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El discurso de Gustavo Petro en la Asamblea General de la ONU apunta a discutir y resolver asuntos cruciales para la humanidad

Por Consuelo Ahumada*. –
Durante los últimos años, a partir de la pandemia, se han incrementado los estragos de la globalización neoliberal: crisis climática; proliferación de conflictos bélicos; endurecimiento de políticas migratorias; restricción del gasto público. Registramos un mundo cada vez más excluyente, con una creciente concentración de la riqueza y el poder.

El signo de estos tiempos es el fortalecimiento de la extrema derecha neofascista y su expresión en gobiernos y partidos en todos lados. Donald Trump es hoy su abanderado principal. EEUU insiste en aferrarse a un poderío económico global que se le sale de las manos. Pero su capacidad y afán bélicos siguen sin parangón.

Por ello, su modus operandi es la amenaza y el despliegue militar; la criminalización y sometimiento de los inmigrantes a condiciones indignas; el desprecio por la legalidad internacional y el desdén por la ciencia; la búsqueda desaforada de la mayor rentabilidad por todos los medios, en especial los ilegales.

Despliega a sus anchas su supremacismo blanco, xenofobia, homofobia, su dominación patriarcal.

Hoy en día experimentamos una tensión permanente entre dicha tendencia regresiva y nefasta y las fuerzas de la resistencia y del progresismo del mundo entero.

Ese es el trasfondo de la Asamblea General de la ONU, 80 años después de la derrota del fascismo y de la conformación del organismo internacional.

El discurso del presidente Petro el martes pasado fue valiente, esperanzador. Habló en el tono de un mandatario de un país soberano, de igual a igual con los poderosos. Se refirió a los asuntos principales de la crisis global y señaló a sus responsables. Sin eufemismos ni esguinces. Sin concesión alguna a una diplomacia estéril.

Su intervención quedará como uno de los discursos más memorables en la organización. Sin duda, el presidente colombiano viene afianzando un liderazgo regional y mundial, en especial en el Sur Global.

Habló duro para que lo escuchen en todos los rincones el mundo y su discurso será recordado por mucho tiempo.

Llamó genocida y racista a Trump. “Es cómplice del genocidio, porque es un genocidio, y hay que gritarlo una y otra vez’, señaló.   

Desde hace tres años en su primera intervención en la Asamblea, Petro rompió con la tradición histórica de sumisión y entrega de los mandatarios colombianos. Nos devolvió la dignidad como nación y país soberano.

Foto Bloomberg

Petro rompió con la tradición histórica de sumisión y entrega de los mandatarios colombianos.

Pero en Colombia la oposición, que desconoce el sentido de estos términos y de los muchos logros que ha alcanzado el gobierno, convirtió su discurso en objeto de burlas y cuestionamientos.

Insistió en temas cruciales como la denuncia y la adopción de medidas concretas frente a Gaza, la crisis climática y la preservación del Amazonas, la fallida guerra contra las drogas y la deuda soberana de los países.

Se refirió a la inacción de la ONU frente a la tragedia palestina. Ni siquiera pudo garantizar la presencia de la representación palestina en el evento, por el veto estadounidense: “Este recinto es testigo mudo y cómplice del genocidio hoy”.

Por eso, la prioridad hoy debe ser frenarlo, señalóNo es el momento de la diplomacia internacional ni hay espacio para más resoluciones. Llamó a respetar los tribunales internacionales de justicia. Propuso la conformación de una fuerza armada internacional de paz para defender al pueblo palestino, independiente del Consejo de Seguridad.

Pero dos días después de su discurso, EE. UU. le retiró la visa por participar en una marcha en Nueva York a favor de Palestina.

En su discurso cuestionó también la guerra contra el narcotráfico y la descertificación de su gobierno por Trump: “La política antidrogas no es para detener la cocaína que llega a los EE. UU. sino para dominar a los pueblos del sur en general”. Para hacerlo, cuenta con la complicidad de la ultraderecha colombiana y latinoamericana y la élite de La Florida.

“No sé si Trump sepa que su política exterior hacia Colombia, Venezuela y el Caribe es asesorada por colombianos que son aliados políticos de la mafia de la cocaína”, dijo Petro con mucho acierto. La historia de las últimas tres décadas le da la razón.

Condenó el asedio militar a Venezuela, por “la estúpida idea de bloquearla para quedarse con su petróleo pesado y venenoso”. Bombardear las embarcaciones en el Caribe y asesinar a 18 pescadores que huyen de la miseria, sin fórmula de juicio, es criminal y Trump es cómplice de ese crimen, por lo que debe ser procesado.

La migración internacional, tan estigmatizada y condena, resulta del bloqueo a países como Irán, Irak, Cuba, Venezuela.

Insistió en tomar medidas frente a la gravedad de la crisis climática y en la capacidad de Latinoamérica y África de generar energía limpia, basada en el agua, el viento y el sol, frente a la gran demanda de EEUU y Europa de energía que hoy proviene fundamentalmente de fuentes fósiles.

Propuso hacer una gran inversión para descarbonizar el mundo, como primer paso cierto y contundente para salvar la vida del planeta. Pero la palabra “descarbonización” suena subversiva hoy y es vilipendiada por los negociantes.  

Definitivamente, el mercado no puede solucionar la crisis climática, porque él mismo la produjo. Llamó a la planificación estatal ¿Cuál es el criterio de riesgo predominante hoy? Debe cambiarse. Los países más riesgosos son en realidad los que emiten más gases efecto invernadero.

Se requiere una política financiera diferente, condonar la deuda de los países más pobres, cambiarla por inversión en estos países en acciones para adaptación y mitigación de la crisis climática. De lo contrario, afirmó, los prestamistas tendrán que recoger los intereses de la deuda externa en los cementerios.

Todas estas propuestas parecen utópicas, pero son posibles. Eso sí, no son simples reformas, implican invertir la lógica capitalista. Su discusión y concreción apuntan hacia un futuro diferente para la humanidad.

“No hay raza superior, señores. No hay pueblo elegido de Dios, no lo es ni EEUU, ni Israel, ignorantes fundamentalistas de extrema derecha. El pueblo elegido de Dios es la humanidad toda”, concluyó.

Consuelo Ahumada* Ph.D Ciencia Política con énfasis en Estudios Latinoamericanos, New York University. Profesora Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad Externado de Colombia. Miembro de número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, ACCE e integrante de su Mesa Directiva. Miembro de la Asociación Colombiana de Economía Crítica, ACECRI.

Este artículo ha sido publicado originalmente en el portal las2orillas.co

Foto de portada: gov.co

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