes de ser designado a la cabeza del ministerio público era defensor de algunos de los más destacados jefes de pandillas, y otros personajes relacionados con el crimen organizado.
El gobierno “cool” de talante “moderno” y de actitud contestataria, construido por los asesores de marketing del presidente y tan cuidadosamente desarrollado por el personaje para ofrecer permanentemente una falsa idea de popularidad inalterable ante los hechos, está demostrando su extrema fragilidad. Es tan débil que solo a la fuerza puede recurrir. El régimen y el presidente están mostrando por fin el verdadero rostro del fascismo. El rostro amigable ya no resulta suficiente para contener un pueblo que, no lo olvidemos, tiene amplia experiencia acumulada en desarrollar tácticas de resistencia.
A propósito, este 11 de noviembre se conmemora el inicio de la Ofensiva Hasta el Tope y Punto, ¡Febe Elizabeth Vive! desatada por el FMLN en 1989. Será bueno que los pequeños dictadores en ciernes lo recuerden, en especial cuando quieran negar la historia, porque aquellas heroicas jornadas no fueron una excepción histórica ni una bella maqueta pintada sino, por el contrario, la constatación de la capacidad de lucha y resistencia que puede ser capaz de desarrollar este pueblo, que no claudicó hasta dar por tierra con la dictadura. Una buena lección que no se debería olvidar ni desdeñar.
Una de las maniobras represivas del gobierno acaba de ser derrotada. Puede resultar un pequeño paso de gigante para el pueblo.
Poco a poco el gobierno irá poniéndose a la defensiva; será entonces importante que las fuerzas de izquierda, populares y revolucionarias, demuestren pensar en sus propias categorías y no en las del adversario, para construir por fin el camino de la victoria que, sin duda, no surgirá de una urna electoral sino de la fuerza masiva del pueblo resistiendo desde las calles y desde las redes, desde la denuncia y la solidaridad permanente, nacional e internacional, tal como se acaba de forjar la más reciente victoria popular ante el fascismo, arrancando a sus jóvenes hijos de las garras del régimen.
Raúl Larull* Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN.
Imagen de portada: movilización popular en contra del gobierno Fascista de Bukele