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El discurso de fraude en la estrategia bolsonarista

Escrito Por Ana Dagorret

Las denuncias de fraude en elecciones anteriores se volvieron parte del discurso del presidente Jair Bolsonaro, que busca presionar por la implementación del voto impreso y anticipar el caos que se avecina ante una eventual derrota.

Tras casi tres años de denunciar fraude en las elecciones que lo catapultaron a la presidencia de Brasil, Jair Bolsonaro admitió en una de sus transmisiones por redes sociales que no tiene ninguna prueba que sostenga su denuncia. Lejos de despejar cualquier duda sobre el sistema electoral brasileño, Bolsonaro reforzó sus acusaciones acerca de la vulnerabilidad de las urnas y volvió a condicionar la realización de las elecciones presidenciales en 2022.

Las denuncias de fraude se enmarcan en un contexto por demás desfavorable para el presidente. La situación económica del país, con 14% de desempleo y un aumento constante del precio de los alimentos ha dejado a más de la mitad de la población en situación de inseguridad alimentaria. A su vez, la ausencia de una gestión seria de la pandemia encamina al país a las 600 mil muertes por covid19. Por otro lado, las sospechas de corrupción en la compra de vacunas reveladas por la comisión del Senado que investiga la gestión de la pandemia, también contribuye diariamente en la erosión de la popularidad  del presidente. 

Esta situación sumada a la irrupción de Lula Da Silva en el escenario político electoral de cara a la disputa presidencial y como claro favorito, parece haber puesto en marcha la estrategia adoptada por Donald Trump, ídolo del presidente brasileño, tras ser derrotado en noviembre de 2020.

Desde marzo, cuando el expresidente Lula tuvo sus condenas anuladas y recuperó sus derechos políticos, grupos y redes sociales bolsonaristas comenzaron a alimentar las sospechas de fraude. Según Bolsonaro, una conspiración entre autoridades de la Corte Suprema y figuras de la izquierda brasileña busca impedirle un segundo mandato, motivo por el cual habrían habilitado a Lula Da Silva a disputar la elección de 2022. 

La batalla por el voto impreso

La preocupación de Bolsonaro ante la posibilidad de ser derrotado de forma contundente por Lula no se ve solamente en sus discursos sino que persigue la alteración de normas concretas. En la Cámara de Diputados, el presidente busca aprobar una propuesta de enmienda constitucional para que el elector tenga a su disposición un papel con el nombre del candidato por el cual votó. En los discursos del presidente, la consigna es llamada voto impreso.

Actualmente y desde 1996 el sistema electoral brasileño prevé que las elecciones municipales, estaduales y para presidente se realicen con urnas electrónicas. Introducidas con el fin de evitar el fraude al que los votos pueden exponerse con la manipulación humana, desde su implementación jamás presentaron fallas. El propio Bolsonaro logró elegirse diputado en cinco ocasiones y presidente en 2018 con el sistema de urnas electrónicas. Sus tres hijos Flavio, Carlos y Eduardo también conquistaron cargos electivos de esta manera. Sin embargo, para quienes apoyan la idea de un segundo mandato de  Bolsonaro, el fraude será un hecho en 2022, a menos que se apruebe el voto impreso.

Para el diputado Federal del Partido de los Trabajadores y vice-líder de la minoría en la Cámara José Guimarães “esa historia del voto impreso es un esquema que quiere montar Bolsonaro para justificar el intento de golpe y de no querer aceptar el resultado de la elección de 2022. Como él trabaja con la idea de perder la elección entonces quiere inventar ese mecanismo atrasado y fayuto”.

Guimaraens explica que si bien la propuesta fue aprobada en la comisión especial y espera por el próximo paso, que es la votación en el plenario, no existen al momento los votos para su aprobación: “Veo difícil que consigan los 308 votos necesarios, que es dos tercios de la composición del parlamento. Y ya tenemos a 11 partidos posicionándose en contra, con lo cual si el presidente de la Cámara insiste en llevar la propuesta a plenario, va a ser derrotada”.

Además de la falta de apoyo en la Cámara de Diputados, el proyecto no termina de convencer a varios miembros del gabinete. Ciro Nogueira, el nuevo ministro de la Casa Civil (que sería el equivalente a la Jefatura de Gabinete), fue uno de los 11 presidentes de los partidos que firmaron en julio una carta en rechazo a la propuesta. Nogueira encabeza al Partido Progresista (PP), partido del cual Bolsonaro ya formó parte y en el cual estudia afiliarse de cara a la elección de 2022. Si bien el líder del PP se mostró favorable a implementar más auditorías para evitar fraude, Nogueira no está a favor del  voto impreso.

La insistencia del gobierno, cuya conformación cuenta con más militares que en la última dictadura, encuentra algunos aliados dentro de las Fuerzas Armadas. El propio Ministro de Defensa General Walter Braga Netto advirtió, según publicó el diario Estadão, que de no aprobarse el voto impreso no habría elecciones en 2022, algo que Bolsonaro ya expresó en más de una ocasión. 

Las amenazas de los militares y de Bolsonaro encuentran resistencia también entre las autoridades de la justicia.  Tanto el actual presidente del Tribunal Electoral y Ministro de la Corte Suprema Luis Roberto Barroso como su sucesor al frente del organismo Alexandre de Moraes, despejaron dudas acerca de la seguridad de las urnas y aseguraron que los comicios se realizarán, que se respetará la libertad y el voto secreto y que no se aceptarán actos contra la democracia.

La opinión pública

La carrera por la reelección comenzó ya en 2018, luego de que los comicios confirmaran como presidente a Jair Bolsonaro por un período de cuatro años. Poco antes de asumir el mandatario ya afirmaba su intención de disputar otro mandato y el impulso por el voto impreso comenzaba a aparecer en los discursos del presidente.

Con la reaparición de Lula en el escenario político, Bolsonaro pasó a tener un adversario bien posicionado en un momento de gran desgaste en su popularidad. La situación empeoró con la instalación de la Comisión Parlamentaria de Investigación en el Senado, que evidenció la negligencia del gobierno y la responsabilidad del presidente en el número de infectados y muertos por la pandemia de covid19.

Fue en ese momento que Bolsonaro retomó su discurso por el voto impreso en sus transmisiones por redes sociales y en sus apariciones públicas. A pesar de haber sido desmentido en diversas oportunidades por autoridades de la justicia electoral, la policía federal e incluso por líderes de partidos, el presidente continuó su campaña de denuncia de fraude sin pruebas pero con importantes repercusiones.

Según la encuesta realizada por Poder Data durante los últimos días de julio en 427 municipios de los 27 estados del país, el 46% de los consultados se mostró a favor del voto impreso. En mayo el porcentaje era de 40%. 

Las acusaciones de fraude e impulso al voto impreso encuentran eco especialmente entre las policías militares. Según una encuesta del Instituto Ideia, en octubre de 2018, el 30% de los encuestados dijo confiar mucho en las urnas electrónicas. Esta tasa se ha reducido a la mitad en 2021. En el lado opuesto, hubo un aumento de 20 puntos porcentuales entre 2018 y 2021, llegando al 55% de los encuestados que dijeron no confiar en la urna electrónica. 

Las policías militares son una base importante de apoyo al presidente y, si bien responden a los gobernadores de cada estado, existen antecedentes de motines incentivados y apoyados por Bolsonaro y sus hijos, lo cual despierta preocupación de cara a la elección 2022 y la posibilidad cada vez más concreta de que no se apruebe el voto impreso en el Congreso.

Más allá de que no existan pruebas de que las elecciones hayan sido o puedan ser fraudulentas (como el propio Bolsonaro admitió esta semana), lo del presidente de Brasil debe ser visto como una estrategia. Así como Trump en noviembre de 2020, Bolsonaro prepara el terreno para justificar el caos ante una derrota. 

Acerca del autor

Ana Dagorret

Periodista, colaboradora de medios populares de Argentina y Brasil y ayudante diplomada de la Cátedra de RRII de la Fac. De Periodismo y Com. Soc. De la UNLP. Desde 2018 trabaja como corresponsal en Río de Janeiro.

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