Se pone así fin a 12 años de dictadura construida a partir de un golpe de estado aprobado por la Casa Blanca; un gobierno Demócrata, por cierto, cuyo vicepresidente era el actual mandatario Joe Biden. De modo que se da la paradoja que mientras una administración apadrinó el golpe de 2009, otra del mismo signo abraza jubiloso la derrota del régimen que ella misma impulsó. Los tiempos han cambiado, sin duda, y el debilitamiento de la hegemonía imperial resulta mucho más evidente que hace 12 años, cuando Washington iniciaba sus maniobras para reconquistar terreno perdido en lo que sigue viendo como “su patio trasero”. Las formas pueden haber cambiado en algunos casos, pero los fines y objetivos imperiales siguen inalterables.
Sin embargo, más allá de los aspectos de geopolítica, es interesante observar qué es lo que ha derrotado el partido Libre y la nueva presidenta, Xiomara Castro, en la campaña que le otorgó el favor indiscutible de sus conciudadanos.
El régimen de Juan Orlando Hernández […] significó un profundo retroceso en materia de democracia. Hernández dinamitó el Estado de derecho poniendo toda la institucionalidad pública al servicio de sus intereses. Eliminó la separación de los poderes del Estado, dominó a su antojo el Congreso Nacional y destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional, nombrando en su lugar a subalternos suyos. A través de estos, manipuló la Constitución hondureña para validar su reelección, que además fue fruto de un fraude electoral. Los titulares de los poderes del Estado, junto al alto mando militar, formaron el llamado Consejo Nacional de Defensa y Seguridad, que respondía, sin tapujos, a las órdenes presidenciales.
Ese párrafo de un editorial de la UCA de la pasada semana describe perfectamente los pasos dados por el dictador JOH a lo largo de su mandato. No demanda un gran esfuerzo cotejar esas medidas con las que está llevando a cabo su contraparte salvadoreña en los últimos 32 meses. Un mismo guion populista, autoritario, dictatorial, del que solo se diferencia el mesianismo enfermizo y la inescrupulosa manipulación mediática en el caso salvadoreño, que agrava aún más el panorama.
También el mandatario milenial, como su par ya derrotado, está aplicando el modelo neoliberal en su versión más cruel, la extractivista, depredando bosques, impulsando la minería metálica y entregando bienes naturales a explotadores privados. Para gobernar según su voluntad, Hernández pactó con la cúpula empresarial más conservadora, con las Fuerzas Armadas y con líderes de las Iglesias. La similitud resulta impactante.
Pero la pregunta fundamental en este rudimentario cuadro comparativo es ¿Cuál fue el resultado final en un caso y qué perspectiva pueden abrirse en el otro?
En el caso de Honduras, se trató de una de las más oprobiosas derrotas infligidas por el pueblo a las fuerzas de extrema derecha, que se habían sentido dueñas y señoras del país, que habían despreciado a la oposición, violado leyes a su gusto y necesidad, perseguido a trabajadores, empresarios y políticos en función de satisfacer sus propios intereses, aplicando el Lawfare y el crimen (con grupos criminales organizados, tal como lo hace el régimen autocrático vigente en El Salvador) para asegurar el cumplimiento de sus metas. Toda esa gigantesca maquinaria fue derrotada por el pueblo que no cesó de acumular fuerzas y de manifestarse y luchar con todos los métodos que halló a su alcance. Hoy, esos personeros del viejo régimen se debaten entre la cárcel y la extradición a plazo fijo. Se plantean cuál será el mejor y más oscuro agujero en el cual esconderse para no ser juzgados por sus crímenes.
Esa es la más impactante, luminosa y esperanzadora conclusión que deja en principio el triunfo de Libre y la derrota de JOH y sus cómplices para El Salvador. Un espléndido espejo donde el dictador salvadoreño y sus secuaces deberían mirarse con más detenimiento y menos desdén. No se trata de romper el espejo porque no nos guste lo que vemos, porque eso no cambiará la realidad. Lo saben y por eso pretenden inútilmente tomar medidas para incrementar la represión contra el pueblo sin que esto resulte demasiado evidente para la comunidad internacional ni para la parte de opinión pública a la que siguen engatusando a base de manipulación mediática y discursos de odio.
Para otorgar visos de legalidad a sus campañas de persecución y represión echan mano de una de sus herramientas clave, forjada para ser utilizada discrecionalmente, una asamblea legislativa absolutamente inútil para el pueblo, pero esencial para los fines del autócrata de CAPRES. Así, reforman el código procesal penal para crear la figura de “agente encubierto digital” y se inventan la figura de “evidencia digital” como prueba judicial. A esto se suma la Ley contra Delitos Informáticos y Conexos, aprobada por el oficialismo y sus secuaces parlamentarios en diciembre pasado.
En pocas palabras, se trata de la legalización del espionaje digital sobre la ciudadanía por parte del Estado, orientado a contrarrestar, controlar y perseguir el ejercicio de la investigación periodística, la denuncia ciudadana en redes sociales y otras formas de expresión digital. Los expertos en DDHH temen, además, y lo han expresado en los medios no controlados por el gobierno, que estos sean también pasos hacia la eliminación de las leyes y organismos destinados a garantizar la transparencia en los asuntos y finanzas públicas.
Es decir que el gobierno de las nuevas ideas se esfuerza en reprimir sin que el mundo lo note. Olvida que ya tiene varias decenas de presos y perseguidos por razones políticas de manera arbitraria a quienes el mundo monitorea tratando de entender la dislexia discursiva gubernamental, que por una parte se llena la boca con la supuesta construcción (imaginaria, por cierto) de un país de Primer Mundo mientras otorga un tratamiento propio del Medioevo a sus prisioneros políticos.
Así lo denunciaba la asociación de familiares, COFAPPES, esta misma semana en conferencia de prensa donde anunciaba su próxima acción ante la CIDH (OEA) al tiempo que mostraba una más de las maniobras coercitivas dictatoriales: mientras el GOES ya ha neutralizado evidentemente al procurador de Derechos Humanos, que ha asumido la infame tarea de validar con su silencio cómplice las acciones violatorias de DDHH del gobierno, los jueces y juezas que han dictado resoluciones que no resultaron del agrado del clan familiar en el poder, han sido sistemáticamente represaliados por la servil Corte Suprema impuesta ilegalmente el 1 de mayo pasado.
Mientras esto sucede, el país sigue hundiéndose en una crisis que golpea a cada familia salvadoreña, pero que se ensaña con las más pobres; todo ello en medio de una crisis sanitaria que empieza a colapsar hospitales con cifras récords de contagios por COVID-19. El combustible supera los 4 dólares por galón, empresas multinacionales como Walmart estudian su salida de la región, mientras el FMI ofrece al gobierno una receta que no es más que otra marca de medicina amarga (aumento al IVA, despidos en el sector público, homologación salarial respecto al sector privado, mayor reducción de transferencia de fondos a las comunidades, entre otras medidas de lo que en toda regla constituye un típico programa de ajuste estructural).
Por antipopulares que estas medidas del FMI pudieran parecer, seguramente no resultarían inaceptables para el clan gubernamental que ha tomado El Salvador como una finca privada, descargando –como buenos neoliberales ortodoxos- la crisis en las espaldas del pueblo trabajador, el cual empieza a mostrar su frustración, como en los casos de los maestros, médicos y policías, reclamando gremialmente en las últimas semanas por sus condiciones de vida.
Sin embargo, hubo una propuesta que tocó la fibra nerviosa más sensible del presidente, que en esos días seguía de viaje por tierras que le hacían sentir como un verdadero monarca árabe. Se trató del pedido del FMI de eliminar el Bitcoin como moneda de curso legal salvadoreño. El presidente/monarca respondió burlándose de los organismos financieros internacionales a través de sus redes sociales.
Sigue mostrando la misma “valentía” habitual de “dar la pelea en las redes sociales” porque su cobardía natural le impide enfrentar la realidad de manera personal. Por cierto, así y no de otra manera debe interpretarse su ausencia en la toma de posesión en Honduras a la que se había comprometido a asistir, pero que sin duda resultó una prueba insuperable ante la perspectiva de enfrentar a varias delegaciones de países contra los que había dirigido insultos, y a los que de hacerse presente debería hacer frente; si sumamos a ello un discurso de toma de posesión que cuestionó en el escenario hondureño las mismas políticas que lleva a cabo el clan de gobierno en El Salvador, el conjunto hubiera sido demasiado para el ego hiper-sensible de un personaje con una fragilidad mental congénita.
Así las cosas, pese a los discursos grandilocuentes llegados desde Turquía y Qatar, da la impresión que lo único que trajo de aquellas tierras la delegación gubernamental fue una gran cantidad de promesas vacías y ninguna inversión concreta. Si esto es así o no lo demostrará una muy dura realidad: la rapidez con que el régimen acepte finalmente las condiciones leoninas del FMI, que pueden ser un balón de oxígeno temporal, pero sin duda será una receta de hambre y sufrimiento para un pueblo trabajador que cada día que pasa ve debilitarse aquellas esperanzas con que, en muchos casos, acudió a las urnas creyendo el engaño celeste, que terminó siendo la estafa más grande en la historia política salvadoreña.
El caso de Honduras, la resolución combativa de su pueblo, la movilización popular orientada a que las promesas de campaña no puedan ser torcidas y olvidadas por una derecha que siempre tiene recursos para resistir, pero que está sufriendo una derrota de la que aún no se ha recuperado, son todas señales que se reflejan en El Salvador.
Para el pueblo salvadoreño se trata de fortalecer sus métodos de organización y lucha masiva y popular; para el clan del gobierno, la certeza de que su actual poder es frágil y temporal, por más que lo imaginen sólido y eterno y que cuando se acabe, las facturas a pagar con la justicia del pueblo serán alta; sin duda, mucho más alta de lo que el clan se imagina.
Mientras tanto, también el tema de la corrupción en El Salvador es materia de interés internacional, y se supo esta semana pasada que El Salvador descendió dos puntos y 11 puestos en ranking de Transparencia Internacional, que evalúa a 180 países a escala mundial. El Informe reitera también su advertencia en cuanto a que el país podría volverse una dictadura.
Una muestra de la enfermiza manipulación oficial
Finalmente, aunque solemos insistir en la manera que el oficialismo desarrolla sus medios como herramientas de manipulación masiva, a veces es bueno realizar algunos ejercicios para comprobarlo. Tomemos para ello las portadas y noticias destacadas de los medios el pasado 26 de enero, cuando se conoció en el país el informe del FMI sobre el Bitcoin, devastador para la autocracia gubernativa. Este fue el resultado:
El FMI dio a conocer su informe sobre El Salvador una vez concluido su estudio de la situación del país. Se trata de uno de esos típicos casos en que una noticia resulta de tan alto impacto que todas las portadas centran sus temas y titulares. Así, esa mañana todas las portadas de medios coincidieron en destacar el llamado del FMI a que el gobierno de El Salvador abandone el Bitcoin como moneda de curso legal. Todas, con la excepción del oficialista Diario El Salvador, que, en un derroche de imaginación y manipulación simultánea, opta por afirmar que: El FMI ratifica rápida recuperación del país.
Es como si a punto de acabar la guerra, y con Berlín en llamas y destruido por los bombardeos aliados, la prensa nazi titulara: El enemigo a punto de rendirse. Así la tergiversación observada en la portada del medio oficialista al compararla con el resto, pero, sobre todo, al hacerlo con la realidad y con el texto del comunicado emitido por el FMI. Por el contrario, el resto de medios presentan el tema del pedido del FMI de abandono del Bitcoin como aspecto central, y casi todos utilizan hasta la mismas palabras: “FMI pide eliminar Bitcoin como moneda oficial”, y luego lo detallan en sus artículos, LPG: Directorio del FMI llama nuevamente a El Salvador eliminar al bitcoin como moneda de curso legal ; EDH: “El FMI está dejando claro, de forma diplomática, que si el país no deja de lado la Ley Bitcoin, no habrán negociaciones para un acuerdo”, señala economista ; FMI urge a El Salvador a eliminar el Bitcoin como moneda de curso legal; DEM: FMI pide que se elimine el bitcoin como moneda de curso legal. El tema va relacionado con la insostenibilidad de la economía nacional, con la proyección del 96% del PIB comprometido hacia 2026 en deuda pública. LPG: FMI advierte que rumbo fiscal de El Salvador es insostenible; riesgo país se ha duplicado en un año.
Así trabaja la manipulación oficial cada día. Por eso no sorprende que los jerarcas encargados de maquillar la economía nacional sean capaces de hablar de El Salvador como un país de desarrollo medio-alto, que está a punto de entrar al club de los países de desarrollo alto (y lo hagan sin sonrojarse), mientras obvian que la CEPAL acaba de publicar un informe en el que coloca a El Salvador entre los cuatro países con menos desarrollo a nivel latinoamericano, o que el último informe del PNUD sobre desarrollo humano expone los graves problemas medioambientales del país; señala que siete de cada diez hogares salvadoreños “presentan al menos una carencia ambiental”; advierte que la degradación del medioambiente, unida al cambio climático, afectará con mayor severidad a los pobres. Deja constancia de que el modelo económico vigente ha sido poco eficaz para mantener de forma sistemática el desarrollo humano. Y afirma que aún no hay respuestas adecuadas ante el déficit ecológico nacional y la “alta degradación del suelo y la tierra”.
Notas:
* Periodista argentino, especializado en investigación y política internacional. Militante internacionalista y miembro del FMLN desde mediados de los años 80
Fuente: Colaboración